Etapas de la Dictadura Franquista y el Contexto Internacional: Del Aislamiento al Reconocimiento Exterior
La evolución del régimen estuvo muy condicionada por la política internacional.
A. Etapa Totalitaria y Alineamiento con el Eje
El nuevo Estado comenzó como una dictadura totalitaria que firmó el acuerdo de asociación al Eje Berlín-Roma-Tokio. En septiembre, al estallar la II Guerra Mundial, España se convirtió en aliada de las potencias fascistas, y los falangistas adquirieron una clara primacía en el Gobierno, con Serrano Súñer al frente.
En octubre de 1940, una vez que los alemanes arrasaron Francia, se produjo la entrevista de Hendaya entre Franco y Hitler, que resultó un fracaso rotundo. Eso no impidió el envío en 1941 de la División Azul, una unidad de voluntarios, para apoyar la ofensiva de las tropas nazis contra la URSS.
B. La Vuelta a la Neutralidad y el Ascenso de la Derecha Autoritaria Católica
Sin embargo, a partir de 1943 las derrotas del Eje determinaron el acercamiento de Franco a los Aliados, temeroso de que estos decidieran intervenir en España una vez terminada la guerra. Por ello, Franco volvió al estatuto de neutralidad, apartó del gobierno a los falangistas y germanófilos más destacados, y nombró para puestos clave a ministros católicos como Martín Artajo.
C. El Fin de la II Guerra Mundial y la Etapa de Aislamiento Internacional
En 1945, sin embargo, la posición de la dictadura se hizo muy difícil. Tras la victoria, los dirigentes aliados denunciaron el apoyo de Franco a Alemania e Italia durante la guerra. La postura de bloqueo frente a España fue creciendo, y en febrero de 1946 la Asamblea de la recién creada Organización de las Naciones Unidas (ONU) votó en contra de la entrada de España en sus organismos. Días después, Estados Unidos (EE. UU.), Francia y el Reino Unido firmaron una declaración pública en la que sugerían la retirada de embajadores, y en junio el Consejo de Seguridad de la ONU declaraba al régimen español una amenaza potencial a la paz internacional. España, además, quedaba excluida del Plan Marshall.
El bloqueo económico y diplomático se fue cerrando, y la autarquía se convirtió entonces en una necesidad, agravando la situación económica aún más y prolongándose las secuelas de hambre y miseria. Fue Argentina, bajo el gobierno dictatorial de Perón, el único país que mantuvo su embajador y su alianza con España. En el interior, la dictadura intentó lavar su imagen. Aumentó la influencia de la Iglesia y el número de ministros católicos. Las relaciones con los monárquicos, sin embargo, se habían ido enfriando conforme se afirmaba la voluntad de continuidad del Caudillo.
D. El Reconocimiento Internacional
A partir de 1948, sin embargo, la situación internacional comenzó a cambiar a favor del régimen. El inicio de la Guerra Fría entre EE. UU. y la URSS hizo que las potencias occidentales hicieran la vista gorda ante el franquismo para incorporar a España a la alianza anticomunista. La presión diplomática se fue difuminando y comenzaron a levantarse las restricciones comerciales, al tiempo que se producían declaraciones favorables al fin del aislamiento.
El acontecimiento decisivo en la ruptura del aislamiento fue la firma de los acuerdos bilaterales militares y económicos con Estados Unidos (EE. UU.), que permitió la instalación de bases norteamericanas en España en 1953. El acuerdo militar fijaba el establecimiento de cuatro bases de uso conjunto: Torrejón de Ardoz, Zaragoza, Morón y la naval de Rota. El acuerdo económico se concretó en 1.180 millones de dólares en ayudas de todo tipo. Ese mismo año se firmó un nuevo Concordato con el Vaticano, una reafirmación de la alianza entre la Iglesia y el franquismo que suponía un nuevo respaldo internacional.
También en 1956 España reconocía la independencia de Marruecos e iniciaba el proceso de descolonización del Protectorado, siguiendo las recomendaciones de la ONU.
El fin del aislamiento y los primeros síntomas de recuperación coincidieron con una importante crisis política. Las ayudas americanas no eran suficientes para salvar la situación de crisis, y en la calle surgieron los primeros síntomas de descontento por la carestía y el hambre. Dentro del régimen aumentaba la presión de los que defendían la necesidad de acabar con los vestigios de la autarquía y liberalizar la economía, y de proceder a su apertura al exterior para reorientar un Estado que se hallaba al borde de la quiebra. De este modo, la situación económica, el aumento de la protesta social y las nuevas relaciones internacionales obligaron a Franco a un cambio de gobierno.
E. La Consolidación del Régimen
El gobierno formado por Franco el 25 de febrero de 1957 y los que le sucedieron en la década de 1960 supusieron un profundo giro en la orientación del franquismo y marcaron la transición de una primera etapa dominada por los principios del falangismo a una segunda etapa con un claro predominio de los llamados tecnócratas, algunos de ellos vinculados al Opus Dei, que aprobaron las leyes que acabaron por normalizar la organización del Estado, dándole una base jurídica de la que hasta entonces había carecido, y quienes pusieron en marcha la decisiva reforma económica de 1959. Esta nueva generación de políticos consideraba el crecimiento económico como la principal garantía de estabilidad social. Su perfil era más técnico que ideológico y su principal objetivo era incorporar unos criterios de racionalidad y eficiencia a la gestión del Estado que aseguraran la continuidad del régimen.
La década de 1950 terminaba de forma positiva para el régimen. La entrada en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial, unidas a la visita del presidente Eisenhower a España a finales de 1959, sirvió para generar la euforia y reforzar la imagen de Franco. Sin embargo, no se abandonó la línea política esencial del franquismo. Un año antes se aprobaba la sexta de las leyes orgánicas del franquismo, la Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958).
F. El Tardofranquismo
La mejora económica no abrió el camino a la apertura política. El régimen no dio la menor señal de querer variar el férreo control político y la restricción total de libertades. Las consecuencias fueron inmediatas:
- En primer lugar, se inició un proceso de distanciamiento entre la Iglesia y el régimen. El ascenso al papado de Juan XXIII y su inesperada renovación de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II agudizaron las tensiones, que irían agrandándose hasta llegar casi a la ruptura a partir de 1970.
- En segundo lugar, comenzaron a resurgir las tensiones nacionalistas. En 1959 nació ETA, Euskadi Ta Askatasuna, que rápidamente optó por la lucha armada como táctica para lograr la liberación nacional vasca. Ese mismo año fueron detenidos algunos catalanistas, acusados de distribuir panfletos antifranquistas en catalán.
- Un tercer frente lo constituyeron los conflictos laborales. Desde la primavera de 1961 se sucedieron las huelgas, concentradas sobre todo en los sectores punta de la industria.
En 1962, semanas después de que España pidiera entablar negociaciones para su adhesión a la Comunidad Económica Europea (CEE), un centenar de españoles se reunió en Múnich y aprobó una declaración en la que recomendaba la no admisión de España mientras no se restauraran las libertades. Eran dirigentes de la oposición: socialistas, nacionalistas vascos del PNV e incluso José María Gil Robles. Sin embargo, el régimen respondió con enorme dureza. La prensa franquista descalificó de forma virulenta el llamado «contubernio de Múnich», mientras se multiplicaban las detenciones de los dirigentes de la oposición.
La represión continuó al año siguiente, con la detención en Madrid del dirigente comunista Julián Grimau, quien, tras ser torturado y procesado sin garantía jurídica alguna, fue ejecutado en abril de 1963 en medio de un gran escándalo internacional.