Eje cronologico del siglo xviii

1. LAS RAÍCES. LA HISPANIA ROMANA
1. El proceso de hominización en la Península Ibérica: nuevos hallazgos
El proceso de hominización en la Península Ibérica se corresponde con el proceso de expansión de los diferentes homínidos de la escala evolutiva desde África, lugar de origen de todos ellos, hasta Asia y Europa.Los nuevos hallazgos del yacimiento arqueológico de la sierra de Atapuerca tienen una enorme transcendencia por ser, hasta ahora, los restos más antiguos de toda Europa occidental. Se trata, según los arqueólogos, de una nueva especie bautizada como Horno Antecesor (explorador), que tiene una antigüedad de unos 800.000 años, y que se correspondería con el estadio evolutivo del genérico H. Erectus. En la llamada «Sima de los huesos» de Atapuerca se han encontrado también  estos de Preneanderthales (Homo Heidelbergensis. 350.000 años) similares a los de otras regiones europeas. Como en el resto de Europa, los homínidos son más abundantes en los siguientes pasos evolutivos: el Horno Sapiens  Neanderthalensis (100.000 años) y, sobre todo, el Horno Sapiens Sapiens (40.000 años), el hombre actual, autor de las magnificas representaciones de arte rupestre de la cueva de Altamira, entre otras.2. Las colonizaciones históricas: fenicios, griegos y cartagineses -La Historia comienza con la aparición de la escritura hacia el 3.000 a.C. en Egipto y Mesopotamia. A comienzos del primer milenio a.C. se produjeron en la Península Ibérica grandes cambios que vinieron de la mano de los colonizadores fenicios, griegos y cartagineses que, a través del Mediterráneo, llegaron a las costas levantinas atraídos por las riquezas mineras de la zona (plata, oro y cobre) y por ser la Península una escala en la ruta del estaño. Su objetivo era comercial y para ello fundaron factorías costeras (Gades-fenicia, Ampurias-griega, Cartago Nova-cartaginesa). Su legado a los pueblos indígenas fue excepcional: nuevos cultivos (vid y olivo), torno alfarero, acuñación de monedas, impulso de la vida urbana, metalurgia del hierro y la escritura, con la que la Península Ibérica ingresa en la etapa histórica. El contacto con estas civilizaciones históricas y la riqueza minera de la zona posibilitaron la eclosión en el suroeste peninsular de la mítica cultura Tartéssica, que era una cultura indígena de la que hablan las fuentes escritas griegas, pero de la que no se han encontrado más restos arqueológicos fique los tesoros de Carambolo (Sevilla) y La Aliseda (Cáceres). A comienzos del primer milenio a.C., coincidiendo con las colonizaciones históricas, varias oleadas de migraciones indoeuropeas entraron también en la Península, en este caso por los Pirineos y, desde Cataluña, se extendieron por la Meseta y la Cordillera Cantábrica donde introdujeron la metalurgia del hierro. Mezclados con el sustrato indígena darán lugar a los pueblos celtas prerromanos. Los indoeuropeos no eran colonizaciones históricas porque no conocían la escritura. 3. Los pueblos prerromanos En el primer milenio a.C. en la Península Ibérica vivía una gran variedad de pueblos conocidos como pueblos prerromanos, que son el resultado de la influencia exterior sobre el sustrato peninsular (indígena. Esta diversidad de pueblos puede agruparse en dos zonas culturales diferenciadas: (Los pueblos ibéricos (turdetanos, edetanos, layetanos, ilergetes…) ocupaban las costas del sur y del este peninsular. Gracias a la influencia recibida de las colonizaciones púnicas y griega, estos pueblos eran los más desarrollados económica y culturalmente (trilogía mediterránea, metalurgia del hierro, monedas, escritura…). Del arte ibérico nos han quedado esculturas como La Dama de Elche y la Dama de Baza (sacerdotisas). -Los pueblos celtas (carpetanos, vetones, galaicos…) y celtíberos ocupaban el centro, norte y este peninsular. En todos ellos predominan las influencias de las migraciones indoeuropeas. Su economía era pobre (cereales en la meseta y ganadería en los sistemas montañosos) y no conocían la escritura. La tosquedad de los llamados «Toros de Guisando» contrasta con las manifestaciones del arte ibérico. Los pueblos más arcaicos eran los del norte: galaicos, astures, cántabros y vascones.Todos estos pueblos serán sometidos a la dominación de Roma. 4. El proceso de romanización: el legado culturalLa conquista de la Península Ibérica por Roma se inició a finales del III a.C. en el contexto de su lucha con Cartago por el dominio del Mediterráneo. Finalizada la conquista 200 años después, Hispania se convirtió en una provincia más del Imperio Romano y se romanizó. Excepto en el norte peninsular, la romanización fue muy intensa y su impronta perdura hoy en múltiples aspectos. El nombre, España, proviene de la palabra latina Hispania. La mayoría de las lenguas peninsulares proceden del latín. El ordenamiento jurídico se basa en el derecho romano. La religión cristiana se difundió en Hispania como en otras provincias del Imperio. El arte romano produjo obras monumentales (acueducto de Segovia, teatro de Mérida…). Hispania fue explotada intensamente por Roma, especialmente sus recursos mineros, pero también los agrícolas y los pesqueros. En la agricultura introdujo nuevas técnicas de explotación (barbecho, regadío, tiro animal…) y nuevos cultivos (frutales y hortalizas). Pero la economía romana era, además, urbana y monetaria. La ciudad era el centro económico y administrativo y así se fundaron muchas de las principales ciudades hispanas (Zaragoza, Mérida, Tarragona, León…) y las unieron con una red de calzadas que fue la red básica de comunicaciones durante muchos siglos después de la caída del Imperio Romano (finales V). Roma también implantó unas estructuras administrativas y sociales muy complejas. Tan intensa fue la romanización, que de ella procedían diversos emperadores (Trajano, Adriano y Teodosio) e intelectuales (Séneca, Marcial y Quintiliano). La romanización tiene una trascendencia histórica decisiva, no sólo por sí misma, por su brillantez cultural, sino también porque cohesionó a los diversos pueblos prerromanos, los integró culturalmente y perduró a lo largo del tiempo 5. La monarquía visigoda: las instituciones Roma cayó en el siglo V por la invasión de los pueblos germanos, que se repartieron la mitad del Imperio Romano de occidente. Uno de estos pueblos, los visigodos, se establecieron en Hispania y fundaron un reino independiente que pervivió hasta la invasión de los musulmanes en el 711. El Estado se organizó como una monarquía electiva de tradición germánica pero, a menudo, por voluntad del rey, se convertía en hereditaria. Esto produjo incontables disputas por la sucesión al trono y, en consecuencia, un debilitamiento del poder real. Una de estas disputas será aprovechada por los musulmanes para cruzar el estrecho de Gibraltar con el pretexto de ayudar a uno de los bandos. El rey gobernaba con el apoyo de dos instituciones de carácter consultivo: El Aula Regia (formada por nobles y eclesiásticos) y el Concilio de Toledo (Asamblea de obispos). La importancia del Concilio de Toledo en la estructura del Estado visigodo se explica porque la Iglesia era la única institución que ejercía un verdadero control social sobre la población a través de la religión y porque, tras la debacle de las instituciones romanas, era la única depositaria de la brillantez de la cultura romana frente al atraso de los pueblos germanos. La monarquía aprovechó esta circunstancia que beneficiaba mutuamente a ambas instituciones.

2. LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD MEDIA: AL-ÁNDALUS 1. La Península Ibérica en la Edad Media: la conquista musulmana y pueblos invasores
A principios del siglo VIII el norte de África formaba ya parte del extenso Imperio Islámico. En el año 711, Tariq cruzó el estrecho de Gibraltar con un ejército árabe-bereber que derrotó sin esfuerzo al rey visigodo Don Rodrigo en la batalla de Guadalete. Cuatro años después, la mayor parte de la Península Ibérica se encontraba bajo dominio musulmán. La conquista fue, pues, muy rápida, sin apenas resistencia
. Ello se debió a la debilidad de la monarquía visigoda, agotada por los conflictos dinásticos internos, y al sometimiento pacífico de muchos nobles visigodos con los que los árabes firmaron pactos de capitulación que les permitieron mantener la mayor parte de sus propiedades. El ejército conquistador estaba dirigido por árabes y formado por bereberes y otros grupos étnicos. Los musulmanes encontraron dos barreras en su expansión: los Pirineos, tras la derrota sufrida frente a los francos, y la Cordillera Cantábrica. En ésta última encontraron una fuerte resistencia por parte de cántabros, astures y vascones, lo que, unido al poco interés que tenían estas tierras para ellos, les hizo desistir de su conquista e instalarse en tierras más meridionales. Al sur de la Cantábrica, el valle del Duero se convirtió en un despoblado, en «tierra de nadie» entre el territorio islámico (Al-Ándalus) y los pequeños reinos cristianos que con el tiempo se formarán en el norte. 2. La Península Ibérica en la Edad Media: el Emirato y el Califato de Córdoba La organización política de Al-Ándalus pasó por varias fases: Tras la conquista, Al-Ándalus se convirtió en un Emirato dependiente del Califato de Damasco, es decir, en una provincia más del Imperio Islámico cuya capital era Damasco y cuya cabeza era el califa de la dinastía Omeya. A mediados del siglo VIII Abd al-Rahman, único miembro superviviente de la dinastía Omeya de Damasco tras el golpe de los Abasíes, pro clamó a AI-Ándalus Emirato independiente del Califato de Bagdad (nueva capital del Imperio con los Abasíes). Ello significaba que Abd al-Rahman asumía todo el poder político en AI-Ándalus pero seguía acatando la autoridad religiosa del califa del Imperio. El Emirato de Córdoba duró casi 200 años. A principios del siglo X Abd al-Rahman III proclamó el califato de Córdoba, lo que significaba una ruptura total con el califato de Bagdad. Ésta fue la etapa más brillante de toda la historia de Al-Ándalus. 3. La crisis del siglo XI: los reinos de taifas En el siglo XI estallaron las fuertes tensiones internas que existían entre los diferentes grupos étnicos musulmanes de Al-Ándalus desde hacía tiempo. Los bereberes combatieron contra los árabes con la ayuda de  astilla, los eslavos buscaron el apoyo de los condes catalanes en su lucha con los otros grupos a cambio de un pago en monedas (las parias). Así se iniciaba la intervención cristiana en los asuntos internos de Al-Ándalus. Estas luchas internas rompieron la estructura política del Estado cordobés, que se convirtió en un mosaico de reinos de taifas (Estados independientes en manos de los diferentes grupos étnicos musulmanes). El debilitamiento del dominio musulmán producido por la fragmentación y por el continuo enfrentamiento entre las taifas, fue aprovechado por los reinos cristianos del norte para avanzar en su reconquista. Dos invasiones desde el norte de África, la de los almorávides (siglo XI) y la de los Almohades (siglo XII) reunificaron temporalmente Al-Ándalus, pero ambas fueron derrotadas por el fuerte empuje de los cristianos. Finalmente sólo se mantuvo el reino nazarí de Granada, que logró sobrevivir hasta finales del siglo XV (1492). 4. Al-Ándalus: la organización económica y social La economía de Al-Ándalus, como la de todo el Imperio Islámico, era urbana, comercial y monetaria. Las ciudades eran grandes centros económicos, administrativos y culturales. Destacaba Córdoba, la capital de Al-Ándalus. Las actividades artesanales eran muy variadas (vidrio, cuero, cerámica, textil de lana, lino, seda y algodón) y de gran calidad. El comercio, tanto interior como exterior, era intenso y se realizaba con monedas de oro (dinar) y plata (dírhem), acuñadas en la ceca de Córdoba. La agricultura mejoró notablemente con respecto a la Hispania visigoda. A la trilogía Mediterránea de secano incorporaron el regadío con nuevos cultivos frutales (cítricos), hortícolas (arroz, berenjenas, cañas de azúcar…) e industriales (lino, algodón, seda). Los excedentes agrarios abastecían al mercado urbano de una variedad de productos desconocida en el resto de Europa. La sociedad andalusí era muy compleja, estaba formada por un mosaico de etnias y religiones. Podemos distinguir tres grandes grupos: musulmanes, judíos y cristianos (mozárabes). El grupo de los musulmanes no era homogéneo, existían diferencias étnicas y de status socioeconómico. Así, encontramos: Una minoría árabe que dirigió la conquista y que es el grupo dominante. Ocupa los altos cargos del Estado y es propietaria de latifundios trabajados por muladíes o mozárabes en las vegas del Guadalquivir, Ebro y levante. Los bereberes mantienen una posición económica precaria como mercenarios del ejército cordobés o como pastores en la meseta y zonas montañosas a donde fueron relegados por los árabes en el reparto del territorio tras la conquista. Los eslavos eran esclavos de origen europeo que ocupaban altos cargos palatinos al servicio del califa para contrarrestar la influencia de la aristocracia de sangre árabe. Los muladíes eran hispano-romanos que se convirtieron al Islam. Constituían la gran mayoría de la población de Al-Ándalus y se dedicaban al trabajo de la tierra. Las minorías religiosas, los mozárabes y los judíos, no fueron perseguidas. Sin embargo, muchos mozárabes fueron emigrando hacia los reinos cristianos del norte. Los judíos formaban un grupo urbano que vivía en sus propios barrios llamados juderías. Sus actividades eran variadas pero destacaban como prestamistas, recaudadores de impuestos, médicos,  músicos y traductores.5. Al-Ándalus: el pensamiento y las letras El Corán es el punto de referencia de todas las actividades culturales en el mundo islámico, lo cual limitó en gran medida la libertad de creación y de pensamiento. Pese a ello, destaca su extraordinaria producción artística (Mezquita de Córdoba, Palacio de la Alhambra de Granada) y la producción literaria. De esta última destacan los géneros de la poesía y la crónica histórica, en lengua árabe y ambas de carácter áulico. Paralelamente se desarrolló una poesía popular.Pero quizás el aspecto más relevante de la presencia de los musulmanes fue su papel de traductores de obras griegas, persas, hindúes y chinas. El occidente cristiano descubrió a Aristóteles a través de los árabes que también transmitieron las obras orientales de medicina, astronomía y matemáticas. La numeración arábiga, que sustituyó a la romana, procedía de la matemática india. Córdoba, sobre todo en la época del califato (siglo X) fue un brillante foco cultural.

3. LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD MEDIA: LOS PRIMEROS GRUPOS DE RESISTENCIA CRISTIANA
1. La Península Ibérica en la Edad Media: los primeros grupos de resistencia cristiana
A partir de los núcleos de resistencia al dominio musulmán en la cordillera Cantábrica y Pirineos, se formaron los diversos reinos cristianos. El más antiguo fue el reino Astur, creado por Alfonso 1 (739-757) poco después de la victoria sobre los musulmanes lograda por cántabros y astures dirigidos por Pelayo en Covadonga (722). Al expandirse por la cuenca del Duero («tierra de nadie») el reino asturiano se convirtió en el reino Astur-Leonés, que incluía el reino de Galicia y Castilla. Ésta comenzó siendo un condado situado en el este del reino Astur-Leonés, especialmente fortificado por ser frontera con los musulmanes de fuerte presencia en el Ebro. El Conde Fernán González proclamó la independencia de Castilla (siglo X), que años después se convirtió en reino (siglo XI). En la zona pirenaica surgieron diversos núcleos: al oeste el reino de Pamplona, más tarde de Navarra. En el centro Aragón, primero condado y luego reino (siglo XI). Al este existía un mosaico de condados conocidos como La marca Hispánica del Imperio Carolingio. De todos ellos el más importante era el de Barcelona, que logró aglutinar a los demás e independizarse del control de los francos. Este territorio se conoce desde el siglo XII como Cataluña. En el oeste del territorio peninsular se forjó el reino de Portugal que se desgajó del reino Asturleonés y llevó a cabo su propia empresa de reconquista en los estrechos márgenes que le permitió la expansión castellana. 2. Principales etapas de la reconquista Podemos decir que el relieve peninsular condicionará la evolución de la reconquista. Así, desde el s. VIII hasta el X se forman los núcleos cristianos de resistencia en las montañas del norte (Asturias, Navarra, Aragón y Cataluña). El reino asturiano se convirtió en Astur-Leonés al ir ocupando la «Tierra de nadie» al norte del Duero con los efectivos de las migraciones de mozárabes. El fin del Califato en el s. XI facilitó el avance de los reinos cristianos. Una nueva potencia, Castilla y León, llegó hasta el Tajo con la conquista de Toledo (1085) por Alfonso VI. Ahora los navarro-aragoneses y los catalanes salen de sus reductos, pero sin sobrepasar la dura resistencia musulmana en el Ebro. Esto lo conseguirán en el s. XII: conquista de Zaragoza por Alfonso 1 el Batallador. Es entonces cuando Aragón abandona a Navarra para unirse definitivamente a Cataluña (doña Petronila casa con Ramón Berenguer IV). Castilla está inmersa en conflictos dinásticos y sociales que, junto a las invasiones norteafricanas, le frenan en su reconquista (llega hasta Sierra Morena) y Portugal se independiza. En el s. XIII Las Navas de Tolosa abre el camino de Castilla hacia Andalucía (Fernando III el Santo) mientras los catalano-aragoneses toman Valencia y Mallorca (Jaime 1). Surgen fricciones entre ambos reinos por Murcia (Tratado de Almizra). Ahora los aragoneses y portugueses finalizan la reconquista, limitados por la expansión castellana. El reino nazarí de Granada subsistirá hasta 1492 debido, principalmente, a la grave crisis económica y política que atravesaron todos los reinos cristianos en el siglo XIV. Los reinos cristianos pasaron por varias fases de unificación/disgregación, pero desde finales del siglo XII hasta la unificación llevada a cabo por los Reyes Católicos, encontramos a la Península dividida en cinco reinos, cuatro cristianos y uno islámico: Corona de Castilla: incluye todos los núcleos occidentales a excepción de Portugal. Los reinos de León, de Galicia y de Castilla, el señorío de Vizcaya y los territorios de Guipúzcoa y Álava.Corona de Aragón: Incluye la zona oriental, integrada por el reino de Aragón y el condado de Barcelona. En el siglo XIII la reconquista incorporó Mallorca y el reino de Valencia. Entre ambas, el reino de Navarra quedó muy pronto cerrado por la expansión aragonesa y castellana.  3. Modelos de repoblación y organización social de los reinos cristianos.Conquista y repoblación son dos procesos paralelos. La repoblación implica, no sólo el poblamiento, sino también el reparto de la propiedad de la tierra ocupada, por lo que la repoblación configuró unas estructuras de la propiedad agraria que, en lo esencial, perduran hasta hoy. La repoblación, tanto en los reinos orientales como en los occidentales, siguió modelos diferentes en las distintas etapas de la conquista: La primera repoblación (valle del Duero, norte del Ebro), se hizo mediante el sistema llamado presura. Es una repoblación individual de pequeños campesinos libres y dueños de su tierra tal como les reconocen las Cartas Pueblas concedidas por el rey. L a repoblación concejil predomina al sur del Duero y en el valle del Tajo. Se fundan concejos o municipios en la frontera a los que los reyes conceden importantes privilegios o Fueros (Salamanca, Segovia…). Esta repoblación concejil se produce también en los grandes núcleos urbanos de Andalucía y Murcia. La repoblación de órdenes militares y nobleza predomina en el norte del Guadiana, Andalucía, Murcia, Aragón y Castellón, donde la tierra se reparte en latifundios entre estos grupos. Ello obedece a dos razones, la escasez de repobladores y la necesidad de compensar a los profesionales de la guerra.La repoblación en los reinos orientales presenta una peculiaridad, y es que, debido a la escasez de repobladores se mantuvo a los musulmanes, los mudéjares, bajo un estatuto de capitulaciones.La conquista/repoblación, retrasó en los reinos cristianos peninsulares el proceso de feudalización que ya había cristalizado en el resto de Europa. La necesidad de conceder fueros a los colonos repobladores, permitió a estos mantener su libertad y su propiedad sobre la tierra, pero a medida que las fronteras se alejaban, la nobleza y el clero lograron extender, por coacción, el régimen señorial sobre unos campesinos que se convertían en siervos.Se forma así una sociedad de órdenes o estamentos: nobleza, clero y Estado llano o pecheros.La nobleza y el clero eran los propietarios de la tierra, los señores, y tenían privilegios fiscales (exención de impuestos directos) y penales. El estado llano estaba formado por campesinos sometidos a diferentes grados de servidumbre. A partir del siglo XI el desarrollo urbano permitió la formación de una minoría dedicada a actividades no agrarias y que escapa al régimen feudal. Es el germen de la burguesía, que como grupo social se incluye en el estado llano porque no tiene privilegios.4. La Península Ibérica en la Edad Media: una cultura plural (cristianos, musulmanes y judíos) La convivencia en la península de cristianos, musulmanes y judíos durante la Edad Media produjo un influjo de unas culturas sobre otras y un enriquecimiento del patrimonio cultural de los reinos cristianos. En el campo artístico, fruto de esta mezcla cultural es el arte mozárabe y el mudéjar. El primero se debe a los cristianos que huyeron de Al-Ándalus, y se manifiesta en la construcción de pequeñas iglesias que mantienen la estructura de las antiguas iglesias visigodas pero añaden elementos de influencia árabe. El arte mudéjar se desarrolló en las tierras conquistadas por los cristianos, es también una mezcla de elementos arquitectónicos de las dos culturas, destacando como característica fundamental el uso del ladrillo como material constructivo.Así mismo, se crearon escuelas de traductores que se convirtieron en un punto de encuentro de intelectuales musulmanes, cristianos y judíos, y de intercambio de ideas y de conocimientos. En el siglo XII adquirió fama la de Toledo donde según un eclesiástico inglés, podían escucharse «las lecciones de los más sabios filósofos del mundo». Más tarde Alfonso X El Sabio dio un impulso espectacular a esta labor.

4. LA BAJA EDAD MEDIA. LA CRISIS DE LOS SIGLOS XIV Y XV
1. Organización política e instituciones en la Baja Edad Media: El reino de CastillaEn todos los reinos peninsulares (Aragón, Castilla, Portugal y Navarra) el sistema político en la Baja Edad Media era la monarquía feudal. En este sistema político en rey tiene un poder limitado por los poderes feudales (señoríos jurisdiccionales, fueros, Cortes…). Las instituciones políticas básicas son: Corona, Cortes y municipios. Sin embargo, pese a tener una estructura política similar, existen importantes diferencias entre los reinos: En Castilla la monarquía tuvo un carácter menos feudal que en la Corona de Aragón, el rey tenía más poder. Las Cortes es una institución medieval de representación estamental (está representada la nobleza, el clero y la burguesía). Tienen una función consultiva que se concreta en que pueden presentar quejas y hacer peticiones al rey y también una función fiscal, la aprobación de impuestos extraordinarios. Pero su papel político fue diferente según los reinos. En Castilla sólo se reúnen cuando el rey las convoca y éste no está obligado a atender sus quejas y peticiones, por lo que su única función decisiva era la aprobación de impuestos extraordinarios a petición del rey. Los concejos eran los órganos de gobierno local y disfrutaban de cierta autonomía y jurisdicción propia gracias a los fueros. En un principio tenían carácter abierto (todos los vecinos participaban en el gobierno municipal), pero con el crecimiento urbano (siglo XIII) se fueron cerrando y acabaron siendo controlados por la oligarquía urbana (burguesía y pequeña nobleza urbana). Defendieron la autonomía de gobierno que les permitían sus fueros frente a las presiones de la nobleza feudal y de la Corona. Sin embargo, en Castilla, los monarcas lograron implantar la figura del corregidor (representante del poder real en los municipios). 2. Organización política e instituciones en la Baja Edad Media: El reino de Aragón En todos los reinos peninsulares (Aragón, Castilla, Portugal y Navarra) el sistema político en la Baja Edad Media era la monarquía feudal. En este sistema político en rey tiene un poder limitado por los poderes feudales (señoríos jurisdiccionales, fueros, Cortes…). Las instituciones políticas básicas son: Corona, Cortes y municipios. Sin embargo, pese a tener una estructura política similar, existen importantes diferencias entre los reinos. En la Corona de Aragón los poderes feudales limitaron con más eficacia que en Castilla el poder real, hasta el punto que la monarquía quedó sometida al pactismo, por el cual el rey se comprometía a respetar los fueros y derechos feudales de su reino antes de tomar posesión de la corona. La Corona de Aragón se componía de tres Estados: Reino de Aragón, Cataluña-Mallorca y Reino de Valencia, que tenían en común un mismo rey, pero en cada uno de ellos existían leyes, instituciones, costumbres, idiomas… diferentes. El rey se hacía representar en cada Estado por un virrey. Las Cortes estamentales se implantaron también en la Corona de Aragón y su poder político fue mayor que en Castilla. Cada reino tenía sus propias Cortes (Aragón, Valencia, Cataluña) que se reunían por separado en fechas fijas y compartían el poder legislativo con el rey, ya que éste debía atender sus quejas y peticiones antes de obtener la aprobación para recaudar impuestos extraordinarios. Para vigilar el cumplimiento de lo aprobado en las Cortes, una vez que éstas se habían disuelto, se creó una institución permanente, la Diputación del General o Generalitat de composición también estamental y que llegó a tener un gran poder en cada reino y especialmente en Cataluña.Los concejos eran los órganos de gobierno local y disfrutaban de cierta autonomía y jurisdicción propia gracias a los fueros. En un principio tenían carácter abierto (todos los vecinos participaban en el gobierno municipal), pero con el crecimiento urbano (siglo XIII) se fueron cerrando y acabaron siendo controlados por la oligarquía urbana (burguesía y pequeña nobleza urbana). A diferencia de Castilla, en la Corona de Aragón no se implantó la figura del corregidor, por los que los municipios escapaban tanto de la jurisdicción señorial como de la real. El concejo más fuerte fue el Consejo de Ciento, en Barcelona. 3. La Baja Edad Media: Crisis demográfica, económica y política El siglo XIV fue en la Península, como en el resto de Europa occidental, un siglo de crisis generalizada. Las grandes mortandades se debieron a las hambrunas producidas por las malas cosechas y a las epidemias de peste negra. La catástrofe demográfica fue mayor en la Corona de Aragón que en la de Castilla. El fuerte descenso de la población agravó la situación de una agricultura ya precaria. Se produjeron numerosos despoblamientos y, en consecuencia, una reducción de la producción agrícola y una caída de las rentas feudales. Los señores reaccionaron exigiendo mayores concesiones territoriales y jurisdiccionales a la Corona y endureciendo el régimen señorial sobre los siervos, lo cual provocó numerosos levantamientos. La crisis demográfica y agrícola consolidaron en Castilla una economía fundamentalmente ganadera destinada a la exportación de lana de las ovejas merinas. La Corona favoreció este proceso al conceder grandes privilegios (de paso y de pasto) a la Mesta en detrimento de la agricultura. Los grandes beneficiados fueron los grandes propietarios de rebaños (nobleza, Iglesia y órdenes militares) y la propia Corona, que obtenía sustanciosos ingresos de la trashumancia vía impuestos. Este tipo de economía ganadera dañó a la agricultura y a la manufactura textil (por la exportación de la lana). La Corona de Aragón, especialmente Cataluña, sufrió el hundimiento de sus actividades artesanales y del comercio mediterráneo debido a la crisis demográfica y agrícola y al avance de los turcos por el Mediterráneo. No faltó en estos siglos la crisis política, que se resume en las continuas luchas entre la monarquía, que quería reforzar su autoridad, y la poderosa nobleza, que se resistía a ver reducidos sus poderes feudales. Los enfrentamientos entre la Corona y la nobleza tuvieron su mayor virulencia en castilla durante la guerra civil dinástica, que desembocó en la instauración de la dinastía de los Trastámara y que inauguró un período de debilidad del poder real frente a una nobleza reforzada por las concesiones de tierra, jurisdicción y privilegios (mayorazgo) por parte de la Corona. En la Corona de Aragón, el enfrentamiento entre la Corona y los poderes feudales desembocó también en una guerra civil compleja. 4. La Baja Edad Media: La expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo La situación económica y social era diferente en los distintos reinos de la Corona de Aragón: en el reino de Aragón se consolidó una sociedad agraria con grandes señoríos feudales y un régimen señorial muy duro sobre el campesinado. Este mismo modelo fue implantado por la nobleza aragonesa en el interior del reino de Valencia. En Cataluña los latifundios señoriales alcanzaron menor desarrollo que en Aragón y las actividades agrarias estaban equilibradas con las ganaderas. Por otro lado las ciudades y, con ellas, la artesanía y el comercio, conocieron un importante crecimiento. Se desarrolló una economía mercantil orientada tanto a los mercados urbanos como al comercio exterior. Desde el siglo XII se consolidó un gran comercio exterior hacia el Mediterráneo que se vio apoyado por la expansión territorial de la Corona de Aragón. Los comerciantes catalanes, apoyados por la Corona, establecieron colonias comerciales en muchas ciudades del Imperio Bizantino (Atenas-Neo patria) y en el norte de África. Barcelona se convirtió en un importante puerto comercial y, en esta ciudad, creció una próspera artesanía textil, metalúrgica y de construcción naval. Esta prosperidad favoreció el desarrollo de una potente burguesía barcelonesa. La crisis demográfica del siglo XIV y, sobre todo, el avance de los turcos por el Mediterráneo, serán un duro golpe para el comercio catalán y, en general, para la proyección mediterránea de la política exterior aragonesa.



5. LOS REYES CATÓLICOS: LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO MODERNO
1. Los Reyes Católicos: La unión dinástica El reinado de los Reyes Católicos tiene una gran trascendencia en la historia de España porque puso las bases para la creación del Estado moderno, proceso en el que es pionera España junto con Francia e Inglaterra. El Estado moderno se asentó sobre dos pilares: unificación territorial y monarquía autoritaria. La primera se consiguió mediante la unión matrimonial (unión dinástica de Castilla y Aragón e intento fracasado con Portugal) y la conquista militar (Granada y Navarra). La creación de la monarquía autoritaria exigía dos procesos paralelos: el sometimiento de las fuerzas que habían restado poder a la Corona en la Edad Media y la creación o reforzamiento de las instituciones del poder real (centralización administrativa).El matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, en 1469, dio origen a una nueva entidad política: la monarquía hispánica. Sin embargo, los distintos territorios que la integraban (Castilla, Aragón, Cataluña y Valencia) sólo tenían en común la monarquía, ya que cada reino conservaba sus leyes, instituciones y costumbres. La unión de las dos Coronas, Castilla y Aragón, fue personal, no institucional, y nunca se constituyó una unidad política y administrativa común a ambas, ya que las instituciones propias de la Corona de Aragón se mantuvieron en su práctica totalidad. La palabra España, se refería a la asociación de todos los pueblos de la Península Ibérica sin un significado político específico; de tal manera los Reyes Católicos no utilizaron la denominación de reyes de España sino de los diferentes reinos que la formaban. Así, los castellanos eran legalmente extranjeros en Aragón y viceversa.La unión de Castilla y Aragón no se hizo en pie de igualdad porque el potencial demográfico y económico de Castilla era muy superior al de la Corona de Aragón, que todavía no se había recuperado de la crisis del siglo XIV. El contraste fue aún mayor tras el descubrimiento de América, empresa castellana, que Castilla rentabilizó. Estas circunstancias la convirtieron en la principal fuente de recursos humanos y financieros del nuevo Estado, y facilitaron la castellanización progresiva de éste: la corte se alojó en Castilla y los cargos fueron ocupados por castellanos.2. Los Reyes Católicos: la conquista del Reino Nazarí El reinado de los Reyes Católicos tiene una gran trascendencia en la historia de España porque puso las bases para la creación del Estado moderno, proceso en el que es pionera España junto con Francia e Inglaterra. El Estado moderno se asentó sobre dos pilares: unificación territorial y monarquía autoritaria. La primera se consiguió mediante la unión matrimonial (unión dinástica de Castilla y Aragón e intento fracasado con Portugal) y la conquista militar (Granada y Navarra). La creación de la monarquía autoritaria exigía dos procesos paralelos: el sometimiento de las fuerzas que habían restado poder a la Corona en la Edad Media y la creación o reforzamiento de las instituciones del poder real (centralización administrativa). El Reino Nazarí de Granada era el último reducto de la presencia musulmana en la Península. La conquista de Granada se planteó como una cruzada contra los infieles y, como tal, fue bendecida por el Papa. La guerra duró diez años y exigió un esfuerzo económico y militar sin precedentes. En ella participó el recién creado ejército real, los tercios, que encontró en Granada un excelente campo de ensayo para posteriores campañas en el exterior (Italia, América…). El 2 de Enero de 1492 se produjo la capitulación de Granada, que se integró en la Corona de Castilla porque castellana fue la financiación de la empresa. Los términos de la capitulación del Reino Nazarí fueron muy generosos. A los musulmanes (mudéjares) se les garantizó el mantenimiento de sus propiedades, religión, leyes y costumbres. Pero la tolerancia duró poco, 7 años después se inició el proceso de uniformidad religiosa, que desembocó en el decreto de 1502 que obligaba a todos los mudéjares de Castilla a elegir entre el bautismo o la expulsión, iniciándose así el conflicto morisco que perdura durante el siglo XVI. 3. La organización del Estado bajo los Reyes Católicos: Instituciones de gobierno El reinado de los Reyes Católicos tiene una gran trascendencia en la historia de España porque puso las bases para la creación del Estado moderno, proceso en el que es pionera España junto con Francia e Inglaterra. El Estado moderno se asentó sobre dos pilares: unificación territorial y monarquía autoritaria. La primera se consiguió mediante la unión matrimonial (unión dinástica de Castilla y Aragón e intento fracasado con Portugal) y la conquista militar (Granada y Navarra). La creación de la monarquía autoritaria exigía dos procesos paralelos: el sometimiento de las fuerzas que habían restado poder a la Corona en la Edad Media y la creación o reforzamiento de las instituciones del poder real (centralización administrativa). Las instituciones de gobierno fueron las siguientes: Los consejos reales: fueron los más importantes instrumentos de gobierno de los reyes. Se crearon diferentes consejos especializados en diferentes territorios (consejo de Indias, consejo de Aragón…), o en determinadas funciones de gobierno (consejo de Hacienda, consejo de la Inquisición…). A la cabeza de todos ellos estaba el consejo de Castilla. Los cargos fueron ocupados por abogados profesionales (hijos de la burguesía, pequeña nobleza) que desplazaron a la alta nobleza  Para la administración de justicia se refuerzan los tribunales reales en detrimento de los señoriales. Estos últimos no se suprimen pero los tribunales reales, audiencias y chancillerías, se convierten en tribunales de apelación. En la Corona de Aragón también se crearon audiencias, pero se mantuvieron las jurisdicciones de sus fueros e instituciones. En la administración local, los corregidores creados en la Baja Edad Media siguieron representando al poder real en los municipios. Se creó un ejército permanente, los famosos tercios, que se convirtieron en este periodo en la fuerza bélica más poderosa de Europa. Se creó también la Santa Hermandad, con la misión de mantener el orden en las zonas rurales (bandolerismo, nobleza levantisca). El aumento de la burocracia exigía un aumento paralelo de los ingresos de la Corona. Para ello se creó el consejo de Hacienda que mejoró extraordinariamente la administración de los ingresos y se estableció un sistema de recaudación eficaz. Gracias a estas dos medidas la recaudación creció espectacularmente sin aumentar la presión fiscal. La mayor parte de los ingresos procedía de los impuestos indirectos. Esta estructura de gobierno centralizado contribuyó a que la autoridad real fuera cada vez más respetada. 4. La proyección exterior bajo los Reyes Católicos. Política italiana y norteafricana El Estado que crearon los Reyes Católicos, una vez organizado internamente, se convirtió en un formidable bloque de poder que empezó a crecer más allá de sus fronteras. La política exterior de los Reyes Católicos giró alrededor del enfrentamiento con Francia y con el Islam en el norte de África. Francia era el enemigo más cercano e importante de la Corona de Aragón, ambos reino tenían intereses expansionistas en Italia y además Francia presionaba sobre los territorios pirenaicos. Fernando llevó a cabo dos políticas paralelas con respecto a Francia: la diplomacia y la guerra. Gracias a la acción diplomática consiguió alianzas con Alemania, Portugal e Inglaterra, ratificadas cada una de ellas con alianzas matrimoniales (la unión matrimonial de su hija Juana con el austriaco Felipe el Hermoso tendría más adelante resultados inesperados para la monarquía Hispana). Francia se encontraba, así, aislada diplomáticamente pero aún fue preciso recurrir a la guerra para frenar la expansión francesa hacia Nápoles. La victoria de los tercios castellanos dirigidos por Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán) permitió que Nápoles se incorporara a la Corona de Aragón. En el norte de África se tomaron varias plazas fuertes (Melilla, Orán, Argel…) abriendo así un frente contra los turcos que dominaban el Mediterráneo y que serán uno de los principales enemigos de la monarquía hispana con los primeros Austrias. Si Fernando ponía más empeño en la política exterior del Mediterráneo, tradicional centro de los intereses aragoneses, Isabel puso sus miras en el Atlántico, decidió financiar el viaje que llevó a Colón al Nuevo Mundo. 5. El descubrimiento de América Los viajes de Cristóbal Colón en busca de una ruta para alcanzar las Indias sentaron las bases del Imperio  americano de la Corona Hispana. Al terminar el reinado de los Reyes Católicos se habían recorrido miles de kilómetros y se había confirmado la existencia de un nuevo continente. Esta tarea continuó a lo largo del siglo XVI cuando se organizó administrativamente la colonia y se procedió a la explotación de sus recursos. Los motivos por los que los Reyes Católicos apoyaron el proyecto de Cristóbal Colón fueron, por una parte, el deseo de expandir la religión Católica y, por otra, el interés económico, ya que el planteamiento del marino genovés era encontrar una ruta más corta con Extremo Oriente, por el oeste, en busca de oro y especias. Tras no pocas dificultades para conseguir financiación, en 1492 salieron de Palos tres naves y alcanzaron tierra el 12 de Octubre del mismo año al llegar a las islas del Caribe. En 1511 había prácticamente concluido la conquista de las grandes islas y el conjunto de las Antillas estaba bajo el control de la monarquía. El desacuerdo entre Colón y sus acompañantes sobre el reparto de lo descubierto, al que se sumó el que mantuvo con los Reyes Católicos por los privilegios que le habían concedido, la escasez de oro…. generaron duros enfrentamientos. La expectativas económicas de quienes se aventuraron a cruzar el Atlántico quedaron defraudadas. Las riquezas descubiertas eran mucho menores de las esperadas, la población era escasa, el clima, desfavorable para el desarrollo de la agricultura, tal y como era practicada en Castilla. Sin embargo, pronto se rebelaría el potencial económico del Nuevo Mundo, cuyo descubrimiento tuvo una trascendencia económica, política, cultural… que traspasó las fronteras de la monarquía Hispana convirtiéndose en un acontecimiento histórico de importancia universal.

6. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI
1. El Imperio de Carlos V: Conflictos internos. Comunidades y Germanías. Carlos V de Alemania y I de España fue el primer Austria de la dinastía, que reinó en España durante los siglos XVI y XVII Heredó un inmenso Imperio de sus abuelos maternos, los Reyes Católicos, y de los paternos, los Habsburgo de Austria, incluida la Corona Imperial de Alemania la monarquía hispana alcanzó con él y con su hijo, Felipe II, el cenit de su poder. Como emperador, Carlos V no pudo centrarse en una política exclusivamente nacional como la de los Reyes Católicos, tuvo que llevar una política imperial en Europa. Pero debió ocuparse también de los conflictos internos que se produjeron durante su reinado, el movimiento de las Comunidades en Castilla y el de las Germanías en Valencia. El movimiento de las Comunidades (1520-1521) estalló precisamente contra su política imperial porque Castilla se había convertido en el centro del Imperio y sobre ella recayó el esfuerzo militar y financiero de mantenerlo. El levantamiento fue protagonizado por las ciudades (burguesía y pequeña nobleza) que expulsarán al corregidor y proclamaron la  comunidad. En sus inicios el movimiento presenta dos agravios: el nombramiento de extranjeros para ocupar los principales cargos relegando a los castellanos y la utilización de los impuestos castellanos para financiar una política imperial ajena a Castilla. Pero pronto suman a sus peticiones que las Cortes se reúnan en fechas fijas sin depender de las convocatorias reales y que controlen la utilización que daba el rey alos impuestos concedidos. Por tanto, la revuelta que se inició para protestar contra la política imperial, aprovechó la situación para tratar de limitar el poder real a través de las Cortes, algo sin precedentes en Castilla. Los comuneros fueron derrotados (Villalar) y sus líderes ejecutados (Padilla, Bravo y Maldonado). A partir de este momento Castilla quedó sometida por completo al autoritarismo real, al que ya no volvería a presentar resistencia. Con el movimiento comunero coincidió el de las Germanías en Valencia y Mallorca, pero ambos no se conectaron y su naturaleza era diferente, las Comunidades eran un movimiento político, mientras que las Germanías eran un movimiento social. La pequeña burguesía se enfrentó a la alta burguesía por el control del gobierno municipal y los campesinos/siervos se enfrentaron a los señores por la mejora de sus condiciones. Los agermanados no se oponían al rey, por el contrario, pidieron su intervención para evitar los abusos de las oligarquías. Carlos I intervino, pero al lado de la nobleza para reprimir el movimiento. 2. La Monarquía hispánica de Felipe II Felipe II sucedió a su padre pero no heredó la Corona Imperial ni las posesiones austriacas que pasaron a la rama Habsburgo de Austria. Carlos V había querido así librar a la monarquía española del avispero alemán. Sin embargo, con Felipe II las posesiones territoriales de la monarquía hispana se engrandecieron extraordinariamente porque heredó el trono de Portugal y sus colonias, con lo que la monarquía española llegó a su máximo apogeo y consolidó su posición de primera potencia europea. Libre de la Corona Imperial, Felipe II pudo centrarse exclusivamente en la defensa de los intereses de la monarquía hispana, que se concretaban en la defensa de la hegemonía en Europa y la defensa del Catolicismo frente a los países protestantes. Ello le obligó a mantener continuas guerras en el exterior. En Europa trató de sofocar la rebelión de los Países Bajos. Mandó la Armada Invencible contra Inglaterra que dirigía el frente antiespañol y anticatólico y que hostigaba, a través de la piratería, a las flotas españolas en el Atlántico. En el Mediterráneo combatió a los turcos que amenazaban la costa levantina peninsular. Sin embargo, a diferencia de su padre, no abandonó prácticamente nunca la Península, buscó una sede fija para la corte estableciendo la capital en Madrid (centro geográfico de la península) y dirigió personalmente todos los asuntos de gobierno del inmenso imperio. Su enorme poder y su intransigencia religiosa en un contexto de guerras de religión teñidas de radicalismo por parte de los dos bandos, le granjearon numerosos enemigos en Europa que tejieron y difundieron la llamada «Leyenda Negra». 3. La España del siglo XVI: La unidad ibérica Lo más espectacular del reinado de Felipe II fue la unión con Portugal, que compensó largamente a la monarquía española de la pérdida de las posesiones austroalemanas. La unión con Portugal significó, no sólo la unidad del territorio peninsular, sino también la de los Imperios coloniales, africano y americano, de ambas potencias, consolidando así a la monarquía española como la más poderosa de Europa. La unión con Portugal había sido ya un objetivo de la política de unidad territorial de los Reyes Católicos. Estos lo habían intentado por medio de sucesivas y fracasadas alianzas matrimoniales. Finalmente, Felipe II heredó el trono de Portugal al reclamar, cuando quedó vacante, los derechos sucesorios de su madre (Isabel de Portugal) cumpliéndose así un sueño largamente perseguido, la unidad ibérica. El reino de Portugal se incorporó a la monarquía hispana y conservó la autonomía de sus instituciones, pero siempre receló de la hegemonía castellana. Temía que la Corona no pusiera suficiente empeño en la defensa de sus intereses coloniales o que supeditara éstos a los intereses castellanos. Fue, pues, una unión precaria que duró poco más de medio siglo, y que acabó rompiéndose cuando los intentos  centralizadores de la Corona española pusieron en peligro la autonomía portuguesa. La rebelión de Portugal, que comenzó en 1640, acabó en independencia doce años después, y con ella se rompió definitivamente la unión ibérica. 4. El modelo político de los Austrias La monarquía de los Austrias no era un Estado unitario, sino un conjunto de reinos diversos que, desde los Reyes Católicos, tan sólo compartían la misma corona. Era un conjunto de Españas, que sólo de cara al exterior aparecía como un todo unido.  La monarquía hispana se componía de la Corona de Castilla, Corona de Aragón y, fugazmente, el reino de Portugal. La preeminencia la tuvo siempre Castilla, sobre ella recayó el peso del mantenimiento del Imperio, y, en ella implantaron los Austrias su modelo político de monarquía autoritaria que habían iniciado los RR.CC. y que perfeccionaron y consolidaron los Austrias mayores en el s. XVI. La Corona de Aragón, en cambio, protegida por sus fueros, logró, no sin conflictos, preservar su autonomía frente a la política autoritaria y centralizadora de la monarquía en el s. XVI. La organización administrativa del Estado había sido creada por los RR.CC. y perfeccionada ahora. Los órganos de la administración central residían en la corte, cuya sede fijó Felipe II en Madrid. Al centro de la administración se encontraba el monarca, con sus ayudantes y secretarios. Los principales órganos de gobierno eran los consejos, a través de los cuales se controlaba todo el imperio. Los virreyes hacían las veces del rey en cada uno de los territorios de la monarquía. La administración de justicia sigue a cargo de las Audiencias y, en el gobierno local se mantienen los concejos o cabildos con el corregidor al frente.  El ejército, el más poderoso de Europa en el s. XVI, compuestos por los Tercios y la Escuadra. Este aparato burocrático y militar exigía un esfuerzo financiero difícilmente soportable. La hacienda estatal se caracterizó por un persistente déficit pese a los metales americanos y a una intolerable presión fiscal que ahogaba al crecimiento de Castilla. Las cortes estamentales siguieron celebrándose separadamente en cada reino, pero en Castilla tenían muy poca importancia política. Sin embargo, en la corona de Aragón conservaron todas sus funciones como defensores de los privilegios forales que limitaban el poder del rey. Lo mismo ocurría en Navarra, y en los territorios de Álava y Guipúzcoa, y el señorío de Vizcaya conservaron sus fueros. La monarquía de los Austrias era, pues, una monarquía autoritaria prácticamente sólo en Castilla. 5. El Renacimiento Es un movimiento cultural y artístico que surgió a finales del s. XIV y que reflejará una nueva mentalidad del mundo moderno. Hunde sus raíces en el Humanismo, corriente literaria y religiosa que afirmaba el valor del hombre  (Antropocentrismo) y la importancia de la vida terrenal frente a los principios cristianos medievales (Teocentrismo y vida eterna). Los humanistas encontraron su referencia en la Antigüedad clásica.  Las nuevas ideas se extendieron desde Italia a la Europa occidental, también a la España de los RR.CC., aunque ésta era una sociedad todavía muy anclada en el espíritu medieval. Pese a ello, destacan figuras como el cardenal Cisneros, Antonio de Nebrija o Luis Vives. La obra literaria culminante fue la Celestina y la imprenta permitió la difusión de las nuevas ideas.                       

7. LA ESPAÑA DEL BARROCO
1. La España de los Austrias menores: Los validos Tras la muerte de Felipe II (1598) se sucedieron tres reinados cuyos monarcas reciben el nombre de Austrias menores por comparación con sus antecesores, los Austrias mayores (Carlos V y Felipe II). Estos últimos se encargaron personalmente del gobierno de sus reinos al frente de una compleja administración, mientras que los del siglo XVII recurrieron a validos o privados para gobernar. El valido era generalmente un personaje de la alta nobleza que desempeñaba las funciones de gobierno con la confianza del rey, pero no se trataba de un cargo institucional La etapa de los validos la inicia Felipe III, el primero de los Austrias menores, pero fue el valido de Felipe IV, el conde duque de Olivares, la figura de mayor talla política pese a los repetidos fracasos de su acción de gobierno. La dinastía de los Austrias concluyó con Carlos II, monarca débil y enfermizo que murió sin descendencia. Durante su largo reinado se sucedieron los validos, pero esta figura se extinguió a la par que la dinastía. 2. La España de los Austrias menores: Los conflictos internos. El siglo XVII fue un siglo de crisis generalizada en Europa, pero lo fue más para la monarquía hispana. A los largo del siglo la monarquía hispana fue perdiendo progresivamente su hegemonía en Europa. El esfuerzo militar y financiero para evitarlo produjo graves conflictos internos (económicos, sociales y políticos). La monarquía utilizó todos los recursos de los que disponía para financiar la costosa política exterior: impuestos, préstamos, deuda pública, devaluación de la moneda (vellón)…Todo ello acabó hundiendo a la economía castellana, afectada ya por una crisis económica profunda. Exhausta Castilla, la monarquía (Olivares) trató de hacer contribuir a los demás Reinos al mantenimiento del Estado, lo que provoca la crisis política interna más grave de todo el período de los Austrias: las revueltas de Cataluña y Portugal. La política de la monarquía, especialmente en tiempos de Olivares, provocó o agudizó los conflictos internos. Al final fracasó en sus propósitos.    3. La crisis de 1640 fue la crisis política interna más grave de todo el periodo de los Austrias. Se trató de las revueltas de Cataluña y Portugal, provocadas ambas por la política del conde duque de Olivares. La participación en la Guerra de los Treinta Años exigía grandes recursos económicos que la monarquía no podía obtener de una Castilla ya esquilmada. Por ello decretó la Unión de Armas, por la que todos los reinos de la monarquía debían contribuir con hombres y dinero para mantener la política exterior. Para poder exigir esta contribución, Olivares se proponía acabar con la inmunidad foral y aplicar en todo el territorio las leyes de Castilla, que nunca pusieron freno al poder real. Esta política provocó la crisis de 1640. La rebelión comenzó en Barcelona el llamado «Corpus de Sangre» (7/6/1640) cuando los segadores mataron al propio virrey. Los disturbios se generalizaron por toda Cataluña, cuyas instituciones (Generalitat) pidieron la ayuda francesa y la integración del Principado en el Reino de Francia. El conflicto acabó doce años después con la rendición de Barcelona a las tropas de Felipe IV. Cataluña, aunque vencida, mantuvo sus fueros. La rebelión de Portugal estalló el mismo año que la de Cataluña. Los portugueses siempre fueron reticentes a la unión con la monarquía hispana, pero mientras se respetó su autonomía, no presentaron conflictos. Los propósitos centralizadores de Olivares provocaron la revuelta que finalizó con la independencia de Portugal. 4. La España de los Austrias menores: La política exterior. El ocaso de la hegemonía de los Habsburgo El siglo XVII es el siglo de la pérdida de la hegemonía Habsburgo en Europa. La política exterior durante el reinado de Felipe III consistió en la firma de paces con los países que disputaban la hegemonía a la monarquía hispana. El conde duque de Olivares, valido de Felipe IV, frente a la pasividad del reinado anterior, intentó una ofensiva política y militar para tratar de frenar el declive de la potencia española. Ello explica la participación en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), guerra generalizada en Europa cuyos motivos aparentes fueron los religiosos, aunque lo que en realidad se dirimía era el papel de potencia hegemónica. Los bandos enfrentados fueron los países protestantes y la católica Francia contra los Habsburgo de Madrid y de Viena. Los tratados de Westfalia pusieron fin a la guerra y a la hegemonía Habsburgo. España hubo de reconocer entonces la independencia de Holanda. Pero la Paz de Westfalia no fue la paz para España, ya que el conde duque decidió continuar el conflicto bélico con Francia. La victoria francesa quedó sellada en la Paz de los Pirineos (1659) por lo que España pierde los territorios ultrapirenaicos del Rosellón y la Cerdaña. Durante el reinado de Carlos lilas posesiones españolas se mantuvieron pese a que la monarquía no tenía ya fuerzas para defenderlas. En 1700 muere Carlos II y con él la dinastía de los Austrias. El cambio dinástico originó una guerra por la sucesión cuyo resultado será la pérdida de todas las –posesiones en Europa.5. Evolución económica y social en el siglo XVII El siglo XVII es un siglo de crisis en toda Europa, pero especialmente en Castilla, agotada por el peso del Imperio. La periferia, que se había mantenido al margen de los beneficios, pero también del coste de la política imperial, no conoció la depresión en la misma medida que Castilla. La población disminuyó y una de las causas principales fueron las crisis de subsistencia, la escasez de producción agrícola. La actividad artesanal y su rama más importante, la textil, con unas estructuras productivas muy frágiles, se vio afectada por la contracción de la demanda y porta fuerte competencia de los tejidos extranjeros. Y, finalmente, la Corona, siempre en bancarrota recurrió a todo tipo de mecanismos para obtener ingresos (presión fiscal, moneda de vellón) lo que contribuyó al hundimiento de la economía castellana. En esta situación, la sociedad del siglo XVII mantuvo su rígida estructura estamental y se polarizó: aumento la distancia en el nivel Vivida de los estamentos privilegiados con respecto al Estado llano porque, aunque todos los grupos sociales conocieron una disminución, de sus rentas, la crisis económica afectó más a los más pobres. Se creó una gran masa de población empobrecida de campesinos y artesanos que pasaron a engrosar el grupo de pordioseros y vagabundos. 6. Mentalidad y cultura en el Siglo de Oro En la sociedad del siglo XVII, fuertemente polarizada entre una minoría privilegiada (nobleza y clero) y una mayoría empobrecida por la crisis económica, arraigó una mentalidad social que valoraba la hidalguía (ociosidad, vivir sin trabajar) y despreciaba el trabajo manual. Se generó una sociedad de hidalgos y picaros, una sociedad antiburguesa, ya que menospreciaba las actividades `productivas. Esta mentalidad social quedó plasmada en la novela picaresca. Paradójicamente, en este siglo de crisis generalizada, la cultura española alcanzó la cima de su esplendor, por lo que el siglo XVII es conocido como el Siglo de Oro. Uno de sus rasgos más, acusados frente a otras culturas europeas fue la defensa del catolicismo de la Contrarreforma, que impregnó el arte y la cultura en general. El Siglo de Oro en la literatura significó la fijación definitiva del castellano como lengua universal. Floreció la poesía (Garcilaso, Góngora, Quevedo), el teatro (Lope de Vega, Calderón, Tirso de Molina) y la novela, especialmente con el género típicamente español de la picaresca y, sobre todo, con el gran modelo universal de la novela moderna, Don Quijote. El pensamiento filosófico, teológico y político estuvo muy ligado a la defensa de los valores del catolicismo, pero también destacó un grupo de intelectuales preocupados por la decadencia de España (los arbitristas). El arte español del siglo XVII se inscribe en el contexto del arte Barroco europeo, pero presenta también la peculiaridad de que es un arte esencialmente religioso, que alcanzó la cumbre de la creación artística en arquitectura, escultura y, sobre todo, en pintura con Velázquez como máximo exponente. Sin embargo, en este esplendor generalizado destaca la ausencia de la ciencia española. España no se incorporó a la gran revolución científica que se desarrolló en Europa y ello tendrá graves consecuencias en el futuro.

8. EL SIGLO XVIII: LOS PRIMEROS BORBONES    1. La guerra de Sucesión y el sistema de Utrecht
En 1700 Carlos II, último rey de la casa de Austria, moría sin herederos. En su testamento dejaba el trono español al francés Felipe de Borbón, duque de Anjou, nieto de Luis XIV, que tomó posesión de la corona como Felipe V. Ello suponía un reforzamiento del poder de los Borbones en Europa, del poder de la Francia del «Rey Sol», por lo que inmediatamente se constituyó una gran alianza formada por Inglaterra, Portugal, Holanda y Austria, que no aceptaban el testamento de Carlos II y que apoyaban la candidatura al trono de España del Archiduque Carlos de Austria. Esta situación desembocó en la Guerra de Sucesión. En el interior de España, mientras Castilla aceptaba al nuevo rey, Felipe V, la Corona de Aragón apoyó al austriaco por temor al centralismo borbónico. Por la Paz de Utrecht (1713), que puso fin al conflicto bélico, Felipe V era reconocido rey de España, pero a cambio se liquidaba el imperio español en Europa que pasaba, en su mayor parte, a manos de Austria, mientras Gibraltar y Menorca quedaban bajo el dominio inglés. Así mismo, Inglaterra obtenía diversos privilegios en el comercio con América. 2. El cambio dinástico del siglo XVIII: Las reformas internas La nueva dinastía de los Borbones, siguiendo el modelo francés, implantó en España un sistema político de monarquía absoluta que sustituyó a la monarquía autoritaria de los Austrias. El absolutismo implica centralización y uniformidad administrativa. Las reformas centralizadoras y uniformadoras las emprendió Felipe V con los Decretos de Nueva Planta, que se aplicaron a casi todos los territorios, entre ellos a la, hasta entonces, Corona de Aragón. Estos decretos suprimieron todos los fueros e instituciones incluidas las Cortes. A partir de ahora sólo existirán las Cortes del Reino. A los decretos de Nueva Planta siguió una reorganización de la administración. En la administración central los Consejos fueron sustituidos por Secretarías, similares a los actuales ministerios. En la administración territorial se suprimen los virreinatos y todo el territorio es dividido en provincias, cada una de ellas con un Capitán General al frente. En la administración local la figura del corregidor se extendió a todos los municipios del Estado. Finalmente, los Borbones introdujeron en España la figura francesa del Intendente, funcionario que dependía directamente del rey y cuya función principal era la gestión de todo lo referido a la milicia y a la hacienda. Había uno por provincia. El nuevo Estado centralista y uniforme cuenta con una excepción, la de los territorios vascos y navarro, que mantienen sus fueros tradicionales. 3. La práctica del despotismo ilustrado: Carlos III El Sistema político del despotismo ilustrado, cuya práctica se generalizó en toda Europa a partir del foco francés, se basa en una especie de pacto entre la monarquía absoluta y la burguesía, cuyos intereses están representados por la Ilustración. El monarca absoluto acepta poner en práctica aquellas reformas ilustradas que no disminuyan su poder ni derriben las estructuras del Antiguo Régimen. Con estas premisas las posibilidades de cambio eran muy limitadas. En España, la práctica del despotismo ilustrado corresponde a Carlos III y a sus ministros ilustrados (Campomanes, Jovellanos, Aranda, Floridablanca). La política reformista se centró en tres campos: la política económica no profundizó en las reformas, se limitó a colonizar algunas áreas semidespobladas (Sierra Morena), a crear manufacturas reales, a declarar honorables los trabajos manuales y a abrir el comercio americano a todos los puertos españoles. Pero fracasó el proyecto más ambicioso del despotismo ilustrado, acabar con la exención fiscal de la nobleza y clero. La política educativa se redujo a la fundación de algunas instituciones educativas muy minoritarias y especializadas. La política religiosa pretendía acabar con la influencia social de la Iglesia y someter a ésta al poder del Estado, pero su mayor éxito fue la expulsión de los jesuitas. Los proyectos reformistas, pese a su moderación, encontraron una fuerte hostilidad por parte de los estamentos privilegiados que, especialmente el clero, supieron manipular a su favor a los grupos populares. El escaso respaldo social lo encontró el reformismo en medios urbanos burgueses y se canalizó a través de las Sociedades Económicas de Amigos del País. 4. La evolución de la política exterior española en Europa durante el siglo XVIII Tras la Guerra de Sucesión España perdió todas sus posesiones en Europa y dejó de contar como potencia en las relaciones internacionales, pero ello le permitió desembarazarse del enorme peso militar y financiero que exigía el mantenimiento de estas posesiones, mantenimiento que había esquilmado a la economía castellana. Pese a ello, España participó en varios conflictos bélicos durante el siglo XVIII. Con Felipe V hubo diversos intentos de recuperar la influencia en Italia, lo que llevó al enfrentamiento con Austria. El resultado fue que Felipe V logró instalar en Italia a dos de sus hijos, el príncipe Carlos (futuro Carlos III) como rey de Nápoles-Sicilia y el príncipe Felipe como duque de Parma. La segunda línea de la política exterior de Felipe V fue la alianza con Francia (Pactos de Familia) frente a un enemigo común, Inglaterra, cuya flota compite con la francesa por el dominio de las rutas nortatlánticas y rompe, mediante el contrabando, el monopolio comercial de España en sus colonias americanas. La alianza con Francia que inició Felipe V se mantuvo hasta finales  de siglo con sucesivos Pactos de Familia que ligarán la política exterior de los dos países. El reinado de Fernando VI (hijo mayor de Felipe V y su primera esposa) fue un periodo de neutralidad que se rompió poco después. Con Carlos III en el trono, España, fiel a su alianza con Francia, participó en diversos conflictos internacionales con la finalidad de recuperar Gibraltar y Menorca y defender sus territorios americanos. La derrota en la Guerra de los Siete Años acarreó la pérdida de Florida. Poco después, en el Tratado que puso fin a la Guerra de Independencia de las Trece Colonias de América del norte, España recuperó Menorca y Florida pero no Gibraltar. 5. La Ilustración en España La Ilustración, movimiento filosófico que nació en Francia, basándose en los principios de racionalidad y progreso material, hacía una crítica demoledora de todas las estructuras del Antiguo Régimen y proponía un nuevo sistema político, social y económico que favorecía los intereses de la burguesía. En España, la difusión de las nuevas ideas se produjo con retraso por múltiples causas: ausencia de una burguesía fuerte, enorme peso de la Iglesia, anquilosamiento de las universidades españolas e ignorancia de la inmensa mayoría de la población. En la segunda mitad del siglo XVIII los escritos de Feijoo, Campomanes, Floridablanca, Jovellanos… recogen ya las ideas de la Ilustración, pero su difusión fue extraordinariamente limitada en una sociedad dominada por la nobleza y el clero que manipulaban muy fácilmente la ignorancia de los grupos populares. Los ilustrados españoles, a diferencia de los franceses, no son revolucionarios y no critican a la religión. Sus propuestas se centran en dos campos: la implantación de una educación primaria obligatoria que recogiera los nuevos conocimientos científicos y la preocupación por el atraso económico del país en relación con otros. Vocablos como «patriotismo» y «nación» divulgados ahora, encontrarán pleno desarrollo en el siglo XIX. Algunos ilustrados españoles fueron ministros durante el periodo de despotismo ilustrado de Carlos III y trataron de poner en práctica sus ideas reformistas aunque de forma muy limitada.

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