El Reinado de Isabel II: Liberalismo, Carlismo y la Construcción del Estado Moderno en España

Revolución Liberal en el Reinado de Isabel II: Carlismo, Guerra Civil y Construcción del Estado Liberal

Introducción

El reinado de Isabel II constituye una etapa de transición esencial en la historia de España: el paso de la monarquía absoluta a un Estado liberal parlamentario. Es un periodo muy complejo desde el punto de vista político. En él hubo dos regencias, dos guerras carlistas, cuatro constituciones y continuos levantamientos revolucionarios, además de transformaciones que supusieron el desmantelamiento del sistema social y económico del Antiguo Régimen. Cronológicamente, comprende el reinado de Isabel II. Se dispuso un periodo de regencia, ocupado primeramente por su madre, María Cristina, y posteriormente por Espartero. Se distinguen cuatro etapas principales: la Década Moderada, el Bienio Progresista, el gobierno de la Unión Liberal y la Crisis de la Monarquía.

Las Guerras Carlistas

Tradicionalismo y Liberalismo

La muerte de Fernando VII planteó un problema de sucesión. Los isabelinos o cristinos, amparados en la Pragmática Sanción, apostaban por la pequeña Isabel II. En cambio, los carlistas defendían la vigencia de la Ley Sálica y sostenían la legitimidad del infante don Carlos, hermano de Fernando VII. El enfrentamiento dinástico se convirtió también en un conflicto ideológico entre absolutistas y liberales. Esas diferencias los llevaron a tres enfrentamientos armados, conocidos como Guerras Carlistas.

Las Dos Primeras Guerras Carlistas

El infante don Carlos inició el conflicto con el Manifiesto de Abrantes, que se oponía a Isabel como reina. Numerosos levantamientos en los que se proclamaba rey a Carlos V desencadenaron la Primera Guerra Carlista. En esta primera guerra carlista se distinguen tres fases:

  • Fase inicial: Liderada por los carlistas, quienes controlaron el País Vasco y Navarra, extendiéndose por Aragón, Cataluña y Valencia. Sin embargo, no lograron un éxito decisivo ni unificar los territorios.
  • Fase intermedia: Los carlistas trataron de apoderarse de una ciudad importante para conseguir reconocimiento. Intentaron en Bilbao y Madrid, fracasando en ambos objetivos.
  • Fase final: Fue de superioridad isabelina. Los carlistas, encabezados por Cabrera, estaban dispuestos a mantener la lucha, mientras que otros, encabezados por Maroto, eran partidarios de alcanzar acuerdos con los liberales. Los generales Maroto (carlista) y Espartero (isabelino) firmaron la paz mediante el Convenio de Vergara.

En 1846 comenzó la Segunda Guerra Carlista, cuyas acciones se limitaron a Cataluña. El detonante fue la boda de Isabel II con su primo Francisco de Asís de Borbón, lo que frustraba los deseos de un matrimonio entre la reina y Carlos Luis. Cabrera regresó a España, pero no logró llegar al Maestrazgo. Los intentos de rebelión fracasaron y el pretendiente don Carlos Luis no pudo entrar en España.

Reinado de Isabel II

El reinado de Isabel II tuvo dos periodos diferenciados: uno de minoría de edad, durante el cual la regencia fue asumida por la reina madre, María Cristina, y por el general Espartero. En 1843, Isabel II fue proclamada mayor de edad. El reinado se dividió en varias etapas: la Década Moderada, el Bienio Progresista, el gobierno de la Unión Liberal y la Crisis de la Monarquía.

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

La regencia se inició con profundas diferencias entre las filas liberales. Al rechazar los más radicales a Cea Bermúdez, le sucedió al frente del Gobierno Martínez de la Rosa, quien promulgó el Estatuto Real. Era este una carta otorgada con la que se pretendía sustituir la Constitución de 1812 y dar cobertura legislativa a la monarquía isabelina. La regente se vio obligada a poner al frente al conde de Toreno y a Juan Álvarez Mendizábal. El gobierno de este último decretó la desamortización de los bienes de las órdenes religiosas. También suprimió las llamadas pruebas de nobleza y la Mesta. En el terreno económico, se produjo una caída drástica de los precios de las tierras. Las desamortizaciones fueron adquiridas principalmente por la aristocracia y la burguesía.

El pronunciamiento de los sargentos en la Granja de San Ildefonso obligó a la regente a restablecer la Constitución de 1812 y a nombrar al progresista Calatrava presidente del Gobierno, quien a su vez nombró a Mendizábal ministro de Hacienda. El nuevo gobierno significó el triunfo liberal y el fin del Antiguo Régimen. Las Cortes redactaron una nueva Constitución en 1837 de corte progresista, que establecía la soberanía nacional, regulaba la Milicia Nacional, la separación de poderes y la libertad de imprenta. Se celebraron elecciones de acuerdo con la nueva ley que establecía el sufragio censitario. Ganaron los moderados, quienes, con el apoyo de la regente, gobernaron hasta 1840. Las tensiones entre progresistas y moderados aumentaron con la nueva Ley de Ayuntamientos. Los moderados sostenían que el alcalde debía ser nombrado por el Gobierno, mientras que los progresistas entendían que debía ser elegido por los vecinos. Mientras decrecía la popularidad de la regente, crecía la del general Espartero, considerado el pacificador de España. María Cristina tuvo que abdicar, y Espartero asumió la regencia.

La Regencia de Espartero (1841-1843)

Espartero paralizó la Ley de Ayuntamientos y convocó elecciones a Cortes, en las que vencieron los progresistas. Surgieron divergencias entre los progresistas, descontento en parte del ejército y, además, los moderados acusaban a Espartero de tener secuestrada a la reina. Hubo un pronunciamiento en 1841, pero fracasó. A los problemas políticos se sumaron también los económicos. La firma de un acuerdo librecambista con Gran Bretaña, que rebajaba los aranceles y perjudicaba a los textiles catalanes, provocó una insurrección en Barcelona. Espartero decidió bombardear la ciudad, lo que hundió su prestigio. Las Cortes fueron disueltas y las rebeliones se sucedieron. Ante ello, el regente abandonó el poder y se exilió.

La Década Moderada (1843-1854)

Se acordó declarar mayor de edad a Isabel II, pese a que solo tenía trece años. El hombre fuerte del momento fue el general Ramón María Narváez, quien impulsó una nueva Constitución que recogía la ideología de los moderados:

  • La Corona adquiría mayor protagonismo político.
  • Las Cortes eran bicamerales, integradas por el Congreso de los Diputados y el Senado. Los diputados eran elegidos por sufragio muy restringido y los senadores eran designados por el Rey.

Los moderados buscaron recomponer las relaciones con la Santa Sede mediante el Concordato de 1851. El Gobierno declaró como principio constitucional la confesionalidad del Estado, lo que otorgaba protección al clero y un papel relevante a la Iglesia en la educación. Otras medidas de los moderados reflejaron su centralismo político. Se suprimió la Milicia Nacional y se creó la Guardia Civil. También se promulgó una nueva Ley de Ayuntamientos. Se procedió igualmente a la reforma fiscal, que estableció un sistema de impuestos más uniforme. Se reformó la instrucción pública. La corrupción y los escándalos financieros provocaron que un grupo de militares, encabezados por Leopoldo O’Donnell, protagonizara un pronunciamiento militar conocido como la Vicalvarada. Se hizo público un manifiesto, redactado por Cánovas del Castillo, que recogía los planteamientos del pronunciamiento. La reina se vio obligada a entregar el poder a los progresistas y a llamar a Espartero para que presidiera el Gobierno.

El Bienio Progresista (1854-1856)

Los progresistas elaboraron una nueva Constitución, pero las diferencias surgidas al elaborarla retrasaron su redacción. Nunca llegó a entrar en vigor, de ahí su denominación de nonata. La Constitución de 1856 tenía muchos puntos en común con la de 1837: recortaba los poderes de la Corona, establecía la soberanía nacional y mantenía el sufragio censitario. Reconocía un mayor número de derechos individuales y mantenía el bicameralismo. La Milicia Nacional quedaba restablecida.

Durante el Bienio Progresista se promulgó la Ley de Desamortización General, conocida como Desamortización de Madoz por ser el ministro Pascual Madoz su impulsor. No cesaron los problemas económicos, lo que se tradujo en una notable conflictividad social. El liberalismo económico encontró una fuerte contestación de los obreros, quienes en 1855 se declararon en huelga en Barcelona. La consecuencia política de esta conflictividad fue la sustitución de Espartero por el general O’Donnell. Su mandato no trajo la estabilidad, por lo que la reina llamó a los moderados y Narváez se hizo con el poder.

El «Bienio Moderado» y los Gobiernos de la Unión Liberal (1856-1863)

Narváez inició su mandato desmontando buena parte de la obra de los progresistas. O’Donnell organizó la Unión Liberal, llegó al poder y consiguió cierta estabilidad gracias a una fase de crecimiento económico. La estabilidad política y la prosperidad económica impulsaron una política exterior que buscaba el prestigio internacional mediante diversas actuaciones militares: las Campañas de Marruecos, la expedición a Indochina, la intervención en México, la fugaz anexión de Santo Domingo y la Guerra del Pacífico. Pese a la bonanza económica, el malestar social no desapareció. Las agitaciones republicanas fueron numerosas.

La Crisis Final del Reinado (1863-1868)

Narváez se hizo nuevamente cargo del Gobierno, pero el sistema estaba agotado. La economía comenzó a sufrir un progresivo empeoramiento. Los sucesos de la Noche de San Daniel señalaron el principio del fin de la monarquía isabelina. Un artículo periodístico de Castelar provocó un enfrentamiento estudiantil con la Guardia Civil que se saldó con una represión sangrienta. En un escenario de creciente crisis económica e inestabilidad, en 1866 se produjeron dos pronunciamientos militares que no alcanzaron sus objetivos. Ese mismo año, un sector de los unionistas, los progresistas y los demócratas firmaron el Pacto de Ostende, cuyo objetivo era destronar a Isabel II y convocar Cortes constituyentes para decidir el futuro político del país. La muerte de O’Donnell en 1867 y la de Narváez en 1868 privó a la reina de sus últimos valedores.

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