Comentario de texto el político-militar

CLASIFICACIÓN

Se trata de un fragmento de una obra historiográfica y de una fuente secundaria. Es un texto subjetivo de naturaleza expositiva y de tema político e histórico. El autor, Salvador de Madariaga, fue uno de los más destacados intelectuales españoles del siglo XX, muy vinculado al republicanismo y autor de numerosos ensayos y novelas. Es un texto público destinado a estudiantes y a personas interesadas en conocer la historia de España. Publicado en «El siglo XIX», España, ensayo de historia contemporánea, Madrid, 1979. El contexto histórico en el que los militares actúan como políticos, comprendería desde la etapa de las Regencias hasta la Restauración y en concreto este fragmento hace referencia al reinado de Isabel II.

ANÁLISIS

El autor traza de forma irónica el perfil psicológico de Narváez tomándolo como prototipo de político-

militar intervencionista. La intención de Salvador de Madariaga es denunciar lo que para él ha sido una de las lacras del sistema político español durante el siglo XIX, señalando la escasa formación intelectual del militar, su ambigüedad política, su temperamento reaccionario su simplicidad organizativa, la falta de ideas propias y un superficial catolicismo. Considera también que llegan a la política cuando su posición económica y social esta asegurada.

Ramón María Narváez (1800-1868), conocido como «El espadón de Loja», participó en la Primera Guerra Carlista, alcanzando el grado de general. Se consolidó como jefe del Partido Moderado y fue presidente de gobierno en diferentes momentos del reinado de Isabel II. Junto a Espartero, también nombrado en el texto, constituyen dos de los ejemplos más representativos de los llamados «espadones».

COMENTARIO

Durante gran parte del siglo XIX la presencia de los militares en la vida política fue una constante y una de las causas de la falta de estabilidad del liberalismo, junto a la intromisión de la corona y al falseamiento de las elecciones. Los antecedentes de este fenómeno aparecen ya en la Guerra de la Independencia, ya que favoreció la importancia del mundo militar. Durante el reinado de Fernando VII una gran parte del ejército era liberal y realizaron reiteradas tentativas de poner fin al absolutismo de Fernando VII entre 1814 y 1820. El pronunciamiento de Riego dará lugar al Trienio Liberal, posteriormente durante la Década Ominosa nuevamente los militares intentaran terminar con el absolutismo a través de los pronunciamientos. La Primera Guerra Carlista favoreció todavía más la importancia del mundo militar, convirtiéndose en la plataforma de la que saltarán a la vida política los generales intervencionistas durante el reinado de Isabel II: Espartero, Narváez y O’Donell. El prestigio de los militares isabelinos tras la derrota del carlismo, hizo pensar que al ser buenos militares, serían también buenos políticos. Desde la minoría de Isabel II, los militares, tanto moderados como progresistas, recurrieron sistemáticamente al pronunciamiento para provocar cambios de gobierno. La tendencia de Isabel II a favorecer a los moderados propició que progresistas y demócratas recurrieran de nuevo al pronunciamiento como forma de cambiar el gobierno o para terminar con el reinado (revolución de la Gloriosa). El reinado de Isabel II debido a esta constante intervención militar ha sido calificado como de «parlamentarismo pretoriano».

El mecanismo del pronunciamiento se repite sin grandes variaciones a lo largo del siglo XIX. Ante el descontento con un gobierno, comenzaba una conspiración en la que participaban militares y personalidades de la vida civil. Llegado el día acordado, un alto cargo militar leía un manifiesto a las tropas del cuartel donde él tenía el mando. En el manifiesto denunciaba la situación anterior y daba su apoyo al partido en cuyo nombre se pronunciaba. Solían contar con la ayuda de otros militares que colaboraban desde otros cuarteles. Si no encontraba resistencia, el pronunciamiento triunfaba y se cambiaba el gobierno y el resto de autoridades. En caso contrario, se procedía a una represión contra todos los militares implicados que acababa en el fusilamiento o en el exilio. En los pronunciamientos, los militares actuaban como representante de un partido concreto, nunca en nombre de las fuerzas armadas. El que los políticos tuvieran

que apoyarse en los militares para alcanzar o conservar el poder demuestra la debilidad del liberalismo español.

El sistema electoral por su parte, fuertemente selectivo y viciado en su procedimiento, se había diseñado de tal manera que dejaba fuera del juego político a la mayoría de la población. Se ampliaba el censo electoral con los progresistas (Constitución del837) y se reducía con los moderados (Constitución de 1854)5 pero el falseamiento de las elecciones era práctica común. Tanto moderados como progresistas, utilizaron al ejército para defender un frente común contra unas fuerzas populares que deseaban participar en el juego político.

Durante el Sexenio Revolucionario los militares continuaron teniendo un gran protagonismo político, tanto en su inicio como en su final: Prim, Serrano, Martínez Campos o Pavía serán los ejemplos más destacados.

En la etapa la Restauración, Cánovas del Castillo procuró que los militares no tuvieran protagonismo político, pero el ejército aunque no interviene directamente en la política mantiene un papel paralelo al civil y a partir de la derrota del 98 y ante la ola de antimilitarismo, buena parte del ejército se inclinó hacia posturas más autoritarias e intransigentes considerando que fueron los políticos y el parlamentarismo los culpables de la derrota.

Con la llegada del siglo XX, a los antiguos problemas del ejército, como su carácter macrocefálico, se añadió el tema de los ascensos por méritos de guerra, lo que originó una división entre los llamados africanistas y los peninsulares, que desembocó en las llamadas Juntas de Defensa, quienes en su manifiesto culpaban al gobierno de los males del ejército y del país y realizaron un llamamiento a la renovación política (crisis de 1917).

El golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en 1923 y el de 1936 dirigido por Mola y con la participación de Sanjurjo y Franco entre otros militares, marcaran de nuevo el protagonismo de los militares en la vida política y darán lugar a las dos dictaduras que se producirán durante el siglo XX.

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