La vuelta de los moderados (1863-1868)

En 1830 nace la única hija de Fernando VII, Isabel. El rey ya había mandado publicar la Pragmática Sanción (1789) por la cual se restablecía la sucesión tradicional de la monarquía hispánica permitiendo reinar a las mujeres herederas, e invalidando, por tanto la Ley Sálica. 

Tres años más tarde muere el monarca y comienza la regencia de María Cristina, que durará hasta la mayoría de edad de Isabel II, quien comienza a reinar en 1843 y terminará su reinado en 1868 durante el Sexenio Democrático. 

La primera etapa política de la reina Isabel II se conoce como la década moderada (1844- 1854), una etapa en la que los moderados intentan reforzar el poder de la corona y apuestan por la centralización desde el punto de vista territorial. Uno de los principales instrumentos de esta política será la Constitución Moderada de 1845, basada en los siguientes principios y medidas: establecimiento de la soberanía compartida de la Corona y las Cortes, amplios poderes de la Corona; limitación del poder de las Cortes, confesionalidad y exclusividad de la religión católica; sometimiento de los Ayuntamientos a la Administración Central; supresión de la Milicia Nacional y restricción del sufragio. 

De igual modo, durante la década moderada se realizan una serie de reformas administrativas, económicas y políticas que desarrollan las líneas de esta constitución:

-Administración centralizada que controlaba a los poderes territoriales: gobernadores civiles y a las diputaciones provinciales. 

– Creación de la Guardia Civil (1844) en sustitución de la Milicia Nacional. 

– Reforma fiscal que establecíó los impuestos directos e indirectos. 

– El Concordato con la Santa Sede (1851) – reconciliación de la Iglesia católica con el Estado español.

Esta etapa de gobierno moderado que generó muchos descontentos, sobre todo en las filas del partido progresista que con el restringido sufragio censitario veía imposible el acceso al poder. También sectores del partido conservador se mostraban descontentos por el ultraconservadurismo de algunos políticos como Bravo Murillo. Estos descontentos se van a unir en la Revolución de 1854, que desembocará en un pronunciamiento militar “La Vicalvarada” a las afueras de Madrid, con el objetivo de levantar a la guarnición de la capital, sin éxito. Este fracaso llevó a la redacción del “Manifiesto de Manzanares” redactado por Cánovas del Castillo que recogía propuestas progresistas para unir los esfuerzos y hacer caer al gobierno. 

Bajo este contexto de inestabilidad, la reina llamó a Espartero iniciándose el periodo conocido como Bienio Progresista (1854-1856), sustentado por la coalición de Espartero y O’Donnell. Se inició la redacción de una nueva constitución que no llegó a promulgarse, la Constitución Progresista Non Nata de 1856, que recogía los principios progresistas de soberanía nacional, amplia declaración de derechos, tolerancia religiosa, cortes bicamerales pero ambas electivas y restablecimiento de la Milicia Nacional, entre otras medidas. 

Durante este bienio, marcado por profundas tensiones políticas y sociales, se desarrollaron medidas políticas que afianzaron el régimen liberal basado en el modelo capitalista-industrial. Entre ellas destacan: la desamortización municipal de Madoz de 1855, que desamortizaba los bienes de propios y del común de los ayuntamientos; la ley de Ferrocarriles; y la Ley bancaria de 1856.

Por otro lado, la oposición al partido progresista se va a ir gestando rápidamente haciendo que muchas reformas solo se propongan, la constitución no llegó a entrar en vigor. Por un lado O’Donnell se situó en posiciones más conservadoras, fundando el partido “Uníón Liberal” que pretendía mantener la equidistancia entre moderados y progresistas, aglutinando a descontentos de los dos partidos. 

Las reformas que querían afianzar la economía industrial tuvieron la oposición de los sectores obreros que empezaban a tener protagonismo en la vida social española, sobre todo en Cataluña y el norte, provocando motines y huelgas que eran duramente reprimidas. En Diciembre de 1856 O’Donnell se alía con Narváez y los moderados, provocando la caída de Espartero. Se restauró la Constitución de 1845, poniendo fin al gobierno progresista. 

Finalmente, el Gobierno de la Uníón Liberal (1856-1868). Durante este periodo se suceden en el poder unionistas y moderados, solo teniendo cierta estabilidad el “gobierno largo” de O’Donnell entre 1858-1863, quien intentó asentar el régimen liberal en el plano económico desarrollando gran parte de la legislación que los progresistas habían puesto en marcha. En el plano de la política exterior se inició una política de recuperar prestigio y presencia exterior, en una época en que los países europeos se lanzaban a la conquista de Asía y África. Así España inició una serie de operaciones políticas y militares, que pretendíó exaltar el patriotismo y honor nacional: conflicto del Pacífico con Chile y Perú ; intervención fallida en México ; Guerra de Marruecos (1859-60) y batallas de Castillejos (Prim).Sin embargo esta política exterior no evitó el desgaste de unos gobiernos que no supieron interpretar los cambios políticos y sociales que se estaban produciendo en España y en Europa. Desde 1866 se va a ir gestando un potente movimiento de oposición que contó con progresistas, (Prim) y demócratas, que firmaron el Pacto de Ostende 1866) y también unionistas (Serrano y Cánovas) que tras la muerte de O’Donnell en 1867 no quisieron colaborar con el partido moderado. Esta oposición acabará luchando para terminar con la monarquía de Isabel II, cuyo final se fraguará tras la revolución gloriosa de 1868.

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