Porque fracaso el gobierno de uriburu

Presidencia de Marcelo T. de Alvear
(1922-1928)
En las elecciones para presidente de 1922, Yrigoyen permitió como candidato a Alvear como alternativa política, para neutralizar las diferencias que se daban dentro de su partido, y como posibilidad para el propio Yrigoyen de influenciar aún, en el nuevo gobierno.
Pero por otra parte, Alvear estaba apoyado por cierto grupo de conservadores y había sido elegido como cabeza visible del «antipersonalismo».
Proveniente de una de las familias más ricas y tradicionales de nuestro país, Alvear (era nieto de Carlos de Alvear -Director Supremo del Río de la Plata- e hijo de Torcuato de Alvear -primer Intendente de la ciudad de Buenos Aires-) no era, lógicamente, la imagen del radicalismo de la clase media, más bien representaba, el ala derecha de la UCR. Realizadas las elecciones, el triunfo fue para la fórmula radical Marcelo T. de Alvear-Elpidio González (fiel a Yrigoyen) que logró interponer el control de los «antipersonalistas, aunque se permitió una tibia influencia «personalista» a través del vicepresidente. Con todo, durante el gobierno de Alvear, se observó un ejemplar orden administrativo y hasta un cierto bienestar generalizado.
Las reformas que había introducido Yrigoyen, se retardaron o se dejaron sin efecto, con lo cual, la protección de la clase obrera, continuó de todas formas.
En el orden económico de la Nación, y como una consecuencia directa de la nueva configuración del mapa del mundo, producto de la Gran Guerra, apareció el aumento de las inversiones norteamericanas en el país, en detrimento de la influencia que Gran Bretaña había siempre detentado.
En lo político se agudizaron las diferencias del Partido Radical, que llevó en 1924, a la división abierta y la formación del Partido Radical Antipersonalista.
En las elecciones para diputados de 1926, el «Alvearismo», se presentó
en forma independiente, aunque no tuvo mayor éxito.
La Argentina en la década del `20
Entre 1921 y fines de 1923, los países industrializados (Europa Occidental y EE.UU.), sufrieron una crisis que los economistas llaman de «reconversión», que repercutió sobre la economía argentina bajo la reducción de los precios pagados por nuestras carnes y cosechas, y la reducción de los volúmenes exportados. Pero terminado este período, es decir, desde 1924, se inició para la Argentina, una época de significativo
desarrollo, que durará hasta 1929, y que fue provocada por:
* los altos precios de los productos agropecuarios.
* la gran demanda de los mismos en el mercado mundial.

En general, el esquema económico de los gobiernos radicales fue similar
al de los gobiernos conservadores: exportación de bienes primarios e importación de bienes manufacturados, sólo que durante la presidencia de Yrigoyen, esta regla se modificó un tanto por la Gran Guerra.
En la década del ’20, Argentina aumentó el número de hectáreas dedicadas al cultivo y a la ganadería. El total cultivado, que era de 17.519.635 ha., en 1914, se elevó a 26.161.652 ha., en 1929-30, registrándose el mayor incremento en los cultivos cerealeros. Paralelamente se lograron máximos históricos en la exportación de carnes.
Puede afirmarse que entre 1924-1929, la producción y exportación de productos agropecuarios, llegó al máximo de su esplendor, acompañado por precios que nunca más se volverían a repetir. En esos cinco años, Argentina abasteció el 66% de la exportación mundial de maíz; el 72% de la de lino; el 20% de la de trigo y más del 50% de la de carne.
En esta década, se nota un cambio en el comercio internacional de nuestro país, en lo que hace a la fuente de importaciones: los EE.UU., que habían surgido como gran potencial mundial luego de la guerra, se convirtió en el principal proveedor de artículos manufacturados, desalojando a Gran Bretaña del primer lugar, que no obstante se mantiene como nuestra principal compradora de bienes primarios. En resumen, la economía argentina presentó en aquellos años, una solidez e inserción en el esquema de división internacional del trabajo, nunca visto antes ni después de esa fecha.
Alvear y el poder militar
El presidente Alvear logró llevar una política de entendimiento y ayuda con las Fuerzas Armadas. Algunos oficiales que compartían una antigua amistad con el presidente, fueron los encargados de estrechar el diálogo entre el poder político y el poder militar. Alvear propició el aumento del presupuesto militar, lo que permitió que las Fuerzas Armadas, renovaran su poderío, tanto con la compra de equipamiento en el exterior, como con la producción nacional. En Mar del Plata se instaló el apostadero de submarinos y en Córdoba se concretó la primera fábrica argentina destinada a la fabricación de aviones. Además, el orden administrativo y el cumplimiento estricto de la Constitución, que se transmitió en una permanente paz social interna, hizo que el ejército se dedicara exclusivamente a sus funciones y no interviniera en cuestiones políticas, como sucedería posteriormente.
Sucesión de Alvear
Hacia la finalización de su mandato, el Partido Radical, se había
dividido definitivamente en grupos opuestos. La mayor parte de la masa partidaria, continuó fiel a Hipólito Yrigoyen, en quien reconocían al Jefe nato de la UCR, e inspirador de su acción política. Por tal razón, la minoría «antipersonalista» de Alvear, se unió en las elecciones de 1928, al sector conservador, y juntos presentaron la fórmula Leopoldo Melo- Vicente Gallo. En cambio, los «personalistas» propusieron nuevamente la candidatura de Hipólito Yrigoyen, quien triunfó finalmente, sobre sus opositores.
Segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen
(1928-1930)
El 12/10/1928, Yrigoyen prestó por segunda vez, el juramento constitucional. Llegaba nuevamente a la presidencia de la Nación, aunque las circunstancias no eran las mismas que en 1916, ni el caudillo radical tenía la edad y la capacidad para adecuarse a ellas. Su salud estaba algo quebrantada por su vejez; su partido se había dividido y por sobre todo, la crisis mundial se insinuaba ya con evidencia. A pesar de todo, el presidente trató de mantener los principios básicos delineados en su primer gobierno, en especial, la total nacionalización del petróleo en perjuicio de empresas norteamericanas e inglesas. Sin embargo, el descontento se hizo presente rápidamente, cuando la Argentina comenzó a sufrir las consecuencias de la crisis económica mundial. La oposición aprovechó las circunstancias y desarrolló una campaña política de desprestigio contra el presidente, acusándolo de descuidar la administración pública, de crear y repartir nuevos empleos bien pagos -la mayoría inexistentes- y de dilatar la solución de los problemas inmediatos.
A sus colaboradores, se les inculpaba de mantener al Presidente alejado y engañado de la realidad política y económica del país; inclusive se denunció que los secretarios de Yrigoyen le entregaban periódicos apócrifos, aprovechando la vejez del mandatario, donde las noticias falsas le hacían creer que la Argentina estaba atravesando un período de bonanza y tranquilidad.
La crisis mundial de 1929
En 1929, se produjo una crisis internacional que afectó los esquemas económicos, financieros y comerciales, sin precedentes. Así disminuyó la producción mundial, aumentó la desocupación y por consiguiente, decreció la capacidad de consumo de la población en general. Los países industrializados tuvieran que restringir sus importaciones de materia prima y de productos agropecuarios. Si bien la crisis fue universal, no todos los países compartieron las mismas causas. En EE.UU., la crisis se debió a la conclusión de un período del capitalismo que había concentrado el dinero en pocas manos, lo que produjo la disminución de la capacidad adquisitiva de la gran masa de la población. En países como la Argentina, con una economía dependiente, la crisis tuvo causas diferentes. En primer lugar porque muchas naciones comenzaron a retirar sus capitales que habían invertido en nuestro país, para dedicarlos en otras opciones económicas-financieras. En segundo lugar, dejaron de comprar nuestros productos agropecuarios, reduciendo significativamente nuestras exportaciones.
Repercusión de la crisis mundial en la Argentina
La situación de crisis que se desarrolló a nivel internacional, coincide con la segunda presidencia de Yrigoyen y por lo tanto, dificultó la realización de la plataforma partidaria. El impacto de la crisis en la sociedad se manifestó en continuos paros y huelgas, y en un malestar que, continuamente plantearon los trabajadores afectados a la industria y al agro. La Argentina estaba todavía, íntimamente ligada a Europa a través de las exportaciones agropecuarias. Nuestro país acusó el impacto a través de un triple sistema conductor:
– la reducción en los volúmenes físicos de las exportaciones.
– la reducción en los precios obtenidos por las mismas, en el mercado
mundial.
– la interrupción del flujo de nuevas inversiones provenientes del
exterior.
En suma, un descenso brusco en el valor de la exportación y en los mantos de radicaciones de capital extranjero. El espectro económico- social existente durante la segunda presidencia de Yrigoyen, era inquietante:

la economía afectada por un grave déficit de recursos, a causa del descenso de exportaciones y disminuciones de las reservas de oro.

crisis en la producción, con el consiguiente malestar social.

desocupación de trabajadores rurales, que impulsó a grandes grupos humanos a tentar suerte en las ciudades, añadiendo una presión más a la baja de los salarios urbanos, derivado de la misma crisis.

crisis financiera en el área del gobierno nacional.

contracción de la demanda de trabajo.
Por lo tanto, el descontento fue en aumento, provocando la agitación política. Las tensiones obreras aumentaron y el gobierno no dudó en reprimirlas.
A esta altura, el gobierno de Yrigoyen y su partido se fueron desgastando y disminuyendo el margen, para poder dar soluciones a los graves problemas del país. Por otra parte, en el seno del Congreso de la Nación, los sectores anti-yrigoyenistas, fueron adquiriendo mayor fuerza y obstaculizando continuamente el accionar gubernamental.
Se llevaron a cabo actos políticos de la oposición y proliferaron las asambleas y conspiraciones con total impunidad. Yrigoyen fue acusado de intervenir arbitrariamente las provincias y de ser inoperante para manejar los efectos de la crisis mundial.
Por entonces, en el marco político internacional, dos acontecimientos llamaban la atención: el desarrollo cada vez mayor de la dictadura del proletariado en la Unión Soviética, expandiendo el comunismo en varios países; y la revolución fascista italiana de Mussolini, que conmovieron profundamente a los gobiernos democráticos, abriendo en Europa una fluctuación entre estas dos alternativas.
La revolución de 1930
Todo pareció complicarse para Yrigoyen: inclusive había tomado algunas medidas afectando la organización del ejército con el retiro Y remoción de muchos de sus miembros, provocando así un enfrentamiento entre grupos a facciones que estaban de acuerdo con sus actitudes, y aquellos que, abiertamente, se manifestaban anti- yrigoyenistas. Este malestar en las Fuerzas Armadas, creó un clima propicio para un golpe de Estado.
Se manifestaran entonces, dos posiciones: una liderada por Agustín P. Justo y otra que respondía al general José Félix Uriburu, la que finalmente prevaleció.
En tales circunstancias, un grupo de civiles y militares organizaron
definitivamente un movimiento para derrocar al presidente Yrigoyen.
El 6 de septiembre de 1930 estalló el levantamiento que inauguraría una larga tradición de golpes de Estado y la suspensión del orden constitucional.
El general José Félix Uriburu, que comandaba los efectivos del Colegio Militar, el Regimiento 1º de Caballería y otras fuerzas, avanzó hacia la Casa de Gobierno, casi sin encontrar resistencia. Yrigoyen, que ya había sido prevenido con antelación, había abandonado su casa y se dirigió a La Plata, delegando el mando en el vicepresidente Martínez. Sin más por hacer, presentó su renuncia redactada en el Palacio de Gobierno de la provincia, ante el jefe militar del Regimiento 7º de Infantería.
Uriburu, como jefe revolucionario, prestó juramento como Presidente
del Gobierno Provisional, dos días después.
De esta forma, casi sin disparar un sola tiro, la revolución cívico- militar, derrocó al presidente más popular hasta entonces, y vulneró el sistema democrático argentino.


La restauración conservadora: 1930-1943
Uriburi(31-32) Justo(33-38) Ortiz(39-40) castillo(41-43

El 6 de septiembre de 1930 el general José Félix Uriburu asumió como presidente provisional y el 20 de febrero de 1932 transfirió el mando al general P. Justo, que había sido electo, junto con el doctor Julio A. Roca, en
Noviembre del miso del año anterior.

Intervención y cierre económico

La depresión que empezó en 1928 y continuo hasta 1932 golpeó fuertemente las economías abiertas del mundo.
Gran Bretaña se refugió en proteccionismo comercial y constituyó un «área» de la libra, defendida por el control de cambios primero y por la inconvertibilidad de la moneda después y sólo incursionó tímidamente por nuevos caminos; a mediados de 1933, con la designación como ministro de hacienda de Pinedo -con quien colaboró Raúl Prebisch-, se avanzó por un rumbo más novedoso, delineándose dos tendencias que habrían de perdurar largamente: la creciente intervención del Estado y el cierre progresivo de la economía. También otra, menos duradera pero de mayor trascendencia en lo inmediato: el reforzamiento de la relación con Gran Bretaña.

También en 1931fue el establecimiento del control de cambios mediante el gobierno centralizaba la compra-venta de divisas. Avanzando sobre el control de las finanzas en 1935 se creó el Banco Central; cuya función principal era regular las fluctuaciones cíclicas de la masa monetaria evitando tanto una excesiva holgura como la escasez, así como la de controlar los bancos privados-que pertenecían a su directorio- sobre todo en el manejo de créditos. Para atenuar los efectos de las crisis cíclicas y defender los productos locales se comenzó a regular la comercialización de la producción agropecuaria.

El Estado fue asumiendo funciones mayores en la actividad económica, y pasó de la simple regulación de la crisis a la definición de reglas de juego cada vez más amplias. La más importante tuvo que ver con la industria, cuya producción comenzó a crecer en el marco de la crisis, y siguió haciéndolo luego de la recuperación de la segunda mitad de la década. Con la prosperidad de las décadas anteriores se había constituido en el país un mercado consumidor de importancia. El cierre creciente de la economía, los aranceles y la escasez de divisas creaban condiciones adecuadas para sustituir los bienes importados por producidos localmente, sobre todo si la producción no exigía una instalación febril muy compleja o si ya existía una base industrial, que podía ser utilizada más intensamente.

La vieja dinámica de los sectores propietarios, de diversificación en distintas actividades sin atarse definitiva a una encontró en la industrialización sustitutiva un nuevo campo, que se completó posteriormente con la inversión inmobiliaria. Por otra parte con la combinación de un mercado cerrado y algunas pocas grandes empresas por cada rama o cada actividad tornó poco relevante la presión por la mayor eficiencia y el menor precio. La ganadería siguió retrocediendo respecto de la agricultura al igual que en la década anterior . La producción agrícola no decayó, a pesar del derrumbre de los precios, aunque la situación de los productores se deterioró sensiblemente, en especial la de los más pequeños, y se fueron delineando las condiciones del éxodo rural, visible luego del comienzo de la segunda guerra mundial. En todo el n nordeste se extendió la ocupación de nuevas tierras, iniciada en la década anterior, y se constituyó un amplio sector de pequeños productores dependientes de un sector comercial e industrializador muy concentra.También aquí el Estado intervino para regular la comercialización

La presencia británica



Presionada por el avance de Estados Unidos, y en el marco de la crisis desatada en 1930, Gran Bretaña optó por reconcentrarse en su Imperio, fortalecer sus vínculos con las colonias y dominios y acotar la presencia estadounidense. A la vez, en un contexto mundial de restricciones financieras, se propuso defender sus antiguos mercados y salvar sus ingresos provenientes de préstamos o inversiones antiguas. En 1932 la conferencia imperial de Ottawa inclinó la balanza hacia los miembros del Commonwealth quienes tenían preferencias por las importaciones británicas. Entre otras medidas se decidió a reducir un tercio las compras de carnes congeladas proveniente de Argentina que podía reemplazarse con la proveniente de Australia y en un 10% la enfriada tomando para esto como base las compras de 1932, ya muy bajas. Se trataba de un punto extremadamente sensible para la Argentina, quizás no tanto por su importancia intrínseca como por la magnitud de los intereses constituidos en torno de la exportación de la carne: productores, frigoríficos y empresas navieras eran capaces de presionar fuertemente sobre el gobierno.

A la vez el gobierno Argentino también poseía una arma decisiva: la política arancelaria y el control de cambios, permitían discriminar las importaciones y regular el monto de las divisas que sería utilizado para pagar los servicios de la deuda Británica, para comprar productos británicos o para remitir las utilidades de las empresas británicas instaladas en la Argentina. En un contexto de escasez de divisas y con fuertes demandas de los intereses comerciales norteamericanos el punto se convertía sumamente importante para Gran Bretaña. En 1933 una misión encabezada por Julio A. Roca negoció en Londres las condiciones para el mantenimiento de la cuota Argentina de la Carne. La credibilidad del gobierno era vital entre los diversos sectores ligado a la actividad pecuaria, pero tuvo un éxito relativo: se mantendrían las condiciones de 1932 y se consultarían eventuales reducciones posteriores que fueran necesarias.
No logró gran cosa en su segundo objetivo: aumentar la participación de los productores locales en el control de las exportaciones de modo de negociar en mejores términos con los frigoríficos. Gran Bretaña se aseguró que la totalidad de las libras generadas por este comercio se emplearían en la propia Gran Bretaña: en el pago de la deuda, la importación de carbón, material ferroviario o textiles -para los que se establecía un tratamiento arancelario preferencial-y en la remisión de utilidades de las empresas británicas. El tratamiento benévolo apuntaba a reflotar empresas británicas en dificultades: las ferroviarias y los transportes urbano. Los ferrocarriles estaban atenazados por gastos fijos muy altos en reducción general de su actividad y la creciente competencia del transporte automotor.

Un frente popular Frustado

En 1935 los trabajadores de la construcción de Buenos Aires conducidos por dirigentes comunistas, iniciaron un huelga que duró mas de 90 días. En los barrios de la ciudad se manifestó una amplia solidaridad y en enero la CGT realizó una huelga general de 2 días-la única de la década-al cabo de la cuál los huelguistas obtuvieron la satisfacción de una parte substancial de las demandas. El saldo más importante fue quizás la constitución de la Federación Obrera Nacional de la construcción uno de los sindicatos más importantes y combativos del país. En 1936 se efectuaron muchas huelgas al igual que en 1935 y 1937, coincidiendo probablemente con la reactivación económica. La reacción del gobierno se dirigió también hacia el nuevo sindicalismo combativo: La ley de Residencia fue aplicada en 1937 contra los principales dirigentes de la construcción, comunistas de origen italiano deportados a la Italia fascista. Un manifiesto de la derecha fue el que alertó el resurgimiento de las masas ciegas y la turbia democracia desplaza en 1930 y justificó el fraude patriótico que desde entonces el gobierno utilizó sistemáticamente en favor de los partidos oficialistas.

En el campo de los opositores al gobierno fue muy importante el cambio de posición del partido Comunista. Con la consigna de «lucha de clases contra clases» los comunistas habían combativo por igual fascistas y nazis y a los partidos socialdemócratas a quiénes estigmatizaban como los más peligrosos enemigos del proletario, pero desde 1935 se lanzaron a impulsar la unidad «de los sectores democráticos» para enfrentar al nazifascismo sacrificando las consignas y prácticas que pudieran irritar o atemorizar a los grupos progresistas y democráticos de la burguesía. Reconocer la importancia del Estado y hacer de él su interlocutor principal constituía también una tendencia muy fuerte entre los dirigentes sindicales. Esta tendencia fue criticada desde los partidos políticos opositores, empezaron a dar prioridad a los reclamos democráticos y al enfrentamiento político con el gobierno y presionaron para alinear en él a las organizaciones sindicales.

La guerra y el frente nacional:


el progresivo avance de los mercados europeos -provocado por los triunfos alemanes- redujo drásticame las exportaciones agrícolas, pero en cambio aumentaron mucho las ventas carnes a Gran Bretaña, tanto enfriada como congelada. Como a la vez disminuyeron las importaciones de origen británico. Por otra parte, aprovechando las dificultades en todo el comercio internacional, y una suerte de «vacío de poder» empezaron a exportar a países limítrofes productos industriales: las de textiles, confecciones, alimentos y bebidas, calzado y productos químicos acentuaron el crecimiento industrial iniciado con la sustitución de importaciones y el país empezó a tener saldos comerciales favorables, incluso con Estados Unidos. El Plan de Reactivación Económica proponía para la salida a las dificultades generadas por la guerra, insistir en la cosechas por parte del Estado, para sostener su precio, y a la construcción, pública y privada, capaz de movilizar muchas actividades; sobre todo, remarcaba la importancia de estimular la comercio exterior seguía siendo la «rueda maestra» de la economía estas otras actividades, «ruedas menores», contribuirían al equilibrio general. Se advertía el problema de una economía excesivamente cerrada en sí misma y proponía estimular las industrias «naturales», que elaboraban materias primas locales y pudieran exportar a los países vecinos y a Estados Unidos a largo plazo, la Argentina habría de solucionar un déficit comercial con el país del norte que sin duda se haría más gravoso a medida que fuera creciendo el sector industrial y aumentara la demanda de máquinas repuestos o combustibles.

El proyecto fue aprobado por el Senado con mayoría oficialista pero la Cámara de Diputados no lo trató. Su fracaso fue antes político que económico. Desde 1932 con Roosevelt Estados Unidos cambió su relación de política exterior con el resto de los países americanos tratando de llegar a un acuerdo en común pero erigiéndose en el dominio del continente. El comercio bilateral entre Estados Unidos y Argentina fue infructuoso por el proteccionismo agrícola de ambos países.
En junio de 1940 se constituyó Acción Argentina dedicada a denunciar las actividades de los nazis en el país y la injerencia de la embajada alemana, en ella participaron radicales, socialistas y muchos intelectuales independientes y muchos conspicuos de los miembros de la oligarquía conservadora. Se crearon la Dirección General de Fabricaciones Militares y el Instituto Geográfico impulsando así el avance de las Fuerzas Armadas sobre terrenos más amplios que los específicos. La presencia de los militares fue cada vez más visibles. Rápidamente las Fuerzas Armadas fueron convirtiéndose en un nuevo actor político. Un elemento central del nuevo perfil militar fue el desarrollo de una conciencia nacionalista. El terreno había sido preparado por el nacionalismo uriburista difundido por un grupo minoritario pero activo dentro y fuera de la institución. Era este un nacionalismo tradicional: antiliberal, xénofobo y jerárquico.
También era importante el papel del Estado en una sociedad que seguramente sería acosada en la posguerra por agudos conflictos:
la reconstitución del frente popular, las banderas rojas en los mitines obreros y la presencia en las calles del partido Comunista parecían signos ominosos de ese futuro y para enfrentarlo se requería orden y paz social. El nacionalismo finalmente se manifestó en los intelectuales, que destacaron que el futuro funesto que le aguardaba a la nación era en parte por cierto facilismo, y renunciamiento espiritual de las clases altas o burguesas, del desprecio por el «mestizo» por parte de la sociedad toda, producto a su vez de la cultura de los inmigrantes europeos incapaces de comprender el verdadero valor de la nación.
El 4 de junio de 1943 el Éjercito depuso al presidente e interrumpió por segunda vez el orden constitucional antes aún de haber definido el programa del golpe y ni siquiera la figura misma que lo encabezaría.

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