Isabelinos eran liberales

A.- CLASIFICACIÓN DEL TEXTO 
El convenio de Vergara es un texto histórico circunstancial, que nos sirve de importante fuente para el estudio del final de la primera Guerra carlista.
Es una fuente primaria por ser un documento de época, y su naturaleza es política. Como su nombre indica es un convenio, es decir, un pacto o acuerdo entre las partes beligerantes, ratificado por los dos generales de los ejércitos isabelinos y carlistas, don
Baldomero Espartero, titulado Duque de la Victoria, y don Rafael Maroto.  
 El general
Espartero es uno de los protagonistas del reinado de Isabel II. Nacido en Ciudad Real en 1795, marchó a América para reprimir el primer levantamiento separatista, sin éxito, y regresó a España en 1825; fue regente de España durante la minoría de la reina, tras la renuncia de María Cristina, entre 1841 y 1843. Posteriormente, dirigíó los destinos del país durante el llamado bienio progresista (1854-1856), aunque su fama se la debe al triunfo obtenido sobre el general Maroto en la Guerra Carlista. 
Rafael Maroto, de ascendencia nobiliaria, nacíó en Lorca en 1783. Se distinguíó en la Guerra de la Independencia y también en la represión de los separatistas peruanos. Regresó a España y se inclínó por el bando carlista, siendo el general encargado de llevar a cabo la guerra final contra Espartero. Una vez firmado el Convenio de Vergara, se incorporó al ejército isabelino con el grado de capitán general, muriendo en un viaje privado en Chile en 1847.  
 La fecha y el lugar de la firma del documento vienen expresados al pie del mismo: 31 de Agosto de 1839, en Vergara, municipio de la provincia de Guipúzcoa (País Vasco). 
 Va dirigido en concreto a los militares y soldados de los dos ejércitos combatientes, y, en general a todo el pueblo español. 
B.- ANÁLISIS DEL TEXTO 
El texto consta de un breve preámbulo en el que se presentan a los dos personajes principales, el Capitán General don Baldomero Espartero, por parte del bando isabelino y el Teniente General don Rafael Maroto, por parte del bando carlista. A continuación aparecen tres artículos no consecutivos, pues falta el 3º, pero con una redacción completa de los mismos, pues no hay ninguna acotación expresa. El lenguaje utilizado es de tipo objetivo, sin que aparezcan términos difíciles de entender. El carácter militar del documento es evidente y las referencias a instituciones o personajes se limitan a la Constitución de 1837 y a la Reina-niña Isabel II, así como a su madre, la Reina Regente, doña María Cristina. 
La idea fundamental está recogida en el artículo 1º, y se refiere al compromiso del Gobierno de conceder y modificar los fueros de los territorios carlistas. Las ideas secundarias aparecen en los otros dos artículos y se refieren a la oferta del bando isabelino de respetar los empleos, grados y condecoraciones de los
mandos del ejército carlista, siempre que juren respeto a la Constitución y al trono, o bien la posibilidad de retirarse con el sueldo que les corresponda. 
El contenido del texto es sumamente conciliador. Más que un acuerdo de paz, en el que los vencedores aplastan a los vencidos y los someten al pago de impuestos de guerra o los hacen prisioneros, este Convenio, conocido también como Abrazo de Vergara, es un acuerdo para la satisfacción de ambas partes, ya que el vencedor, Espartero, promete hacer lo posible para que los fueros de los territorios carlistas sean restablecidos, así como el mantenimiento de los cargos militares con sus emolumentos a todos los que han luchado en el bando carlista, como así lo hicieron muchos, entre otros, el propio Maroto. También se concede la posibilidad de que los militares que no deseen jurar la Constitución de 1837 y a la reina Isabel II, se puedan retirar a sus casas, con el sueldo que les correspondiese. 
Es pues un pacto entre caballeros, que, a pesar de ello, no satisfizo al aspirante al trono, don Carlos María Isidro. 
C.- COMENTARIO DEL DOCUMENTO, CONTEXTO HISTÓRICO 
*Las circunstancias históricas que dan lugar a este documento se remontan a la década absolutista (1823-33), durante la cual se había ido formando en torno al príncipe Carlos Mª Isidro un partido que agrupaba a los representantes del absolutismo más recalcitrantes. El problema se agravó cuando en Marzo de 1830, Fernando VII, ante la confirmación del embarazo de su esposa, Mª Cristina, publicó la Pragmática Sanción, que su padre Carlos IV había presentado a las Cortes en 1788, por la cual se abolía la Ley Sálica, impuesta en España por Felipe V y que prohibía reinar a las mujeres, a no ser que hubiera desaparecido totalmente la línea sucesoria masculina. La pragmática fue aprobada entonces, pero no fue publicada debido al estallido de la Revolución Francesa y al cierre de las Cortes españolas en 1789.  
Durante los primeros años del reinado de Fernando VII, al no tener descendencia en ninguno de sus tres primeros matrimonios, el heredero al trono y Príncipe de Asturias era su hermano Carlos, el cual protestó abiertamente ante la publicación de la Pragmática Sanción. El nacimiento de una niña, en Octubre de 1830, y de otra en 1832, alejaron cada vez más las posibilidades de reinar de Carlos, el cual conspiró en contra de su hermano, aprovechando su enfermedad, lo que le valíó su destierro a Portugal, lugar donde se encontraba cuando murió Fernando VII. Desde allí se apresuró a enviar a la nacíón el manifiesto de Abrantes en el que reclamaba sus derechos al trono.  
 Comenzaba una larga Guerra Civil, la Primera Guerra Carlista, que iba a durar siete años (1833-1839). Respecto a los apoyos sociales de cada bando, en el isabelino o cristino se agruparon los liberales, que vieron en la defensa de los derechos de Isabel la posibilidad del triunfo de sus ideales. Estos contaron con el apoyo de las altas jerarquías del ejército y el Estado, los campesinos del sur peninsular y la mayoría de los habitantes de las ciudades. Por su parte, en los carlistas se agruparon todos los que se opónían a la revolución liberal:
Nobles, el clero (sobre todo el bajo) y muchos de los campesinos del norte. Todos estos grupos identificaron sus intereses con la defensa de los derechos al trono de Carlos. Geográficamente, el carlismo tuvo fuerte influencia en las zonas rurales de Navarra, País Vasco, Cataluña y el Maestrazgo (Castellón). El programa ideológico-político del carlismo se podía sintetizar en el lema “Dios, Patria, Fueros, Rey”. Su defensa se basaba en la oposición radical a las reformas liberales, inmovilismo, defensa de la monarquía absoluta, tradicionalismo católico y defensa de los intereses de la Iglesia, así como la defensa de los fueros vasco-navarros amenazados por las reformas igualitarias y centralistas de los liberales. Durante el conflicto, la posición internacional fue favorable a los liberales. El ejército isabelino recibía el respaldo de Portugal, Francia, y del Reino Unido (ayudas para el abastecimiento de armas y municiones y el envío de tropas). Los navíos británicos, por ejemplo, garantizaron el
abastecimiento de Bilbao durante el asedio, que en los primeros años de guerra había obsesionado a los generales carlistas. Las potencias de la Santa Alianza (Austria, Rusia y Prusia), muy alejadas del escenario de los hechos, se limitaron a dar su apoyo «moral» a los carlistas. Las tropas de don Carlos estaban mucho peor pertrechadas. La guerra, en el terreno bélico, tuvo dos grandes personajes: el carlista Zumalacárregui, muerto en el sitio de Bilbao en 1835, y el liberal Espartero. Tras unos primeros años de incierto resultado, a partir de 1837, las derrotas carlistas fueron continuas y Don Carlos terminó huyendo a Francia. La guerra concluyó con el denominado Convenio de Vergara (1839), acuerdo firmado por Espartero (al frente del ejército liberal) y Maroto (principal líder carlista tras la muerte de Zumalacárregui), aunque el general Cabrera seguiría luchando en le Maestrazgo , hasta ser derrotado en 1840. 
D.- CONCLUSIÓN: VALORACIÓN Y CONSECUENCIAS 
Este texto nos muestra los acuerdos que se firman entre el bando liberal o isabelino y el bando carlista tras la primera Guerra Carlista. Es importante porque daría fin a siete años de Guerra Civil, aunque quedase algún militar carlista aún sublevado, como el general Cabrera en el Maestrazgo hasta la caída de Morella en 1840. Podemos decir que las recomendaciones que don Baldomero Espartero promete hacer al Gobierno, fueron atendidas, pues el Convenio de Vergara supuso para el País Vasco la conservación de sus privilegios históricos y de sus fueros que fueron mantenidos hasta 1876 en que serán suprimidos después de la tercera guerra carlista por el gobierno de Cánovas del Castillo. También se respetó el derecho a seguir en el ejército o a retirarse con el sueldo que le correspondiese. Hay que decir que la mayoría de los mandos militares carlistas siguieron fieles al pretendiente al trono. 
Sin embargo, el Convenio de Vergara fue sólo un paréntesis en el problema carlista. La segunda guerra se reanudará en 1846 y perdurará hasta 1849, dirigida ahora por el aspirante conocido como Carlos VI. Una tercera guerra estallará tras el derrocamiento de Isabel II en 1868, dirigida por Carlos VII y con varias fases, coincidiendo con el reinado de Amadeo de Saboyá, la I República y la Restauración borbónica en la figura de Alfonso XII. No obstante, la derrota del carlismo representó una lenta pero imparable implantación en España de un régimen liberal.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *