8.1 el Imperio de Carlos V. Conflictos internos: comunidades y germanías

8.1 El Imperio de Carlos V. Conflictos internos: Comunidades y Germánías

Al morir su abuelo Fernando el católico, en  1516, Carlos, de dieciséis años de edad, fue proclamado rey de  los Países Bajos e inmediatamente después se dirigíó hacia Castilla para ser coronado

A comienzos de 1519, Carlos I conocíó la noticia de la muerte de su abuelo, el emperador Maximiliano. Rápidamente envió instrucciones a sus embajadores para que promovieran su candidatura al Imperio Alemán, al que también aspiraba Francisco I de Francia. En Mayo, los príncipes alemanes eligieron al candidato Habsburgo, convertido entonces en el emperador Carlos V.

El descontento acumulado desembocó entonces en la sublevación de las comunidades de Castilla. Las causas eran complejas. Carlos había entregado la administración de Castilla a nobles flamencos que utilizaron los cargos para enriquecerse, y al marchar había dejado a Adriano de Utrecht como gobernador.

La rebelión estalló en Toledo días antes de que Carlos abandonara Castilla. Los comuneros tomaron Tordesillas y allí se organizó la Santa Junta, un gobierno revolucionario que exigía la retirada de los impuestos votados en las Cortes de 1520, el respeto a las leyes del reino y la marcha del los consejeros flamencos. Las rivalidades ente los jefes comuneros y la radicalización antiseñorial del movimiento, que dividíó a las ciudades, fue debilitando al a Junta, y el 23 de Abril las tropas comuneras fueron derrotadas junto al pueblo de Villalar.

La rebelión comunera no fue la única que se produjo en los reinos españoles. En Valencia, el hambre y las epidemias contribuyeron a agravar una situación explosiva que a los artesanos y pequeños comerciantes contra la oligarquía urbana y la nobleza. La rebelión de la Germánía, organización de los trabajadores de la ciudad, estalló en 1520, aprovechando la ausencia de la nobleza, que había huido de la ciudad a causa de la peste. En el verano de 1521 el levantamiento degeneró en una guerra entre los sublevados y la nobleza. Finalmente, en los primeros meses de 1522, los líderes agermanats fueron eliminados y la revuelta controlada.

8.2. LA MONARQUÍA HISPÁNICA DE Felipe II. LA UNIDAD IBÉRICA


Carlos V repartíó su herencia para evitar a su hijo Felipe los conflictos en Alemania. A Fernando le dejo Austria y los derechos de la corona imperial y a Felipe el resto del Imperio compuesto por territorios mediterráneos (España, norte de África e Italia) y atlánticos (América), con tres bases estratégicas en Centroeuropa: Países Bajos, Franco Condado y Milanesado. Desde entonces la dinastía de los Habsburgo tuvo dos centros de poder: Madrid y Viena.
Además de los problemas internos (muerte del príncipe Carlos, rebelión de las Alpujarras y traición de Antonio Pérez), la política exterior de Felipe II se orientó hacia dos grandes enemigos de la fé católica. En el Mediterráneo la armada de la Santa Liga, encabezada por don Juan de Austria, vencíó a los turcos en Lepanto.
En los Países Bajos los rebeldes calvinistas, apoyados por Inglaterra, lograron crear en Holanda un estado independiente. Al sur, en Flandes, territorio católico pro español, se constituirá un gobierno separado de Castilla, y dirigido por el archiduque Alberto e Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II.
El intento español de conquista de Gran Bretaña se culminó con la derrota naval de la Armada Invencible, en 1588.
Por otra parte, en Portugal, la muerte del rey de Portugal Sebastián, sobrino de Felipe, sin herederos, convirtió al rey español en pretendiente al trono luso. En 1580, las Cortes de Thomar, reconocieron a Felipe II como rey de Portugal.
La unidad fue únicamente personal, las instituciones se mantuvieron separadas y Felipe II respetó durante todo su reinado la autonomía portuguesa. La uníón de ambos reinos supuso no sólo la unidad peninsular, sino también la de todos sus dominios imperiales; americanos, africanos y asíáticos. Se configuró el Imperio más grande de toda la historia.

8.3. EL MODELO POLÍTICO DE LOS AUSTRIAS. LA UníÓN DE REINOS

A partir del Siglo XVI la complejidad de los territorios gobernados por la Corona española hizo que se ampliase el modelo diseñado por los Reyes Católicos:

En la cúspide sigue el rey, que encarna el poder por encima de todo derecho, auxiliada por la todopoderosa figura de los Secretarios.
Éstos son consejeros personales del monarca a los que se consulta, redactan las órdenes reales,… Aunque su principal fuente de poder reside en la cercanía al trono. A partir del Siglo XVII perderán importancia con la aparición del valido u hombre de confianza (privado).

Pero lo que define al modelo político de los Austrias es lo que se ha venido en llamar Sistema Polisinodial.
Se trata de un conjunto de trece consejos. Todos ellos son órganos consultivos en los que el rey suele delegar las decisiones y la Administración de sus reinos (salvo en el caso de la política exterior que es dirigida personalmente por los reyes). Los Consejos tenían también la función de relacionar el gobierno de los virreyes (Aragón, Cataluña, Navarra, Valencia, Sicilia, Cerdeña, Nápoles, Perú y Nueva España) con las decisiones reales.

El papel de las Cortes ya no es tan activo como en la Baja Edad Media. En el caso de Castilla la derrota de las Comunidades en 1523 significó el comienzo de una época de sometimiento a la política regia. En Aragón las Cortes siempre fueron más reticentes a apoyar la política exterior de los Austrias.

Por debajo de la Administración Central permanecía la Administración Territorial, compuesta por las mismas instituciones y funcionarios que en la Edad Media: Chancillerías y Audiencias, para impartir justicia; corregidores para el control de las ciudades; contadores y recaudadores para los impuestos; regidores y alguaciles,….

Aunque, en teoría, el modelo de gobierno se basaba en una uníón de reinos, es decir, en una corona que aglutinaba varios reinos, con Felipe II el peso de Castilla fue aumentando, reafirmándose como motor financiero y militar del rey.

8.4. ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN LA ESPAÑA DEL Siglo XVI

A lo largo del Siglo XVI el crecimiento demográfico fue general, si bien más pronunciado en Castilla que en Aragón. La población de ambos reinos pasó de unos 6,5 millones de habitantes al inicio del siglo, a unos 8 al término del mismo, lo que supónía un crecimiento superior al 20 por ciento de la población. Este crecimiento de la población influyó, en parte, en el desarrollo económico que se produjo a lo largo de los primeros dos tercios del siglo.

Otro elemento relevante fue la llamada «revolución de los precios«, en expresión del historiador Hamilton. Desde el inicio de siglo, se produjo en toda Europa un fenómeno nuevo, un alza de precios continua y sostenida, que parece relacionada con la llegada de metales preciosos procedentes de América. Otras teorías apuntan, sin embargo, a la acumulación de muchos años consecutivos de malas cosechas, que hicieron subir el precio de los alimentos.

A partir de mediados de siglo empezaron a aparecer los síntomas inequívocos de una crisis. Como los productos castellanos eran más caros, pronto el mercado se llenó de productos extranjeros más baratos. Pero la principal causa de fue el enorme desgaste económico que supusieron las guerras europeas para Castilla. Desde comienzos del reinado de Carlos, la corona mantuvo una presión fiscal creciente, aumentando los impuestos de forma continua.

Con Felipe II no mejoró la situación. Heredó una Hacienda exhausta, y a lo largo del reinado recurríó por tres veces a declarar la bancarrota. Para evitar los impuestos, muchos fabricantes optaron por cerrar sus negocios e invertir su dinero en juros, títulos de deuda con los que la Corona obténía más dinero para financiar su política exterior.

Lentamente toda la riqueza de Castilla, y en menor medida de los otros reinos, se fue diluyendo, sobre todo porque los campesinos y trabajadores urbanos eran los únicos que sosténían, con unos impuestos elevadísimos, la ruinosa política europea de los Austrias.

8.5. CULTURA Y MENTALIDADES. LA INQUISICIÓN

Con el reinado de los RRCC, y sobre todo de Carlos V, entran en España las tendencias literarias y artísticas del Renacimiento italiano. El instrumento de difusión cultural fue el castellano, prueba del protagonismo español en la Europa del XVI. Así, ya en 1492 el gramático Elio Antonio de Nebrija publicaba una Gramática de la Lengua Castellana, en el que expónía la relación entre Lengua e Imperio.

En el campo de la literatura destacaremos a autores como Garcilaso de la Vega, Boscán, Fernando de Rojas (autor de La Celestina) y, ya entrado el siglo, asistiremos a la publicación de El Lazarillo de Tormes, que inaugurará el género de la novela picaresca. Ya en la segunda mitad del XVI despuntó la literatura mística, con escritores como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús.

Con todo, la cultura y la mentalidad del XVI estuvieron impregnadas de sentimiento religioso.
Y en este aspecto el papel de la Iglesia se hizo cada vez más poderoso. Desde unos inicios en los que se pretendía una reforma, hasta la imposición de lo acordado en el Concilio de Trento y la extensión del poder de la Inquisición. Esta institución medieval fue introducida por los RRCC en 1478 para perseguir a los falsos conversos, y a partir de entonces, en colaboración con el brazo secular, extendíó su radio de acción contra la herejía protestante, la brujería, la blasfemia, las desviaciones doctrinales de los clérigos y la homosexualidad. Los acusados, después de un proceso pautado, que incluía cárcel, tortura y juicio, solían terminar en un acto público de arrepentimiento o Auto de Fe. En esta ceremonia se ejecutaban las penas de muerte en la hoguera y se leían las sentencias de otros castigos.

En 1553 la Inquisición publicó su primer índice de libros prohibidos y cinco años después se instauró la censura. Poco después se publicaron los edictos del Concilio de Trento y cualquier pequeña manifestación de heterodoxia podía llevar a la cárcel inquisitorial.


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