Encasillado definicion historia

LA RESTAURACIÓN

Por Restauración se entiende el período de la historia de España que va desde el pronunciamiento de Martínez Campos (1874) hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923. Las causas de la misma hay que buscarlas en el fracaso de todas las experiencias de la Primera República que precedieron a la monarquía Amadeísta, así como la pérdida de apoyos del general Serrano.
En ese contexto, ganaba terreno el partido alfonsino, creado por Cánovas del Castillo, y apoyado por burgueses y clases medias. Cánovas, confiando en la necesidad de restaurar a los borbones, consiguió en junio de 1870 la renuncia de Isabel a sus derechos, en favor de su hijo Alfonso.
El 1 de diciembre de 1874, Alfonso XII firmaba el manifiesto de Sandhurst, comprometiéndose a una monarquía constitucional y democrática, así como a integrar en su régimen muchos de los progresos políticos del Sexenio.
Aunque Cánovas pretendía una vuelta pacífica a la monarquía, Martínez Campos y Jovellar se pronunciaron el 29 de diciembre en Sagunto, y el día 31 Cánovas se convertía en regente hasta la vuelta de Alfonso XII, que se hallaba en París.
Nombrado Presidente del Consejo de Ministros, Cánovas tuvo tres objetivos:
1- Consolidar la monarquía borbónica mediante la creación de un sistema que se adapte a la realidad política. 2-Crear una nueva Constitución para todos los partidos, que debían aceptar la monarquía y la alternancia de forma pacífica en el gobierno. 3-Pacificar la guerra carlista y la de Cuba.
Cánovas fue el encargado de organizar el nuevo sistema político, conocido como Turnismo o Sistema canovista, con el que consiguió estabilizar el sistema eliminando los pronunciamientos. Gran parte del éxito del sistema se debió a la capacidad de mando del rey Alfonso XII, así como a su reputación.
La ideología canovista era fundamentalmente conservadora, y pretendía el dominio de la nobleza y la burguesía frente a campesinos y obreros. Para lo cual el sistema se apoya en un bipartidismo a imagen del sistema inglés, entre conservadores y liberales, que comparten el ser partidos dinásticos, fieles a la Constitución de 1876 promulgada también por Cánovas, y capitalistas.
El modelo político de Cánovas se basa en cuatro pilares institucionales: el rey, indiscutible y legítimo; las Cortes para representar la soberanía nacional, la Constitución (1876-1923); y dos partidos en turno pactado.
Sus bases sociales fueron la aristocracia y las clases dirigentes, y las clases medias urbanas, imitadoras de las mismas. A pesar de la mayoría de campesinos y obreros, estos apoyaron inicialmente al régimen, dada su viabilidad tras el fracaso de los ensayos democráticos. No serán oposición dada la represión que sufrirán.
El sistema político de la Restauración se basaba en el bipartidismo: alternancia de dos partidos dinásticos (Liberal-Conservador de Cánovas y Liberal-Fusionista de Sagasta) que se turnan para dar estabilidad al régimen; a cada mandato de un partido le seguía uno del otro. También se evitaba así el problema de los pronunciamientos, y el exclusivismo (control de un partido único).
El partido Liberal-Conservador defendía el orden social, la monarquía y la propiedad, mientras que el Liberal-Fusionista defendía el Sufragio Universal masc., y la libertad de diversas índoles.
El Pacto de El Pardo (1885) estableció el sistema de rotación: El rey llamaba a un partido a formar gobierno, y disolvía las Cortes. Se preparaban nuevas elecciones manipuladas en favor de la oposición.
Para conseguirlo, la Corona se implicaba, mediando entre ambos partidos, y también se llevaban a cabo dos prácticas de falseamiento electoral: el encasillado y el pucherazo.
El encasillado consistía en listar los candidatos que debían ser elegidos, para luego lograr su elección mediante diversos procedimientos – falseo de papeletas, coacción, etc.
El pucherazo consistía en introducir papeletas fraudulentas en las urnas, o alterar la cuenta de las mismas.
Pero detrás de toda esa corrupción había un grueso pilar: el Caciquismo.
Se trataba de una manera de imponer la voluntad de cierto grupo de personas – caciques – sobre los votantes. Un jefe político, influyente, con recursos políticos ilegales, mediaba entre el Estado y la comunidad política que dirigía.
La generalización de este fenómeno convirtió la corrupción en algo normal en todos los ámbitos de la sociedad.
La población podía estar necesitada de favores del cacique, sobre todo en una sociedad mayoritariamente rural y analfabeta.
Entre 1874 y 1875 se van a suceder dos monarcas: Alfonso XII, y su esposa Mª Cristina como regente hasta la mayoría de edad de su hijo Alfonso XIII.
Con ambos funcionará el turnismo:
-Las etapas conservadoras se caracterizarán por reformas dirigidas a aumentar el control de Estado, el Centralismo, y la limitación de derechos, así como por un proteccionismo en cuanto a economía.
-En los gobiernos liberales se instaurará el Sufragio Universal (1890) y se ampliarán las libertades (expresión, prensa, etc). Económicamente, se impondrá el librecambismo.
El reinado de Alfonso XII persiguió liquidar los conflictos bélicos pendientes, para lo cual el monarca contó con un poderoso ejército.
Entre 1875 y 1881 habrá gobiernos conservadores de Cánovas, mientras que entre 1881 y 1884 habrá gobiernos liberales presididos por Sagasta.
Durante el reinado se resolverá la Segunda Guerra Carlista, con las derrotas de Montejurra y Estella por los ejércitos alfonsinos, completadas por Martínez Campos en 1875.
En marzo de 1876, Alfonso XII termina la guerra con el Manifiesto de Somorrostro.
Técnicamente, la guerra de Cuba acabó en febrero de 1878 con la Paz de Zanjón, debida a Martínez Campos, que otorgaba a los cubanos amnistía, libertad de los esclavos de origen asiático, y autonomía administrativa. Posteriormente, la Paz de Zanjón se incumplirá, reavivando la guerra.
Alfonso XII muere prematuramente en 1885, con lo que la firma del Pacto de El Pardo mantuvo la estabilidad. María Cristina será nombrada regente durante 16 años,
y durante la regencia estallará de nuevo la insurrección cubana, dando comienzo al declive del sistema de la Restauración, agravado por la muerte de Cánovas (1897) y la de Sagasta (1903).

Tras la derrota carlista, el carlismo no desapareció como opción política, sino que se escindió en el carlismo integrista, radical, y el Neocatólico, conservador.
El republicanismo sufrió una marginación en la Restauración debido a su falta de apoyos, pues tras el fracaso de la 1ª República, el republicanismo pasó a ser sinónimo de desorden. Sus principales problemas eran la fragmentación – revolucionarios o no revolucionarios, federalistas o centralistas – así como su composición social heterogénea y la represión que sufrió.
A finales del siglo XIX, surgieron un importante nacionalismo en Cataluña y País Vasco, así como
regionalismos en Valencia, Galicia, y Andalucía.
El catalanismo, cuyo líder será Valentí Amirall, surgirá como respuesta a la política centralista liberal, y propugnará el reconocimiento de Cataluña como comunidad diferenciada en historia, derecho, lengua, y cultura. La conciencia catalanista crecerá progresivamente, representada por el movimiento cultural de la Reneixença.
El vasquismo surgió como reacción ante la abolición de los fueros, y en defensa de los mismos. Defiende las peculiaridades étnico-culturales del pueblo vasco, basándose su líder, Sabino Arana, sobre todo en la diferencia de la raza vasca, y en el integrismo católico. Tras la fundación del PNV por parte de Sabino, el vasquismo alcanzó la política.
El regionalismo gallego surgió en la segunda mitad del siglo XIX. Tuvo como principales impulsores a Brañas, tradicionalista, y Martínez Murguía, democrático.
Defiende el reconocimiento de la identidad diferencial de Galicia, así como la descentralización del Estado.
El movimiento se vio limitado por la escasa base social del mismo.
El regionalismo valenciano fue minoritario y tardío, y tiene su origen en el renacimiento cultural de los setenta, que impulso la formación de la sociedad Lo Rat Penat, núcleo del valencianismo cultural. Destaca la figura de Vicente Blasco Ibáñez.
El Andalucismo nace en el 2º tercio del siglo XIX, cuando el republicanismo federalista intenta crear una conciencia andaluza. Defiende la identidad andaluza y reivindica la existencia de un pueblo y conciencia andaluces. A pesar de las pretensiones idealistas, no fue posible una organización política andaluza propia.
El Andalucismo se manifestó en la cultura, preocupándose por remediar la situación de miseria andaluza, pero también en la política, destacando en ambas la figura de Blas Infante.

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