El Contexto de la Industrialización en España
Durante el reinado de Fernando VII, la industria española sufrió a causa de la inestabilidad política, la falta de capital y los daños derivados de la Guerra de la Independencia. El sector textil catalán fue el más dinámico gracias al proteccionismo y a la introducción temprana de maquinaria, como el vapor de los Bonaplata en 1832. Aun así, dependía del carbón británico y de un mercado interno débil, lo que obligó a solicitar aranceles y a desplazar las fábricas primero a la costa y luego hacia zonas con energía hidráulica.
La Siderurgia en Andalucía y Asturias
La siderurgia destacó en Andalucía y Asturias. En Andalucía surgieron los primeros altos hornos en Málaga y Sevilla, pero los altos costes y la competencia acabaron provocando su crisis. En Asturias, pese a la falta inicial de capital y comunicaciones, el ferrocarril y la inversión extranjera permitieron levantar centros como Mieres y La Felguera.
Más allá de estos sectores, la industrialización fue limitada y fragmentada, con industrias agroalimentarias, químicas y de bienes de equipo de alcance reducido.
El Desarrollo Siderúrgico en Vizcaya
En Vizcaya, la siderurgia se desarrolló en torno a los importantes yacimientos de hierro y a la tradicional forja en ferrerías. En este caso, los obstáculos a la industrialización provenían de la inestabilidad política causada por las Guerras Carlistas, los problemas del transporte y los del abastecimiento de combustible.
A mediados de siglo, el sector siderúrgico vizcaíno comenzó a cambiar debido a las inversiones realizadas por financieros bilbaínos, especialmente la familia Ybarra. La exportación de hierro a Reino Unido desde el puerto de Bilbao y la importación de carbón británico contribuyeron a reducir los costes de fabricación. La producción de hierro colado o fundido se incrementó en más de un 5% entre 1860 y 1864.
Sin embargo, no fue hasta la finalización de la Tercera Guerra Carlista (1876) cuando la siderurgia vizcaína experimentó un mayor crecimiento en localidades como Sestao, Baracaldo y Bilbao, aumentando en un 8% la fabricación de hierro colado entre 1875 y 1879.
Se inició así un proceso de modernización que permitió la fabricación de acero y la creación de diversos altos hornos que acabarían fusionándose en 1902 en la Sociedad Anónima Altos Hornos de Vizcaya.
La Industrialización en el País Vasco
Los Conciertos Económicos: Origen y Funcionamiento
Los Conciertos Económicos surgieron tras la Ley de 21 de julio de 1876, promovida por Cánovas del Castillo, como una fórmula para integrar políticamente a los territorios vascos después de la abolición de los fueros. El objetivo era mantener la estabilidad y la unidad del Estado sin eliminar por completo la tradición de autogestión fiscal. Poco después, el Real Decreto de 28 de febrero de 1878 desarrolló el sistema, otorgando a las diputaciones provinciales la autonomía para fijar, recaudar y administrar impuestos. A cambio, estas instituciones debían pagar cada año una cantidad pactada al Estado, llamada cupo. Este modelo fue prorrogado varias veces —en 1887, 1894, 1906 y 1925— y en cada renovación se ajustaron las cantidades a entregar. Aun así, la base del sistema se mantuvo: una amplísima autonomía fiscal que permitía adaptar la política económica a las necesidades reales del territorio.
Ventajas y Consecuencias de la Autonomía Fiscal
Gracias a esta autonomía, las diputaciones pudieron invertir en:
- Educación y beneficencia.
- Obras públicas, carreteras y ferrocarriles.
- Orden público.
Estos elementos fueron esenciales para modernizar un territorio que estaba viviendo un proceso de transformación acelerada. Además, el sistema fiscal era muy atractivo para los empresarios vascos, especialmente los vinculados a la siderurgia, la banca y la minería. Controlar las diputaciones significaba influir directamente en los impuestos aplicados a la industria, y la fiscalidad resultó mucho más liviana en comparación con el resto de España. Esto permitió abaratar costes, atraer inversiones y dotar a la economía vasca de una ventaja competitiva decisiva. La industrialización vasca no se explica sin el marco fiscal favorable proporcionado por el Concierto Económico.
Contexto Social y Económico de Euskal Herria
En cuanto al contexto social y económico, Euskal Herria experimentó una transformación profunda: pasó de ser un territorio principalmente rural a convertirse en una región industrial y moderna. Un factor clave fue la existencia de un régimen de libre comercio.
Las aduanas de la Monarquía no estaban en la costa, sino en el interior, de modo que las provincias vascas pudieron comerciar con el extranjero sin aranceles hasta la reforma del siglo XIX. Este acceso directo a los mercados internacionales facilitó la exportación del hierro y la importación de carbón y maquinaria, elementos imprescindibles para la industrialización. La influencia de la Revolución Industrial inglesa fue determinante, ya que aceleró la crisis del viejo sistema productivo y desarticuló los circuitos comerciales tradicionales. El resultado fue una transición forzada hacia un modelo industrial más competitivo y tecnológicamente avanzado.
Obstáculos y Consolidación Industrial
El proceso industrializador vasco fue largo y estuvo lleno de obstáculos. Aunque las bases de la industria moderna se sentaron muy pronto, ya en 1841 el sector se encontraba en una situación deprimida, marcada por el atraso tecnológico respecto a Europa. La economía vasca sufrió múltiples dificultades:
- Políticas económicas ineficaces durante el reinado de Fernando VII.
- El impacto destructivo de las Guerras Carlistas.
- La ruptura de redes comerciales internas.
- La imposibilidad de competir con la industria extranjera, que contaba con maquinaria más moderna, mayor capacidad productiva y mercados consolidados.
Sin embargo, a partir de la década de 1880 comenzó una recuperación sostenida. Las inversiones privadas, especialmente de familias como los Ybarra o los Chávarri, consolidaron un modelo industrial basado en la siderurgia, los astilleros, la minería y la banca. La importación de carbón británico y la exportación de mineral desde el puerto de Bilbao abarataron costes y dieron estabilidad al despegue industrial. La combinación de recursos naturales, capital local, dinamismo empresarial y una autonomía fiscal privilegiada permitió que Euskal Herria se convirtiera en uno de los principales núcleos industriales de España. El Concierto Económico actuó así como una herramienta esencial tanto para el desarrollo económico como para la articulación institucional del territorio vasco dentro del Estado español.
El Pluralismo Vasco en la Restauración
El Pluralismo Político y la Abolición Foral
Durante la Restauración, el panorama político vasco se caracterizó por un notable pluralismo, resultado tanto de la evolución social como de los cambios económicos derivados de la industrialización. Frente a los partidos españoles de la época (dinásticos, republicanos y el PSOE), surgieron en el País Vasco formaciones propias, destacando el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y un carlismo que, aunque disminuido en España, conservaba profundas raíces sociales en la región.
Este pluralismo se explica en parte por la abolición de los Fueros tras la tercera guerra carlista en 1876 y la implantación de los conciertos económicos, que permitieron cierta autonomía fiscal y administrativa. Esta autonomía favoreció el desarrollo industrial, creando una burguesía con intereses políticos y económicos específicos que buscaba consolidar su control sobre la región.
La industrialización trajo consigo un proletariado urbano alejado de los intereses de la burguesía, lo que propició la expansión del socialismo en el País Vasco. Asimismo, la modernización industrial provocó la ruptura con el estilo de vida tradicional, transformando la sociedad vasca y conduciendo a una adaptación más moderada del carlismo, lo que a su vez facilitó el surgimiento del PNV, comprometido con la recuperación de los fueros.
Estrategias Políticas Regionales
El pluralismo político transformó el sistema de partidos vasco. Aunque el carlismo perdió la guerra, su base social obligaba a los partidos dinásticos a formar alianzas. Este fenómeno se observó con claridad en Gipuzkoa, donde liberales y republicanos responsabilizaban a Cánovas de la abolición de los Fueros y denunciaban el caciquismo. Los liberales negociaban con tradicionalistas y republicanos, generando coaliciones en las elecciones. A comienzos del siglo XX, en Gipuzkoa se crea la Liga Foral Autonomista, integrando a integristas, liberales, conservadores y republicanos, articulando la política local alrededor de cuestiones religiosas y sociales.
En Álava la situación fue similar, mientras que en Bizkaia la industrialización acelerada permitió a los liberales crear un Comité capaz de desafiar al tradicionalismo.
La nueva burguesía industrial, mediante organizaciones como La Piña, rompió el bipartidismo y asumió el control político. Además, surgieron rupturas internas en el carlismo, dando origen al integrismo. La introducción del sufragio universal masculino y las reformas políticas de Sagasta contribuyeron a la aparición de nuevos partidos. De este modo, integristas, nacionalistas y socialistas ganaron relevancia, reflejando la modernización económica y social que vivían los territorios vascos.
El pluralismo político vasco se consolidó como consecuencia directa de la industrialización, la urbanización y la transformación social. Carlistas, integristas, abertzales y socialistas lograban movilizar electores, mientras que los partidos dinásticos dependían de alianzas complejas. La estructura social vasca, distinta a la española, permitió que la burguesía industrial se apropiase progresivamente del poder político, evidenciando que la diversidad de partidos y la división fueron rasgos distintivos de la política vasca durante la Restauración. Este pluralismo refleja, en suma, cómo los cambios económicos y sociales determinaron la configuración política regional, dando lugar a un sistema multipartidista adaptado a las necesidades de una sociedad en transformación.
El Nacionalismo Vasco: Orígenes e Ideología
El nacionalismo vasco surge como reacción a la abolición de los Fueros en 1876, tras la finalización de la III Guerra Carlista. Esta medida provocó dos reacciones: una aceptación de la ley aprovechando el Concierto Económico y otra resistencia activa, defendida por los sectores rurales y conservadores, percibidos como auténticos defensores de la sociedad vasca tradicional. Este contexto coincidió con la industrialización de Bizkaia y otras áreas, caracterizada por el crecimiento de fábricas, bancos, ciudades y la llegada de mano de obra de territorios vecinos, lo que generó temor sobre la pérdida de la identidad cultural vasca. Esta corriente de defensa de las raíces tradicionales se denominó tradicionalismo, vinculándose estrechamente con el carlismo.
Fundamentos Ideológicos y Mitología
El nacionalismo vasco se fundamentó en una fuerte mitología que justificaba la singularidad cultural, social y económica del País Vasco.
Los mitos, como los de la batalla de Arrigorriaga o de Túbal y Aitor, reforzaban la identidad vasca. El romanticismo de finales del siglo XIX contribuyó a consolidar la imagen de una sociedad rural en paz y armonía, elemento clave para su actividad económica. Esta mitología, unida a la singularidad jurídica y económica, y a concepciones religiosas, consolidó el apoyo social al tradicionalismo, representado por el carlismo, que defendía la Iglesia y los derechos históricos de los territorios frente a la intervención estatal.
Sabino Arana y la Fundación del PNV
Sabino Arana, proveniente de familia carlista, impulsó el nacionalismo vasco diferenciando la identidad del bizkaino frente al español (al que denominaba «maketo») y promoviendo la recuperación de los Fueros y la ley vieja bajo el lema «Jaungoikoa eta Lege Zaharra» (Dios y Ley Vieja). Inicialmente, propuso la independencia, aunque en su testamento vital adoptó una postura más moderada hacia el autonomismo, lo que se conoce como «giro sabiniano».
En 1895 se funda el Partido Nacionalista Vasco (PNV), dividido entre:
- Independentistas: Liderados por Sabino Arana, Luis Arana y Eli Gallastegui.
- Posibilistas: Encabezados por Ramón de la Sota, que buscaban una autonomía progresiva.
Tras la muerte de Sabino Arana, en 1906 se celebra la primera asamblea del PNV, consolidando iniciativas como revistas, batzokis y Eusko Gaztedi. La línea autonomista, liderada por Ángel Zabala y apoyada por De la Sota, culmina con la creación de la Comunión Nacionalista Vasca (CNV), consolidando un nacionalismo burgués que buscaba autonomía dentro del Estado español y la promoción de valores industriales modernos. La facción independentista, liderada por Eli Gallastegui, defendió la ruptura con España mediante la revista «Aberri», fundando en 1921, junto con Luis Arana, el EAJ, que luego se unificará con el CNV bajo el nombre EAJ-PNV durante la dictadura de Primo de Rivera. El nacionalismo vasco fue, por tanto, una reacción tanto cultural como política y económica. Combinó la defensa de las raíces tradicionales, el carlismo, la identidad vasca y la modernización industrial, articulándose en torno a instituciones políticas propias, prensa y asociaciones juveniles, y constituyendo una fuerza que marcará el devenir político del País Vasco en el siglo XX.
El Movimiento Obrero y la Conflictividad Social
La industrialización en el País Vasco y la llegada masiva de inmigrantes modificaron profundamente la estructura socioeconómica regional, poniendo fin al tradicional paternalismo que existía entre obreros y patronos durante el periodo preindustrial. Este cambio generó la necesidad de que los trabajadores se organizaran para defender sus derechos frente a los empresarios, proceso que fue gradual y estuvo marcado por la creciente conflictividad laboral.
El Surgimiento del Socialismo Vasco
En 1886, Facundo Perezagua fundó la primera asociación socialista en Bilbao, iniciando un movimiento que con el tiempo sería capaz de movilizar a miles de trabajadores, especialmente en las zonas mineras y en las industrias urbanas más importantes. El socialismo vasco emergió como fuerza política y sindical en un contexto de duras condiciones de vida y trabajo. Bizkaia se convirtió en el distrito electoral más propicio para conseguir representación socialista, y en 1891 Manuel Orte fue el primer concejal socialista elegido en Bilbao.
Huelgas y Expansión Sindical
La conflictividad laboral se manifestó tempranamente con la primera huelga minera de 1890, que resultó positiva para los obreros, mientras que la de 1892 fue un fracaso debido a la inmadurez del sindicalismo. A finales del siglo XIX, el socialismo ya había logrado introducirse en San Sebastián y Eibar, donde la tradición liberal y anticlerical de los trabajadores favoreció su implantación.
A comienzos del siglo XX, el radicalismo de Perezagua intensificó la conflictividad laboral. Sin embargo, la huelga minera de 1910 resultó exitosa, ya que el gobierno de Canalejas necesitaba el apoyo de toda la izquierda para respaldar sus políticas frente a la Iglesia. La reacción del nacionalismo vasco fue la creación de Solidaridad de Trabajadores Vascos (STV), un sindicato propio que buscaba agrupar a obreros vascos bajo ideales nacionalistas y religiosos, diferenciándose de un socialismo mayoritariamente apoyado por inmigrantes. No obstante, figuras como Tomás Meabe, vascos autóctonos, también se sumaron al movimiento socialista, fundando las Juventudes Socialistas de España y el semanario La Lucha de Clases, que expresaba claramente las ideas radicales del proletariado vasco.
Moderación y Consolidación del Movimiento Obrero
El socialismo vasco experimentó un giro hacia el moderantismo político en 1915 bajo el liderazgo de Indalecio Prieto, fortaleciendo alianzas con los republicanos y reemplazando la lucha huelguística por la lucha electoral, lo que permitió la elección de Prieto como diputado durante veinte años. No obstante, la huelga de 1917 demostró las limitaciones del sindicalismo al enfrentarse al Gobierno.
La inflación, los efectos de la Revolución Bolchevique y los movimientos revolucionarios europeos impulsaron el desarrollo de sindicatos independientes, incluyendo socialistas, anarquistas, católicos y nacionalistas, que crecieron a expensas de los trabajadores no sindicados.
En el País Vasco, el anarquismo tuvo un impacto limitado, en contraste con Cataluña, aunque intentó organizar huelgas en 1919 sin éxito. Los comunistas, escindidos del socialismo y encabezados por Perezagua, lograron movilizar a algunos militantes significativos, pero el núcleo directivo permaneció fiel a Prieto y a la II Internacional. La crisis económica de 1921 agravó las condiciones laborales, con reducciones salariales frecuentes, aunque los comunistas no lograron aprovechar la debilidad temporal del socialismo.
La dictadura de Primo de Rivera consolidó el sindicalismo libre y católico, mientras que la UGT, mediante colaboración con el régimen, aseguró presencia en comités paritarios y el nombramiento de Largo Caballero en cargos oficiales. Estos procesos fortalecieron al socialismo vasco, sentando las bases para que se consolidara como una de las principales fuerzas de la izquierda durante la Segunda República. En síntesis, la conflictividad social en el País Vasco refleja la transformación económica, la inmigración y la industrialización, así como la organización progresiva de los trabajadores, que permitió el surgimiento de un movimiento obrero sólido y estructurado.