Crisis final de la restauracion impacto de la I guerra mundial y agotamiento del sistema politico

El impacto de la guerra mundial:


Dato y la neutralidad española en la Gran Guerra europea:

Tras el asesinato de Canalejas, asumió la presidencia del gobierno Romanones, heredero de la jefatura del Partido Li­beral; posteriormente la ejerció el conservador Eduardo Dato (1913-1915), para de nuevo volver a gobernar e liberal Ro­manones. Los partidos dinásticos estaban profundamente divididos en torno a figuras políticas; eran coaliciones de ba­rones, de personalidades, sin base popular. El turno dinástico estaba alterado y se formaban gobiernos de «gestión» que aseguraban la administración pública, sin apelar a grandes programas. La oposición política a los liberales no la ejercían los conservadores, sino los socialistas y la minoría regiona-lista catalana, liderada por Cambó.Cuando estalló la guerra en el verano de 1914, Dato pro­clamó la neutralidad española en la contienda sin consultar con las Cortes, pero con el apoyo de todos los políticos, ya que España, aunque hubiera firmado pactos con Francia re­ferentes a Marruecos, no estaba vinculada a ninguna alian­za internacional y por tanto no estaba obligada a intervenir.Hubo otros países neutrales en Europa: Suiza, Holanda, Suecia, Noruega y Dinamarca. Portugal, Italia y Grecia tam­bién habían considerado que el conflicto les era ajeno, pero las circunstancias les llevaron a situarse en uno u otro de los bandos.Frente a la neutralidad oficial española, partidos políticos, sindicatos y opinión pública se mostraron claramente «aliadófilos» o «germanófilos» La guerra se seguía con interés y provocaba disputas violentas. Los liberales, republicanos y socialistas, que de­cían defender las democracias, los avances de la libertad y del progreso, apoyaban a los aliados. Los partidos conservadores, y especialmente los carlistas, apoyaban a los im­perios, por su defensa del orden, la tradición y las monarquías frente a las amenazas de la revolución.Hasta la familia real estaba dividida: la reina, Victoria Eugenia, era nieta de la reina Vic­toria de Inglaterra; María Cristina, la madre de Alfonso XIII, era austríaca y germanófila.El debate no revestía gran importancia, porque la neutralidad española había sido aceptada por ambos bandos y la intervención militar española era muy improbable.

Impacto económico de la guerra: oportunidades comerciales

La guerra europea fue un período de grandes beneficios económicos derivados, precisamente, de la neutralidad de España, que se libró de las destrucciones que sufrie­ron los países beligerantes. Además, las potencias en guerra necesitaban todo tipo de suministros para cubrir las necesidades del ejército y de la retaguardia, y la producción española, incluso la industrial, podía proporcionarlos, con el incentivo de buenos pre­cios, saliendo así de su aislamiento. Por otro lado, la guerra europea supuso el bloqueo del comercio marítimo y la paralización de los intercambios entre países.Con ello se presentó un doble incentivo para la producción: por un lado, los países en guerra estaban dispuestos a pagar a buen precio los productos que no tenían o no podían producir y, por otro lado, al no poderse importar muchos productos elaborados que habían sido tradicionales, hubo que recurrir a fabricar sucedáneos, aun de mala ca­lidad, que el mercado requería.

Beneficios industriales mal aprovechados:

El único problema consistía en que esta etapa de bienestar era un momento excepcional que terminaría tan pronto como se acabara la guerra y se recuperara la producción europea. Por ello, no tenía sentido planificar a largo plazo.En estas circunstancias se procuró trabajar a pleno rendimiento, agotar los turnos de las máquinas, sin pen­saren nuevas inversiones ni en mejoras técnicas y reno­vación de utillaje, y sin repercutir directamente el incre­mento de beneficios en el aumento de salarios.Los sectores más beneficiados fueron el siderúrgico y metalúrgico vasco y el textil catalán, aunque muchos otros experimentaron un gran crecimiento: la nueva siderur­gia Sota de Sagunto, la minería asturiana (para sustituir el carbón gales, que ya no lle­gaba a Bilbao), otros sectores industriales, el comercio y la banca en general. El capital del Banco de España se dobló, así como el de muchos bancos privados. La balanza co­mercial en su conjunto se saldó con superávit durante la guerra. El Estado pudo saldar la deuda exterior y sanear así su hacienda, y también se pudieron rescatar las inversio­nes extranjeras en las compañías ferroviarias.

El revés de la moneda: encarecimiento y carestía:

Ese crecimiento industrial estuvo acompañado por un incremento extraordinario de los precios y por una enorme inflación. Los salarios aumentaron rápidamente, pero no del mismo modo en todas las regiones; en muchas no alcanzaron el crecimiento de los precios, con lo que obreros y campesinos se vieron seriamente perjudicados. A finales de 1917, el coste de la vida había subido casi en un 70 % respecto a 1914.Ese crecimiento aumentó las diferencias entre los más ricos y los más pobres; es decir, polarizó la sociedad y ocasionó numerosas huelgas y protestas exigiendo un aba­ratamiento de precios.El malestar popular fue encauzado y coordinado por los dos grandes sindicatos, UGT y CNT, que coordinaron sus actuaciones y llegaron a convocar el 18 de diciembre de 1916 una huelga general, que fue secundada en toda España.La coyuntura había producido también la figura del «nuevo rico», persona con po­cos escrúpulos, sin cultura ni compromisos sociales, que recurría a métodos dudosos para mantener su producción y aumentar su fortuna.

Trasfondo político: el sistema no funciona:

El sistema político no reaccionó; parecía incapaz de solucionar los problemas pen­dientes. Los partidos dinásticos estaban divididos; las clases medias urbanas preferían seguir a partidos republicanos, reformistas o regionalistas y cuestionaban la validez del sistema político oficial.En Cataluña la Lliga, regionalista y de derechas, triunfó en las elecciones de 1914, y en las provinciales de 1917 controló la Mancomunitat Catalana o experiencia de
autogobierno; existían también partidos nacionalistas republicanos. En el País Vasco continuaba creciendo el Partido Nacionalista Vasco, con influencia notable en Vizcaya.En los años de la guerra surgió en la política y en la prensa una nueva generación, posterior a la del 98, cansada del sistema canovista y del parlamentarismo limitado, y que reclamaba una nueva política. Los jóvenes se adscribían a tendencias socialistas o anarquistas, y también a sectores moderados y de derecha. Para Ortega y Gasset, joven filósofo, era precisa una «nueva política» frente a la «vieja política» desgastada.

Evolución política hasta la caída de la monarquía:


Aun admitiendo que el sistema de Primo de Rivera era una solución transitoria, mu­chos lo habían aceptado porque, a cambio de la dictadura, se gozaba de un bienestar económico. Por ello, la llegada a España de la crisis de 1929 extenderá la oposición al régimen. La crisis supuso la devaluación de la peseta, la huida de capitales y el déficit de la balanza de pagos, con sus consecuencias para obreros y campesinos.Cuando se celebraron las exposiciones internacionales de Barcelona y de Sevilla en 1929, muchos se preguntaron cuánto tiempo podría mantenerse la dictadura en el po­der. Se podía volver, claro está, al sistema constitucional anterior a 1923, pero era preciso renovarlo, dotar al país de una nueva Constitución; ahora bien, ¿monárquica o re­publicana?, ¿centralista o federalista?

Las insurrecciones fallidas de 1929 y la dimisión de Primo:

En enero de 1929 fracasó otro intento de insurrección en Valencia y Ciudad Real, en el que estaban implicados el ejército, el político conservador Sánchez Guerra y sec­tores obreros. Un decreto del mes de febrero permitió al gobierno ampliar su control policial de la sociedad. Otro nuevo golpe, preparado en 1930, no se llevó a cabo por la dimisión del dicta­dor en enero de 1930, al constatar que no contaba con el apoyo de los capitanes ge­nerales. Alfonso XIII aceptó la dimisión de Primo y le encargó la nueva formación de go­bierno al general Berenguer.

Los gobiernos de Berenguer y Aznar, epílogo monárquico:

Berenguer se propuso restaurar el orden constitucional y prepa­rar unas elecciones generales. Para ello restableció progresivamente las libertades de expresión y de organización política.Los representantes de la oposición republicana se reunieron en San Sebastián en agosto de 1930 para acordar una insurrección definitiva que pusiera fin a la monarquía; los reunidos formaron un comité que se pro­puso asumir el poder en cuanto cayera el monarca; en él participaban ca­talanistas, republicanos y socialistas; la CNT también se adhirió. Aunque el movimiento estaba previsto para el 15 de diciembre, tres días antes los capitanes Galán y García Hernández se pronunciaron por la república en Jaca, y el 14 lo hizo el aeródromo de Cuatro Vientos. Am­bos movimientos fracasaron y el comité republicano central fue deteni­do. Su proceso, que tuvo lugar en diciembre de 1930, fue un alegato contra la dictadura anterior y contra la supuesta legalidad existente. El gobierno de Berenguer dio paso al gobierno de Aznar en febrero de 1931. Para evitar un descalabro de las fuerzas monárquicas, se propuso convocar elecciones mu­nicipales, menos peligrosas políticamente, el 12 de abril. Todos sabían que lo que esta­ba en juego en esas elecciones no eran los ayuntamientos, sino el sistema.

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