Transformaciones agrarias y expansion industrial en el siglo xix

TEMA 12.

Paralelamente a la organización del Estado liberal se produjo en España  la sustitución de la economía de base agraria  con pervivencias feudales por un sistema económico capitalista. Toda una amplia legislación liberalizó la propiedad de la tierra, favoreció la mecanización de la producción en la industria textil y siderúrgica, a la vez que renovó los transportes y las finanzas.  De todas formas, aunque las transformaciones fueron importantes en todos los sectores, la España de finales de siglo mantenía una economía predominantemente agrícola y un sector industrial limitado a algunas regiones y poco capaz de competir en el mercado exterior.

Por otra parte se sustituyó  la tradicional  sociedad estamental por una sociedad de clases definida por la propiedad privada, con dos grupos sociales opuestos: alta burguesía, que incluía a los dueños de las industrias, financieros y grandes terratenientes; en otro nivel, la mayoría de la población,  que aglutinaba al naciente  proletariado industrial y al campesinado. La debilidad de las clases medias en España – a pesar de los avances- explica las dificultades para modernizar las estructuras socioeconómicas.

2.-LAS TRANSFORMACIONES EN LA AGRICULTURA. LAS DESAMORTIZACIONES

España arrastraba desde tiempos medievales un sistema de propiedad de la tierra basado fundamentalmente en tres tipos de propiedades amortizadas: las del clero o manos muertas, las de la nobleza (vinculadas) y las  tierras de los ayuntamientos (propios y comunales). Este sistema de propiedad originaba una insuficiente explotación e impedía la renovación técnica ya que  los grandes propietarios arrendaban las tierras y vivían de las rentas. 

A pesar de los muchos escritos y de los tenues intentos de los ilustrados y de los Cortes de Cádiz, el problema pasó intacto al siglo XIX. El liberalismo partía de una concepción jurídica que consagraba la propiedad privada de la tierra como elemento esencial de la nueva organización capitalista de la economía. 

Partiendo de esta base, los progresistas emprendieron una legislación para desvincular la tierra y convertirla en una mercancía que podía ser vendida y comprada libremente en el mercado. Este proceso: expropiación por parte del Estado de las tierras vinculadas y de manos muertas  y su posterior venta se conoce con el nombre de desamortización.

Las primeras leyes desamortizadoras se decretaron durante la Regencia de Mª Cristina (1836) y fueron obra de J. A. de MENDIZABAL, entonces ministro de Hacienda.  Se expropiaron y pusieron en el mercado las propiedades de los monasterios y conventos. La venta se hizo directamente en pública subasta, con lo que la burguesía y algunos nobles fueron los que adquirieron las tierras. El dinero recaudado se utilizó para sanear la Hacienda y pagar los gastos de la guerra carlista. Los diferentes gobiernos moderados posteriores  paralizaron algunas ventas y muchos nobles pudieron conservar sus propiedades  hasta que Espartero la hizo efectiva.

La segunda desamortización fue obra de P.  MADOZ (1855) y se realizó durante el Bienio Progresista. Afectó a los bienes del clero, de las Órdenes Militares (Calatrava, Alcántara y Santiago) y también a las tierras municipales (propios y comunes). Originó una fuerte oposición de la Santa Sede y de los campesinos – protestas en Aragón, Andalucía y Castilla – ya que les  privó del uso colectivo de las tierras y a los ayuntamientos de las rentas que estas originaban. Se impuso la necesidad de obtener dinero para sanear la Hacienda y subvencionar el ferrocarril.

Estas medidas se completaron con otras que abolían los señoríos y los derechos feudales, suprimían  la Mesta, en definitiva, permitían la libre disposición de la tierra y de su producto.  

CONSECUENCIAS.

Las medidas desamortizadoras permitieron que miles de hectáreas salieran al mercado y cambiaran de propietarios, limitaron el poder de la Iglesia, costearon la guerra carlista, sanearon la Hacienda Pública y permitieron la llegada de inversiones al campo. Intentó además crear una clase de propietarios medianos que apoyara el sistema liberal pero fracasó en parte porque los compradores –burguesía y terratenientes- buscaban más las rentas que explotarlas adecuadamente. Los efectos negativos de las desamortizaciones han sido subrayados por especialistas como R. Garrabou “las desamortizaciones no beneficiaron a los campesinos  y estimularon el rencor de la población rural a la causa liberal, acentúo el problema del latifundismo, de los jornaleros y de los arrendatarios

La agricultura continuó siendo la principal actividad económica (50%de la renta nacional). Era, en general, poco evolucionada, básicamente cerealística (Meseta) y de poca productividad debido al atraso técnico, a la estructura de la propiedad y a la falta de inversiones. De todas formas las medidas liberalizadoras produjeron algunos avances: se incrementó la superficie cultivada y  aumentó la producción favorecida por la mecanización y la utilización de fertilizantes minerales, también se potenció el regadío (Canal de Isabel II, zona de Levante). Algunos cultivos conocieron una gran expansión y se destinaron a la exportación. Destacan los vinos de Jerez, La Rioja o de Cataluña, los cítricos de Levante y el aceite andaluz. El cereal de la Meseta conoció  también una etapa de gran prosperidad coincidiendo con la G. de Crimea. 

En resumen se pusieron las bases de lo que será una agricultura especializada y moderna dirigida a la comercialización tanto en el mercado interior como en el exterior.

Por lo que respecta a la ganadería fue perdiendo importancia, especialmente la lanar debido a la competencia del algodón y porque muchas tierras se dedicaron al cultivo. Sin embargo, mejoró la ganadería porcina.

Durante el siglo se produjeron algunas crisis agrarias -como la de la filoxera- que perjudicaron a los campesinos y a los negocios industriales y financieros.

3.- LA INDUSTRIALIZACIÓN Y LA MODERNIZACIÓN DE LAS INFRAESTRUCTURAS

El proceso de industrialización en España fue tardío, lento y desigual y no alcanzó los niveles de los países de Europa Occidental. Algunos historiadores como Jordi Nadal hablan del “fracaso de la industrialización en nuestro país”. Sin embargo, a la luz de estudios más actuales  se matiza esta idea  y se prefiere  hablar de retraso porque el balance fue positivo sobre todo si se comparan las cifras de principios y finales del siglo.

Las causas de este retraso las resumió Vicens Vives de la siguiente manera: débil crecimiento demográfico, escasez de materias primas y fuentes de energía, dependencia tecnológica del exterior, las malas comunicaciones, un mercado poco integrado, la falta de capitales, el escaso  poder adquisitivo de la población, la perdida de las colonias, las  guerras y la  inestabilidad política.

De todas formas algunos de estos problemas se solucionaron durante este periodo y  al final del siglo es perceptible un avance en todos los sectores.

En cuanto a la evolución de la coyuntura económica se pueden señalar las siguientes fases:

  1. Hasta los años 40 hay una etapa de  estancamiento por las guerras y crisis
  2. Expansión con el liberalismo por la introducción del vapor y la mecanización, la entrada de capitales extranjeros, la legislación favorable: leyes del bienio progresista: ferrocarril, bancos y crédito. Duró hasta 1862.
  3. Estancamiento durante la década  de los 60-70
  4. Recuperación y expansión con la Restauración y hasta la crisis colonial de 1898.

El proceso de industrialización español fue desigual. Sólo fue considerable en CATALUÑA, en torno a la industria textil y en el P. VASCO con la industria siderúrgica y metalúrgica. La actividad minera experimentó un auge moderado destacando: Asturias – León (carbón), el hierro vasco y las minas de S. Morena (plomo, hierro y cobre).

INDUSTRIATEXTIL CATALANA – Orígenes: indianas del s. XVIII  que abastecían el mercado nacional y colonial. En Cataluña surgió una potente industria textil algodonera. El algodón revolucionó la producción textil por  su fácil mecanización y estampado, además era más barato que la lana. El espíritu emprendedor catalán compensó la carencia de materias primas y de fuentes de energía. Las inversiones llegaron a la industria procedentes de los beneficios agrarios y del capital colonial. En la década de los 30  se produjo una importante renovación técnica: se introdujo el vapor y se mecanizó la producción con nuevas  máquinas de tejer e hilar. Se sustituyeron los antiguos telares – berguedanas – por máquinas modernas como la Mule Jenny y las selfactinas que hilaban mecánicamente. En consecuencia aumentó la producción, se abarataron los precios y se incrementaron las ventas. Los núcleos industriales de Tarrasa- Sabadell o Mataró crecieron enormemente y atrajeron población de las zonas rurales de Cataluña y de algunas regiones del país. La industria catalana abastecía el mercado nacional y  colonial favorecida por la política proteccionista que gravaba la entrada de productos ingleses. Alcanzó una fuerte  expansión entre los años 40-60 y sobre todo de 1875 a  1886 (“Fiebre del oro”). En general eran pequeñas fábricas de tipo familiar cerca de los ríos para aprovechar la fuerza del agua. Ejemplos: El Vapor de los Bonaplata- La España industrial…

Fuera de Cataluña la vieja industria lanera castellana quedó estancada salvo el caso de Béjar (lanera- 5000 obreros).Algo similar ocurrió con la industria de la seda de Levante y Andalucía.

LA INDUSTRIA SIDERÚRGICA transforma el mineral  en hierro colado o acero. Altos hornos.

La primera siderúrgica en la península surgió en Marbella y Huelva  – Familia Heredia-, utilizaba carbón vegetal y producía sobre todo  aros para cubas. A mediados de siglo decayó porque no pudo hacer frente a la competencia vasca y por los altos costes de producción.

A partir de los 40 se desarrolló una industria siderúrgica  en Asturias (Miéres- Duró Felguera) aprovechando la abundancia de carbón mineral (hulla). Volumen de producción reducido.

En el P. Vasco, la riqueza y la buena calidad del mineral de hierro provocó un floreciente comercio con Inglaterra.(Bilbao-Cardiff). Se vendía hierro y se importaba carbón. A partir de los años 60 se levantaron los primeros altos hornos para la fundición del mineral utilizando el carbón de coque inglés, más barato y de mejor calidad. Paralelamente se introdujeron los avances tecnológicos como el convertidor de Bessemer y los hornos Siemens que reducían los costos de producción.  La producción de hierro y acero se multiplicó por la fuerte demanda provocada por el despegue industrial y sobre todo por la expansión del ferrocarril. Además la política proteccionista que gravaba con fuertes aranceles la importación de hierro y acero garantizaba, casi en exclusiva, el mercado nacional a los productos de  la siderurgia vasca.

A finales de siglo la industria siderúrgica vasca producía casi todo el hierro y acero que necesitaba el país imponiéndose a la andaluza y asturiana. Destacan los altos hornos de la familia  Ibarra, La Vizcaya y posteriormente los Altos  Hornos de Vizcaya.

Asociada a la siderúrgica surgió una importante industria metalúrgica (maquinaria) y de construcción naval (astilleros de Sestao, Pasajes). De esta manera, el P. Vasco se convirtió en la segunda región industrial del país. Las consecuencias fueron notables: auge de la burguesía vasca, fuerte emigración, cambio a una economía industrial, transformación del paisaje etc.

OTROS SECTORES INDUSTRIALES.

A finales de siglo se desarrollaron otros sectores industriales y se modernizaron los talleres aunque en general son industrias pequeñas y orientadas al  consumo local.

LA MINERÍA. La extracción de mineral creció por farios factores: las leyes liberales- Ley de Bases Mineras (68)-  que permitieron la entrada de capital extranjero, la fuerte demanda en Europa de minerales y las mejoras en las técnicas de explotación. Para algunos historiadores se produjo una auténtica desamortización del subsuelo debido a las necesidades financieras del Estado,  Empresas como la de los Rothschild compraron las principales explotaciones mineras del sur. Además de las minas de carbón  asturianas o del hierro vasco, se explotó el cobre, plomo y hierro de Riotinto y La Carolina, el mercurio de Almadén y las minas de Murcia. La mayoría de la producción se exportaba al extranjero.

A finales de siglo se desarrollan otras industrias aunque no alcanzaron el nivel europeo.

En la  industria agroalimentaria destacan las fábricas de harina de Aragón y Castilla, las empresas de elaboración de vinos y licores (Jerez, Cataluña) y las aceiteras (Jaén y Córdoba)

La química se desarrolló por la necesidad de fabricar lejías y colorantes para la industria textil y explosivos para la minería. (La Cros y Unión de Explosivos Riotinto)

La eléctrica se  vio favorecida por la expansión del alumbrado público  (AEG-La Canadiense), la cementera por la construcción, la papelera producía pasta de papel procedente de la transformación de la madera (Norte de España), la tipográfica (Madrid), etc.

LA MODERNIZACIÓN DE LAS INFRAESTRUCTURAS.

Una de las causas del retraso económico español señalada por los especialistas era la falta de un mercado unificado y de una red de transportes de calidad, por ello se hacía prioritario emprender la modernización de las infraestructuras y desarrollar una legislación mercantil que unificaba el sistema financiero y fiscal.

EL FERROCARRIL se había convertido en el auténtico motor de la industrialización en Occidente  por su facilidad para transportar mercancías y atraer inversiones. En España hasta Ley de ferrocarriles de 1855 la red ferroviaria era muy limitada por la debilidad económica y la falta de incentivos. Sólo funcionaban tres líneas Madrid- Aranjuez- Bcna- Mataró y Gijón- Langreo. (440km). Ley de ferrocarriles de 1855 concedió grandes ventajas: subvenciones, exenciones fiscales, licencias de explotación, aranceles bajos para la importación del material ferroviario, etc y atrajo al capital extranjero – Roschtchild – Prost – Pereire- Se elaboró un plan radial a partir de Madrid y con un  ancho de vía diferente al europeo. Desde 1855 y hasta la crisis financiera de 1866 se produjo un gran  boom ferroviario tendiéndose cerca de 5000 Km de vía férrea. Las líneas más importantes fueron la Madrid- Zaragoza, y los  Ferrocarriles  del Norte, Madrid – Alicante, Sevilla- Cádiz, Barcelona – Zaragoza, o la de Madrid a Irún

La crisis financiera de 1866 provocó la ruina de la mayoría de las empresas y frenó la expansión. Superada la crisis a partir de 1876,  una nueva ley favoreció la formación de nuevas empresas ya con capital español,  y se duplicó el tendido ferroviario.

El ferrocarril favoreció la expansión de la industria, especialmente de la siderúrgica y minera, favoreció el traslado de personas y de mercancías.

También mejoró la red de caminos (Ley de Carreteras) y las comunicaciones con el servicio de correos y el telégrafo. La navegación  mejoró con la aplicación del vapor, se acortaron los tiempos y dinamizó el comercio a larga distancia.

LAS FINANZAS- A principios del siglo convivían en España diferentes monedas y sistemas de cuenta que dificultaban los intercambios y la contabilidad. Era por lo tanto imprescindible modernizar el sistema y crear una moneda única que tuviera un equivalente en oro. Los pasos decisivos fueron: la implantación del sistema decimal (1848) y la creación de la peseta como moneda única (Ley Figuerola de 1868) cuya emisión corría exclusivamente por cuenta del B. de España. Durante la Restauración se generalizó el uso del papel moneda y de los cheques bancarios.

El también caótico sistema de impuestos se unificó con la Ley Fiscal de Alejandro Mon (1845) que establecía un sistema de impuestos común para todos los ciudadanos sobre las propiedades, las rentas, la actividad industrial y comercial, además de un impuesto indirecto sobre el consumo. Aunque el sistema nunca funcionó correctamente y el  fraude era muy elevado se mejoró la situación de la Hacienda. Se continuó emitiendo deuda pública y se dieron concesiones a extranjeros  para paliar el déficit. 

La promulgación de la Ley de Bancos y Sociedades de Crédito (1856) se considera el punto de arranque para modernizar el sistema bancario español.  A partir del Banco de S. Fernando y del  Banco de Isabel II se creó el Banco de España que más tarde tuvo el monopolio de  la emisión de moneda. La industrialización vasca propició la aparición de un sistema bancario que apoyara su financiación. Los bancos de Bilbao,  Vizcaya y Santander nacieron en el último tercio del siglo. En 1831 comenzó a funcionar la Bolsa de Madrid.

El COMERCIO EXTERIOR  sufrió una fuerte crisis por la pérdida de las colonias, las guerras, el proteccionismo y el caos monetario. En la segunda mitad del siglo se produjo una ligera mejoría por la expansión del comercio internacional. Se exportaban productos agrícolas y minerales y se importaban algodón y carbón. Francia e Inglaterra eran los principales clientes. El gran debate del siglo fue la política económica a seguir: proteccionismo o librecambismo. Los intereses de la industria catalana y vasca, de los terratenientes del interior inclinaron más la balanza hacia políticas proteccionistas. Algunos historiadores ven en esta política una de las causas del atraso.

EL COMERCIO INTERIOR mejoró a mediados de siglo por las leyes, supresión de aduanas, la unificación de pesos – medidas, monetaria, las mejoras del  transporte y el periodo de paz

Se intercambiaban productos agrícolas del interior por manufacturas de las industrias textil catalana y siderúrgica vasca.

En definitiva el proceso de industrialización en nuestro país no alcanzó los niveles de las potencias occidentales y se caracterizó según V. Vives por una notable regionalización, por la dependencia tecnológica y de las inversiones extranjeras.

4.- CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y CAMBIO SOCIAL. EL MOVIMIENTO OBRERO

La población española creció de manera importante durante el s. XIX aunque este incremento no fue tan espectacular como el los países desarrollados. Se pasó de 10 mll a principios de siglo a 18 mll en 1900. Pervivía el régimen demográfico antiguo caracterizado por las altas tasas de natalidad y mortalidad, la corta esperanza de vida y la alta mortalidad infantil. No se redujo la mortalidad como en Europa.

Las causas que explican esta situación fueron: la pervivencia de una economía agraria con crisis de subsistencia, las guerras de principios de siglo y algunos brotes epidémicos (tuberculosis, cólera, sarampión). Además influyó  la emigración a América y al N. de África.

En cuanto a la distribución de la población continuó el proceso iniciado en el s. XVII caracterizado por la pérdida de población de las regiones del interior en beneficio de la periferia.

Además otro rasgo que se aprecia en esta época fue el incremento del  éxodo rural y el creciente proceso de urbanización. Madrid y  Barcelona superaron los 500.000 habitantes y otras ciudades como Bilbao o Valencia crecieron considerablemente. En estas ciudades se produjo una renovación urbanística: ensanches de Barcelona (I. Cerdá) y barrio de  Salamanca. Se mejoraron las infraestructuras con la expansión del alumbrado, primero de gas y después eléctrico. Crecimiento de los barrios obreros. Madrid era una ciudad más financiera por el peso de la Corte. Barcelona más burguesa e industrial.

A pesar del incremento de la población urbana más de la mitad de la población del país  continuó siendo población rural.

Los cambios económicos y la legislación liberal modificaron la estructura de la  sociedad. Poco a poco  se abandonó la rigidez estamental del A. R y  se sustituyó por una nueva sociedad de clases en la que la riqueza y no el linaje será lo que determine la posición social.

La  nueva clase dirigente estará integrada por la alta burguesía industrial y financiera unida a la vieja aristocracia terrateniente, los altos cargos del ejército, de la Iglesia y la administración. Controlaban los medios de producción, las propiedades y disfrutaban de un modo de vida acomodado. Tenían poder y prestigio social. Apoyaron al partido moderado.

Debilidad de las clases medias  es una de las características de la sociedad española decimonónica. A ellas pertenecían pequeños comerciantes, miembros de las profesiones liberales, funcionarios y rentistas. Generalmente apoyaron a los progresistas y durante el Sexenio a los demócratas.

La gran mayoría de la población española seguían siendo campesinos: pequeños propietarios, arrendatarios y jornaleros que empeoraron su situación por las crisis, bajos salarios, paro estacional y las desamortizaciones. Analfabetismo y éxodo rural.  Marginados de los cargos políticos e incluso del derecho a sufragio, protagonizaron algunas revueltas a lo largo del siglo. Loja (Granada).

Pero la gran novedad fue la aparición de una clase obrera industrial, aunque al principio poco numerosa y localizada en las regiones industriales. En su mayoría eran campesinos que habían emigrado a los focos industriales y antiguos artesanos. El proletariado estaba sometido a duras condiciones de vida y laborales: jornadas  de 12 horas, trabajo infantil,  chabolas, bajos salarios, falta de seguridad, enfermedades, alcoholismo, analfabetismo, paro, etc. Relacionados con ellos cabe destacar un buen número de sirvientes y empleadas domésticas que algunos historiadores cifran en cerca de un millón.

La situación de precariedad a la que estaban sometidos los trabajadores les animó a organizarse y a reivindicar mejoras laborales y derechos políticos (sufragio, derecho de asociación, etc). Así, en defensa estos  derechos, surgió el movimiento obrero, que abrazó las  nuevas ideas de moda en Europa: el socialismo utópico, el marxismo o el anarquismo. Estas ideologías criticaban las desigualdades sociales del capitalismo y proponían un modelo de sociedad más igualitario  basado en la propiedad colectiva. La toma de conciencia del proletariado ocasionó un nuevo tipo de conflictividad social y tuvo sus repercusiones en la vida política del país.

Las primeras asociaciones obreras aparecieron en España hacia 1830 y tenían fundamentalmente un carácter benéfico; es decir, eran asociaciones de ayuda mutua que trataban de cubrir las necesidades de los trabajadores en caso de despido, accidente, etc. Asociaciones como la Mutua de Tejedores fomentaron los principios de solidaridad y organizaron las primeras protestas, exigiendo mejoras laborales. En general, el primer movimiento obrero siguió las ideas de los socialistas utópicos, especialmente de Fourier, Cabet,  y Proudhon. Paralelamente se produjeron las primeras protestas luditas que quemaron fábricas y destruyeron máquinas en lugares como Alcoy y Barcelona. (Incendio de la La Bonaplata.)  (1ª huelga en 1855).

Durante la época moderada, las asociaciones obreras fueron disueltas y prohibidas pero resurgieron con más fuerza durante el Sexenio Democrático. El restablecimiento de las libertades de expresión y de asociación favoreció el asociacionismo proletario que se desvinculó de los partidos burgueses, estableciéndose los primeros contactos con la Asociación  Internacional de Trabajadores, y la llegada a España de internacionalistas obreros.

El enfrentamiento entre socialistas y anarquistas en la propia A.I.T se reprodujo también en nuestro país. Guissuppe Fanelli, colaborador de Bakunin, difundió las ideas anarquistas: colectivismo, abolición del Estado  y apoliticismo. El anarquismo tuvo éxito sobre todo en Cataluña, y pronto surgieron las primeras organizaciones. En 1870 se fundó La Federación Regional Española de la Internacional y se celebró en BCN el 1er Congreso de la sección española de la AIT que organizó secciones y federaciones de oficios y fijó las líneas a seguir, mayoritariamente anarquistas. Anselmo Lorenzo es el principal dirigente y difusor de las ideas anarquistas en este periodo.  

Por otra parte, el yerno de Marx, Paul Lafargue difundió las ideas del socialismo marxista, intentando contrarrestar la influencia anarquista. El éxito del marxismo se centró sobre todo en Madrid,  en donde se constituyó la Nueva Federación Madrileña (1872).

Con la Restauración el movimiento obrero pasó a la clandestinidad. El anarquismo, después de unos años difíciles se reorganizó con la creación, en 1881,  de La Federación de Trabajadores de la Región Española. La implantación del anarquismo era notable entre los trabajadores industriales de  Cataluña y los jornaleros de Aragón y Andalucía,  pero las divisiones internas, la represión y la escasa organización les mermaba fuerzas. Pronto surgieron dos tendencias, una más partidaria de la acción sindical reivindicativa, y otra que practicaba la acción directa con huelgas y utilizando métodos violentos (asesinato de Cánovas, bomba del Liceo). Esta táctica de los más radicales sirvió para etiquetar de violentos a todos los anarquistas y para desprestigiarlos (caso de la Mano Negra). Lo cierto es que en los últimos años del siglo, se produjeron diferentes atentados y conflictos que respondían más a ajustes de cuentas que a intentos por destruir el Estado. A principios del s. XX se creó el gran sindicato anarcosindicalista: La Confederación General de Trabajadores (CNT).

La  tendencia socialista del movimiento obrero se reorganizó, después de la represión de 1874, en torno a un núcleo de tipógrafos – en Madrid se concentraba la prensa y las editoriales – que junto a algunos artesanos e intelectuales fundaron en 1879 El Partido Socialista Obrero Español (P.S.O.E.). El primer presidente fue Pablo Iglesias que junto a Jaime Vera redactó el programa inicial. Este, siguiendo la línea del socialismo marxista, reclamaba la abolición de las clases, la transformación de la propiedad privada en colectiva y la conquista del poder, además de otras reivindicaciones políticas y laborales. En 1886 se publicó El Socialista y en  1890 se celebró el 1º de Mayo como fiesta de los trabajadores.

Aunque los inicios, como reconocía el propio Pablo Iglesias, fueron difíciles, poco a poco el P.S.O.E fue creando una organización – Comité Central, Primer Congreso –  y ampliando las bases, apareciendo sedes – casas del pueblo- en las principales ciudades del país. En 1888 se fundó La Unión General de Trabajadores (U.G.T.), sindicato de inspiración marxista que tuvo gran fuerza en Madrid, Asturias y Vizcaya.  En los años noventa el P.S.O.E. presentó candidatos a las elecciones, con éxito en las municipales, aunque hasta principios del siglo XX no consiguió el primer diputado en  las Cortes. La guerra de Cuba afirmó aún más la posición de los socialistas que se opusieron a las quintas y consideraron la guerra como imperialista. La afiliación aumentó espectacularmente en los primeros años del nuevo siglo. Al igual que la C.NT, la U.G.T fue aumentando el número de afiliados y tuvo un protagonismo relevante  como oposición en los años finales de la  Restauración.

En resumen, la lucha de estas primeras organizaciones obreras contribuyó a que se democratizara el sistema liberal ampliándose las libertades y el derecho a voto, además  hizo  que los gobiernos decretaran algunas leyes para mejorar sus condiciones de vida y laborales.

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