España: De la Guerra Civil a la Dictadura Franquista (1936-1975)

La Guerra Civil Española (1936-1939)

Orígenes y Estallido

La Guerra Civil Española fue el conflicto más trascendental y devastador del siglo XX en España, y supuso la culminación de una larga serie de tensiones sociales, económicas y políticas que el país venía arrastrando desde el inicio del liberalismo en el siglo XIX. La victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 agravó la polarización ideológica de la sociedad y provocó que un sector del ejército, liderado por Mola, Sanjurjo y Franco, iniciara una conspiración para derrocar al Gobierno republicano. El asesinato del líder derechista Calvo Sotelo fue el detonante definitivo del levantamiento militar, que comenzó el 17 de julio en Marruecos y se extendió el 18 a la península, dando lugar a una guerra civil con dos zonas claramente diferenciadas tanto militar como políticamente.

La Zona Republicana

En la zona republicana, la sublevación provocó el colapso del Estado, y el gobierno de José Giral distribuyó armas entre partidos y sindicatos de izquierda, lo que dio lugar a una estructura de poder revolucionario basada en comités populares, sindicatos y partidos obreros. Esta revolución social, especialmente impulsada por anarquistas y socialistas, llevó a la colectivización de tierras, fábricas, transportes y servicios en muchas zonas del país, sobre todo en Aragón, Cataluña, Valencia y Andalucía. Sin embargo, esta situación descontrolada generó conflictos internos entre las distintas fuerzas del Frente Popular. En un intento por reconstruir la autoridad del Estado, el presidente Azaña encargó en septiembre de 1936 la formación de un gobierno de concentración a Francisco Largo Caballero, que integró a socialistas, comunistas y anarquistas. Bajo su liderazgo se creó el Ejército Popular de la República, se reorganizó la economía de guerra y se adoptaron medidas para reforzar el control estatal, aunque siguieron existiendo tensiones entre quienes defendían una revolución social y quienes creían que había que priorizar la victoria militar.

Estas tensiones estallaron con los Sucesos de Mayo de 1937 en Barcelona, en los que se enfrentaron las milicias anarquistas y el POUM contra el gobierno catalán y fuerzas comunistas. El enfrentamiento provocó una crisis política que llevó al relevo de Largo Caballero por Juan Negrín, socialista moderado que contó con el apoyo del PCE y que buscó proyectar una imagen de orden y moderación en el exterior para ganar apoyos internacionales. Negrín promovió la nacionalización de la industria militar, la disolución del POUM y la centralización del poder, y en mayo de 1938 difundió sus Trece Puntos, una propuesta de paz que defendía una República democrática y moderada. A pesar de algunos éxitos militares como la batalla del Ebro, la situación de la República se fue deteriorando por la falta de suministros, las derrotas militares, la pérdida de apoyo popular y la inacción de las democracias occidentales. En marzo de 1939, un golpe de Estado liderado por Casado y Besteiro derrocó a Negrín y buscó negociar la rendición con Franco, sin éxito.

El Bando Sublevado

En el bando sublevado, aunque inicialmente no había un liderazgo claro tras la muerte de Sanjurjo, Franco fue ganando protagonismo por sus victorias militares y sus vínculos con Alemania e Italia. Fue nombrado jefe del Estado y Generalísimo en octubre de 1936 y consolidó el poder político y militar en su figura. La Junta Técnica de Gobierno y la posterior creación de un partido único, la FET y de las JONS, mediante el Decreto de Unificación de abril de 1937, sentaron las bases del nuevo régimen franquista, de inspiración fascista, católica y autoritaria. Se abolieron las libertades democráticas, se eliminaron los estatutos de autonomía y se instauró un Estado centralizado, nacionalista y represivo. La Iglesia católica jugó un papel esencial en la legitimación del nuevo régimen, al calificar la guerra como una cruzada contra el comunismo y el desorden republicano. Además, se instauró un modelo social tradicionalista, con una fuerte represión de la mujer mediante la Sección Femenina de la Falange, y se llevaron a cabo ejecuciones y represalias masivas contra los republicanos, intelectuales y sindicalistas.

Contexto Internacional y Apoyos

A nivel internacional, la Guerra Civil se desarrolló en un contexto marcado por la crisis de las democracias y el auge de los totalitarismos. Los sublevados recibieron apoyo decisivo de la Alemania nazi, que envió la Legión Cóndor, y de la Italia fascista, que proporcionó tropas y aviones. También contaron con el respaldo de Portugal, el Vaticano, y el suministro de combustible por parte de empresas estadounidenses. Por su parte, la República fue apoyada por la Unión Soviética, que envió armamento y técnicos militares, y por México, que ofreció ayuda diplomática y acogió a exiliados. Las Brigadas Internacionales, formadas por unos 40.000 voluntarios antifascistas de más de 50 países, fueron otro de los apoyos clave, aunque simbólicos. No obstante, la política de no intervención impuesta por Francia y Reino Unido dejó a la República en inferioridad internacional.

Fin de la Guerra y Victoria Franquista

Finalmente, la superioridad militar del bando sublevado, su unidad política bajo el liderazgo de Franco, el aislamiento internacional de la República y el desgaste humano y material llevaron a la derrota republicana. En febrero de 1939 las potencias europeas reconocieron el gobierno de Franco y el 1 de abril se proclamó oficialmente el fin de la guerra, comenzando una dictadura que perduraría hasta la muerte de Franco en 1975.

La Dictadura Franquista (1939-1975)

Primera Etapa (1939-1959): Totalitarismo y Autarquía

Tras el final de la Guerra Civil en 1939, se consolidó en España una dictadura liderada por Francisco Franco que perduró hasta su muerte en 1975. Durante la primera etapa del régimen, entre 1939 y 1959, se intentó construir un Estado totalitario de inspiración fascista, basado en la concentración absoluta del poder en la figura del Caudillo. Franco asumió los títulos de Jefe del Estado, del Gobierno, del partido único (FET de las JONS) y del Movimiento Nacional, encarnando todos los poderes sin ningún tipo de control institucional.

Pilares Ideológicos del Franquismo

El régimen se sustentaba en varios pilares ideológicos:

  • Un fuerte anticomunismo, reforzado tras el inicio de la Guerra Fría en 1945.
  • Un rechazo total al parlamentarismo y al liberalismo, que se asociaban con la masonería y la decadencia nacional.
  • Un nacionalcatolicismo que convirtió al catolicismo en la religión oficial del Estado y otorgó a la Iglesia un papel dominante en la vida social y educativa.
  • La defensa de la unidad nacional, con prohibición de las lenguas y culturas regionales como el catalán, gallego o vasco.
  • Un tradicionalismo que idealizaba el pasado imperial y la figura de Franco como salvador de España frente a los enemigos internos y externos.
  • Un militarismo que hizo del ejército un símbolo central del régimen.

También adoptó rasgos del fascismo europeo, como la exaltación del líder, el uso de símbolos, uniformes, partido único y violencia política, aunque tras 1945 estos aspectos se suavizaron para evitar el rechazo internacional.

Base Social y Oposición

Socialmente, la dictadura se apoyó en la oligarquía agraria y financiera, beneficiadas por las políticas económicas del régimen, y en las clases medias rurales del interior de España, profundamente católicas. En cambio, las clases medias urbanas y las trabajadoras no mostraron apoyo al franquismo, aunque en los primeros años no hubo oposición activa debido a la represión y la miseria. Con el tiempo, especialmente en los años 60, la mejora económica generó cierto consenso entre sectores sociales que antes eran indiferentes o contrarios al régimen.

Estructura Política y Represión

Políticamente, Franco prohibió los partidos y reprimió duramente a quienes habían apoyado a la República. En 1937 se creó el partido único, la FET de las JONS, luego llamado Movimiento Nacional. Dentro del régimen convivieron varias familias políticas subordinadas al Caudillo: la Falange, que controló la vida social y económica al inicio pero perdió peso tras la derrota del Eje; los militares, que tuvieron gran influencia, con figuras clave como Carrero Blanco; la Iglesia católica, que legitimó el régimen a cambio de poder y financiación; y los monárquicos, que esperaban la restauración con don Juan de Borbón, aunque Franco se negó y mantuvo el control total de la jefatura del Estado.

Las Leyes Fundamentales

El régimen no adoptó una Constitución, pero sí varias leyes orgánicas que conformaron su estructura institucional, conocidas como Leyes Fundamentales:

  • El Fuero del Trabajo (1938), que prohibía los sindicatos libres y creaba un sindicato único vertical.
  • La Ley de Cortes (1942), que establecía unas Cortes sin poder legislativo real y no elegidas democráticamente.
  • El Fuero de los Españoles (1945), que enumeraba derechos desde una visión católica y tradicional, sin garantías efectivas.
  • La Ley de Referéndum (1945).
  • La Ley de Sucesión (1947), que declaraba España un reino sin rey y daba a Franco el poder de elegir sucesor.
  • Los Principios del Movimiento (1958), que fijaban los valores inalterables del régimen.

Política Económica: Autarquía y Apertura

Económicamente, España aplicó una política autárquica, inspirada en el modelo de Hitler y Mussolini, basada en la autosuficiencia, el intervencionismo estatal, el control de precios y el racionamiento. Se creó el INI para impulsar la industria, pero el resultado fue pobreza, corrupción y un mercado negro muy extendido. Tras la Segunda Guerra Mundial, el país sufrió un fuerte aislamiento internacional por su vinculación con el Eje. Solo Argentina, bajo Perón, mantuvo relaciones estrechas y envió ayuda. Sin embargo, el contexto de la Guerra Fría permitió que EE. UU. reconsiderara su postura y en 1953 firmara acuerdos con España, estableciendo bases militares y enviando ayuda económica. Ese mismo año, se firmó un nuevo Concordato con el Vaticano. En 1955, España ingresó en la ONU, iniciando el fin del aislamiento.

Represión y Oposición Interna

En el ámbito interior, la represión fue intensa desde 1939. Las leyes de Responsabilidades Políticas y de Represión del Comunismo y la Masonería permitieron encarcelar y someter a trabajos forzados a miles de personas. En cuanto a la oposición, el gobierno de la República en el exilio perdió relevancia tras el ingreso de España en la ONU en 1955. Los maquis, guerrilleros escondidos en el monte, intensificaron su actividad tras 1945, pero el PCE abandonó la lucha armada en 1948. Las primeras huelgas obreras de 1946-47 fueron duramente reprimidas. El PSOE quedó muy debilitado, dividido entre exiliados e interior, mientras que el PCE se convirtió en el principal referente de la oposición clandestina. Anarquistas y republicanos casi desaparecieron. Hacia 1962 surgieron las Comisiones Obreras, impulsadas por el PCE, aprovechando lagunas legales e infiltrándose en el sindicato vertical, marcando el inicio de una nueva forma de resistencia obrera.

Segunda Etapa (1959-1975): Desarrollismo y Crisis

Tras el final de la Guerra Civil, se consolidó en España un régimen dictatorial encabezado por Francisco Franco, que se mantuvo en el poder hasta su muerte en 1975. El franquismo atravesó dos etapas claramente diferenciadas: una primera marcada por el autoritarismo totalitario y la autarquía económica, y una segunda, desde 1959, caracterizada por el desarrollismo económico y un intento de institucionalización del régimen sin abandonar su carácter dictatorial. Esta segunda etapa comenzó con un giro en la política económica, tras el fracaso evidente del modelo autárquico. En 1959 se impulsó el Plan de Estabilización, diseñado por tecnócratas del Opus Dei, que buscaba frenar la inflación, liberalizar la economía y abrirse al exterior. Gracias a la ayuda internacional, especialmente de EE. UU., y a la inversión extranjera, la economía española inició un proceso de crecimiento acelerado, reduciendo el déficit y modernizando ciertos sectores.

El Desarrollismo Económico

Durante la década de los sesenta, el gobierno intentó consolidar este crecimiento mediante la aprobación de Planes de Desarrollo, que buscaban planificar el crecimiento económico a través de incentivos fiscales, reestructuración industrial y creación de polos de desarrollo en zonas deprimidas. Aunque la planificación no alcanzó sus objetivos, el país vivió una profunda transformación económica.

Transformación Económica Detallada

La industria se convirtió en el motor principal del crecimiento, impulsada por capital extranjero, tecnología importada y bajos salarios. Sectores como la automoción, la química o la construcción naval tuvieron un gran desarrollo, al igual que ciertas regiones como Madrid, Sevilla o Ferrol. La agricultura también experimentó cambios gracias a la mecanización y a las políticas de concentración parcelaria y expansión del regadío. El sector terciario vivió una fuerte expansión, con el turismo como gran protagonista gracias a los bajos precios y el atractivo clima, lo que generó divisas y fomentó la modernización de infraestructuras.

Cambios Sociales

Paralelamente, se produjeron importantes transformaciones sociales. La emigración rural hacia las ciudades y al extranjero fue masiva, con más de un millón de españoles trasladándose a países como Alemania o Francia, lo que ayudó a reducir el desempleo y a aumentar las remesas, aunque también generó desequilibrios regionales y desarraigo social. La población creció de forma acelerada, pero el régimen no amplió proporcionalmente los servicios públicos, provocando carencias en sanidad, educación y vivienda. Surgió también una incipiente sociedad de consumo con la generalización del uso de electrodomésticos, el coche y la televisión. Estos cambios propiciaron una mentalidad más moderna, sobre todo entre los jóvenes, que contrastaba con el tradicionalismo del régimen y debilitaba la influencia de la Iglesia.

Inmovilismo Político y Oposición en los 60

En el plano político, los años sesenta estuvieron marcados por el inmovilismo. Aunque se aprobaron algunas reformas legales, como la Ley de Prensa o la Ley de Libertad Religiosa, la represión continuó siendo la respuesta del régimen ante cualquier oposición. La tensión aumentó con el alejamiento progresivo de la Iglesia Católica tras el Concilio Vaticano II, el resurgir de los nacionalismos, especialmente con la aparición de ETA en 1959, y el crecimiento de la conflictividad laboral desde 1961. En 1962, la oposición liberal en el exilio celebró la reunión de Múnich, lo que provocó una dura reacción del régimen. La ejecución de Julián Grimau en 1963 suscitó protestas internacionales. A pesar de algunos intentos por mejorar la imagen del régimen, como la designación de Juan Carlos de Borbón como sucesor en 1969, no se produjeron verdaderas reformas democratizadoras.

La Fase Final del Franquismo (Años 70)

En la fase final del franquismo, durante los años setenta, la oposición al régimen creció notablemente. Se fortaleció el movimiento obrero clandestino con la consolidación de CCOO, así como la protesta universitaria, mientras los tribunales especiales como el Tribunal de Orden Público se encargaban de la represión. El Concilio Vaticano II también estimuló movimientos católicos críticos con el régimen, que colaboraban con la oposición y el movimiento sindical. Incluso en el ejército surgieron voces disidentes, como la Unión Militar Democrática. En Cataluña se organizó la Asamblea de Cataluña, mientras en el País Vasco ETA ganaba influencia y protagonismo, con acciones terroristas como el atentado de 1968 y el posterior Juicio de Burgos en 1970, que generó una gran reacción internacional.

Crisis del Régimen y Muerte de Franco

A medida que Franco envejecía, dentro del régimen surgieron dos posturas: los aperturistas, partidarios de introducir reformas para garantizar la continuidad del sistema, y el «búnker«, defensor del inmovilismo y la represión. En 1973, se separaron las jefaturas de Estado y de Gobierno y Carrero Blanco, figura clave del franquismo, fue nombrado presidente del gobierno, aunque fue asesinado por ETA ese mismo año en un atentado que supuso un duro golpe al régimen. Carlos Arias Navarro asumió el gobierno con una postura ambigua entre reforma e inmovilismo, expresada en su discurso del 12 de febrero, pero finalmente optó por la línea dura. La represión se intensificó con las ejecuciones de Salvador Puig Antich (1974) y cinco militantes del FRAP y ETA (1975), que causaron una fuerte condena internacional. En 1975, el conflicto del Sáhara Occidental marcó otro momento crítico. Marruecos organizó la Marcha Verde para reclamar el territorio, y el gobierno español, debilitado por la enfermedad terminal de Franco, cedió la colonia a Marruecos y Mauritania, incumpliendo el mandato de la ONU. El 20 de noviembre de ese mismo año, Franco murió tras una larga agonía, dejando un país modernizado en lo económico, profundamente cambiado en lo social, pero atado a un sistema político obsoleto. Poco después se inició la Transición a la democracia, que culminaría con la aprobación de la Constitución de 1978.

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