España en el Siglo XVIII: Reformas Borbónicas y Auge de la Ilustración

Comunidades y Germanías

Con el rey Carlos I comenzaron los Austrias en 1517. El nombramiento de nobles extranjeros para los altos cargos, como el de Adriano de Utrecht como regente del reino, y su partida para ser coronado emperador en 1520 tras haber convocado cortes para obtener fondos para el viaje, provocaron la sublevación de las principales ciudades castellanas con Toledo a la cabeza. En estas, el poder municipal fue sustituido por comunas, integradas por artesanos, comerciantes y miembros de la baja nobleza y el bajo clero.

El conflicto se radicalizó y se convirtió en una rebelión antiseñorial, por lo que la nobleza, hasta entonces al margen, unió sus fuerzas a las del rey y los comuneros fueron derrotados en Villalar (1521), ajusticiando a sus líderes: Padilla, Bravo y Maldonado.

El movimiento de las Germanías (1519-1522) se inició en Valencia y se extendió a Murcia y Mallorca. Desde el principio tuvo un carácter social. El rey había confirmado a los artesanos el permiso para formar una milicia –Germanía– en caso de ataque de los piratas berberiscos. Tras reunirse en junta, proponen la reducción de los privilegios de los nobles. El conflicto se radicaliza hasta llegar a la rebelión, en la que las germanías se hicieron con el poder municipal. El ejército imperial, con el apoyo de la nobleza, acabó con la rebelión.

La Unidad Ibérica

Felipe II solo recibió una parte de la herencia paterna, pues Carlos, consciente de la dificultad de gobernar tan distintos territorios, en 1556, dejó el título imperial y la corona de Austria a su hermano Fernando.

En 1578 murió el rey de Portugal Sebastián I. Sin descendientes directos, el trono pasa a su tío abuelo, el cardenal Enrique, que muere dos años después también sin descendientes. Siguiendo la línea sucesoria, el heredero legítimo era Felipe II, lo que significó la unión dinástica de ambas coronas y, por tanto, la unidad ibérica. Parte importante de la nobleza y los grandes comerciantes portugueses pensaban que la unión podía traer importantes beneficios políticos y económicos. Las clases populares portuguesas, sin embargo, no veían con buenos ojos la anexión a España. Finalmente, Felipe II decidió la invasión de Portugal, que encargó al Duque de Alba. Las tropas castellanas llegaron a Lisboa sin encontrar apenas resistencia. Las Cortes portuguesas proclaman rey a Felipe II en 1581.

Tras la abdicación de su padre, asentó su Corte en Madrid, poniendo fin a la tradicional corte itinerante. Esto le alejó de sus posesiones europeas y fue dotando a su monarquía de un carácter más hispánico. Tuvieron más en cuenta los intereses de Castilla, que era la que financiaba la mayor parte de su política.

La política exterior de Felipe II se centró en la defensa del catolicismo y la lucha contra los turcos (Lepanto, 1571). Pero surgieron nuevos problemas, como la sublevación de los Países Bajos (1548-1668) y la rivalidad con Inglaterra, que condujo a la derrota de la Armada Invencible en 1588.

El Modelo Político de los Austrias

La monarquía hispánica del siglo XVI debía gobernar territorios con diferentes leyes, instituciones y tradiciones, mientras que seguían existiendo poderes paralelos al de la corona, como el de la nobleza, la iglesia, las ciudades o las cortes. Los Austrias van a continuar afirmando su autoridad mediante un progresivo control de estos poderes y adoptando un gobierno basado en sínodos (polisinodial) o Consejos.

  • Consejo de Estado: presidido por el rey, se ocupa de asuntos de política exterior y cuestiones de estado.
  • Consejos Territoriales: de Castilla, Aragón, Italia, Indias, Portugal y Flandes.
  • Consejos asesores: tenían competencia en todos los reinos, como el Consejo de Estado, Hacienda o Inquisición, Órdenes Militares y el de Guerra (separado por Felipe II del Consejo de Estado).

En el ámbito territorial, la diversidad era grande, aunque algunas instituciones eran similares en varios territorios: los virreyes, que suplían al monarca en algunos territorios, y las Audiencias, que funcionaban como tribunales de justicia, aunque cada uno de estos territorios tenía sus propias leyes e instituciones de gobierno.

Gobierno de Validos y Conflictos Internos

Con Felipe III se inició la práctica de la privanza o delegación de las cuestiones de gobierno en manos de un hombre de confianza: el privado o valido. El valido carecía de cargo oficial, pero en la práctica actuaba como un auténtico primer ministro. El valido de Felipe III fue el duque de Lerma, político mediocre y ambicioso que colocó en todos los cargos importantes a sus parientes y amigos. El hecho más destacado en política interior durante el reinado de Felipe III fue la expulsión de los moriscos, decretada en 1609.

Muy diferente a los anteriores fue el Conde Duque de Olivares, valido de Felipe IV, que puso en marcha una serie de reformas para aumentar los recursos de la monarquía. Además, intentó implantar un modelo centralista en reinos periféricos. La propuesta provocó el rechazo general, produciéndose importantes enfrentamientos. Estos sucesos acentuaron la impopularidad del valido y, en 1643, Felipe IV le apartó de la política.

Durante la primera parte del reinado de Carlos II ejerció la regencia su madre, Mariana de Austria, quien confió el gobierno a validos como el jesuita alemán Nithard o a Fernando de Valenzuela. Durante el reinado de Carlos II gobernaron el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa, llevando a cabo una política financiera de reducción de impuestos.

La Crisis de 1640

En el siglo XVII, España, y sobre todo Castilla, sufre una profunda depresión económica y un notable descenso demográfico, a lo que se suma el desprestigio de los monarcas, que delegan su poder en manos de validos.

El Conde Duque de Olivares puso en marcha una serie de reformas para aumentar los recursos de la monarquía, como la Unión de Armas, un ejército común financiado por los diferentes reinos. Además, se intentó implantar como sistema de organización política el modelo castellano en todos los territorios. La propuesta provocó el rechazo general, produciéndose importantes enfrentamientos.

El 7 de junio de 1640 se produjo en Barcelona el denominado Corpus de Sangre, que empezó como un altercado entre segadores y funcionarios reales y que derivó en un motín general. El virrey, el conde de Santa Coloma, fue asesinado y los funcionarios reales, perseguidos. Se envió un ejército de 30.000 hombres. Los catalanes pidieron ayuda a Francia y, en enero de 1641, Cataluña se convirtió en república bajo la protección de Francia. La crisis económica, unida a un nuevo brote de peste y a la opresión francesa, provocó el agotamiento de los catalanes, que se rindieron en 1652, con la condición de que se respetaran sus antiguos fueros.

Las Cortes portuguesas, aprovechando la rebelión catalana, proclamaron rey al Duque de Braganza con el nombre de Juan IV. Todos los intentos de España por recuperar el dominio de Portugal fracasaron (derrota de Villaviciosa en 1665). La nueva monarquía portuguesa se consolidó con la ayuda de Francia e Inglaterra, y España tuvo que reconocer, finalmente, su independencia en 1668, durante el reinado de Carlos II.

El Ocaso del Imperio Español en Europa

En el reinado de Felipe III se interrumpió la tendencia belicista del siglo anterior: paz con Inglaterra y con Holanda (la Tregua de los Doce Años, 1609-1621). Pero un conflicto con Alemania derivó en la Guerra de los Treinta Años, con dos grandes bandos: los Habsburgo (austriacos y españoles), que pretendían mantener su hegemonía en Europa, y las potencias rivales, lideradas por Francia.

A partir de 1621, año en que finalizó la Tregua de los Doce Años, se renovaron las hostilidades entre España y Holanda. En 1648 acabó la Guerra de los Treinta Años con la Paz de Westfalia. España reconoció la independencia de las Provincias Unidas (Holanda), continuando en solitario la guerra contra Francia hasta 1659, cuando, por la Paz de los Pirineos, cedió a Francia el Rosellón, la Cerdaña, la región del Artois y algunas plazas flamencas. España perdió así su hegemonía en Europa.

Durante el reinado de Carlos II se reconoció la independencia de Portugal (1668). Por otro lado, España fue víctima de la política agresiva y expansionista de Luis XIV. Por la Paz de Nimega (1678), España entregó a Francia el Franco Condado y otras plazas flamencas. Al final del reinado de Carlos II, España se ve envuelta nuevamente en las disputas de las grandes potencias, que pelean por obtener la sucesión española (Guerra de Sucesión, 1702-1713).

El Siglo de Oro

La expresión cultural del siglo XVII está representada por la cultura barroca, ya que sus manifestaciones reflejan la visión del mundo propia de una época conflictiva, en un escenario de crisis general que contrastaba con el optimismo renacentista. Como en toda época de crisis, existía el riesgo de que el descontento social desembocara en rebeliones y protestas, por lo que los poderosos (monarquía, Iglesia y nobleza) se sirvieron de la cultura barroca como instrumento de dominación ideológica, sobre todo a través del arte y el teatro, principales medios de comunicación de la época. Esta cultura se va a caracterizar por ser propagandística, ya que exaltará los valores de quienes controlan el poder, y conservadora, pues tiende a mantener el orden social establecido. Pretende captar la voluntad del pueblo.

Aunque hay que destacar que en España se superó en la producción literaria y artística el alto nivel alcanzado en la centuria anterior, lo que ha justificado la denominación de Siglo de Oro a la mayor parte de este periodo. Destacan pintores de carácter secular como Murillo y Velázquez (pintor de Felipe IV). En literatura, sobresalen autores como Miguel de Cervantes, Góngora, Quevedo, Lope de Vega o Calderón de la Barca. El tema del desengaño, de la caducidad de la vida y de la vanidad de las ilusiones terrenas es recurrente.

La Guerra de Sucesión y el Sistema de Utrecht

La muerte sin descendencia de Carlos II, en 1700, provoca una lucha en Europa por la sucesión española entre los Borbones (franceses) y los Habsburgo (austríacos). Otras potencias, como Holanda o Inglaterra, quieren evitar que una de las dos naciones se convierta en una gran potencia. En España, la opinión también estaba dividida: algunos apoyan a los Borbones porque piensan que traerán una política más centralista y equilibrada en el reparto de las cargas (Castilla); otros apoyan a los Habsburgo porque quieren que se continúe el respeto a los fueros de los reinos (Aragón).

Carlos II había nombrado como heredero al francés Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV. En España, la guerra civil se inicia en 1705, cuando la Corona de Aragón se levanta contra Felipe V y nombra rey al pretendiente austriaco: el archiduque Carlos. La guerra acaba cuando Carlos es elegido emperador de Alemania, tras la muerte de su hermano, lo que plantea una nueva amenaza para Europa, e Inglaterra presiona para firmar la paz. En España, la guerra finaliza con la victoria de Felipe V, tras una dura resistencia de Cataluña.

Para conseguir la paz, firmada en Utrecht (entre 1712 y 1714), con el resto de las naciones, Felipe debe hacer amplias concesiones: renuncia a todo derecho a la sucesión francesa, cede sus territorios europeos a Austria (Países Bajos e Italia) y algunos enclaves vitales para el control del mar a Inglaterra, como Gibraltar y Menorca, además de algunos derechos comerciales que van a romper el monopolio comercial en América. Tras la firma de la Paz de Utrecht, se establece un equilibrio de poder entre las diferentes potencias.

La Práctica del Despotismo Ilustrado: Carlos III

El despotismo ilustrado era una práctica política que pretendía introducir reformas destinadas a fortalecer el poder del Estado mediante una administración más racional, eficaz y centralizada, con el objetivo de mejorar las condiciones de vida del pueblo. Carlos III y sus ministros (Floridablanca, Campomanes y Aranda) fueron los mejores representantes del despotismo ilustrado en España.

Las medidas más destacadas fueron:

  • Se autorizó el libre comercio directo con América.
  • La industria se estimuló mediante la creación de fábricas reales de artículos de lujo (tapices, porcelanas, relojes) para evitar la importación de estos costosos productos.
  • En cuanto a la agricultura, se encarga a Jovellanos un informe sobre las «manos muertas».
  • La creación de Sociedades Económicas de Amigos del País sirvió para mejorar las prácticas agrícolas del campesinado.
  • Frente a la Iglesia, se intentó una política de control o regalismo, que en la práctica se redujo a la expulsión de los jesuitas.
  • Se estimuló la educación y la ciencia, considerados por los ilustrados como el motor del progreso. Se crearon Reales Academias (Historia, Artes, Lengua), museos (Prado) y centros de investigación (Jardín Botánico, Observatorio Astronómico, en el Paseo del Prado de Madrid).

Aunque tras el estallido de la Revolución Francesa el movimiento ilustrado fue dejado de lado, muchas de estas reformas se mantuvieron y continuarán en el siglo XIX.

Evolución de la Política Exterior en Europa

El cambio de dinastía supone un giro total en la política exterior española. Se produjo un acercamiento a Francia. Esta alianza se plasmó en los Pactos de Familia, que se firmaron en 1733, 1743 y 1761, respectivamente, por los cuales España participó en el conflicto entre Gran Bretaña y Francia.

El estallido de la Revolución Francesa supone un paréntesis en la alianza con Francia, pues España participa en las Guerras de Coalición (1793-1795). Tras la Paz de Basilea, España vuelve a su antigua política de alianza con Francia (Primer Tratado de San Ildefonso, 1796, y Segundo Tratado de San Ildefonso, 1800). La consecuencia fue el desastre de Trafalgar (1805), que supuso la destrucción de la flota española y tuvo dos consecuencias: Gran Bretaña quedó con vía libre en el mar y Napoleón emprendió el Bloqueo Continental. Para llevar a cabo esa política, Napoleón decide intervenir en España y firma en 1807 el Tratado de Fontainebleau, por el cual España se adhiere al bloqueo y permite la entrada de las tropas francesas en España para la ocupación de Portugal, aliada de Gran Bretaña.

La Política Borbónica en América

La nueva dinastía borbónica impuso cambios administrativos en América, con el fin de controlar con más eficacia a las colonias para obtener de ellas un mejor rendimiento económico.

  • El Consejo de Indias fue perdiendo competencias a favor de las correspondientes secretarías, al igual que la Casa de Contratación, que se disolvió en 1790.
  • A los dos virreinatos existentes, Nueva España y Perú, se añadieron otros dos: Nueva Granada y Río de la Plata.
  • Se creó un ejército regular americano y se establecieron intendencias.
  • También se adoptaron medidas económicas a lo largo del siglo:
    • En un primer momento, se crearon compañías comerciales, como la Compañía Guipuzcoana de Caracas.
    • En 1735, se suprimió el tradicional sistema de flotas y galeones por barcos autorizados.
    • Los decretos de 1765 y 1778 autorizaron el libre comercio directo.

La mayoría de las manufacturas enviadas a América eran extranjeras, y el volumen de contrabando era superior al comercio legal.

La Ilustración en España

Esta corriente del pensamiento llega a España de la mano de Carlos III a mediados del siglo XVIII, con la protección del Estado. Carlos III, anteriormente rey de Nápoles, intenta introducir las nuevas ideas en España, pero se va a encontrar con la resistencia de buena parte de la sociedad. La universidad española estaba en manos de gentes muy apegadas a la antigua enseñanza de teología y derecho canónico, que rechazan los intentos de introducir nuevas disciplinas más acordes con las necesidades de la sociedad. Por ello, se crean Academias Reales (Historia, Artes, Lengua), colegios, museos (Prado) y centros de investigación (Jardín Botánico, Observatorio Astronómico, en el Paseo del Prado de Madrid). La Inquisición pierde influencia.

Los escritores y pensadores españoles critican las instituciones del Antiguo Régimen y defienden el liberalismo. En materia religiosa, van del escepticismo a la crítica, lo que les trajo problemas con la Inquisición. Economistas como Jovellanos (Ley Agraria), ensayistas como José Cadalso (Cartas Marruecas) y Feijoo, y poetas y dramaturgos como Nicolás Fernández de Moratín son buenos ejemplos.

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