Transformaciones Políticas y Sociales en España: Del Antiguo Régimen a Isabel II

El Antiguo Régimen

El concepto “Antiguo Régimen” fue utilizado por primera vez en la Asamblea Constituyente en 1790 por los revolucionarios franceses. Este término define el conjunto de rasgos políticos, sociales, económicos y jurídicos que caracterizaron Europa y sus colonias del siglo XVI al siglo XVIII.

El Antiguo Régimen se formó en España durante el reinado de los Reyes Católicos y se consolidó con los Austrias en los siglos XVI y XVII. Los Borbones lo transformaron en el siglo XVIII, incluyendo características propias como la Inquisición, pero conservando los mismos rasgos básicos que el resto de Europa. Pronto, las estructuras del Antiguo Régimen empezaron a quedarse anticuadas para los cambios sociales y económicos. Además, el gobierno absoluto de los reyes provocaba que se mantuviese un orden social injusto, favoreciendo solo a una minoría.

El apoyo de esta situación chocaba con los intereses de la burguesía comercial y financiera, causando impedimentos en la circulación de bienes y fomentando el atraso en la actividad económica.

Características Políticas

El Absolutismo era la forma de poder, es decir, todo el poder recaía sobre el rey, quien tenía la última palabra en todo conflicto. Esto no significaba que su poder no estuviese limitado, pues debía seguir las tradiciones, como contar con la aprobación de sus súbditos para crear impuestos. El “Despotismo Ilustrado” se desarrolló en el siglo XVIII y consistía en beneficiarse del poder real para fomentar el desarrollo de reformas sociales y económicas sin necesidad de cambiar el sistema político.

Los fundamentos del absolutismo son: la soberanía, donde el rey toma todas las decisiones; el Estado es patrimonial y propiedad de la Corona; el poder del rey es absoluto, por lo que queda absuelto de cumplirla y los tres poderes recaen sobre él; y la administración territorial depende del régimen señorial.

La monarquía absoluta se instauró con la llegada de los Borbones, pues antes, con los Austrias, había una monarquía autoritaria.

Características Económicas

La economía era agraria, dirigida y preindustrial. La Corona intervenía a la hora de fijar los precios. España sufría de un estancamiento tecnológico provocado por la escasa aplicación de la tecnología en la producción y el predominio del trabajo manual. Esto afectaba al crecimiento de la producción, que al ser muy lento provocaba crisis de subsistencias periódicas. Predominaba la economía agraria, siendo la tierra el bien esencial. El adueñamiento del suelo se originó durante la Reconquista, con títulos nobiliarios feudales.

El sistema económico se había adaptado a las necesidades de la economía agraria, siendo inapropiado para el nuevo desarrollo industrial, comercial y financiero de una economía moderna.

Características Sociales

España era una sociedad estamental desigual dividida en tres estamentos: nobleza, clero y tercer estado. A su vez, dentro de cada estamento había una reorganización social producida por un mecanismo económico. Es decir, había un alto clero y un bajo clero, una nobleza alta y baja, y un tercer estado con una burguesía alta, media o baja, campesinos ricos, etc.

La nobleza y el clero gozaban de privilegios. Socialmente se les reservaban legalmente ciertos oficios. Particularmente, su testimonio en un juicio valía más que el de cualquier persona de menor rango social. Económicamente, no tenían que pagar impuestos.

A causa de las amortizaciones, la tierra en venta en España era escasa, pues no se podía vender a no ser que fuese tierra libre, y los precios de esta eran muy altos. Esta organización social estamental provocaba que la minoría privilegiada se quedase en su situación, impidiendo a otros grupos ascender. Por esto, el tercer estado, quien sostenía al país gracias a su trabajo y a los impuestos, permanecía en su lugar social sin posibilidad de ascender. Esta situación incitaba a los burgueses a ansiar un cambio de sistema.

Política Centralizadora de los Borbones

Guerra de Sucesión

Al morir Carlos II sin descendencia, se creó un conflicto. Había dos candidaturas: la de Carlos de Austria y la de Felipe de Anjou (nieto de Luis XIV de Borbón). Según el testamento de Carlos II, Felipe fue proclamado rey, pero esto no agradó a los Austrias y generó la rebelión de la Corona de Aragón, dando comienzo a la Guerra de Sucesión Española (1702-1715). Los Austrias, apoyados por la Corona de Aragón, defendían el modelo pactista; mientras que los Borbones, apoyados por la Corona de Castilla, defendían el modelo francés centralizador. Finalmente, gracias a la Paz de Utrecht (1713), se instauró la dinastía borbónica con Felipe V al mando. En este tratado se reconocía a Felipe V como rey de España, a cambio de su renuncia al trono francés.

Decretos de Nueva Planta y la Unificación

El primer objetivo de Felipe V fue simplificar los reinos, leyes e instituciones a la manera de Castilla. Esta obra de reforma administrativa se plasmó en los Decretos de Nueva Planta. En ellos se expresaba la idea de una profunda reforma del gobierno y de la administración de los territorios de la Corona de Aragón. Esto significó la sustitución del pactismo de los Austrias por el absolutismo de los Borbones. Con esto, los reinos de la Corona de Aragón perdieron sus instituciones político-administrativas. Todo el territorio quedó uniformizado según el modelo de Castilla.

Centralización Administrativa y el Absolutismo

Su empeño centralizador y unificador llevó a una reforma integral de la administración de la corona. Ahora, cinco Secretarios de Despacho, también llamados ministros, quedaban al mando del gobierno. La administración territorial se reformó completamente, dividiendo el reino en provincias. La Corona controlaba todo el territorio.

Centralización Económica

Fue el fin de las exenciones fiscales. Además, las Reales Fábricas supusieron un impulso económico por parte de la Corona. Se creó un impulso reformista unificador y centralizado que englobó todos los aspectos económicos y políticos, y que supusieron la base del estado liberal del siglo XIX.

El Liberalismo durante el Reinado de Isabel II

El Conflicto Dinástico: Carlismo y Guerra Civil

El conflicto dinástico empezó con el nacimiento de la hija de Fernando VII y María Cristina, Isabel. Según la Ley de las Partidas, se declaraba como heredera del trono a la hija mayor del Rey, pero con la llegada de los Borbones se estableció la Ley Sálica, que excluía del trono a las mujeres. Las Cortes aprobaron una Pragmática Sanción que abolía la Ley Sálica, pero no fue publicada. Finalmente, el Rey la hizo pública en 1830. Al final del reinado de Fernando VII, María Cristina se acercó a los liberales moderados para que estos le apoyasen en la sucesión de su hija Isabel al trono. Al morir Fernando VII en 1832, María Cristina pasa a ser regente, formando un nuevo gobierno reformista y decretando una amnistía para los liberales. Los absolutistas, molestos, se agruparon con Don Carlos, hermano de Fernando VII y príncipe heredero. Este no reconoce como heredera a Isabel y desemboca en una guerra civil, iniciando así el carlismo. Privado Don Carlos del trono, accedió a él Isabel II, ocupando la regencia su madre, María Cristina.

Los Bandos Enfrentados: Carlismo y Liberalismo

Tras la muerte de Fernando VII y el proclamamiento de Maria Cristina se producen los primeros levantamientos por parte de los carlistas. La guerra civil no solo fue una lucha por la sucesión legal del trono, sino que además, fue un enfrentamiento entre absolutistas y liberalistas. Los carlistas eran partidarios del absolutismo, el tradicionalismo y el foralismo. Políticamente luchaban contra el centralismo liberal, socialmente era una lucha del campo contra la ciudad y también de ricos y pobres. 

Los carlistas se apoyaban en el campesinado, los pequeños propietarios y el clero, estaban localizados en el ámbito rural; mientras que los liberales, localizados en los núcleos urbanos, se apoyaban en las clases medias ilustradas, los burgueses y los pequeños comerciantes.

La I guerra Carlista

Se divide en 3 fases:

La primera (1833-1835): la guerra empezó con el levantamiento de carlistas en el PV y en Navarra. No contaban con un ejército, por lo que optaron por la guerra de guerrillas. A pesar de llevar la iniciativa, los carlistas no consiguieron generalizar la guerra y tampoco unir los territorios bajo su control.

Internacionalmente Don Carlos recibió apoyo de potencias absolutistas como Rusia, que les envió dinero y armas. Por otro lado, Maria Cristina contó con el apoyo de Inglaterra y Francia que quería que se implantase el liberalismo moderado en España.

En la segunda fase (1835-1837) se llevaron a cabo algunas expediciones y operaciones por parte de los carlistas, pero ninguna con éxito.

En la tercera fase (1937-1940) el desgaste y la crisis en ambos bandos favoreció al acercamiento de ambos acabando en la firma del Convenio de Vergara (1839). La guerra continuó en Cataluña, hasta que finalmente el general carlista Cabreba fue derrotado en 1940.

Finalmente los carlistas aceptaron a Isabel II como reina, a cambio se les integró en el Ejército.

Reinado Isabel II

Minoria de edad de Isabel II: época de las regencias (1833-1843)

Durante la minoría de edad de Isabel II hubo dos regencias, la primera, de su madre Maria Cristina (1833-1840) y la segunda, del general Espartero (1840-1843). La consolidación del régimen liberal, la continuación de la desamorticación y la intervdnción en la vida pública de los militares formaron la actividad política.

Regencia María Cristina (1833-1840)

La consolidación del régimen liberal fue difícil. La monarquía evolucionó desde el absolutismo moderado al liberalismo progresista. En el Estatuto Real de 1834 se solidificó el programa del partido moderado, en el que el régimen se basaba en la soberanía del Rey y de las Cortes, formadas por dos cámaras distintas, la Cámara de Próceres y la Cámara de Procuradores.

La estrategia para acabar con la guerra carlista fracasó. Se formaron las Juntas locales y provinciales revolucionarias por los movimientos revolucionarios, estas eran capaces de enfrentarse al gobierno central. Esto obligó a la reina a dar el poder a los progresistas. Maria Cristina nombró como jefe del gobierno al progresista Mendizábal. Sus principales objetivos eran evitar la quiebra de la Hacienda y hacer frente al carlismo. Para conseguirlo promueve la desamortización de los bienes eclesiásticos y su venta. 

La reina destituyó a Mendizábal y en su lugar se puso a un moderado y se pone en marcha el programa progresista. Tras las elecciones se produce la reforma de la antigua constitución que da lugar a la Constitución progresista de 1837. Esta recoge el principio de soberanía nacional y los derechos individuales. Ademas consiguió el equilibrio entre la Corona y las Cortes. 

Al probarse la constitución se convocaron elecciones en la que los moderados salieron elegidos. Los moderados pusieron fin a la guerra charlista en 1940, pero su periodo en el poder fue corto. Los progresistas junto con el general Espartero consiguieron la renuncia de Maria Cristina.

El militarismo marcó l política española desde los inicios de la revolución industrial y estuvo durante todo el reinado isabelino.

La regencia de Espartero (1840-1843)

Espartero llevo a cabo una política personalista y siguió con la consolidación del régimen liberal, desarrollando la constitución y la desamortización. Su regencia fue muy inestable por las divisiones entre progresistas y los constantes pronunciamientos por parte de los moderados.

En una coalición de los moderados antiespartistas y los progresistas se consiguió acabar con la Regencia de Espartero mediante el pronunciamiento del general Narváez. Para evitar una nueva regencia, las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II a los 13 años, siendo coronada el 10 de noviembre de 1843.

La mayoría de edad de edad de Isabel II

En la Constitución de 1845, la Corona y las Cortes tienen la soberanía nacional, además comparten el poder legislativo.

Las Cortes se dividieron en el Congreso de los diputados y el Senado. En cuanto a la relación Iglesia-Estado, se reconoció el carácter oficial de la religión católica. Finalmente se aprueba la Constitución de 1845 con una ley electoral basada en el sufragio censitario.

En el Concordato de 1851 se mejoró la relación Iglesia-Estado que se había producido por las desamortizaciones.

Los moderados tuvieron el poder durante todo el reinado de Isabel II, menos en el bienio progresista.

Los progresistas defendían la soberanía nacional y el predominio de las Cortes.

Aparece el Socialismo y el partido Republicano.

Finalmente el carlismo fue el partido de mayor oposición hacia la reina.

Hubo un levantamiento y la reina Isabel II decidió formar equipo con el progresista Espartero. Estos años se les denomina el Bienio Progresista (1854-1856), en el que unionistas y progresistas se turnaron.

Tras la caída de O’Donnell, el poder fue entregado a los moderados por la reina, que gobernaron de forma autoritaria entre 1863 y 1868 ejerciendo una fuerte represión. Esto hizo que la oposición hacia el régimen isabelino creciera. Lo que provocó la del régimen fue la crisis económica general y las diferencias internas entre moderados y unionistas. Finalmente en el Pacto de Ostende se acordó el destronamiento de Isabel II y se convocaron Cortes Constituyentes por sufragio universal.

Tras la muerte de Narváez se produjo el pronunciamiento “La Gloriosa”. Isabel II se exilió a Francia y dio comienzo al sexenio revolucionario.

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