El Desastre del 98: Guerra Hispano-Estadounidense y Consecuencias en España

La Guerra en Ultramar

Cuba, la perla de las Antillas

Tras la Paz de Zanjón, Cuba esperaba que la Administración española le otorgara unas reformas que les concedieran los mismos derechos de representación política en las Cortes que a los españoles de la Península. En Cuba se crearon varios partidos:

  • El Partido Autonomista, que pedía la autonomía para la isla.
  • El Partido Liberal de Sagasta, que quería introducir mejoras en la isla y llegó a abolir la esclavitud en 1888.
  • La Unión Constitucional.

José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era la consecución de la independencia y consiguió apoyo exterior. El independentismo aumentó su base social y contó con el respaldo de Máximo Gómez, Antonio Maceo y Calixto García, que habían luchado contra las tropas españolas en la Guerra de los Diez Años.

En 1891, el gobierno español elevó las tarifas arancelarias para los productos importados a la isla que no procediesen de la Península (Arancel Cánovas). En 1894, EE.UU. adquiría el 88,1% de las exportaciones cubanas, pero el arancel Cánovas dificultaba sus exportaciones a la isla. William McKinley manifestó su protesta ante la situación y amenazó con cerrar las puertas del mercado estadounidense al azúcar y al tabaco cubanos si el gobierno español no cambiaba su política arancelaria en la isla.

La gran insurrección

En 1879 se produjo la Guerra Chiquita. Años después, el Grito de Baire del 24 de febrero de 1895 dio inicio a un levantamiento generalizado. La rebelión comenzó en Santiago de Cuba pero se extendió a La Habana. Cánovas del Castillo envió un ejército al mando del general Martínez Campos. Martínez no consiguió controlar militarmente la rebelión, por lo que fue sustituido por Valeriano Weyler, que propuso aplicar una dura represión. Para evitar que los insurrectos aumentaran sus adeptos, organizó las concentraciones de campesinos (política de reconcentración). Weyler trató duramente a los rebeldes y a la población civil.

En el plano militar, la guerra no era favorable para los soldados españoles, ya que no estaban entrenados para un conflicto de tal tipo ni el ejército contaba con los medios adecuados. Esto y las enfermedades causaron numerosas muertes entre las tropas.

Tras el asesinato de Cánovas, el nuevo gobierno liberal lo destituyó del cargo y encargó el mando al general Blanco. Inició una estrategia de conciliación con la esperanza de empujar a los separatistas a pactar una fórmula que mantuviera la soberanía española en la isla y evitara el conflicto con EE.UU. Para ello decretó la autonomía para Cuba, el sufragio universal masculino, etc., pero los independentistas se negaron a aceptarlo.

En 1896 se produjo una rebelión en las Islas Filipinas. El independentismo creó la Liga Filipina, fundada por José Rizal en 1892, y la organización clandestina Katipunan. La insurrección se extendió por Manila y el general Camilo García llevó a cabo una política represiva, condenando a muerte a Rizal en 1896. El nuevo gobierno liberal de 1897 nombró capitán general a Fernando Primo de Rivera, dando como resultado una pacificación momentánea del archipiélago.

La intervención de Estados Unidos

El interés de Estados Unidos por Cuba había llevado a realizar diferentes proposiciones de compra de la isla, que España siempre rechazó. El compromiso americano con la causa cubana se evidenció en 1895 cuando McKinley mostró su apoyo a los insurrectos, a los que enviaba armas por la vía marítima.

La ocasión para intervenir en la guerra la dio el incidente del acorazado estadounidense Maine, que estalló en el puerto de La Habana en 1898. EE.UU. culpó falsamente a los españoles del hecho y envió a España un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba. El gobierno español negó todo y rechazó el ultimátum, amenazando con declarar la guerra en caso de la invasión de la isla. Comenzó así la guerra hispano-norteamericana.

Una escuadra mandada por Cervera partió a Cuba pero fue derrotada en la batalla de Santiago. EE.UU. derrotó otra escuadra española en Filipinas en la batalla de Cavite. En diciembre se firma la Paz de París por la cual España se compromete a abandonar Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Las consecuencias del Desastre del 98

Una crisis política y moral

Aunque la guerra supuso pérdidas materiales en las colonias, no fue así en la metrópoli, donde la crisis económica fue mucho menor. La necesidad de hacer frente a las deudas por la guerra cubana promovió una reforma de la Hacienda, llevada a cabo por Fernández Villaverde.

Tampoco se produjo una gran crisis política y el sistema de la Restauración sobrevivió. La crisis política estimuló el crecimiento de los movimientos nacionalistas. La crisis del 98 fue una crisis moral e ideológica que causó un impacto psicológico entre la población. Además, la prensa extranjera presentó a España como una nación moribunda, con un ejército ineficaz, un sistema político corrupto y unos políticos incompetentes.

El Regeneracionismo

El fracaso de la revolución de 1868 había dejado una huella importante en los intelectuales. Un ejemplo de ello era la Institución Libre de Enseñanza, creada en 1876. La Institución fue una gran impulsora de la reforma de la educación en España. Esta corriente de pensamiento, que abogaba por la modernización de la cultura y el desarrollo de la ciencia, acabó conociéndose como Regeneracionismo. Su mayor exponente fue Joaquín Costa, que fue el creador de instituciones sociales y económicas como la Liga Nacional de Productores y el inspirador de la Unión Nacional.

La crisis de 1898 se agudizó con la crítica regeneracionista que denunciaba los defectos de la psicología española colectiva. En la década de 1890 empezó a producirse una renovación en la ciencia española con la introducción del positivismo, los adelantos de la medicina, la ciencia experimental y la sociología.

Un grupo de literatos y pensadores, conocidos como la Generación del 98, intentaron analizar el “problema de España”, en un sentido muy crítico y en tono pesimista.

El fin de una época

El Desastre del 98 significó el fin de una época, aunque el sistema de la Restauración sobrevivió. La política reformista se limitó a dejar que el sistema siguiera funcionando con cambios mínimos.

Frente a un antimilitarismo creciente en determinados sectores sociales, una parte de los militares se inclinó hacia posturas más autoritarias e intransigentes. En el seno del ejército fue tomando cuerpo un sentimiento corporativo y el convencimiento de que los militares debían tener una mayor presencia y protagonismo en la vida política del país. Esta injerencia militar fue aumentando en las primeras décadas del siglo XX y culminó en el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923, que inauguró una dictadura de 7 años, y en el protagonizado por el general Franco en 1936, que provocó una guerra civil y sumió a España en una dictadura militar de casi 40 años.

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