Apuntes de historia de españa 2o bachillerato

Tema 6. Los Reyes Católicos: la construcción del estado moderno

6.1. Unión dinástica: integración de las coronas de Castilla y Aragón

Cuando muere Enrique IV, Isabel se autoproclama reina de Castilla y provoca una guerra civil entre

sus partidarios castellanos (mas Aragón, Inglaterra y Borgoña) y los de Juana (Portugal, Francia y

algunos nobles castellanos). Finalmente en el tratado de Alcaçovas (1479), se reconoce a Isabel

como reina de Castilla. En este mismo año, muere Juan II de Aragón y Fernando es nombrado rey.

La unión dinástica se produce en 1475 (aunque todavía no eran reyes) en el Alcázar de Segovia,

donde Isabel y Fernando fijan el futuro sistema de gobierno en la Concordia de Segovia:

‐En Castilla los dos tienen la misma capacidad de decisión política, pero Fernando es rey consorte.

‐Fernando concede a Isabel la corregencia de Aragón firmando un decreto en 1481.

La Unión dinástica supone que no hay una unión política de reinos, sólo unión personal. El único

organismo que comparten es la Inquisición.
Castilla tiene la hegemonía en la Península por su mayorpeso demográfico y económico.

6.2. La conquista del reino nazarí y la incorporación del reino de Navarra

La anexión del Rino Nazarí de Granada y Navarra culminó con el proceso de unión territorial llecado a cabo por los RRCC en la Península.

Hubo varias causas que llevaron a conquistar el Reino Nazarí de Granada
: la unidad de fe y así

terminar con el Islam en la Península. Los nazaríes habían dejado de pagar impuestos y Granada

estaba sumida en una profunda crisis interna. Castilla inicia una guerra contra el rey nazarí, pero

dura más de lo que esperaban y se empieza a resentir la economía de Castilla. Ante esta situación,

Isabel toma una serie de medidas:

‐Permite participar en la guerra a la nobleza que apoyó a Juana en la Guerra de Sucesión.

‐Pide al Papa que los impuestos de la Iglesia sean administrados por Castilla.

‐Innovaciones técnicas y tácticas: se usan armas de fuego de largo alcance, asedian ciudades cortando

suministros y accesos…

‐Se hacen hospitales de campaña por primera vez.

‐Se usa una acción tierra‐mar conjunta.

‐El ejército pasa a ser un ejército a disposición de la reina.

Se llega al final de la guerra mediante una capitulación entre Boabdil y la reina:

Capitulaciones de

Santa Fe (1491), en los que Boabdil acepta entregar Granada a cambio de que la reina respete las

costumbres y creencias de los nazaríes. Los RRCC entran en Granada el 2 de enero de 1492.

En cuanto a Navarra, a Francia y Castilla no les interesaba enfrentarse por ella, pero muere Isabel y

Fernando se casa con Germana de Foix (princesa Navarra). Así se anexiona Navarra, que queda

dentro del ámbito Castellano pero mantiene sus fueros y su política fiscal.

Tema 7. Expansión ultramarina y creación del imperio colonial


7.1. El descubrimiento de América

Castilla y Portugal fueron los pioneros en las exploraciones atlánticas debido a su mejora en la

cartografía y en las naves. Estos querían evitar la ruta mediterránea debido a la presencia de los

turcos. La Corte castellana aprobó unos proyectos de Colón en los que se consideró que una ruta

hacia el oeste llegaría a las Indias. Es así como Colón partió de Palos en 1492 con tres naves, y treinta

y tres días, el 12 de Octubre, llegó a Ganahaní (pero Colón creyó que estaba en Asia) que fue llamado

San Salvador, y después llegó a Juana y a la Española.

Portugal protestó ante la expansión de Castilla por lo que se firmó el Tratado de Tordesillas (una

línea imaginaria que separaba los territorios de Portugal y Castilla).

En 1493, Colón realizó su segundo viaje llegando a las Antillas menores. En su tercer viaje llegó al

continente. En su cuarto y último viaje, Colón viajó en solitario para encontrar un paso que condujese

a las Indias, sin conseguirlo. Murió en 1506 sin haber llegado a Asia.

7.2. Conquista y colonización de América

La conquista se desarrolló en 3 etapas: primero, las conquistas antillanas. Se adelantaron por el

continente para buscar recursos y esclavos que suplieran a los indios fallecidos. Se fundó la ciudad de

Panamá y se introdujo la caña de azúcar. Después, Hernán Cortés conquistó el Imperio azteca, con

ayuda de algunos indígenas, y derrotaron a su emperador Moctezuma. Se explotaron minas de oro y

plata y muchos indígenas los veneraron como dioses. Más tarde, Francisco Pizarro conquistó el

Imperio Incaico y capturó a su emperador Arahualpa. Pedro Valdivia conquistó Chile.

Desde 1550 hasta el s. XVIII se realizaron conquistas interiores: Nuevo México, Florida, California,

Texas, la cuenca del Orinoco y el interior de Argentina. Desde México, explorando el Pacífico, se

conquistaron las Islas Filipinas con Legazpi (1565). Sin embargo, Magallanes ya había llegado a la

India. La superioridad tecnológica de los conquistadores castellanos suplió su escaso número en

comparación con la numerosa población indígena.

9. La

España del siglo XVII


9.1. Los Austrias del s.XVII. Gobierno de validos y conflictos internos

Los monarcas que reinaron la España del s. XVII se apoyaron para gobernar en la figura del valido
. El Duque de Lerma y el de

Osuna con Felipe III, el Conde‐Duque de Olivares y don Luis de Haro con Felipe IV, el padre Nithard y Fernando Valenzuela

durante la regencia de Mariana de Austria, y don Juan José de Austria, el Duque de Medinaceli y el Conde de Oropesa con Carlos

II son prueba evidente de ello. El valido era un primer ministro con plenitud de poderes que, por dejadez, incompetencia o falta

de voluntad, gobernaba en nombre del rey. Este sistema trajo consigo un aumento de la corrupción puesto que los validos

aprovecharon su poder para conseguir beneficios, cargos, títulos y mercedes tanto para él como para sus familiares y amigos,

produciéndose rivalidades e intrigas entre los que gozaban del favor real y los que no.

A lo largo del s. XVII la monarquía se vio aquejada por múltiples conflictos internos
. Felipe III y su valido el Duque de Lerma

decretaron la expulsión de los moriscos en 1609. Más de 270.000 personas tuvieron que exiliarse. Las consecuencias fueron un

receso demográfico, el despoblamiento y la falta de mano de obra en muchas zonas, especialmente en Valencia.

Durante el reinado de Felipe IV, Olivares propuso que los diferentes reinos colaboraran en el mantenimiento de la monarquía

tal y como hacía Castilla. Esto produjo la crisis más grave del s. XVII, la del año 1640, en el que se produjeron las sublevaciones

de Cataluña y Portugal justo en el momento en el que España estaba metida en la Guerra de los Treinta Años. Cataluña volvió a

incorporarse a la Corona en 1652 pero Portugal logró su independencia en 1668. Paralelamente se produjeron otros

movimientos de carácter independentista en Andalucía, Aragón y Nápoles que fueron sofocados.

9.2. La crisis de 1640

La entrada de España en la Guerra de los Treinta Años y la ruptura de la Tregua de los Doce Años con Holanda acuciaron

los problemas económicos de la monarquía. El Conde‐Duque de Olivares propuso la Unión de Armas por la que se crearía un

ejército permanente en el que cada reino colaboraría en función de su población. La negativa de los reinos orientales impidió su

puesta en práctica. Tras la entrada de Francia en la guerra a partir de 1635, las necesidades fueron mayores por lo que se

intentó revitalizar el proyecto dando origen a la crisis de 1640 en la que Cataluña y Portugal fueron los protagonistas pese a que

también se produjeron intentos separatistas en Nápoles, Aragón y Andalucía.

El envío de tropas castellanas a la frontera con Francia provocó el estallido de una revuelta entre el campesinado catalán.
El

virrey fue asesinado y la Generalitat se declaró en rebeldía, no reconociendo como rey a Felipe IV y acatando la soberanía de

Luis XII de Francia, al que declararon Conde de Barcelona. Se inició así una guerra que culminaría con la toma de Barcelona y la

toma de los rebeldes por la monarquía hispánica. Al mismo tiempo, estalló el conflicto con Portugal, territorio del imperio

español desde 1580. La derrota española en Villaviciosa precipitaría que en 1668 Mariana de Austria firmara el Tratado de

Lisboa por el que se reconocía la independencia de Portugal y su imperio colonial y a los Braganza como dinastía reinante.

9.3. La España del siglo XVII: el ocaso del imperio español en Europa

Durante el reinado de Felipe III (1598‐1621) se optó por una política exterior pacifista, una buena prueba de ello fue la firma

de la Tregua de los Doce Años con Holanda (1609). El cambio de reinado supuso un giro radical en la política exterior

. Felipe V

(1621‐1665) y su valido, el conde‐duque de Olivares pretendieron recuperar el prestigio perdido. Apoyaron a los Habsburgo

austriacos en la Guerra de los Treinta Años (1618‐1648) y pusieron fin a la Tregua de los Doce Años (1621) iniciando así un

largo periodo bélico. En un primer momento, la balanza se decantó del lado de los Austria (victorias de la Montaña Blanca,

Nordlingen y Breda). La entrada en la guerra de Francia en 1635 cambió las tornas. Las derrotas en Europa (las Dunas, Rocroi) y

los problemas internos (Cataluña, Portugal, Nápoles…) llevaron a la firma de la Paz de Westfalia (1648) por la que España

reconocía la independencia de Holanda. Este tratado suponía la pérdida definitiva de la hegemonía de los Habsburgo en Europa.

La guerra con Francia continuó hasta la firma del Tratado de los Pirineos (1659), por el que España cedía el Rosellón y la

Cerdaña y algunos territorios de los Países Bajos españoles.

Con Carlos II (1665‐1700) continuaron los enfrentamientos con Francia que se saldaron con las pérdidas de más territorios en

los Países Bajos y del Franco‐Condado por las paces de Nimega, Aquisgrán y Rijswijk. En 1668 se firmó el Tratado de Lisboa por

el que se reconocía la independencia de Portugal y su imperio colonial. Pese a las pocas pérdidas territoriales, España se había

convertido en una potencia de segundo orden.

Daniel López Sánchez

2º Bach. F.

2º Trimestre.

9.4. La España del siglo XVII: evolución económica y social

El s. XVII se caracterizó por una profunda crisis que asoló a toda Europa y de la que la monarquía española, y especialmente

Castilla, que era quien mantenía la política imperial de los Austria, no se salvó. Guerras, epidemias y hambrunas fueron

constantes a lo largo del siglo. El descenso demográfico fue motivado por las constantes epidemias de peste negra, el hambre,

las bajas en la guerra, la merma de la natalidad, la expulsión de los moriscos y, en menor medida, la emigración a América. Se

evidenció un cambio en la distribución de la población pasando la periferia a tener un mayor peso específico al tiempo que

se producía la decadencia de las grandes ciudades castellanas a excepción de Madrid.

A nivel económico, la crisis afectó a todos los sectores. La agricultura se vio afectada por las malas cosechas motivadas por la

climatología adversa y la escasez de avances técnicos. La ganadería trashumante también encontró dificultades que

provocaron la disminución de la exportación de la lana castellana. La artesanía, controlada por los gremios, se mostró incapaz

de competir con las producciones extranjeras. El comercio también entró en recesión: la competencia ejercida por franceses,

ingleses y holandeses, la disminución de las remesas de plata americana, las alteraciones monetarias y el aumento de los precios

fueron la causa del descenso. Por todo ello aumentó la presión fiscal, se envileció la moneda (moneda de vellón) y un

endeudamiento de la Hacienda que tuvo que declararse en bancarrota en numerosas ocasiones.

La crisis también afectó a la sociedad estamental
. El campesinado vio como empeoraban sus, ya de por sí penosas,

condiciones de vida. La nobleza continuó aferrada a sus privilegios incrementando el nivel de las rentas en sus señoríos y el

clero aumentó su número al tiempo que también lo hacían los grupos marginados.

9.5. La España del siglo XVII: esplendor cultural. El Siglo de Oro

El s. XVII se caracterizó por una profunda crisis política, social y económica, sin embargo, supuso un periodo de esplendor

cultural conocido como el Siglo de Oro.

El Barroco es el movimiento cultural del s. XVII. Las características fundamentales de la cultura barroca son su marcado carácter

propagandístico con la exaltación de valores de los órganos de poder, su aparatosidad, dinamismo y carga emocional, un

espíritu conservador de los valores tradicionales y una clara finalidad, la de distraer a las masas alejándolas de una realidad

adversa y evitando cualquier protesta ante tal situación.

En el plano literario hay que destacar a Miguel de Cervantes, creador de la considerada como primera novela moderna, el

Quijote. En poesía sobresalieron las figuras de Góngora, Quevedo y Lope de Vega. La novela picaresca alcanzó desarrollo con las

obras de Mateo Alemán y Francisco de Quevedo. El teatro fue el principal vehículo de difusión cultural de la sociedad barroca.

Abarcaba contenidos como la comedia, el drama o el auto sacramental, y destacaron figuras como Calderón de la Barca, Tirso de

Molina y Lope de Vega.

Desde el punto de vista artístico, hay que destacar arquitectos como Juan Gómez de Mora, o José Churiguera, a pintores como

Velázquez, Zurbarán, Ribera o Murillo, y a escultores como Gregorio Hernández de la escuela castellana o Martínez Montañés,

Pedro de Mena o Alonso Cano de la escuela andaluza.

10. La España del siglo XVIII

10.1. La España del siglo XVII: la guerra de Sucesión y el sistema de Utrecht

Carlos II, que había muerto sin descendencia, nombró como sucesor a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y bisnieto

de Felipe IV, quien sería coronado con el título de Felipe V. Acababa así la dinastía de los Habsburgo y llegaba al trono español la

de los Borbones
. Muy pronto, se formó un bando dentro y fuera de España que no aceptaba al nuevo rey y apoyaba al otro

pretendiente, el archiduque Carlos de Austria
.

Estalló una guerra civil y europea. El conflicto tenía una doble perspectiva: el ascenso al trono español de Felipe V representaba

la hegemonía francesa, y la temida unión de España y Francia bajo un mismo monarca. Este peligro llevó a Inglaterra y Holanda

a apoyar al candidato austriaco. Un acontecimiento internacional condicionó el desenlace del conflicto ya que en 1711 el

archiduque Carlos heredó el imperio austriaco. Inglaterra y Holanda pasaron en ese momento a ver con prevención la posible

unión de España y Austria bajo un mismo monarca. La guerra concluyó con la firma del Tratado de Utrecht (1713). Este

estipuló que Felipe V sería reconocido por las potencias europeas como rey de España, pero renunciaba a cualquier derecho con

respecto a la corona francesa. España tuvo que entregar a Austria los Paises Bajos españoles, Nápoles y Cerdeña. Saboya se

anexionó Sicilia. Inglaterra obtuvo Gibraltar, Menorca, el navío de permiso (derecho a llevar un buque de 500T al año para

comerciar con las Indias españolas) y el asiento de negros.

10.2. La España del siglo XVIII: cambio dinástico. Los primeros Borbones

El siglo XVIII se inicia en España con la llegada de una nueva dinastía procedente de Francia, los Borbones, asentados por la

voluntad estamentaria del último Austria Carlos II y la victoria en la Guerra de Sucesión y reconocidos internacionalmente por

el Tratado de Utrecht. Los tres primeros monarcas son Felipe V (1700‐1746), Fernando VI (1746‐1759)
y Carlos III (1759‐

1788), sin contar el efímero reinado de Luis I (1724) en quien abdicó su padre Felipe V, el cual volvería a convertirse en

soberano a la muerte del joven.

Con los primeros Borbones se abre un ciclo de recuperación demográfica y económica que había comenzado a fines del siglo

anterior. Desde el punto de vista cultural, España participará tardíamente de la corriente de la Ilustración. Políticamente, estos

soberanos, sin modificar las estructuras tradicionales del Antiguo Régimen (monarquía absoluta, sociedad estamental y

economía agraria) introducirán cambios encaminados al establecimiento de una monarquía centralista, absolutista y

racionalista con mejoras en la hacienda, la administración y la flota, entre otras, que desembocarán en el periodo más

reformista del siglo personalizado por el despotismo ilustrado de Carlos III. Desde el punto de vista de la política exterior, la

vinculación a Francia a través de los Pactos de Familia, haría posible la recuperación de una parte de los territorios europeos

perdidos tras la Guerra de Sucesión.

10.3. La España del siglo XVIII: reformas en la organización del Estado. La monarquía centralista

La llegada de la nueva dinastía propició importantes cambios en la estructura del Estado. Felipe V introdujo medidas

centralizadoras, con el objetivo de hacer un estado más eficaz. Los Decretos de Nueva Planta (1707, Aragón y Valencia: 1715,

Mallorca y 1716, Cataluña) abolieron los fueron e instituciones propias de los reinos de la Corona de Aragón y los asimilaron a

los castellanos. Los fueros de las provincias vascas y Navarra se mantuvieron como recompensa por su lealtad durante la Guerra

de Sucesión. Se instaló un nuevo modelo de administración territorial. Se dividió el territorio en provincias gobernadas por

capitanes generales. Las Reales Audiencias se mantuvieron, así como los cargos en los ayuntamientos. Se creó la figura de los

intendentes que fueron encargados de cuestiones económicas. Los Borbones también reformaron la administración central. Se

suprimieron todos los Consejos, exceptuando el Consejo de Castilla, que se convirtió en el gran órgano asesor del rey. Se crearon

las Secretarías de Despacho (Estado, Guerra, Marina, Hacienda, Justicia e Indias), antecedentes de los ministerios. En 1787 se

establece la Junta Suprema de Estado, antecedente del Consejo de Ministros. Se intensificó la política regalista que buscaba la

supremacía de la Corona, el poder civil, sobre la Iglesia. Las dos medidas principales fueron el establecimiento de un mayor

control sobre la Inquisición y la expulsión de la Compañía de Jesús adoptadas por Carlos III en 1767. Hubo intentos poco

eficaces de reformar el sistema hacendístico (Catastro de Ensenada) de 1749.

10.4. La práctica del despotismo ilustrado: Carlos III

El siglo XVIII fue un periodo de recuperación económica. En este contexto de crecimiento económico se llevaron a cabo los

primeros censos con la finalidad de conocer las potencionalidades económicas y fiscales del país (censo del Conde de Aranda,

1769; censo de Floridablanca, 1787). Entre los ilustrados se extendió la conciencia de la necesidad de emprender reformas en la

agricultura. Para ello se crearon las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País. Los ministros de Carlos III prepararon

diversos planes de reforma como el Memorial Ajustado de Campomanes y el informe sobre la Ley Agraria de Jovellanos. Las

únicas medidas que se llevaron a cabo fueron el reparto de tierras comunales en Extremadura, la repoblación de Sierra Morena,

la reducción de los derechos de la Mesta, y algunas obras de regadío (Canal Imperial de Aragón, Canal de Castilla…). Los

ministros ilustrados también fomentaron el desarrollo de la industria. En 1772 se rompió el monopolio de los gremios; se

establecieron, con escaso éxito económico, las Reales Fábricas (fabricación de armas, vidrio, tapices, porcelana…). Con respecto

al comercio se mejoraron las vías de comunicación y se suprimieron las aduanas interiores. Un decreto de 1778 estableció la

liberación del comercio con América para todos los territorios peninsulares. En el terreno financiero, se estableció el Banco de

San Carlos, antecedente del futuro Banco de España.

10.5. La España del Siglo XVII: evolución política exterior en Europa

El reinado de los Borbones se inició con una importante pérdida de poder e influencia de la Corona española en el contexto

internacional debido al tratado de Utrecht. Esta situación permitió liberar a la monarquía de la pesada carga militar y financiera

que había supuesto el mantenimiento de las posesiones europeas en los siglos XVI y XVII. De este modo, los Borbones se

centraron en mejorar la situación en el interior del país.

El siglo XVIII fue de relativa paz, aunque España se vio implicada en algunos acontecimientos bélicos. Los principales

enfrentamientos tienen que ver con los intereses españoles por recuperar las posiciones italianas perdidas en el Tratado de

Utrecht. Esto provocó el enfrentamiento con algunas potencias europeas, en especial con Austria. En busca de aliados, Felipe V

y posteriormente Carlos III, firmaron una serie de pactos con Francia, los llamados “Pactos de Familia”. Con Fernando VI,

España entra en una etapa de neutralidad en la política exterior. En este periodo, los esfuerzos se destinaron a la mejora del

ejército y la flota. En la segunda mitad del siglo, durante el reinado de Carlos III, España intervino en la Guerra de los Siete Años

al lado de Francia contra Inglaterra (Se firma el III Pacto de Familia). La guerra terminó con la paz de París en la que España

tuvo que ceder Florida y territorios de México a Gran Bretaña. El desquite español vendrá al apoyar a los rebeldes americanos

en su lucha por la independencia de Inglaterra. Tanto España como Francia apoyarán económica y militarmente la

independencia de los Estados Unidos, y la influencia española será decisiva sobre esa nueva nación. Por el Tratado de Versalles

de 1776 España recupera Florida, Menorca y Sacramento, pero no consigue Gibraltar a pesar de sus esfuerzos. Con Carlos IV

(1788–1808), la política exterior viene marcada por los acontecimientos revolucionarios en Francia. España se ve involucrada

en varias guerras, unas al lado de Inglaterra contra Francia (Guerras de la Convención 1793 – 1795) y otras junto a Francia

frente a Inglaterra (Trafalgar 1805).

11. 1. La crisis de 1808. La Guerra de la Independencia y los comienzos de la revolución liberal

La llegada al trono de España de Carlos IV en 1788 conduciría a un periodo de crisis profunda en la monarquía española. Su

reinado estuvo marcado por el estallido de la Revolución Francesa (1789); la radicalización de la revolución con la llegada al

poder de la Convención y la ejecución del monarca francés Luis XVI provocó la ruptura de los llamados “Pactos de Familia” y el

inicio de un conflicto armado (Guerra de los Pirineos, 1793 – 1795) que finalizaría con la Paz de Basilea (1795). Este acuerdo de

paz estuvo negociado por primer ministro Manuel Godoy, hombre de confianza de Carlos IV, que recibió el título de “Príncipe

de la Paz”. El tratado restablecía las relaciones con Francia.

Manuel Godoy, verdadero gobernante de España durante el reinado de Carlos IV y con gran influencia sobre la reina Maria

Luisa de Parma, adoptó una política de colaboración absoluta con Francia tras la llegada de Napoleón Bonaparte al poder. Esa

política se concretó en la firma del Tratado de San Ildefonso (1796) por el que España asumía el enfrentamiento con el gran

rival francés del momento, Inglaterra y su aliado Portugal. La alianza tuvo para España una primera consecuencia negativa en la

derrota en la Batalla de Trafalgar (1805) que supuso la pérdida de la última gran flota española.

Pese a la derrota, la política de colaboración con Francia continuó y en 1807 Godoy firmó con Napoleón el Tratado de

Fontainebleau, en virtud del cual se permitía a las tropas francesas su paso por territorio español para conquistar Portugal,

país aliado de Inglaterra. Portugal, en teoría, sería dividido y Manuel Godoy se convertiría en príncipe de una de las partes.

La crisis de 1808

La entrada de las tropas francesas en España provocó un nuevo episodio de crisis en la monarquía española: El Motín de

Aranjuez (marzo 1808). En torno al Príncipe Fernando se había formado un partido opuesto al excesivo poder del primer

ministro Godoy; este partido fomentó el asalto popular al palacio de Godoy en Aranjuez. Carlos IV se vio obligado a destituir a

Godoy y a abdicar en su hijo Fernando. No obstante, comunicó a Napoleón lo ocurrido y reclamó su ayuda para recuperar el

trono.

El enfrentamiento entre los miembros de la familia real española provocó el último gran episodio de la crisis de 1808:

Las

Abdicaciones de Bayona


. Napoleón logró reunir a Carlos IV y a su hijo, el nuevo rey Fernando VII, en Bayona (Francia). Ambos

necesitaban la ayuda del emperador francés, uno para recuperar el trono y otro para obtener legitimidad. Allí consiguió la

abdicación en cadena de los miembros de la familia real española nombrando rey de España a su hermano José I Bonaparte
.

La Guerra de la Independencia (1808 – 1814) y los comienzos de la revolución liberal

El levantamiento contra los franceses comenzó el dos de mayo de 1808 cuando debían salir de Madrid los últimos miembros

de la familia real (el infante Francisco de Paula y su tío don Antonio) para acudir a Bayona. El pueblo de Madrid y algunos

militares, como los capitanes Daoíz y Velarde, se amotinaron ante esa situación; el general Murat, jefe de las tropas francesas

en España, ordenó una brutal represión de la sublevación. Al conocerse la noticia de las abdicaciones de Bayona y de los sucesos

de Madrid se extendió la insurrección tras el bando del alcalde de Móstoles que declaraba la guerra a los franceses.

El inicio de la guerra provocó la división territorial y social española. No sólo fue una guerra contra el invasor, sino también un

Enfrentamiento civil


. Por una lado, los territorios dominados por el ejército francés, que contaban con el apoyo de los

afrancesados y consideraban a José I Bonaparte como el único capaz de continuar con las reformas ilustradas iniciadas en el

siglo XVIII. Por otro lado, la resistencia contra los franceses que compartían un objetivo común en la expulsión de los franceses

y el retorno de Fernando VII, pero profundamente divididos en lo ideológico entre liberales (partidarios de una monarquía

constitucional) y absolutistas (partidarios del Antiguo Régimen).

Para organizar la sublevación y resistencia al poder francés se crean Juntas, que sustituyen a las instituciones anteriores; las

Juntas estaban formadas por militares, clérigos y cargos públicos. Primero serán Juntas Locales, posteriormente provinciales

(hasta un total de trece) y finalmente se crea una Junta Suprema Central, presidida por el Conde de Floridablanca
.

Paulatinamente esta Junta tendrá que retirarse de Aranjuez a Sevilla y posteriormente a Cádiz, donde traspasó sus poderes a un

Consejo de Regencia


. Este Consejo convocará Cortes que llevarán a cabo el primer gran intento de reforma liberal en España,

la Constitución de Cádiz
.

La resistencia española contaba con la ayuda del ejército inglés, dirigido por el Duque de Wellington, y de la guerrilla

popular, donde destacaron personajes como “El Empecinado”, el cura Merino o Espoz y Mina.

De manera general, la guerra tuvo el siguiente desarrollo:

1

Hasta noviembre de 1808

: La resistencia plantó frente a la invasión napoleónica. Miles de voluntarios se ofrecen para

luchar contra los franceses, pero falta preparación y coordinación en el ejército regular. Pese a ello, el ejército español,

comandado por el general Castaños, consiguió derrotar al ejército francés en Bailén (julio 1808) impidiendo la invasión

de Andalucía; además algunas ciudades como Zaragoza o Gerona ofrecieron gran resistencia (sitios) a la ocupación. Tras la

derrota de Bailén, José I se vio obligado a abandonar Madrid y establecerse en Vitoria.

2

Desde noviembre de 1808 a enero de 1812

: Napoleón decidió dirigir personalmente la invasión al frente de la Grande

Armée (más de 250.000 hombres). Consigue dominar toda España, excepto la ciudad de Cádiz. La resistencia española se

organizará en torno a la labor de la guerrilla y al ejército inglés concentrado en Portugal.

3

Desde enero 1812 a 1814

: A partir de 1812 se sucederán las victorias de las tropas españolas e inglesas, favorecidas por

la marcha de buena parte del ejército napoleónico a la invasión de Rusia. Los episodios bélicos más destacados fueron: La

Batalla de Arapiles, que supuso el abandono de José I de Madrid, y la Batalla de Vitoria, que obligó a la definitiva

retirada francesa.

A finales de 1813 se firmó el Tratado de Valençay, que ponía fin al conflicto y mediante el cual Napoleón reconocía a Fernando

VII como rey de España.

11. 2. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

Tras la crisis de 1808 la monarquía española había quedado en poder del hermano de Napoleón, José I Bonaparte, el país

estaba ocupado por el ejército napoleónico que, tras el Tratado de Fontainebleau, había ido paulatinamente apoderándose del

país. El levantamiento del pueblo madrileño el dos de mayo de 1808 supuso el inicio de la guerra de la independencia contra el

invasor; para organizar la resistencia al poder francés, se crearon Juntas Locales que se integraron posteriormente en Juntas

Provinciales y en una Junta Suprema Central, presidida por el Conde de Floridablanca que terminaría traspasando el poder a

un Consejo de Regencia que asumía la autoridad en nombre de Fernando VII.

El Consejo de Regencia se estableció en Cádiz, única ciudad no controlada por el ejército francés, y allí convocó la formación de

Cortes en 1810. Formadas las Cortes Constituyentes, el Consejo de Regencia cedió su poder. Las Cortes de Cádiz asumen, de ese

modo, la representación de la Nación.

Las Cortes de Cádiz

La formación de las Cortes de Cádiz fue absolutamente novedosa para la época. Las Cortes fueron elegidas mediante el voto de

los varones mayores de 25 años que elegían a representantes por provincias. Además se convoca una asamblea única, en la

que a cada diputado le correspondía un voto rompiendo así con la organización estamental propia del Antiguo Régimen. Las

nuevas Cortes se reunían en representación de la nación y no del Rey, aunque se reconocía como soberano legítimo a Fernando

VII, y se le juraba fidelidad.

Entre los diputados elegidos predominaban los eclesiásticos (casi un tercio), abogados, funcionarios, militares e intelectuales.

Los territorios americanos también designaron representantes, aunque fueron elegidos entre los originarios de esos territorios

que se encontraban en Cádiz en ese momento. Como dato significativo, conviene resaltar que entre los diputados no había ni un

solo representante de las clases populares.

Las sesiones de las Cortes se celebraban en el Oratorio de San Felipe Neri y contaban con un ambiente muy apasionado. El

público participaba apoyando o censurando la intervención de los diputados. Además la vida política se extendía al día a día de

la ciudad, con debates constantes en cafés y periódicos. Este apasionamiento respondía a la fuerte división entre los diputados,

así podemos distinguir diferentes grupos claramente diferenciados en lo ideológico:

Los liberales


: Defendían la soberanía nacional, la división de poderes y la igualdad jurídica ante la ley.

Apostaban por la desaparición de los privilegios señoriales propios del Antiguo Régimen. Era el grupo mayoritario.

Los absolutistas o serviles


: Pretendían mantener la monarquía absoluta y el poder del rey sin los límites que

marcaba la Constitución. Apostaban, por tanto, por el mantenimiento del Antiguo Régimen.

Los “jovellanistas” o ilustrados


: Existía un grupo intermedio, reformistas moderados. Defendían la soberanía

compartida entre el rey y las Cortes.

La principal obra legislativa de las Cortes de Cádiz fue la elaboración de la Constitución de 1812, pero también tomaron otras

decisiones de gran trascendencia que significaban el final del Antiguo Régimen y el primer gran intento de liberalización

económica y social. Destacan las siguientes:

Libertad de imprenta, abolición de la tortura, supresión del feudalismo y

Supresión de la Inquisición


La Constitución de 1812

Se trata de una Constitución muy larga (384 artículos) y en muchos sentidos revolucionaria, aunque mantiene algunas

concesiones a la tradición española especialmente el reconocimiento a la religión católica. Fue el resultado del compromiso

entre liberales y absolutistas, aunque los primeros se impondrían claramente. Sus rasgos más significativos son los

siguientes:

1. Se establece el principio de soberanía nacional, es decir la autoridad suprema residía en el conjunto de la nación

representada en las Cortes.

2. La estructura del nuevo Estado era una monarquía limitada por la Constitución, con división estricta de poderes
: El

poder legislativo queda en manos de las Cortes junto con el Rey; el poder ejecutivo, recae en el Rey, pero está obligado a

firmar lo decretado por el Gobierno; por último, el poder judicial, quedaba en manos de tribunales independientes.

3. Las Cortes, como representantes de la nación, concentraban amplios poderes
: elaboraban las leyes, decidían sobre la

sucesión de la corona, aprobaban tratados internacionales, etc. Eran unicamerales elegidas por sufragio indirecto

masculino.

4. Se garantizaba toda una serie de derechos fundamentales del individuo : igualdad ante la ley, inviolabilidad del

domicilio, libertad de imprenta, educación elemental, garantías penales y procesales, sufragio masculino, etc.

5. No se reconocía, sin embargo, la libertad de culto, sino que se imponía el catolicismo como religión oficial y única,

concesión clara al sector absolutista.

La Constitución de Cádiz supuso en España el comienzo de la modernidad política, admirada e imitada en muchos países,

especialmente en Iberoamérica, ha sido también criticada por ser demasiado avanzada para el atraso en la que vivía la sociedad

española. Su aplicación fue muy limitada: entre 1812 y 1814 en el marco de la guerra de la independencia. El regreso de

Fernando VII en 1814 significó su abolición, aunque de nuevo fue aprobada durante el Trienio Liberal (1820–23) y muy

brevemente en 1836.

11.3. Fernando VII: Absolutismo y liberalismo. La emancipación de la América española

El regreso de Fernando VII

Durante toda la guerra de la independencia (1808 – 1814) Fernando VII había permanecido retenido en Francia. En diciembre de 1813, Fernando VII firmó con

Napoleón el Tratado de Valençay, que ponía fin a la guerra y significaba la recuperación del trono de España en su persona. Los liberales españoles, autores de

la Constitución de 1812, esperaban que el Rey se convirtiese en un monarca constitucional. Por el contrario, los diputados absolutistas, la Iglesia y parte del

pueblo no aceptaban el nuevo régimen. Cuando Fernando VII regresa un grupo de diputados absolutistas le entregan el conocido como “Manifiesto de los

Persas” donde le animan a restaurar el Antiguo Régimen. Unos días después, Fernando VII firma en Valencia el Decreto del 4 de mayo por el que se declara

nula la Constitución y todas las leyes aprobadas en las Cortes de Cádiz.

El Sexenio Absolutista (1814 – 1820)


El retorno de Fernando VII dio, por tanto, el poder a los absolutistas que tras el decreto de mayo de 1814 trataron gobernar como si nada hubiera ocurrido en

España desde 1808. Se restablecieron las antiguas instituciones, incluida la Inquisición, se recuperó el régimen señorial y se suprimieron todas las libertades,

iniciándose una feroz persecución de liberales y afrancesados que tuvieron que marchar al exilio.

La monarquía absoluta se situó fuera de la realidad de la época. España entró en una fase de aislamiento y desprestigio en toda Europa. El absolutismo fue

incapaz de encontrar una solución a la crisis general del Antiguo Régimen, en realidad Fernando VII gobernaba apoyándose en un grupo personajes

estrechamente vinculado a él (“camarilla”) que eran incapaces de hacer frente a los enormes problemas de la época. Especialmente importantes eran la grave

crisis financiera y la lucha por la emancipación de las colonias americanas.

Ante esta situación, los liberales intentaron provocar la caída de la monarquía absoluta y el restablecimiento de la Constitución. El descontento de los liberales y

del ejército cristalizó en una serie de pronunciamientos militares
. Entre 1814 y 1820 hubo casi una veintena de pronunciamientos (Espoz y Mina, Díaz

Porlier, Lacy…) que fracasaron en su intento de acabar con el absolutismo. En 1820, un pronunciamiento iniciado por el coronel Rafael de Riego en Cabezas de

San Juan (Sevilla) terminará triunfando y abriendo una nueva etapa.

El Trienio Liberal (1820 – 23)


El triunfo del pronunciamiento de Riego supuso el restablecimiento de los derechos y libertades aprobados en la Constitución de Cádiz en 1812. Fernando VII

se vio obligado a ceder y juró la Constitución; fue célebre su frase: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”. Unos años después

sería evidente la falsedad de esa afirmación.

Durante el Trienio, España vivió un clima de gran libertad, con un alto número de periódicos y de centros de discusión política (sociedades patrióticas
), y con

la participación de los ciudadanos mediante la celebración de elecciones. Los liberales pusieron en práctica importantes reformas
: Desamortización de bienes

de la Iglesia, supresión del feudalismo, reforma fiscal, etc. Los liberales se encontraban divididos entre el partido moderado o doceañista (Martínez de la Rosa;

Argüelles) que gobernó durante la mayor parte del Trienio, y el partido exaltado o veinteañistas (Romero Alpuente) que apostaba por medidas más

revolucionarias.

Las reformas del Trienio provocaron una constante agitación política y la oposición al gobierno liberal de la Iglesia, de la aristocracia y del campesinado. El

propio Fernando VII encabezaba esa oposición. Los absolutistas crearon partidas guerrilleras y plantearon varios golpes de estado contra el régimen

constitucional. En julio de 1822 la Guardia Real, fuerza militar de elite vinculada al Rey, protagonizó un levantamiento en Madrid que fue sofocado por la Milicia

Nacional. El fracaso provocó la ruptura definitiva entre los liberales y Fernando VII; además el partido moderado pasó a la oposición y el partido exaltado

accedió al poder (general San Miguel). Los fracasos de las intentonas absolutistas provocaron que el rey se planteara la intervención extranjera como única

manera de acabar con el liberalismo.

La Década Ominosa (1823 – 1833)


La Santa Alianza (Austria, Prusia, Rusia y Francia), ante el temor de que la experiencia liberal española se extendiera al resto de Europa, decidieron en el

Congreso de Verona enviar un ejército francés a España, “los Cien Mil Hijos de San Luis”
. Esta nueva invasión francesa está dirigida por el duque de Angulema

y apenas encuentra resistencia entre el pueblo español. El gobierno y las Cortes se refugiaron en Cádiz con el Rey, pero en octubre de 1823 Fernando VII fue

liberado y la Constitución nuevamente abolida
. Comienza así la denominada por los liberales “Década Ominosa”, es decir abominable, donde retorna la

persecución y represión de los liberales.

La Santa Alianza pretendía que España adoptase un “absolutismo moderado”, donde desde la monarquía se diese paso a reformas paulatinas, no se recuperase

la inquisición y la persecución a los liberales estuviese limitada. Fernando VII gobernó así de manera errática, apoyándose a veces en el sector moderado (López

Ballesteros) y otras en el sector ultra (Calomarde). Tanto liberales como absolutistas se sintieron defraudados por la nueva política. Los absolutistas más

radicales (apostólicos) se agruparon en torno al hermano del rey, don Carlos María Isidro, conspirando (“guerra de los agraviados”, 1827) contra el rey en un

preludio de la “guerra carlista” que se desarrollará a partir de 1833.

La emancipación de América

Durante el reinado de Fernando VII en América culminará buena parte del proceso de emancipación. Entre las causas principales destacan: El ejemplo que

supuso la independencia de los EEUU; la influencia de las ideas ilustradas y de la Revolución Francesa; el apoyo británico, que deseaba comerciar libremente

con América; y el deseo de los criollos de liberarse de la administración colonial.

El vacío de poder en España con la invasión francesa de 1808 agravó los problemas que, desde el XVIII, tenía la monarquía para mantener el Imperio colonial.

En las colonias las autoridades (Virreyes) aceptaron a José I, pero el pueblo se mantuvo fiel a Fernando VII produciéndose un movimiento similar con la

formación de Juntas; esas juntas terminarían por liderar el independentismo. Entre 1810 y 1814, se deponen a los Virreyes y a los Capitanes generales,

empezando así las declaraciones de independencia, que cuentan con el apoyo de EEUU y de Inglaterra
. En Buenos Aires los criollos deponen al Virrey y crean

una junta, con el liderazgo de San Martín (1810). Los mismos sucesos se reproducen en 1811 en Nueva Granada con Simón Bolívar, y en otras zonas (salvo en

Perú). Caso especial es el de Nueva España (México), donde la explotación de los indios y mestizos por los hacendados y propietarios de las minas se produjo un

movimiento de tipo social. Los criollos mexicanos se aliaron con los peninsulares para aplastar el movimiento.

En 1814, tras el regreso de Fernando VII se mandan tropas (unos 10 000 hombres) al mando del general Morillo para sofocar la sublevación
. Consiguen

controlar todo el territorio salvo Río de la Plata. Pero en 1816 nuevamente estalla la sublevación
: Bolívar conquista Venezuela y Colombia, y San Martín

desde Buenos Aires cruza los Andes y toma Chile. Morillo, acorralado, solicita urgentemente el envío de tropas desde España, pero la sublevación en 1820 de

Riego lo impide. Las tropas de Bolívar desde el norte y las de San Martín desde el sur convergen en Perú derrotando a las tropas españolas en la Batalla de

Ayacucho (1824)


. La perdida de Perú pone fin a la guerra. Toda Sudamérica se independiza formándose repúblicas que dejaban el poder en manos de la

minoría criolla.

En México, a partir de 1820 los criollos, sofocada la sublevación popular, liderarán el independentismo. Tras un efímero régimen monárquico (Agustín de

Iturbide) en 1824 se proclama una República.

A partir de 1820, pese a los proyectos de crear una federación al estilo estadounidense, se consolidaron los nuevos países americanos
. En España las

repercusiones fueron sobre todo económicas: El comercio con América se redujo en gran medida y afecto especialmente a zonas como Cataluña, que orientaba

gran parte de su producción a la exportación a las colonias. Desapareció también una fuente importante de ingresos para la Hacienda Real.

Cuando termina el reinado de


Fernando VII (1833)

España, de su gran imperio colonial, sólo conserva las colonias de

Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

12.1. El reinado de Isabel II. La oposición al liberalismo: carlismo y guerra civil. La cuestión foral

El problema sucesorio

La crisis política del absolutismo durante el reinado de Fernando VII se vio agravada por el “problema sucesorio” provocado por

la falta de heredero varón del monarca. En 1829, Fernando VII contrajo matrimonio con María Cristina de Nápoles
. Pese a sus

tres matrimonios anteriores seguía sin descendencia, lo que motivó que su hermano Don Carlos María Isidro albergase

grandes expectativas de heredar la corona. Además, en torno a su Don Carlos se agruparon los sectores más radicales de la corte

deseosos del retorno del absolutismo más extremo.

En 1830, nace la futura Isabel II, lo que provocará la lucha entre los partidarios de Don Carlos y los de María Cristina y su hija.

Unos meses antes del nacimiento, Fernando VII publicó la Pragmática Sanción que anulaba la Ley Sálica y permitía, por tanto,

reinar a las mujeres.

Los llamados “sucesos de La Granja” modificaron la situación: Los partidarios de D. Carlos, encabezados por el ministro

Calomarde, aprovecharon la enfermedad de Fernando VII en 1832 para convencerle de que derogase la Pragmática Sanción.

Esto suponía devolver a D. Carlos los derechos sucesorios. No obstante, en cuanto Fernando VII mejoró restableció la

Pragmática y expulsó de su entorno a quienes habían intrigado contra los derechos de su hija. En 1833, con el fallecimiento del

rey, Isabel era reconocida como heredera y su madre asumía la regencia. Los carlistas no aceptaron la situación y para

defender sus pretensiones desencadenaron una guerra civil.

El carlismo y la guerra civil. La cuestión foral

El carlismo se convierte, a partir de entonces, en la más firme oposición a la regente María Cristina de Borbón, madre de Isabel.

El enfrentamiento no es sólo un conflicto dinástico si no también ideológico
. Los carlistas pretenden la vuelta al Antiguo

Régimen; apuestan por el poder absoluto del monarca, que emana de Dios según ellos; y por la defensa de la religión, que

consideran atacada por los liberales. El lema carlista “Dios, Patria y Rey”, resume el planteamiento carlista. A estos elementos

se suma la defensa del foralismo
.

La cuestión foral

Con la aprobación de los Decretos de Nueva Planta tras la Guerra de Sucesión (1700 – 1715), que supuso la llegada al trono de

España de la dinastía de los borbones, Cataluña y Aragón habían perdido sus fueros. Navarra y el País Vasco, por el contrario,

conservaron los suyos al haber apoyado al candidato Borbón (Felipe V).

El carlismo, en oposición a la idea liberal de uniformidad política y jurídica, apuesta por la restauración y el mantenimiento de

los fueros tradicionales. Esto explicaría el fuerte apoyo que recibe en los territorios que perdieron sus leyes propias con la

llegada de los Borbones; no obstante, buena parte de la historiografía actual relativiza la importancia del foralismo en el

movimiento carlista, dando más importancia a otros fenómenos de la época como el crecimiento de las ciudades y la

industrialización. El arraigo carlista es especialmente fuerte en las zonas rurales donde se mostraban temerosos con la

extensión de la sociedad urbana e industrial que ponían en cuestión las formas de vida tradicional. Por el contrario, las ciudades

(Bilbao, San Sebastián, Pamplona, etc.) eran partidarias del liberalismo.

Las guerras carlistas

El movimiento carlista desencadenó tres conflictos armados –los dos primeros durante el reinado de Isabel II‐, que

representaron un grave problema para la estabilidad política de España durante buena parte del siglo XIX.

‐La primera guerra carlista (1833‐40) fue la más violenta y dramática, con casi 200.000 muertos. Comenzó en octubre de

1833, a los pocos días de fallecer Fernando VII, cuando el infante Don Carlos María Isidro fue proclamado rey por sus

seguidores con el nombre de Carlos V
. El nuevo gobierno “isabelino”, con escasos recurso, tardó en enviar tropas; esto permitió

al general carlista Zumalacárregui formar un importante ejército con más de 20.000 hombres. La rebelión carlista se consolidó

de ese modo en las zonas rurales de Navarra y el País Vasco. Fortalecido por estos éxitos don Carlos ordena a Zumalacárregui

sitiar Bilbao (1835). El fallecimiento del general carlista en el asedio de Bilbao provocará un giro en el conflicto.

Desde 1835 y hasta 1837, la guerra se mantuvo en una situación de equilibrio. El general liberal Espartero rompió el sitió de

Bilbao, mientras las guerrillas carlistas obtuvieron importantes victorias en el Maestrazgo. El Bajo Aragón fue dominado por los

carlistas (general Cabrera)
configurándose como nueva gran zona carlista. Desde 1837 y hasta 1839 la contienda se decanta a

favor de las tropas gubernamentales. El agotamiento carlista era evidente lo que terminó por provocar la división interna del

movimiento entre intransigentes –partidarios de seguir la guerra‐ y moderados, encabezados por el general Maroto

partidarios de llegar a un acuerdo honroso.

Las negociaciones entre Maroto y Espartero culminaron en el Convenio de Vergara (agosto de 1839) que marcó el fin de la

guerra en el norte; en el convenio establece la legitimidad de Isabel II como reina de España, pero realiza algunas concesiones,

así se reconocen los empleos y grados del ejercito carlista, y se recomienda al gobierno “armonizar” la Constitución con los

fueros propios de Navarra y las tres provincias vascas. Pese a este acuerdo la guerra no terminó en la zona levantina; allí el

general Cabrera resistió durante casi un año.

‐La segunda guerra carlista se prolongó entre 1846 y 1849, estalló al fracasar el intento de concertar un matrimonio entre la

reina Isabel II y el nuevo pretendiente carlista Carlos VI, hijo de d. Carlos María Isidro. Su principal escenario estuvo en el campo

catalán, aunque hubo episodios aislados en otras zonas. La derrota del carlismo obligó al general Cabrera a exiliarse en Francia;

allí también permaneció el pretendiente al trono.

‐Hubo una tercera guerra carlista (1872 – 76), estalló tras la expulsión de Isabel II y la llegada de un nuevo rey, Amadeo de

Saboya. Con la caída de la monarquía isabelina, el nuevo pretendiente carlista, que se hacía llamar Carlos VII, entró en España a

comienzos de 1872 provocando un nuevo conflicto bélico. La guerra tuvo como escenarios principales Cataluña, Navarra y el

País Vasco. Durante algunos años, los carlistas organizaron un pequeño Estado cuya capital era Estella, en Navarra. La amenaza

carlista se mantuvo durante todo el “Sexenio Absolutista” pero finalmente el carlismo fue de nuevo derrotado, esta vez de

manera definitiva en 1876 ya durante el reinado de Alfonso XII. La derrota provoca el fin de los fueros vascos, lo que

contribuirá al nacimiento del nacionalismo vasco.

12. 2. Isabel II (1833‐1843): las Regencias

Durante los años en los que se consideró menor de edad a Isabel II, la responsabilidad de la corona fue asumida por las

regencias de su madre María Cristina (1833 – 1840) y, tras los altercados revolucionarios de 1840, por el general Espartero

(1840 – 1843). Se trata de una década dominada políticamente por la cuestión del carlismo (tratado en otro tema) y por la

alternancia en el gobierno de progresistas y moderados, en un clima de inestabilidad política acentuado por los continuos

pronunciamientos militares. Pese a esa inestabilidad fue una etapa fundamental en la implantación del liberalismo en España,

no sólo en el ámbito político –triunfo sobre los carlistas, promulgación de la constitución de 1837‐, sino también en el

económico –abolición del régimen señorial, desamortización eclesiástica, etc.

El conflicto sucesorio tras la muerte de Fernando VII provocó alguna de las características más significativas de todo el reinado

de Isabel II:
La monarquía se acercó al liberalismo, al agruparse los absolutistas en torno a D. Carlos María Isidro; los

militares alcanzaron gran protagonismo político, los generales o “espadones” se situaron al frente de los partidos político

convirtiendo el “pronunciamiento” en la forma habitual para instaurar nuevos gobiernos; por último, la monarquía se vio

envuelta en serios problemas financieros provocados por los enormes gastos militares.

Durante las Regencias surgieron los primeros partidos políticos que canalizaban las distintas corrientes ideológicas del

liberalismo inicial. Así, aparece el partido moderado, liderado por el general Narváez, como gran defensor de la soberanía

compartida y de la limitación de los derechos individuales; y el partido progresista, encabezado por el general Espartero,

símbolo de la lucha contra el carlismo, que defendía la soberanía nacional, con la existencia de una Cortes fuertes que limitasen

el poder real y aumentasen los derechos individuales.

La Regencia de María Cristina (1833 – 1840)


María Cristina de Borbón asumió las funciones de regente en octubre de 1832, se apoyó en un gobierno presidido por Cea

Bermúdez, hombre cercano al “absolutismo moderado”. Cea publicó un manifiesto (1833) en el que se proclamaba defensor de

la monarquía absoluta, al tiempo que ofrecía mejorar la gestión mediante reformas administrativas. El manifiesto no contentó ni

a los liberales ni a los carlistas. Ante esta situación, la reina gobernadora recurrió a un liberal moderado, Martínez de la Rosa

para redactar el Estatuto Real de 1834, que trataba de dar estabilidad a su regencia. El Estatuto era una carta otorgada, la

corona no renunciaba a la soberanía sino que cede parte de su poder a las Cortes. Estas no pueden legislar sino a propuesta del

monarca, excepto para el presupuesto cada dos años. Las Cortes son bicamerales: La nobleza y los obispos estaban

representados en el Estamento de Próceres
; el resto de la población tenía su representación en el Estamento de

Procuradores


. Los procuradores eran elegidos por tres años mediante un sufragio muy restringido.

Los progresistas, molestos por las escasas libertades y ante el malestar que seguía generando la guerra carlista, intentaron un

cambio político a través de un pronunciamiento. A finales de julio de 1836 se produce el “motín de los sargentos” del Palacio

de la Granja. La regente María Cristina cedió y promulgó, momentáneamente, la Constitución de 1812, confiando el poder a los

progresistas con Calatrava y Mendizábal como hombres fuertes del gobierno.

En 1837, se redactó una nueva Constitución
. Más moderada, pero también más precisa, que la de Cádiz. Se buscaba un

consenso entre los dos principales partidos que permitiera la estabilidad política. Como en Cádiz, se opta por la soberanía

nacional, la separación de poderes, el amplio reconocimiento de derechos individuales y la convocatoria de las Cortes por el

monarca (si bien, al menos una vez al año, se reunirían sin ser convocados). En algunos aspectos se modera con respecto a

1812, así se opta por el bicameralismo con Congreso (elegido directamente por sufragio censitario) y Senado (elegido por el

monarca entre una lista que establecen los electores); el monarca tenía la facultad de disolver las Cortes. No se establece la

confesionalidad de la religión católica, aunque se manifestaba la obligación de mantener el culto católico por ser

mayoritariamente profesado por los españoles.

Con el nuevo marco constitucional se promulgaron algunas leyes progresistas como la supresión de pagar diezmos a la Iglesia,

la eliminación de aduanas interiores y la supresión de los gremios para favorecer el crecimiento de la industria. Además se

adoptaron medidas para liberalizar el mercado de la tierra: la supresión de los mayorazgos, la abolición del régimen señorial y,

sobre todo, la aprobación de la llamada “desamortización de Mendizábal”, que puso en venta por subasta las tierras

expropiadas a la Iglesia. Sus objetivos eran sanear la Hacienda, financiar la guerra civil contra los carlistas y convertir a los

nuevos propietarios en adeptos a la causa liberal, aunque provocó graves tensiones con la Iglesia.

En 1838, volvieron al poder los moderados comandados por Evaristo Pérez de Castro; los moderados promulgaron una nueva

Ley de Ayuntamientos que suprimía la participación ciudadano en la elección de alcalde. Ante esa situación, los progresistas

comenzaron un movimiento insurreccional. Además, la regente vivía en una difícil situación personal: Había contraído

matrimonio secreto con el sargento Agustín Fernando Muñoz y temía que Espartero lo hiciese público. En octubre de 1840

María Cristina optó por renunciar a la regencia.

La regencia de Espartero (1840 – 1843)


En 1840, Espartero fue nombrado presidente del gobierno y regente interino: Durante todo su mandato gobernó de manera

autoritaria, sin someterse al control de las Cortes. Su política antiforalista (ayuntamientos y diputaciones quedaban

sometidos a la ley general) y su apoyo al librecambismo provocó una fuerte reacción en su contra de las provincias del norte,

especialmente de Barcelona. En diciembre de 1842 mandó bombardear Barcelona como castigo a las protestas civiles contra el

librecambismo; cuatrocientos edificios fueron destruidos y hubo centenares de muertos. En las Cortes se desató una enérgica

protesta y Espartero reaccionó disolviéndolas. Progresistas y moderados pedían la vuelta a la normalidad constitucional.

En 1843, se inició una revuelta militar encabezada por el general Narváez
; Espartero, por su parte, había visto descender su

apoyo entre la Milicia Nacional. Finalmente, las tropas fieles a Narváez derrotaron al ejército esparterista en la batalla que tuvo

lugar en Torrejón de Ardoz (julio 1843). Las Cortes para evitar una nueva regencia, adelantaron la mayoría de edad de Isabel

II, que de esta forma fue coronada reina a los trece años.

12.3. Isabel II (1843‐1868): el reinado efectivo

Isabel II se convirtió en Reina de España a la muerte de su padre Fernando VII en 1833. En ese momento tenía tres años de edad, por lo que el

inicio de su reinado estuvo marcado por la sucesión de dos regencias: la de su madre María Cristina (1833‐1840) y la del general Espartero

(1840 – 1843). En 1843, un levantamiento dirigido por el general Narváez puso fin al gobierno autoritario de Espartero. Las Cortes

decidieron adelantar la mayoría de edad de la reina, con el fin de no recurrir a una nueva regencia. Con tan sólo trece años comenzaba, por

tanto, el reinado efectivo de Isabel II.

Isabel II tuvo escasas capacidades para gobernar, recibió una educación escasa y poco exigente. Frecuentemente es presentada como una

mujer caprichosa y sin voluntad. Su actuación política fue muy errática, los cambios de gobierno frecuentes y la influencia de la “camarilla”

marcó por completo sus decisiones. Su vida privada también debilitó su posición política
; con dieciséis años se le obligó a casar con su

primo Francisco de Asís, su matrimonio fue un fracaso y los rumores sobre una constante sucesión de amantes fueron frecuentes. En cualquier

caso, mostró siempre sus preferencias por los moderados frente a los progresistas a los que recurrió sólo cuando no tuvo más remedio. La

Revolución Gloriosa de 1868 pondría fin a su reinado, la reina tuvo que marcharse al exilio en París, ciudad en la que fallecería en 1804. Su

reinado, en todo caso, supondrá la superación definitiva del Antiguo Régimen y el establecimiento de una monarquía constitucional que se

apoyaba en el liberalismo.

La Década Moderada (1844 – 1854)


En la llamada “década moderada” el régimen político dio un giro notable hacia posiciones conservadoras, que quedaron fijadas en la

Constitución de 1845


. Pese a ser presentada como una reforma de la Constitución de 1837 y de compartir con ella 60 artículos, en realidad

supuso la expresión más evidente del llamado “liberalismo doctrinario” que anulaba los aspectos más progresistas de la anterior. Así,

sustituyó la soberanía nacional por la soberanía conjunta del Rey y las Cortes (soberanía compartida), además la Corona aumentaba los

poderes de la Corona que podía nombrar ministros, designar miembros del Senado y disolver las Cortes. Las Cortes siguieron siendo

bicamerales y el sufragio se restringió aún más, ya que se aumentó la cantidad mínima de contribución para tener derecho a voto ‐400 reales‐,

con lo que no llegaba siquiera al 1% el porcentaje de votantes.

El conservadurismo de esta época queda de manifiesto también con la firma de un Concordato con la Santa Sede en 1851. En virtud de ese

acuerdo la Iglesia vuelve a tener un papel preponderante en la sociedad española: la desamortización queda paralizada y España reconoce la

confesionalidad católica del Estado.

Esta década se caracteriza por la mejora económica y por la realización de reformas politico‐administrativas encaminadas a una mayor

eficacia y centralización del país. Destacan las siguientes:

· La formación de un sistema jurídico unitario, para lo que se publicó un código de derecho penal y se sustituyó el juicio con jurado por

un tribunal compuesto por magistrados profesionales.

·
Alejandro Món reformó el sistema tributario, anulándose las particularidades regionales.

· Se creó el Banco de España, tras la fusión del Banco Español de San Fernando y del Banco de Isabel II.

· En 1844 se crea la Guardia Civil que fue desplegada por toda la nación para asegurar el nuevo orden jurídico y administrativo.

· En 1845 se aprueba la Ley de Ayuntamientos, por ella la Corona nombra alcaldes en ciudades de más de 2000 habitantes.

El carácter conservador de esta década viene marcado por la figura de Ramón María Narváez, líder del partido moderado, que ocupó la

Presidencia de Gobierno durante gran parte del periodo. En 1852, el nuevo presidente Juan Bravo Murillo intentó una reforma de la

Constitución que suponía un nuevo retroceso en el parlamentarismo. Su proyecto tendente a una “dictadura civil” de técnicos, y la sucesión de

denuncias por escándalos financieros contra los gobiernos moderados y la corona, originará un movimiento opositor entre los “espadones”

que contará con un notable apoyo popular. Esta situación culminará con la Vicalvarada de 1854, dirigida por el general O’Donnell,

El Bienio Progresista (1854 – 56)


En junio de 1854 en la localidad de Vicálvaro se produjo un pronunciamiento militar dirigido por el general O’Donnell
; unos días después

Cánovas del Castillo presenta el llamado “Manifiesto de Manzanares” que presenta los principios fundamentales para una regeneración

liberal. Este manifiesto provoca una gran movilización popular. Ante esta situación Isabel II se vio obligada a llamar al poder a Espartero
.

El Bienio fue un régimen breve e inestable, regido por Espartero – al que siguen los “progresistas puros” – y O’Donnell, que aglutina a la Unión

Liberal, formada por moderados y progresistas transigentes. Durante estos dos años el avance del liberalismo fue evidente:

· Se aprobó la Ley de Desamortización General (1855), elaborada por Pascual Madoz, que completaba la realizada por Mendizábal.

Afectaba especialmente a los ayuntamientos y a bienes del clero secular. Se proponía financiar la construcción del ferrocarril en España.

· Se elaboró una nueva Constitución en 1856 (“non nata”), que nunca llegó a ser promulgado. En ella se limitaba el poder de la Corona y

se ampliaba la Declaración de Derechos.

· Se aprobó la Ley General de Ferrocarriles (1855) que fijaba el trazado esencial de la red actual.

En 1856, la Corona, la Iglesia y los moderados alentaron movimientos de protestas contra Espartero, a ellos se une el propio general

O’Donnell, aprovechando la escisión de unionistas y progresistas.

Alternancia del Partido Moderado y la Unión Liberal (1856 – 1868)


A partir de 1856 se sucedieron los gobiernos de los generales Narváez y O’Donnell
. Hasta 1858, gobernó Narváez; desde 1858 y hasta 1863

se produjo el llamado “gobierno largo” de la Unión Liberal de O’Donnell; de 1863 y hasta 1868 gobernarían los moderados con Narváez y

González Bravo.

Todo este periodo comienza con un decreto que declara la vigencia de la Constitución de 1845
. En 1857 se aprueba la “Ley Moyano”, ley

para regular la enseñanza propuesta por Claudio Moyano, estaría vigente durante más de un siglo. En cualquier caso, el rasgo más

sobresaliente fue la activa política exterior con que O’Donnell pretendió devolver a España el prestigio internacional que había perdido. Para

ello, embarcó al país en una serie de intervenciones militares de escaso interés, pobres resultados y cuantiosas pérdidas humanas y

económicas como la expedición a la Cochinchina, la guerra contra Marruecos o la intervención en México.

El moderantismo del régimen, que limitaba notablemente la participación ciudadana, cerraba las opciones de participación política a los

progresistas, derivando éstos hacia la vía conspirativa en contra no ya sólo del gobierno, sino también de la monarquía borbónica. En 1866,

progresista y demócratas firmaron el Pacto de Ostende, por el que decidieron aunar esfuerzos para derrocar a Isabel II y establecer un nuevo

sistema político. Un año después se sumó la Unión Liberal, presidida por Serrano tras el fallecimiento de O’Donnell. Finalmente el triunfo de

la “Revolución Gloriosa” en 1868 pondría fin al reinado de Isabel II que se vio obligada a exiliarse en Francia.

12.4. El Secenio democrático (1868‐1874): Intentos democratizadores. La revolución, el reinado de

Amadeo I y la Primera República


El periodo de tiempo conocido como Sexenio Democrático (1868 – 1874) supone el ensayo de un sistema político democrático en España, primero bajo la

forma de régimen monárquico, con Amadeo I de Saboya, después en un régimen republicano con diversas formulaciones.

La revolución

El desprestigio del régimen de Isabel II provocó la firma del llamado Pacto de Ostende (1866), demócratas y progresistas acuerdan aunar esfuerzos para

derrocar a la reina y establecer un nuevo sistema político. A este pacto se llega por la aguda crisis económica (quiebra de compañías ferroviarias; subida del

precio del trigo; y aumento alarmante del paro) y política (el régimen isabelino se había vuelto más reaccionario y su “agotamiento”, incluso biológico, era

evidente: los principales líderes fallecen – O’Donnel, Narváez, Bravo Murillo). En 1867, los unionistas, ahora presididos por el general Serrano, se unen al Pacto

de Ostende, con la condición del respeto a la monarquía.

La revolución –conocida como “La Gloriosa”‐ se produjo definitivamente en septiembre de 1868. Se inició con la sublevación del almirante Topete en la bahía

de Cádiz, apoyado por los generales Prim y Serrano
. El movimiento se extendió por todas partes, con levantamientos populares y la organización de juntas

revolucionarias locales. Días después, Serrano vencía al ejército gubernamental en la batalla de Alcolea (Córdoba) e Isabel II buscó refugio en Francia.

Con el triunfo de “la Gloriosa” se formó un gobierno provisional presidido por el general Serrano. Inmediatamente se constituyó una Junta Superior

Revolucionaria que proclamó el sufragio universal y una amplia declaración de libertades entre las que se incluía la libertad de culto. Bajo esas nuevas

condiciones se produjo la formación de Cortes Constituyentes. Las elecciones dieron la mayoría absoluta a las fuerzas gubernamentales (unionistas,

progresistas y demócratas con 236 escaños), seguidos muy de lejos por los republicanos (85 escaños) y los carlistas (20 escaños).

La Constitución de 1869

Las nuevas Cortes promulgaron la considerada primera constitución democrática de la historia de España, destaca por las siguientes características: Reconoce

la soberanía nacional, de la que emanan los demás poderes; incluye una amplia declaración de derechos entre los que destacan el sufragio universal

masculino, la libertad de imprenta, los derechos de reunión y asociación, la libertad de culto, etc.; establece la división de poderes, con gran protagonismo de

las Cortes que no sólo legislan sino que también controlan al gobierno. Por último la Constitución establecía la monarquía como forma de gobierno, aunque el

poder del Rey quedaba limitado.

La regencia de Serrano (1869 – 70)


Mientras se busca un nuevo Rey para España, el general Serrano fue nombrado regente y el general Prim se convirtió en jefe de gobierno
. Varios fueron los

candidatos a ocupar el trono español. Prim, de entrada, se opuso a cualquier candidatura española, pues ni el hijo de Isabel II, Alfonso, ni el pretendiente

carlista, Carlos VII, contaban con apoyo y prestigio suficiente. Se buscó un nuevo soberano en otras casas reales europeas, hasta que finalmente las Cortes

españolas eligieron con no demasiado apoyo a Amadeo de Saboya (191 votos a favor de 311 diputados).

El reinado de Amadeo I de Saboya (Enero de 1871 – Febrero de 1873)


Amadeo I era un monarca de carácter liberal y su llegada significaba una gran oportunidad para la modernización política y social española. Las principales

potencias europeas reconocieron y aceptaron al nuevo monarca, sin embargo comenzaría su reinado con escasos apoyos. El principal valedor de Amadeo I era

el general Prim, pero el mismo día de su llegada a España fallecía como consecuencia de un atentado sufrido unos días antes.

El Rey tuvo la oposición radical de los republicanos y de los carlistas, que comenzaron una nueva guerra en 1872. También contó con la oposición de los

monárquicos alfonsinos y con la del creciente movimiento obrero. Además, los dos partidos favorables a la monarquía estaban frecuentemente enfrentados: El

Partido Constitucionalista (liderado por Práxedes Mateo‐Sagasta) era partidario de frenar los avances democráticos; el Partido Radical (liderado por Ruiz de

Zorrilla) era partidario de profundizar en las reformas. Ante esta situación, la inestabilidad de los gobiernos –siete en dos anos‐ se convirtió en habitual

durante el reinado de Amadeo I de Saboya. A los problemas internos, el rey debía sumar un grave problema exterior: Desde 1868 había estallado la llamada

“Guerra de los Diez Años” en Cuba.

Apenas dos años después de haber iniciado su reinado, ante tantas adversidades y falta de apoyos, Amadeo I tomó la decisión de abdicar el 11 de febrero de

1873

La Primera República (Febrero de 1873 – Enero de 1874)


Ante la abdicación del Rey, el Congreso y el Senado se reunieron de manera conjunta en una llamada Asamblea Nacional en la que proclamaron la República

por una amplísima mayoría. Sin embargo, el nuevo régimen tampoco pudo aportar estabilidad política a España: En tan sólo once meses que duró la Primera

República se sucedieron cuatro presidentes
; tuvieron que hacer frente tanto a los problemas heredados (guerra carlista, guerra de Cuba…) como a los

enfrentamientos entre los propios republicanos (federalistas – unitarios).

El primer presidente, Estanislao Figueras tuvo que enfrentarse a varios intentos de golpes de estado y a las protestas del naciente movimiento obrero.

Convocó elecciones a Cortes Constituyentes con el objetivo de establecer una nueva Constitución Republicana, aunque ésta nunca llegó a promulgarse. En las

elecciones los republicanos federales obtuvieron una mayoría abrumadora, a partir de entonces (junio 1873)
Francisco Pi y Margall asumió la presidencia. Su

propósito era instaurar una República Federal de manera ordenada, pero la actitud de los republicanos federales más radicales provocó el estallido de

movimientos insurreccionales cantonalistas. El cantonalismo era un movimiento político y social que llevó al extremo el concepto de autonomía federal y

subrayó el poder soberano de algunas localidades (cantones). La insurrección comenzó en Cartagena, los cantonalistas ocuparon el ayuntamiento, formaron un

gobierno provisional, se apoderaron de la flota nacional que tenía allí su base, acuñaron moneda propia y se declararon independientes de la República dado

que ésta, según ellos, no avanzaba hacia el federalismo. Este movimiento se extendió por toda la costa mediterránea y Andalucía. La insurrección cantonalista

provocó la caída de Pi y Margall, que fue sustituido por Nicolás Salmerón
. Envió al ejército para que sofocara el movimiento cantonalista y restableciera el

orden, pero apenas un par de meses después (septiembre de 1873) dimitió al negarse a confirmar las órdenes militares que pretendían la aplicación de la pena

de muerte. Le sucedió Emilio Castelar que actuó con dureza: Aplicó la pena de muerte y obtuvo el permiso de las Cortes para gobernar por decreto durante

tres meses suspendiendo las garantías constitucionales y suprimiendo el principio federal. Cuando las Cortes se volvieron a reunir (2 de enero de 1874), el

gobierno fue sometido a un voto de confianza y lo perdió. La posibilidad de que el poder regresara a manos de los federalistas radicales fue el pretexto perfecto

para el golpe de estado de Pavía
.

La República del General Serrano (1874)


Tras el golpe de Pavía, una junta de Capitanes Generales nombró nuevo presidente al General Serrano, que mantuvo las formas republicanas, pero aplicó una

política represiva con una fuerte presencia del ejército. El año que duró su mandato fue una etapa de transición hacia la restauración borbónica. En los círculos

más influyentes, especialmente entre los militares, se apostaba abiertamente por restablecer en el trono al príncipe Alfonso, el hijo de Isabel II. En junio de

1870, la reina había abdicado en su hijo lo que facilitaba las cosas.
Cánovas del Castillo se convirtió en el valedor fundamental de la opción alfonsina; trató de

obtener el máximo apoyo posible para el retorno de la monarquía. Buscó, así, restablecer la unidad de los partidarios de la monarquía tradicional, a la vez que

captaba adeptos entre los políticos de otras tendencias que estaban dispuestos a aceptar el retorno de los borbones siempre que se garantizasen los derechos

individuales y la pervivencia de las instituciones democráticas. Para todo ello, Cánovas del Castillo hizo que el príncipe Alfonso publicase un documento

(Manifiesto de Sandhurst
) en el que se proponía la monarquía hereditaria y constitucional como garantía de los derechos e intereses de todas las clases

sociales.

El 29 de diciembre de 1874 un pronunciamiento en Sagunto liderado por el general Martínez Campos proclamaba rey a Alfonso XII
. La monarquía borbónica

vuelve al poder, comenzando así una nueva etapa histórica: La Restauración.

12.5. Reinado de Alfonso XII: el sistema canovista y la Constitución de 1876

Tras el convulso Sexenio Democrático (1868‐74) la política española entraría en un periodo conservador, marcado por la estabilidad,

conocido como Restauración
. El fracaso de la I República provocó que los partidarios de la restauración borbónica comenzasen a buscar

apoyos tanto dentro como fuera del país. El principal defensor de del príncipe Alfonso, hijo de Isabel II, fue Cánovas del Castillo, que hizo

firmar un al príncipe el “Manifiesto de Sandhurst” en el que se presentaba ante el pueblo español como un personajes conciliador que se

ofrecía para comportarse como un monarca constitucional. El manifiesto, que fue dado a conocer por la prensa española a finales de diciembre

de 1874, encontró suficientes apoyos. Así lo demostró el pronunciamiento del general Martínez Campos, en Sagunto, el día 29 de diciembre.

El triunfo del levantamiento supuso el restablecimiento de la casa Borbón, en la persona de Alfonso XII.

El sistema canovista

Alfonso XII desembarcó en Barcelona en enero de 1875; inmediatamente firmó un decreto por el que ratificaba a Cánovas del Castillo en la

presidencia del Consejo de Ministros y nombraba a todos los ministros del gobierno, entre los que predominaban los canovistas junto con los

antiguos moderados que habían servido a Isabel II.

El nuevo régimen político es conocido como “Sistema Canovista” ya que fue Cánovas del Castillo su creador tomando como modelo el

Sistema británico


: consistía en una monarquía parlamentaria en la que dos partidos se turnarían pacíficamente en el poder.

Cánovas trató de articular su sistema por medio de unos partidos que coincidieran ideológicamente en lo esencial: defensa de la monarquía,

respeto hacia las libertades políticas básicas, mantenimiento del orden social, estado centralista y uniforme, etc.; asegurar la gobernabilidad y

evitar la constante injerencia del ejército era su objetivo fundamental. Eso le permitiría integrar a un amplio espectro político que iba desde

los antiguos moderados hasta los constitucionales de Sagasta. Los dos partidos del sistema fueron el Partido Liberal Conservador (conocido

genéricamente como Partido Conservador) y el Partido Liberal Fusionista (conocido como Partido Liberal). Fuera del proyecto canovista sólo

quedarían, por la derecha, los elementos más conservadores y los carlistas. Por la izquierda, los planteamientos canovistas excluían a los

radicales de Ruiz Zorrilla, a los republicanos y a los nacientes movimientos nacionalistas y socialistas.

El Partido Conservador fue creado por el propio Cánovas
. Integraba a los miembros del antiguo Partido Moderado y de la Unión Liberal.

Eran partidarios de una monarquía parlamentaria con libertades restringidas y sufragio censitario. Contaban con el apoyo de la Iglesia y de las

oligarquías financieras.

El Partido Liberal aglutinó a los antiguos progresistas y constitucionalistas, incluso a los sectores posibilistas del partido radical. Lo lideraba

Práxedes Mateo Sagasta y, en la práctica, difería muy poco del Partido Conservador: Representaba también los intereses de la burguesía,

pero defendían el sufragio universal y un conjunto de libertades más amplios entre los que destacaba la libertad de culto y el librecambismo.

Se trataba, por tanto, de un falso régimen parlamentario ya que los dos partidos, conservadores y liberales, solo representaban los intereses

de la burguesía y porque el turno pacífico en el poder respondía a acuerdos previos y al fraude electoral. Los dos partidos se turnaban

atendiendo al criterio del monarca, que era el encargado de apreciar si la situación política exigía el cambio de partido en el gobierno; decidido

esto, inmediatamente, convocaba nuevas elecciones para que el gobierno pudiera contar con la mayoría parlamentaria suficiente. Casi todo

quedaba, pues, a merced del criterio discrecional del monarca
. Convocadas las elecciones comenzaba el fraude electoral: Desde Madrid se

transmitían instrucciones a los gobernadores civiles de cada provincia, estos elaboraban la lista de los candidatos que debían salir elegidos en

cada localidad (“los encasillados”) y se lo comunicaban a los caciques locales que se encargaban de la manipulación de los resultados

electorales mediante diversos procedimientos que iban desde las amenazas, a la falsificación del censo o el “pucherazo”.

El turno de partidos

Alfonso XII reinó entre 1874 y 1885. El gobierno lo ejerció habitualmente el Partido Conservador, salvo de 1881 a 1884 en que, con el primer

gobierno del Partido Liberal, se inició la práctica del turno pacífico. Con Cánovas en el poder los éxitos principales tuvieron que ver con la

Pacificación bélica


: Así, en 1876 se consiguió el fin de las guerras carlistas, y en 1878 de la insurrección cubana (Paz de Zanjón). Con Sagasta

se acometieron algunas medidas liberalizadoras
: Se autorizó la propaganda republicana, se levantaron las suspensiones de algunos

periódicos, los profesores que habían sido apartados de sus cátedras las recuperaron, etc.

El momento más delicado para el sistema llegaría en noviembre de 1885 con la muerte prematura de Alfonso XII
. El monarca había tenido

un breve matrimonio con su prima María de las Mercedes, y con su segunda esposa María Cristina de Habsburgo no tenía descendencia

masculina (sólo dejaba dos hijas). La reina se encontraba embarazada, el nacimiento, en mayo de 1886, de un heredero varón (el futuro

Alfonso XIII) contribuyó a perpetuar el sistema.

La Constitución de 1876

Este sistema tuvo la cobertura legal de la Constitución de 1876, moderada y basada en lo esencial en la de 1845; aunque con algunos derechos

de los proclamados en la Constitución progresista de 1869, pero recortados. Su gran ventaja, radicaba en su elasticidad; es decir, un

Articulado poco preciso que era compatible con gobiernos distintos


. Se podrían variar las leyes ordinarias sin tener que cambiar la

Constitución; se evitaba, así, que cada cambio de gobierno supusiera un cambio constitucional. Todo ello permitió su amplia vigencia: Desde

1876 hasta 1923 (Dictadura de Primo de Rivera).

El moderantismo constitucional quedaba de manifiesto en la existencia de una soberanía compartida entre el rey y las Cortes. Las

prerrogativas del rey aumentaban: Aglutinaba el poder ejecutivo; nombraba y separaba libremente a los ministros; sancionaba y promulgaba

las leyes; convocaba, disolvía y suspendía las Cortes. La declaración de derechos era semejante en apariencia a la de 1869, pero únicamente se

reconocían con carácter general y su regulación mediante leyes posteriores permitió limitarlos o anularlos sin necesidad de modificar la

Constitución. Las Cortes eran bicamerales, con un Senado elitista y conservador en el que tan sólo una parte era elegible, existían senadores

vitalicios por derecho propio (nobleza, clero,…) y senadores vitalicios nombrados por el rey; el Congreso era electivo, pero no se definía el tipo

de sufragio, siendo regulado por leyes posteriores. La primera ley electoral estableció el sufragio censitario, pero en 1890 Sagasta restauró el

sufragio universal masculino. En la cuestión religiosa se impuso la posición de Cánovas, aunque con cierta ambigüedad: Se declaraba el

catolicismo como religión oficial del Estado y se prohibían las manifestaciones públicas de cualquier otra religión, aunque se reconocía la

libertad individual de culto.

12.6. La Regencia de María Cristina de Habsburgo y el turno de partidos. La oposición al sistema

Regionalismo y nacionalismo


En noviembre de 1885 murió Alfonso XII. Quedó como regente su esposa, María Cristina de Habsburgo. La necesidad de

garantizar la estabilidad del régimen durante una larga regencia llevó a los dos líderes, Cánovas y Sagasta, a establecer un

acuerdo que se conoce como el Pacto de El Pardo.
Se comprometieron a apoyar la regencia, a facilitar el relevo en el Gobierno

cuando éste perdiera prestigio y a no echar abajo la legislación que cada uno de ellos aprobara en el ejercicio del poder. Ambos

partidos cumplieron el acuerdo, pero el pacto contribuyó a agudizar la corrupción política y a falsear la voluntad popular.

Entre 1885 y 1890 gobernó el Partido Liberal, durante el llamado Parlamento Largo, el único de la Restauración que duró casi

hasta el límite fijado en la Constitución.
Sagasta puso en marcha un programa político bastante más aperturista. Pero la reforma

más importante se produjo en 1890, mediante la nueva ley electoral que estableció, ahora de forma definitiva, el sufragio

universal masculino, si bien sus efectos fueron amorgiuados, en esos años, por la manipulación electoral.

La alternancia de ambos partidos se prolongó en los años siguientes sin grandes sobresaltos, hasta que en febrero de 1895 el

estallido de la insurrección en Cuba puso a prueba el sistema político canovista.

El republicanismo

Durante la Restauración, el movimiento republicano experimentó un fuerte retroceso
. En estas condiciones, los republicanos

se limitaron a reunir grupos de notables, formados por comités que casi siempre limitaban su actuación a la época de las

elecciones y que obtenían un puñado de escaños, asegurando así a sus líderes la supervivencia política.

Sus posibilidades de éxito eran muy pequeñas. Ya no tenían el respaldo del movimiento obrero
. Tampoco tenían el apoyo de

las burguesías, que se inclinaban hacia los nacientes partidos regionalistas y nacionalistas. Aun así, en la década de los noventa

los republicanos lograron mejorar sus resultados electorales gracias a la implantación del sufragio universal. Mantuvieron una

representación cercana a la veintena de diputados en la mayoría de las legislaturas, además de obtener alguna victoria sonada

en las elecciones municipales, como en 1892, cuando lograron triunfar en Madrid y en otras ocho capitales de provinicia.

Nacionalismo y regionalismo


Hasta la Restauración, la reivindicación foralista o nacionalista se había canalizado a través del republicanismo federal, si era

progresista, y del carlismo, cuando era conservadora. Debilitadas ambas corrientes, surgieron entonces movimientos que

reivindicaban los derechos históricos catalanes, vascos, valencianos, gallegos y andaluces. El movimiento regionalista fue más

fuerte al existir en algunas zonas una diferenciación lingüística, que favoreció el sentimiento nacionalista.

En Cataluña el primer nacionalismo surgió en torno a intelectuales como Valtendí Almirall o Prat de la Riba
. En

1892, los grupos liderados por ambos se fusionaron en la Unió Catalanista, cuyo programa fundacional, las Bases de Manresa,

constituyó el documento básico del nuevo nacionalismo catalán.

En el País Vasco surgió más tarde. En 1895, Sabino Arana fundaba el Partido Nacionalista Vasco en torno a un

grupo de reivindicación foral vizcaíno.

Más débiles ante la falta de una burguesía fuerte que los impulsara, los nacionalismos gallego, valenciano y andaluz, que

tenían ya defensores en algunos intelectuales a finales del siglo, sólo se desarrollarán en los comienzos del siglo xx.

12.7. Guerra colonial y crisis de 1898

España a finales del siglo XIX contaba únicamente como colonias con las islas de Cuba, de Puerto Rico y de las Filipinas
. Eran los últimos

restos del gran imperio español formado durante el gobierno de los Habsburgo. La mayoría de las colonias españolas en América habían

alcanzado su independencia durante el reinado de Fernando VII (1808 – 1833), convirtiéndose en repúblicas independientes gobernadas por

las minorías criollas.

Guerra colonial

Tras el primer intento insurreccional cubano (Guerra de los Diez Años, 1868‐78) la firma de la Paz de Zanjón no logró acabar con el

sentimiento nacional. Los cubanos esperaban de la administración española una serie de reformas como la obtención de representación en las

Cortes españolas, la participación en el gobierno de la isla, la libertad de comercio y la abolición de la esclavitud, que aún se mantenía en Cuba.

Ninguna de estas peticiones fue tomada en consideración por España debido a la rotunda oposición de los grandes propietarios, de los

negreros y de los comerciantes peninsulares. El sentimiento nacionalista cubano se veía acrecentado por la influencia económica de los

Estados Unidos, que integró a la isla en su ámbito comercial. Así pues, a las peticiones políticas se sumaban los deseos de una clara

liberalización económica, especialmente tras la aprobación del llamado “arancel Cánovas” (1891) que aumentaba las tarifas arancelarias

para los productos importados no españoles. El arancel perjudicaba notablemente a EEUU, que adquiría grandes cantidades de azúcar y

tabaco cubano, mientras sólo podía exportar a Cuba productos con fuertes impuestos de entrada. El presidente norteamericano William

McKinley manifestó su protesta y comenzó su acercamiento a los independentistas cubanos.

El Partido Liberal de Sagasta se mostró favorable a introducir mejoras en la isla, pero durante sus sucesivos mandatos sólo llegó a concretar la

abolición formal de la esclavitud, en 1888. La falta de reformas estimuló los deseos de emancipación; así en 1893, un intelectual, José Martí,

fundó el Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era la independencia para lo que logró un importante apoyo exterior, especialmente

de EEUU. El independentismo aumentó rápidamente su base social y contó con el apoyo de antiguos revolucionarios (Máximo Gómez, Antonio

Maceo, etc.) que se habían negado a aceptar la Paz de Zanjón.

Ante esta situación, la guerra volvió a estallar. El 24 de febrero de 1895 se produjo el llamado “Grito de Baire” que dio inicio a un

levantamiento generalizado. El presidente del gobierno español Cánovas del Castillo envió un ejército al mando del general Martínez

Campos, que trató de reprimir militarmente la rebelión pero también de buscar un acercamiento con los sublevados.

Martínez Campos no logró controlar la rebelión, por lo que fue sustituido por Valeriano Weyler partidario de una férrea represión
. Weyler

se mostró muy duro con los rebeldes, aplicando la pena de muerte a muchos de ellos, y también con la población civil, víctima del hambre y las

epidemias.

En 1897 Cánovas del Castillo fue asesinado y Sagasta asume el gobierno, decidiendo introducir algunas reformas buscando la conciliación.

Para ello decretó la autonomía de Cuba, la igualdad entre cubanos y peninsulares y la autonomía arancelaria. Sin embargo, las reformas

llegaban demasiado tarde: los independentistas se negaron a aceptar el fin de la guerra que España declaró de forma unilateral; también los

residentes españoles en Cuba mostraron su malestar ante las concesiones.

Es entonces cuando EEUU decide intervenir directamente en Cuba enviando al acorazado Maine, en teoría para proteger los intereses de los

residentes americanos. En abril de 1898 el Maine estalló en el puerto de La Habana, EEUU culpó falsamente a agentes españoles del hecho. El

presidente McKinley envió un ultimátum a España exigiendo la retirada de Cuba y el pago de 300 millones de dólares o en caso contrario la

declaración de guerra. España era relativamente consciente de su inferioridad militar, pero consideró humillante el ultimátum. Comenzaba así

la guerra hispano‐norteamericana
.

La escuadra española, al mando del almirante Cervera, fue rápidamente derrotada en la batalla de Santiago de Cuba
. Tropas

estadounidenses comenzaron a ocupar Cuba y Puerto Rico.

Paralelamente al conflicto cubano se produjo una rebelión en las Islas Filipinas
. Los intereses económicos españoles eran mucho menores

que en Cuba, pero existía una notable producción de tabaco y servía de enlace para el comercio con el continente asiático. En 1892, José Rizal

había fundado la Liga Filipina que encabezará posteriormente la rebelión independentista. Los norteamericanos también se presentaron allí

como libertadores e igualmente derrotaron a otra escuadra española en la batalla de Cavite (1898). Aunque la ciudad de Manila logró resistir

durante algunos meses, ante la evidencia de la derrota, España pidió la firma de un acuerdo de paz.

Finalmente, en diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París por el cual España perdía Cuba y, además, cedía a Estados Unidos Puerto Rico,

Guam y las islas Filipinas, éstas últimas a cambio de veinte millones de dólares.

La crisis de 1898

La derrota y la consiguiente pérdida de las colonias fueron conocidas en España como “el desastre del 98”, convirtiéndose en símbolo de la

crisis de la Restauración. A pesar de la envergadura de la crisis de 1898 y de su simbología, sus repercusiones fueron menores de lo esperado.

En lo económico, la guerra comportó notables pérdidas materiales en la colonia, pero no fue así en la metrópoli. La industria nacional se

recuperó pronto de la pérdida del mercado colonial y la repatriación de capitales, unida a la reforma fiscal del ministro Fernández Villaverde,

permitió el desarrollo de la banca española. Tampoco aconteció una gran crisis política, la Restauración sobrevivió y la continuidad del turno

dinástico se mantuvo; no obstante, sí hubo un crecimiento de los movimientos nacionalistas en el País Vasco y Cataluña.

De este modo, la crisis del 98 fue fundamentalmente una crisis moral e ideológica, que causó un importante impacto psicológico entre la

población. La derrota sumió a la sociedad y a la clase política española en un estado de desencanto y frustración porque significó la

destrucción del mito del Imperio español –en un momento en que las potencias europeas estaban construyendo enormes imperios coloniales

en Asia y Africa‐ y la relegación de España a un papel de potencia secundaria.

El desencanto provocado por la crisis del 98 provocó la aparición del fenómeno del “regeneracionismo”
. Esta corriente de pensamiento

hablaba con insistencia de la necesidad de una regeneración de España; su mayor exponente fue Joaquín Costa que denunciaba la

incapacidad del sistema de la Restauración para hacer frente a los cambios de los nuevos tiempos y a las demandas de la sociedad. La crítica

regeneracionista era muy dura con la historia de España, denunciaba los defectos de la psicología colectiva española y defendía la necesidad

de acabar con la corrupción electoral, mejorar la situación del campo español y aumentar el nivel educativo y cultural del país.

Asimismo, un grupo de literatos y pensadores, conocidos como la Generación del 98, intentaron analizar el “problema de España” en un

sentido muy crítico y en tono pesimista. Pensaban que tras la pérdida de los últimos restos del Imperio español había llegado el momento de

una regeneración moral, social y cultural del país. Entre estos intelectuales destacan Miguel de Unamuno, José Martínez Ruiz (Azorín), Pío

Baroja o Antonio Machado.

14.1. Panorama general del reinado de Alfonso XII. Intentos de Modernización. El regeneracionismo. Crisis y

Quiebra del sistema de la Restauración. Guerra de Marruecos


El reinado de Alfonso XIII se prolongó entre 1902, cuando asumió el poder al ser proclamado mayor de edad con 16 años, y 1931, cuando

abandonó España con la proclamación de la Segunda República.

Intentos de modernización. El regeneracionismo

La primera etapa del reinado de Alfonso XIII estuvo marcada por el espíritu regeneracionista que se había extendido tras la crisis de 1898. A

la nueva actuación seguida desde el poder se denominó revisionismo, ya que se pretendía revisar el sistema, modificando lo necesario para

superar los viejos problemas y adaptarse a las nuevas demandas sociales y políticas.

Sin embargo, la actitud de Alfonso XIII dificultó los intentos de modernización. El rey en ningún momento estuvo dispuesto a renunciar al

protagonismo político que le otorgaba la Constitución de 1876 (soberanía compartida, designar ministros, retirar la confianza al gobierno),

además fue evidente su “espíritu castrense” que le inclinaba a favorecer al ejército siempre que había un conflicto entre el poder civil y el poder

militar. La constante intervención de Alfonso XIII en asuntos políticos provocó gran inestabilidad gubernamental (treinta gobiernos hasta

1923). Por este motivo la oposición al sistema derivó en gran medida en rechazo hacia su persona y hacia la propia monarquía.

Tras la muerte de los fundadores de los dos partidos dinásticos –Cánovas (1897) y Sagasta (1903)‐ empezó la etapa del revisionismo político,

protagonizado por Antonio Maura (P. Conservador) y José Canalejas (P. Liberal).

Los primeros intentos de reforma los impulsaron gobiernos conservadores, cuya intención era, en palabras de Maura, hacer la “revolución

desde arriba para evitar la revolución desde abajo”. Antonio Maura propuso una ley de administración local para tratar de acabar con el fraude

electoral (“descuaje del caciquismo”). La Ley de Reforma Electoral de 1907 preveía que un tercio de los concejales de los ayuntamientos

fueron elegidos por instituciones privadas locales, sin proceso electoral. El propósito era evitar las simulaciones electorales que tan mala

imagen del sistema daban. Los intereses conservadores quedaban así a salvo, pero los liberales se opusieron a la ley, que no llegó a ser

aprobada. Los gobiernos conservadores también iniciaron una tímida legislación laboral (ley de descanso dominical, ley de huelgas, ley sobre

las condiciones de trabajo de mujeres y niños,…) que tuvo su máxima expresión en la creación del Instituto Nacional de Previsión (1908),

antecedente de la actual Seguridad Social.

En 1909 el estallido de la Semana Trágica de Barcelona y la fuerte represión posterior provocó la caída del gobierno de Maura. La Conferencia

Internacional de Algeciras (1906) había reconocido el control del norte de Marruecos para España, se abría así la posibilidad de recuperar el

prestigio perdido tras el 98 y de garantizar el orden en la región del Rif asegurando la situación de Ceuta y Melilla. Pero la ocupación española se

encontró con la fuerte oposición de las tribus rifeñas; el gobierno de Maura tuvo que recurrir al envío de reservistas escasamente preparados

(Desastre del Barranco del Lobo
). En Barcelona, puerto donde debían embarcar las tropas, aumentó la tensión social y estalló una huelga

general; la autoridad militar proclamó el estado de guerra, lo que desató una oleada de violencia callejera: se levantaron barricadas y fueron

incendiadas iglesias y conventos. La insurrección popular fue liquidada emprendiéndose una dura represión: Hubo más de mil detenciones y

cinco ejecutados entre ellos el anarquista y pedagogo Francisco Ferrer y Guardia
. Esta ejecución levantó una ola de protesta internacional que

provocó la dimisión del conservador Maura.

A partir de 1910, el poder recayó en los liberales de José Canalejas que intentó su propia “revolución desde arriba”. Sus principales reformas

tuvieron un claro contenido social como la reducción de la jornada laboral a nueve horas o la supresión del impuesto de consumos. En 1912,

fue aprobada la Ley de Reclutamiento, que establecía el servicio militar obligatorio y acababa parcialmente con la exención de los ricos

mediante el pago de una cuota o de un sustituto. También trató de someter a las órdenes religiosas mediante la llamada Ley del Candado que

prohibía el establecimiento de nuevas congregaciones religiosas durante dos años. El asesinato de Canalejas en la Puerta del Sol de Madrid

(1912), a manos de un anarquista, supuso el final de esta inicial etapa de reformas.

Crisis y quiebra del sistema de la Restauración

En 1914, con el inicio de la Primera Guerra Mundial, España permaneció neutral, pero se vio muy afectada por ella. La opinión pública

española se dividió entre aliadófilos (en general progresistas) y germanófilos (conservadores). La principal repercusión fue económica: España

tuvo un crecimiento espectacular de la demanda exterior de sus productos, lo que provocó un fuerte proceso inflacionista
; los beneficios

empresariales aumentaron de forma espectacular, pero los trabajadores no vieron mejorar sus salarios y perdieron poder adquisitivo ante la

subida de precios. El progresivo empobrecimiento de los trabajadores aumentó además la tensión revolucionaria
.

En este contexto se produjo la compleja y variada crisis general de 1917
:

Crisis militar

: Las Juntas Militares de Defensa (asambleas de jefes y oficiales de Infantería) iniciaron un movimiento de protesta por los

bajos sueldos del ejército y contra el sistema de ascensos que primaba a quienes combatían en Marruecos. Los enemigos del sistema

vieron con simpatía su protesta porque creyeron que el desafecto de los militares facilitaba un cambio político. El gobierno liberal de

García Prieto arrestó a los miembros de la Junta de Barcelona. Pero Alfonso XIII desautorizó al gobierno, que tuvo que dimitir. El nuevo

gobierno de Eduardo Dato (conservador) satisfizo algunas demandas de la Junta y frenó la amenaza militar.

Crisis política

: El dirigente de la Lliga Regionalista Francesc Cambó trató de forzar la democratización del sistema y lograr la autonomía

de Cataluña convocando a los parlamentarios catalanes a la formación de una Asamblea de Parlamentarios (19 julio 1917). La asamblea

fue declarada ilegal y el gobierno logró disolverla sin violencia.

Crisis social

: Los sindicatos UGT y CNT convocaron una huelga general (13 de agosto 1917) contra el régimen político y el deterioro del

nivel de vida de los trabajadores. Los anarquistas participaron activamente en Barcelona; los otros tres grandes centros de la huelga

fueron Madrid, Vizcaya y Asturias, donde la impulsaron los socialistas. La huelga duró una semana, se produjeron choques violentos

(cerca de cien muertos), y los principales dirigentes fueron detenidos.

El gobierno conservador de Dato logró, pues, desmantelar los diferentes movimientos del verano de1917. El régimen seguía vivo, pero no había

salido ileso. Alfonso XIII trató de reavivar el sistema con un nuevo experimento político, la formación de dos gobiernos de concentración

consecutivos que unían a los dos partidos mayoritarios y a los que se sumó el propio Cambó. Pero la quiebra del sistema era ya evidente. El

triunfo de la revolución bolchevique (octubre 1917) insufló un notable entusiasmo a las organizaciones obreras que aumentaron sus actos de

protesta. Así, en el campo andaluz los jornaleros ocuparon tierras y sus huelgas llegaron a paralizar las cosechas (Trienio bolchevique, 1918‐

21); en el sector industrial se entró en un grave proceso de violencia social especialmente en Barcelona (pistolerismo
).

No obstante, la quiebra definitiva vendría como consecuencia de un fracaso militar en Marruecos. España trataba de controlar la zona del Rif

donde existían importantes intereses económicos por la explotación de minas de hierro, pero se encontraba con la fuerte oposición de las

cabilas rifeñas (Abd El Krim) que pretendían la independencia tanto de España como del Sultán marroquí. En 1921, el general Fernández

Silvestre planificó erróneamente una operación militar para alcanzar Alhucemas y someter a las tribus. La expedición acabó en el llamado

Desastre de Annual que provocó la muerte de más de 12000 soldados españoles.

El desastre tuvo un efecto sobre la opinión pública semejante al de 1898. El gobierno cayó; socialistas y republicanos apuntaron directamente al

rey como culpable de la situación. Finalmente se formó una comisión para aclarar lo ocurrido, se elaboró un informe (“Expediente Picasso”)

que establecía las importantes deficiencias del ejército español en África. Antes de que el informe llegará a las Cortes, el general Miguel Primo de

Rivera protagonizaba un golpe de estado que iniciaba una nueva etapa política: La Dictadura de Primo de Rivera
.

14.2. Dictadura de Primo de Rivera

Diversos factores explican que la dictadura militar empezara a contemplarse como una solución a la crisis del país entre la alta

burguesía, gran parte de las clases medias y el Ejército
:

Descontento del ejército tras el desastre de Annual y el afán de evitar las consecuencias del expediente Picasso para

algunos importantes generales, entre ellos el general Berenguer.

Auge de los nacionalismos periféricos y ascenso de republicanos y del movimiento obrero
.

• El triunfo del fascismo en Italia tras la Marcha sobre Roma en 1922 y el ascenso al poder de Mussolini.

El golpe de 1923

Miguel Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, se sublevó el 13 de septiembre de 1923
. El golpe contó inmediatamente

con la comprensión y el apoyo del rey Alfonso XIII.
Los sublevados declararon el estado de guerra, la suspensión de las

Garantías constitucionales y la disolución de las Cortes


. El régimen de la Constitución de 1876 era sustituido en medio de la

indeferencia popular y sin apenas resistencia por una dictadura militar.

Directorio Militar (1923‐1925)

Tras el golpe, el dictador Primo de Rivera se constituyó en ministro único, pasando a ser asesorado por un Directorio Militar
.

Tras el nuevo gobierno estaba el mismo bloque de poder que había dominado el país durante la Restauración, la oligarquía de

terratenientes e industriales. El Directorio Militar tomó rápidamente medidas:

Prohibición de la bandera y el himno catalán y restricción de la lengua catalana al terreno privado.

• Política de «mano dura» en todo lo referente al orden público
.

• Formación de la Unión Patriótica, partido único bajo la dirección de un militar. Se trataba de seguir el modelo fascista

impuesto por Mussolini en Italia.

El gran éxito del Directorio tuvo lugar en África. El Desembarco de Alhucemas en 1925 puso fin de la resistencia de las cábilas

del Rif . Su líder Abd‐el‐Krim se entregó a las autoridades del Marruecos francés. El fin de la guerra en Marruecos les dio gran

popularidad al dictador.

Directorio Civil (1925‐1930)


A fines de 1925, un gobierno civil, presidido por Primo de Rivera, sustituyó al Directorio Militar. Se trataba de institucionalizar

La Dictadura


. En 1927, se constituyó una Asamblea Nacional Consultiva, formada en su mayoría por miembros de Unión

Patriótica elegidos por sufragio restringido. Primo de Rivera de nuevo seguía el modelo italiano, en este caso el Consejo Fascista.

Esta Asamblea fracasó rápidamente en su intento de redactar una ley fundamental que hiciera el papel de Constitución de la

dictadura. También se imitó el modelo social del fascismo italiano, estableciéndose la Organización Corporativa del Trabajo,

especie de sindicato que trataba de arbitrar entre patrones y obreros. De nuevo el intento de institucionalización del régimen de

Primo de Rivera fracasó.

La oposición a la dictadura y la caída de Primo de Rivera

La oposición a la Dictadura abarcaba un amplio espectro político
: algunos liberales y conservadores; republicanos, socialistas,

anarquistas, intelectuales, movimiento estudiantil…

Un elemento clave fue el creciente descontento en las filas del Ejército ante las arbitrariedades de Primo de Rivera. Tras el

crash de la bolsa de Nueva York, en 1929, los problemas económicos se extendieron con gran rapidez por el mundo. El

descontento social, con la vuelta de los movimientos huelguísticos, vino a acrecentar la oposición a la dictadura. (devaluación

peseta).

Anciano, enfermo y sin apoyos sociales, el 27 enero 1930, Primo de Rivera presentó su dimisión al monarca, quién se apresuró a

aceptarla. Dos meses después, el dictador fallecía en el exilio en París.

De la monarquía a la república

Tras la dimisión de Primo de Rivera, Alfonso XIII nombró jefe de Gobierno al general Berenguer
. Se iniciaba así un período

conocido humorísticamente como la «Dictablanda», en el que se intentó infructuosamente volver a la situación previa a 1923.

Los partidos tradicionales, liberales y conservadores, eran incapaces de articular un sistema de partidos aceptable por la sociedad

española. Además, sólo gentes muy desprestigiadas con Romanones o De La Cierva, se avinieron a colaborar con Berenguer.

La lenta vuelta a las libertades constitucionales, fue aprovechada por una oposición que cada vez conseguía más apoyo. En agosto

de 1930 republicanos, socialistas y otros grupos de oposición firmaron el denominado Pacto de San Sebastián, por el que se

comprometían a derrocar la monarquía e instaurar un régimen democrático. Para coordinar la labor de oposición crearon un

Comité Revolucionario presidido por Niceto Alcalá Zamora, republicano bastante conservador.

Alfonso XIII se vio cada vez más aislado. Muchos militares empiezan a ver con buenos ojos la posibilidad republicana. Incluso la

CNT apoyo a la conspiración para traer la República.

El 15 de diciembre de 1930, fracasó una sublevación militar republicana en Jaca
. Sus líderes, Galán y García Hernández, fueron

juzgados y ejecutados. La mayor parte del Comité Revolucionario fue detenido, en medio de un creciente descontento

antimonárquico.

Berenguer dimitió el 14 de febrero de 1931 dando paso a un nuevo gobierno presidido por el almirante Aznar
. El nuevo

gabinete convocó elecciones municipales para el 12 de abril, se trataba de ir volviendo poco a poco a la legalidad constitucional.

Sin embargo, las elecciones locales se convirtieron en un plebiscito sobre la monarquía
. El triunfo aplastante en las zonas

urbanas de las candidaturas republicanas y socialistas precipitó la abdicación del rey y la proclamación de la República el

14 de abril de 1931


14.3. La 2ª República. Constitución de 1931. El Bienio Reformista. Reformas y realizaciones culturales

La Segunda República


El 14 de abril de 1931 se proclamó la II República, tras la victoria de las candidaturas republicanas en las elecciones municipales de 12

de abril. Alfonso XIII se exilió a Italia. La República contaba con el apoyo de la mayoría de los intelectuales, las clases medias y una

parte importante del movimiento obrero, pero tenía la desconfianza de los grupos económicos más poderosos, de la Iglesia y de los

pequeños propietarios agrícolas.

El Comité revolucionario creado en el Pacto de San Sebastián (1930) se convirtió en el primer gobierno provisional de la República. Lo

componían Republicanos conservadores como Niceto Alcalá Zamora, de izquierda como Manuel Azaña, radicales como Alejandro

Lerroux, socialistas como Largo Caballero e Indalecio Prieto y nacionalistas catalanes y gallegos.

Los primeros decretos reconocieron amplios derechos individuales, proclamaron la amnistía y sentaron las bases de las reformas

agraria, militar, educativa y laboral. El impacto de la crisis económica provocó los primeros conflictos sociales, con huelgas y

enfrentamientos con las fuerzas del orden público. Desde el principio la II República tuvo enfrentamientos con la Iglesia, encabezada

por el Cardenal Segura, que acabaron con la quema de iglesias, lo que deterioró la imagen de la República.

Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes (28 de junio de 1931), el partido más votado fue el PSOE con 115 escaños, seguidos

de los radicales con 94. El resultado fue un gobierno de coalición entre los socialistas y los republicanos de izquierda.

La Constitución de 1931


El 9 de diciembre de 1931 las Cortes aprobaron una nueva Constitución, marcada ideológicamente por la mayoría parlamentaria

republicano‐socialista. España se definió como una república democrática y de trabajadores
.

*El Estado se constituía como “integral”, aunque se admitían autonomías. Para aprobar un estatuto de autonomía tenía que ser

aprobado por la mayoría de los ayuntamientos o 2/3 de los censados y que lo votasen 2/3 de los electores. La aprobación definitiva

correspondía a las Cortes.

*Había división de poderes, legislativo, ejecutivo y judicial.

*El Presidente de la República se elegía indirectamente, a través de las Cortes y de compromisarios. La duración de su mandato era de

6 años y ejercía un poder moderador en el sistema.

*El gobierno era responsable ante las Cortes, que podían retirarle su confianza en cualquier momento.

*Las Cortes eran unicamerales y elegidas por sufragio universal directo. Tenían el poder legislativo y el control sobre el ejecutivo. Se

creó la Diputación Permanente de las Cortes.

*El Estado era declarado laico, se reconoció la libertad de conciencia y la práctica de cualquier religión. Había separación Estado‐

Iglesia y se prohibió a esta realizar el comercio, la industria y la enseñanza.

*El Estado tenía la obligación de extender la cultura y la educación a toda la población.

El bienio reformista (1932‐1933)


Niceto Alcalá Zamora fue el primer presidente de la República y Manuel Azaña el primer presidente de gobierno. El primer gobierno

contó con el apoyo de todos los partidos que habían formado el Provisional excepto el Partido Radical de A. Lerroux.

En 1932 se aprobó el Estatuto de autonomía de Cataluña, que reconocía a los catalanes el derecho a tener gobierno propio: la

Generalitat, presidente y parlamento. La derecha se opuso a la aprobación del estatuto.

Durante el Bienio reformista se realizó una importante política de reformas:

Reformas sociales


. Se estableció la jornada de 8 horas, se reguló el derecho a huelga y se crearon jurados mixtos de arbitraje.

Reforma educativa


El objetivo era reducir el analfabetismo. Se realizó un plan de construcción de escuelas, institutos y

bibliotecas ambulantes; el plan no pudo realizarse en su totalidad por dificultades presupuestarias. Se promovió una educación

laica, mixta, obligatoria, pública y gratuita. Se generó una gran polémica con la Iglesia al suprimirse la asignatura de religión y

prohibirse la enseñanza a las congregaciones religiosas.

Reforma militar


Su finalidad era modernizar el ejército y asegurar la fidelidad de los militares a la República. La llamada Ley

Azaña permitía que los oficiales que no jurasen lealtad a la República pudiesen retirarse con el sueldo íntegro. El número de

oficiales que se retiró fue menos del esperado y juraron fidelidad a la República africanistas como Sanjurjo, Mola y Franco.

Reforma agraria


Buscaba resolver el problema de las grandes desigualdades en el medio rural. En 1932 se aprobó la Ley de

Bases de la Reforma Agraria. Se creó el Instituto de Reforma Agraria, que se encargaba de la expropiación de las tierras, previa

indemnización. Los fondos económicos con que se contaba fueron insuficientes y se asentó a muchas menos familias de las

previstas, lo que provocó protestas campesinas y ocupación de tierras. Los terratenientes se opusieron a la ley y financiaron el

fallido golpe de Estado del general Sanjurjo (10/agosto/1932).

La oposición al gobierno republicano‐socialista se concretó en torno a la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA
),

partido fundado a comienzos de 1933 como una coalición de partidos conservadora.
José Mª Gil Robles la lideraba.

Primo de Rivera fundó Falange Española (oct/1933), partido de inspiración fascista con componentes de catolicismo.

El gobierno republicano‐socialista tuvo que enfrentarse a huelgas de obreros industriales y campesinos, y a ocupaciones de tierras

promovidas por la CNT. El hecho más grave sucedió en enero de 1933 en Casas Viejas (Cádiz); una huelga de campesinos provoca la

muerte de 2 guardias civiles, en la posterior represión mueren una veintena de campesinos. El gobierno de Azaña sufrió una crisis, ya

que los socialistas se negaron a apoyar a un gobierno que había provocado la muerte de esos campesinos. Azaña dimitió y Alcalá

Zamora disolvió las Cortes y convocó elecciones para noviembre de 1933.

Política de reformas y realizaciones culturales


La república recibió el apoyo de muchos de intelectuales como Lorca, R. Alberti, M. Hernández, o L. Buñuel, al igual que el de muchos

dirigentes republicanos y socialistas que procedían del mundo de la cultura y veían en el ideal republicano un instrumento capaz de

regenerar el país. Ejemplos de intelectuales que además participaron activamente en política fueron Ortega y Gasset o Gregorio

Marañón, que obtuvieron acta de diputado por las listas de la Agrupación al servicio de la República. Sin embargo otros intelectuales

como Pío Baroja o Unamuno se sintieron desplazados por la II República.

El gobierno provisional diseño un plan educativo basado en los principios de la Institución Libre de Enseñanza: escuela laica, mixta,

obligatoria y gratuita. Marcelino Domingo y Fernando de los Ríos fueron los encargados de su aplicación.

14.4. La 2ª República. El Bienio radical‐cedista. Revolución de 1934. Elecciones de 1936 y Frente Popular

La primera etapa del Bienio radical‐cedista (1933‐1934)


Las elecciones de noviembre de 1933: obtuvieron la mayoría los partidos de centro – derecha – la CEDA de José María Gil

Robles y el Partido Radical de Alejandro Lerroux. Niceto Alcalá Zamora encomendó el gobierno a Alejandro Lerroux, que contó

con el apoyo parlamentario de la CEDA. El Gobierno Lerroux desarrolló una política contraria a la del Bienio republicano–

socialista. Se paralizó la reforma agraria, se volvió a incluir la asignación al clero en los presupuestos del Estado; se aprobó la Ley

de Amnistía que favoreció a los militares encarcelados por el fallido golpe de Estado de 1932; se ralentizó la construcción de

escuelas y se bloquearon los Estatutos de Autonomía.

Radicalización de derechas e izquierdas:


‐Derechas : el aumento de la conflictividad social en el campo y en las áreas obreras consolidó a la CEDA.
Falange Española se

fortaleció fusionándose con las JONS (1934), que practicó la violencia para conseguir sus objetivos políticos.

‐Izquierdas : los republicanos se aglutinaron en un nuevo partido:

Izquierda Republicana

. La UGT y el PSOE, por temor al

fascismo, también se radicalizaron claramente, dando comienzo a un movimiento revolucionario…

La Revolución de 1934


.

El 4 de octubre de 1934


Alejandro Lerroux formó gobierno, dando cabida en él a tres ministros de la CEDA. Este hecho fue

tomado por el PSOE y ERC como el triunfo de la derecha más radical, que prepararía la llegada del fascismo, y desencadenó la

insurrección que venía preparándose desde que, en 1933, la derecha ganara las elecciones.

El 5 de octubre la UGT convocó una huelga general


. La prensa de izquierdas animaba a la opinión pública a sumarse a la

insurrección, hecho que se produjo el 6 de octubre de 1934.
No obstante, la huelga fracasó en la mayor parte de España por dos

motivos : por un lado, no tuvo el seguimiento popular que esperaban las fuerzas revolucionarias y, por otro, el ejército y la

Guardia Civil reprimieron a los huelguistas.

En Cataluña, la huelga tuvo un carácter político independentista. La noche del 6 de octubre Lluis Companys proclamó el Estat

Catalá dentro de la República Federal Española, e invitó a luchar contra el gobierno fascista, pidiendo para Barcelona la sede del

gobierno provisional de la Segunda República. Pero, tan solo un día más tarde, el ejército acabó con la insurrección.

Se suspendió la autonomía catalana y todo su gobierno fue acusado de rebeldía.

La insurrección contra el gobierno solo triunfó en Asturias
. Con el fin de socializar los medios de producción , socialistas,

anarquistas y comunistas firmaron la Alianza Obrera. Miles de obreros armados consiguieron ocupar toda Asturias y

proclamaron la Revolución Socialista de los Consejos Obreros. Para sofocar la insurrección el Gobierno envió unidades de la

Legión y de los Regulares estacionadas en Marruecos bajo el mando del general Francisco Franco
.
El 18 de octubre la

insurrección estaba totalmente controlada. Hubo más de mil muertos, miles de encarcelados y fueron muchas las sentencias a la

pena de muerte, aunque finalmente el Gobierno indultó a muchos detenidos.

Segunda etapa del Bienio radical‐cedista (1934‐1936)


La revolución de octubre de 1934 motivó un endurecimiento de la política del gobierno.

Se suspendió el Estatuto de Cataluña y se aprobó una nueva Ley de Reforma Agraria, que detuvo el proceso de entrega de tierras

y asentamiento de los campesinos. El gobierno era débil y estaba en crisis permanente por las luchas internas entre el Partido

Radical y la CEDA. Los radicales tenían que gobernar con José María Gil Robles a pesar de que no estaban de acuerdo con su

política. La tarea de gobierno fue desgastando a la CEDA y surgió a su derecha otro partido político, el Bloque Nacional, dirigido

por José Calvo Sotelo, de orientación monárquica y autoritaria.

En el campo militar, Gil Robles llevó a cabo una serie de cambios en los mandos militares, ocupados por militares poco o nada

partidarios de la república, como el general Fanjul, nombrado subsecretario del ministerio, el general Franco, jefe del Estado

Mayor y el general Mola, jefe del ejército de Marruecos.

En octubre de 1935, el escándalo del estraperlo (soborno a algunos políticos radicales para instalar el Casino de San Sebastián)

supuso la crisis definitiva del gobierno, ya que se rompió el acuerdo radical‐cedista y Alejandro Lerroux dimitió como presidente

del gobierno.

Niceto Alcalá Zamora disolvió las Cortes y convocó elecciones para febrero de 1936.

Las elecciones de 1936 y el Frente Popular

En las elecciones del 16 de febrero de 1936 los partidos de izquierda y nacionalistas se agruparon en el Frente Popular,

que hizo una campaña electoral con un programa reformista en el que prometían recuperar los grandes cambios del bienio

republicano‐socialista y conceder la amnistía para los represaliados por la Revolución de Octubre de 1934.

Los resultados electorales dieron el triunfo al Frente Popular.

El primer gobierno del Frente Popular, presidido por Manuel Azaña, estaba formado por Izquierda Republicana y Unión

Republicana


Sus primeras actuaciones se ajustaron a los pactado entre las fuerzas que lo integraban:

o Se decretó la amnistía para los represaliados de la Revolución de Octubre de 1934, aunque en muchas ciudades hubo gente

que fue excarcelada antes de que se firmase el decreto de amnistía y a las que se les devolvieron sus puestos de trabajo.

o Se restauró el Estatuto de autonomía de Cataluña. Tras su liberación, Lluis Companys volvió a ocupara la presidencia de la

Generalitat. Se aprobó en referéndum el Estatuto de Galicia y se empezó a discutir el del País Vasco en las Cortes.

o Se retomó la reforma agraria de 1932.

o El Congreso destituyó al presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, y el 10 de mayo de 1936 fue elegido Manuel Azaña
.

El siguiente gobierno, presidido por el republicano Santiago Casares Quiroga, se formó el 13 de mayo de 1936 sin la

participación del PSOE. Durante la primavera de 1936 la vida política y social española se deterioró y aumentaron el terrorismo y

los enfrentamientos violentos entre la izquierda y la derecha.. Francisco Largo Caballero, del sector radical del PSOE, optó por la

Revolución socialista:


desde marzo de 1936 varios generales, bajo la dirección de Emilio Mola venían preparando un golpe de

Estado contra el gobierno del Frente Popular. El general Francisco Franco, que había sido nombrado por el anterior gobierno

radical‐cedista Jefe del Estado Mayor, suponía igualmente un peligro para la Segunda República. Por prevención, Mola fue

enviado a Pamplona; y Franco, a Canarias.

desencadenamiento último de la Guerra Civil fueron el asesinato del teniente José del Castillo, el 12 de julio (por extremistas de

derechas) y del diputado de derechas José Calvo Sotelo, el 14 de julio, por las fuerzas de seguridad. La muerte del líder de la

derecha aceleró la intervención militar, y el 17 de julio las tropas de la Comandancia de Melilla se sublevaron contra el Gobierno.

14. 5. La Guerra Civil: sublevación militar y estallido de la guerra. Desarrollo del conflicto

La sublevación militar y el estallido de la guerra

Desde el triunfo del Frente Popular (febrero de 1936) un grupo de generales monárquicos y conservadores (Emilio Mola,

Francisco Franco


), con la adhesión de grupos de derecha (Falange, Renovación Española, Carlistas
), comenzaron a preparar

un levantamiento militar. El asesinato del diputado derechista José Calvo Sotelo sirvió de pretexto para iniciar el alzamiento. El

coordinador de la conspiración en la Península era el general Mola, pero la sublevación se inició el 17 de julio en Ceuta y

Melilla, bajo la dirección del general Franco, destinado en Canarias como medida de precaución por parte del gobierno

republicano. Al día siguiente la sublevación se extendió por la Península
. El golpe de estado triunfó, por tanto, en el

Protectorado de Marruecos y en Canarias; además, en el norte de la península, los rebeldes triunfaron en Galicia, la actual Castilla

y León, Álava, Navarra y parte de Aragón. En el sur, sin embargo, solo tuvo éxito en Sevilla y algunas ciudades de la Andalucía

Occidental. La República mantuvo, pues, bajo control Madrid, Cataluña, el Levante, la franja cantábrica (Asturias, Cantabria y País

Vasco), Castilla‐La Mancha, Andalucía Oriental y Extremadura.

El objetivo de la sublevación era implantar rápidamente un régimen autoritario que pusiese fin a las libertades democráticas y

acabase con la amenaza revolucionaria de la izquierda más extremista. Sin embargo, el fracaso del alzamiento en buena parte

de España provocó el estallido de la guerra civil
.

Etapas de la Guerra Civil

Desde el momento en que la sublevación se convirtió en guerra civil (julio 1936) hasta su conclusión (abril 1939), el conflicto

atravesó por una serie de etapas.

1. El avance y las batallas en torno a Madrid (julio 1936 – marzo 1937)


. Tras cruzar el Estrecho (con el apoyo de la aviación

italiana y alemana), las tropas sublevadas de África avanzaron rápidamente hacia Madrid para tomar la capital, símbolo del poder

republicano. Sin embargo, Franco, decidió desviarse para ocupar Toledo y liberar el Alcázar (allí resistían unos centenares de

militares sublevados). A finales de octubre, los sublevados se hallaban ya a las puertas de Madrid. La República ordenó la

movilización general para salvar Madrid. En noviembre, el gobierno republicano se trasladó a Valencia; la defensa de la capital

quedó en manos del comandante Rojo. Madrid resistió el ataque frontal gracias al ejército leal, a las milicias populares y a la

llegada de las Brigadas Internacionales, de carros de combate rusos y de una columna anarcosindicalista dirigida por Durruti. La

ciudad es duramente bombardeada desde la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria, pero Madrid resiste. Fracasado el intento

de entrar en la capital, los sublevados emprendieron maniobras envolventes para aislar Madrid, básicamente con el fin de cortar

sus comunicaciones con Valencia. El pretendido cerco sobre Madrid fracasa fundamentalmente por la derrota de las tropas

italianas en Guadalajara.

2. La campaña del Norte (abril – octubre 1937)


Antes las dificultades para tomar Madrid, Franco decidió abandonar el ataque

a la capital y concentrarse en la zona norte. Asturias, Cantabria y el País Vasco habían quedados en manos republicanas. Los

sublevados, al mando del general Mola, desencadenaron un ataque sobre Vizcaya. Guernica fue arrasada por la aviación nazi. Se

producía así el primer bombardeo aéreo de la historia sobre población civil. Bilbao meses después era ocupada. La República

desencadenó un ataque en Brunete, cerca de Madrid, y más tarde en Belchite, junto a Zaragoza, pero no consiguió evitar que

Santander y Asturias también cayesen. La conquista del norte proporcionó a Franco importantes recursos industriales.

3

El avance hacia el Mediterráneo (noviembre 1937 – junio 1938)

A finales de 1937, los mandos republicanos son

conscientes de que la guerra está siendo perdida. Intentan, por ello, reformar el ejército: El ahora general Vicente Rojo asume el

mando, dota de mandos profesionales al ejército e inicia una ofensiva sobre Teruel, que fue ocupada por los republicanos.

Pero en febrero de 1938, el ejército de Franco volvió a ocupar Teruel y desencadena la “campaña de Aragón”, atravesando el

Maestrazgo y llegando al Mediterráneo por Vinaroz (Castellón). El territorio republicano quedó dividido en dos zonas: Con

Cataluña aislada del resto.

4. La batalla del Ebro y la ocupación de Cataluña (julio 1938 – febrero 1939)


La llegada de armamento soviético, recibido a

través de Francia, permitió a los republicanos lanzar su última ofensiva. La batalla del Ebro fue la más dura de la guerra, empezó

el 25 de julio de 1938 cuando un ataque republicano logró cruzar el Ebro y avanzar hacia el interior. Franco consiguió detener el

ataque. Luego contraatacó y los republicanos tuvieron que replegarse en la otra orilla del río mientras el ejército de Franco

ocupaba todo el sur de Tarragona. El ejército republicano había sido derrotado, y sus fuerzas quedaban mermadas y

desorganizadas. Franco decidió emprender entonces la ofensiva definitiva sobre Cataluña. Tomó Barcelona sin resistencia,

mientras miles de exiliados huían hacia el Norte (entre ellos Azaña). En febrero las tropas franquistas alcanzaron la frontera

francesa.

5. El final de la guerra (febrero – abril 1939)

A la República únicamente le quedaba la llamada “zona centro” (Madrid, La Mancha y desde Valencia hasta Almería). Una

sublevación (coronel Casado) contra el gobierno republicano en Madrid fue el mazazo final para la República. Casado, encargado

de la defensa de Madrid, se hizo con el control de la ciudad tras una fuerte lucha con los comunistas. Trató de negociar una “paz

honrosa” con Franco, pero este sólo acepta una rendición incondicional. . En marzo de 1938, las tropas de Franco entraron en

Madrid sin la menor resistencia. En los días posteriores ocupó toda la zona Mediterránea. El 1 de abril Franco firmó en Burgos el

último parte de guerra: “…cautivo y desarmado el Ejército Rojo… la guerra ha terminado”.

Evolución de las dos zonas: La zona republicana – La zona sublevada

La evolución política de las dos zonas durante la guerra fue muy compleja.

En el Bando Republicano el principal problema fue la falta de una dirección política única debido a la división entre los que

querían la continuación de la República y los grupos anarquistas y sindicalistas. La participación en la guerra de estos grupos

revolucionarios se realizó a través de las Milicias, poco entrenadas y sin disciplina, que no reconocían el mando de los oficiales

republicanos y que dificultaban las operaciones militares.

En el Bando nacional hasta octubre de 1936 no se planteó la organización de un sistema político y administrativo. Su única

directriz era la resistencia al comunismo y la lucha contra la anarquía. Pero tras la resistencia de Madrid y la evidencia de que la

guerra seria larga, no se pudo aplazar la creación de un mando único que evitará la desintegración. La elección de Franco para se

debió tanto al prestigio que le proporcionaron las victorias conseguidas durante la guerra como al hecho de controlar al ejército

de Marruecos, y no a razones de índole político. Aunque la elección se hizo en octubre de 1936 no se institucionalizó hasta abril

de 1937, por el Decreto de Unificación que creaba un partido único: Falange Española Tradicionalistas de las JONS.

14.6. La Guerra Civil. Dimensión política e internacional del conflicto. Consecuencias de la guerra

LA DIMENSIÓN POLÍTICA DEL CONFLICTO


En la zona republicana el principal problema será la falta de una dirección política única. El alzamiento militar provocó el estallido de

divergencias y tensiones entre los integrantes del Frente Popular. Anarquistas (CNT y FAI) y algunos grupos trotskistas (POUM) paralelamente

a la guerra eran partidarios de realizar una revolución social. Estas milicias populares sofocaron la rebelión en algunas ciudades y, por ello, se

sintieron legitimados para impulsar los cambios sociales. La República tuvo que hacer frente, así, tanto a la amenaza de los sublevados como de

los revolucionarios.

El gobierno quedó en manos del republicano José Giral (julio – septiembre 1936), pero las organizaciones obreras ejercían realmente el poder

en las calles, con comités o consejos. La radical actuación de muchos de estos comités (paseos, ocupaciones, asesinatos de sacerdotes y políticos,

etc.) provocó que buena parte de las clases medias apostasen por el bando sublevado.

La prolongación de la guerra y las derrotas evidenciaron la necesidad de reorganizar el gobierno: Para tratar de establecer disciplina y

autoridad se constituyó un nuevo gobierno presidido por el socialista Largo Caballero (sept. 1936 – mayo 1937). En ese gobierno participaban

también republicanos y, por primera vez, comunistas y anarquistas. Largo Caballero logró contener la revolución, pero en Barcelona el intento

de restablecer el orden provocó un enfrentamiento armado con los sectores más radicales (sucesos de mayo de 1937). El conflicto se saldó con

la derrota de los anarquistas y poumistas, y con una fuerte crisis de gobierno que provocó la caída de Largo Caballero.

A partir de entonces, el gobierno quedó en manos del socialista Juan Negrín (mayo 1937 – abril 1939), que intentó buscar una salida negociada

a la guerra (Programa de los Trece Puntos), pero Franco no lo aceptó. Negrín se apoyó en los comunistas, por el papel fundamental de la ayuda

soviética y porque era el grupo más disciplinado y decidido a luchar hasta el final. Estaba convencido de que el estallido de la guerra mundial

entre el fascismo y las democracias salvaría a la República (“¡Resistir es vencer!”). La República, sin embargo, era derrotada unos meses antes

del estallido de la Segunda Guerra Mundial.

En la zona nacional, por el contrario, el ejército se convirtió en la columna vertebral del nuevo régimen, llevó siempre la iniciativa política y fue

el encargado de organizar el nuevo Estado. En los primeros momentos del alzamiento militar no hubo un líder claro, porque el supuesto

cabecilla, general Sanjurjo, falleció en accidente de aviación cuando se dirigía a España desde su exilio. Durante los primeros meses al frente de

los sublevados hubo una Junta de Defensa, pero ya en octubre de 1936 se publicó un decreto que nombraba a Franco Jefe del Gobierno del

Estado y Generalísimo de los Ejércitos


.

Franco desplegó una estrategia de alargamiento de la guerra mediante la cual consolidó su liderazgo militar y consiguió imponerse al resto de

fuerzas. Inspirándose en el modelo fascista italiano y alemán, de partido único y con un jefe con plenos poderes, promulgó el Decreto de

Unificación por el que creaba un partido único, Falange Española Tradicionalista y de la JONS
. El proceso de institucionalización del nuevo

Estado franquista culminó en enero de 1938 con la formación del primer gobierno: Franco concentraba la Jefatura de Estado y la Presidencia del

Gobierno y, a partir de entonces, pasó a ser llamado Caudillo de España
. El nuevo Estado era fuertemente autoritario y defendía un modelo

social basado en el conservadurismo y en la preeminencia del catolicismo.

La construcción del Estado franquista fue acompañada de una violencia extrema que comportaba la aniquilación de los vencidos en los

territorios que ocupaban. La represión tuvo un carácter sistemático, planificado y fue ejercida por el Ejército, la Falange o las autoridades

políticas contra cualquier sospechoso de simpatizar con la República.

DIMENSIÓN INTERNACIONAL DEL CONFLICTO


La intervención extranjera tuvo una importancia capital en el desarrollo de la Guerra Civil.

Las ayudas a los sublevados


: Los países que ayudaron de forma directa a los militares sublevados fueron los que mantenían regímenes

fascistas o similares: Alemania, Italia y Portugal.

La Alemania nazi de Hitler ofreció la ayuda más determinante, con la participación directa de la Legión Cóndor de aviación, esencial para el

desarrollo de la guerra y responsable del bombardeo de Guernica. Además contribuyó con el envío de soldados y oficiales, carros de combate y

artillería. Hitler usó la “guerra de España” para probar algunas de sus nuevas armas y sus nuevos métodos militares, como la “guerra

relámpago”. Cobró su ayuda con la entrega de minerales y otros productos estratégicos. La Italia fascista de Mussolini proporcionó una ayuda

vital especialmente en hombres: El Corpo de Truppe Volontarie envió a España más de cien mil hombres. Sufrió duras derrotas como la

ocurrida en la Batalla de Guadalajara, aunque también participó activamente en la toma de algunas ciudades como en Málaga. Del mismo modo,

su apoyo en aviones fue fundamental para el cruce del Estrecho en el inicio del conflicto. Menor, pero también reseñable, fue la aportación del

Estado Novo portugués, materializada de diversas formas: desde la ayuda diplomática hasta el envió de voluntarios.Mención aparte merece la

actitud del Vaticano, determinada por las malas relaciones entre la Iglesia y la República. El Papa Pío XI reconoció, ya en 1937, el nuevo

régimen franquista. La ayuda del Vaticano resultó fundamental para el reconocimiento de Franco entre la numerosa población católica.

Las ayudas a la República


: La República pdebería haber contado con la ayuda de las democracias occidentales. Sin embargo, el temor a

desencadenar una guerra mundial inclinó a los países democráticos a desentenderse del conflicto español.

Los países que apoyaron abiertamente a la República fueron la Unión Soviética y México. La ayuda de la Unión Soviética fue con diferencia la

más importante y decisiva. A lo largo de toda la guerra aportó hombres y material armamentístico. El pago de esta ayuda ha sido uno de los

temas más debatidos sobre la guerra: La República pagó esta ayuda a Moscú mediante las reservas de oro del Banco de España, sin que al final

de la guerra se restituyera nada. El régimen franquista denunciaría posteriormente este hecho; otros estudios, sostienen que la ayuda soviética

era superior al oro enviado. El gobierno de México, presidido por Lázaro Cárdenas, proporcionó también desde el primer momento armas,

alimentos y apoyo diplomático. Por último, debe destacarse la participación de las Brigadas Internacionales
. Se trataba de voluntarios (unos

60.000, de más de sesenta nacionalidades) que se dirigieron a España para ponerse al servicio de la República. En su mayoría militaban en

partidos comunistas y actuaban frente a la amenaza fascista.

El Comité de No Intervención


: Por iniciativa británica, a la que se sumó Francia, se estableció un pacto de no intervención en España, que

prohibía el suministro de armas a ambos contendientes. El Comité de No Intervención tenía su sede en Londres y su intención era doble: Evitar

que el conflicto se internacionalizara e impedir así la entrada de armas a los rebeldes. Pero su labor fue un fracaso, se adhirieron veintisiete

países; entre ellos Italia y Alemania, prueba evidente de su absoluta ineficacia. La República intentó que la Sociedad de Naciones (creada tras

la Gran Guerra) interviniera contra Italia y Alemania por su participación directa en la guerra española. Pero tardó más de un año en lograr que

se aprobase una resolución, que finalmente no fue aplicada.

CONSECUENCIAS DE LA GUERRA


Desde un punto de vista económico, la guerra civil se cobró un alto precio en destrucciones materiales. La producción agraria disminuyó en

algo más del 20%; y la industrial, en más del 30%. La renta per cápita cayó también casi un 30% y hasta 1952 no se recuperó el nivel de antes de

la guerra. Desde un punto de vista demográfico, las consecuencias son especialmente graves. Resulta difícil establecer un cálculo exacto dado

que las cifras varían ostensiblemente de unos autores a otros. La mayoría de historiadores hablan de una cifra de fallecidos que supera las

300.000 personas, entre las víctimas de los frentes y las de la represión, practicadas en ambas zonas. La crueldad de los vencedores se mantuvo

después de la guerra al continuar con una represión institucionalizada que acabó con la vida de entre 30.000 y 50.000 personas. Además hubo

miles de presos políticos. Otros muchos prefirieron o pudieron exiliarse. En torno al medio millón de españoles abandonó el país huyendo de la

represión franquista. Desde un punto de vista político, el triunfo de los sublevados supuso el inicio de una dictadura militar que se prolongó

durante casi cuarenta años. Franco no dejaría el poder hasta su muerte en 1975, decepcionando a parte de sus seguidores que aspiraban a una

vuelta paulatina a un régimen más o menos liberal. España se apartaba de la evolución de las democracias occidentales y la reconciliación se

convertía con el paso del tiempo en algo cada vez más complicado.

15.1. La creación del estado franquista: Fundamentos ideológicos y apoyos sociales. Evolución de la política y

Coyuntura exterior. Del aislamiento al reconocimiento internacional. El exilio


La creación del estado franquista


Terminada la guerra, se estableció un sistema político cuyas características eran : El totalitarismo (el franquismo nació como una

dictadura inspirada en el modelo fascista italiano y alemán.) Caudillismo (todos los poderes concentrado en Franco). Concepción

centralista y unitaria del Estado. Represión de la oposición. Control de los medios de comunicación.

El sistema polìtico estuvo, pues, basado en una dictadura personal: el franquismo, de tipo nacionalista, tradicionalista y católico.

Franco, como personificación de la soberanía personal reunía todos los poderes – Jefe del Estado, Jefe del Gobierno, Jefe de las

FF.AA y Jefe del partido único FET de las JONS, que pasó a denominarse Movimiento Nacional.

Los pilares ideológicos del franquismo fueron


:

Tradicionalismo


: defensa de la religión , la familia, el orden y la prosperidad.

Anticomunismo

: expresión que incluía el

rechazo a toda ideología opuesta al régimen.

Nacional‐Catolicismo

: Franco consideraba valores absolutos el catolicismo y la

unidad de España. El catolicismo era la raíz de la nación española. La estructura del Estado era unitaria y centralista.

‐>Franco institucionalizó el régimen de Estado de Derecho mediante la promulgación de las denominadas leyes

fundamentales:

Fuero del Trabajo (1938


), de inspiración fascista, regulaba las relaciones laborales con los principios nacionalsindicalistas.

Ley de Cortes (1942


), que diseñó una cámara consultiva de tipo corporativo.

El Fuero de los Españoles (1945


), que contenía derechos cuyo ejercicio no garantizaba.(tras la derrota alemana, Franco quiso

congraciarse con los aliados pretendiendo aparentar que en España los ciudadanos gozaban de ciertas libertades políticas.

Ley de Referéndum Nacional (1945)


, que preveía la posibilidad de convocar una consulta “popular” mediante referéndum.

Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947


), que estableció como modelo político de sucesión una monarquía autoritaria,

cuyo rey sería propuesto por Franco a las Cortes.

Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958


), reafirmación del Movimiento como único partido. Todos los funcionarios

públicos estaban obligados a jurarlos antes de tomar posesión.

El franquismo contó con apoyos institucionales :


La Iglesia


Franquismo e Iglesia reforzaron su alianza con el Concordato de 1953. El catolicismo fue la religión oficial del Estado,

La Iglesia controló la educación e impuso su moral a toda la población.

El Ejército

. Leal a Franco. A partir de 1945 se debilitó la

influencia política del mismo (solo militares como Carrero Blanco, mantuvieron su influencia ante Franco).

La Falange

Era el

partido oficial, pero perdió influencia en beneficio de otras familias del régimen . Controló el Ministerio de Trabajo, el sindicato

único (eran los Sindicatos Verticales –Organización Sindical Española – inspirados en la Italia fascista, establecía que

empresarios y trabajadores se integrarían en un mismo sindicato por ramas de producción pero era el Estado quién dictaba las

condiciones laborales (salarios, jornada de trabajo, vacaciones, permisos…) se negaba la negociación colectiva y se anulaba la

huelga. Las condiciones laborales difíciles y bajos salarios solo permitían unos amplios beneficios empresariales.

El franquismo contó con apoyos sociales


:

En los primeros años :


la oligarquía agraria, financiera e industrial y la burguesía de provincias.

En los años cincuenta


: la burguesía industrial de Cataluña y el País Vasco.

La Oposición al franquismo durante la postguerra la protagonizaron el gobierno republicano y los autonómicos en el exilio.

Los monárquicos, encabezados por don Juan de Borbón, quién, en el Manifiesto de Lausana de 1945 reclamaba para España la

monarquía constitucional y democrática. La guerrilla del interior o maquis, liderada por el PCE.

El evolución política y la coyuntura internacional pasaron por dos etapas


:

1.Régimen nacional‐sindicalista y alineamiento con los países del Eje (1939‐1942


). Serrano Súñer – falangista, germanófilo y

ministro de Asuntos Exteriores – diseñó un régimen totalitario, el nacional‐sindicalista, con predominio de militares y falangistas.

En estos años España se alineó con las potencias del Eje (Alemania e Italia).

Pero España no entró en la Segunda Guerra

Mundial porque Hitler rechazó las peticiones de Franco de incorporar a España parte del imperio colonial francés en

África


A pesar de ello, España apoyó al Eje enviando a Rusia la División Azul, suministrando wolframio y permitiendo el tránsito

de barcos y aviones.

2. Nacional‐catolicismo y acercamiento a los aliados (1943‐1945


). Las derrotas del Eje hicieron que Franco se acercase a los

Aliados. España se declaró no beligerante, y finalmente proclamó la neutralidad. Apartó del gobierno a los germanófilos (Serrano

Súñer) y ascendió al católico Martín Artajo.

Del aislamiento al reconocimiento internacional

El aislamiento internacional del España (1945‐1950


) se concretó en la no admisión de España en la ONU, en la condena de la

ONU como “ fascista” de la dictadura de Franco, recomendando a sus miembros retirar a sus embajadores de España y en la

exclusión de España del Plan Marshall. Así se pretendía presionar a Franco para que abandonase el poder. Solo mantuvieron su

apoyo El Vaticano, el Portugal de Salazar la Argentina de Perón.

El reconocimiento internacional de España llegó en 1950


. La Guerra Fría permitió a Franco presentarse ante las democracias

occidentales como un aliado leal frente a la URSS. En 1950 la ONU revocó la resolución de bloqueo contra España con el

consiguiente regreso de los embajadores. En 1953 se firmaron el Concordato con la Santa Sede y el Tratado de Madrid, pacto con

los EE.UU. , que permitió la instalación de cuatro bases militares estadounidenses en España y, por unas cláusulas secretas, el

tránsito y almacenamiento de armas nucleares. El definitivo reconocimientointernacional de España llegó con su ingreso en la

ONU en 1955 y en el FMI en 1957 y entre esa fecha y 1960 a todos los organismos internacionales. Otro acontecimiento

importante fue la descolonización de Marruecos en 1956.

El exilio

El exilio fue la única salida para una parte de los españoles que perdieron la guerra civil


Significó para España una

pérdida demográfica, económica e intelectual.
Al finalizar la contienda más de cuatrocientas mil personas , comprometidas

con la República, abandonaron España. La mayoría fueron internados en campos de refugiados
.

Los destinos principales fueron, por tanto, Francia, y tras la ocupación alemana muchos otros optaron por partir hacia

Inglaterra y América, otros se enrolaron en la resistencia francesa que luchaba contra la ocupación alemana.

Muchos de los exiliados que partieron para América se instalaron en México, el país que acogió a un mayor número de españoles.

15.2. Consolidación del régimen franquista. Economía: de la autarquía al desarrollismo. Cambios sociales

El franquismo pasó del aislamiento al reconocimiento y consolidación del régimen:
los acuerdos con Estados Unidos,

Concordato con la Santa Sede (1953) e ingreso en la ONU (1955) constituyeron una garantía de futuro.

Franco, aconsejado por Carrero Blanco, formó un nuevo gobierno (1957) con miembros del Opus Dei, los tecnócratas; así Carrero

Blanco desplazó a los falangistas y los militares perdieron protagonismo. Pretendían sacar a España del colapso económico y

modernizar sus estructuras, poniendo en marcha el Plan de Estabilización (1959).

La institucionalización del régimen fue un proceso lento y continuo. En 1957 se promulga la Ley de Régimen Jurídico de la

Administración Civil del Estado. En 1958 la Ley de Principios del Movimiento Nacional, definía el régimen como una

“monarquía tradicional, católica, social y representativa”. A partir de aquí el régimen adquirió una apariencia más moderna.

Se promulgaron una serie de leyes que, sin democratizar el sistema, pretendían acercarse a los otros estados europeos:
Ley de

Prensa e Imprenta (1966), Ley Orgánica del Estado (1966), Ley de Libertad Religiosa (1967); y en 1969 Juan Carlos de Borbón

es nombrado sucesor a título de rey, jurando lealtad a la Ley de Principios del Movimiento.

En 1969 se formaría un nuevo Gobierno más tecnócrata y con Carrero Blanco de vicepresidente.

En economía se vivió una transformación, se pasó de la autarquía al desarrollismo. Tras la guerra civil el régimen estableció una

autarquía económica subordinada a los intereses políticos. Las consecuencias de la autarquía fueron negativas: elevó la inflación,

frenó el crecimiento, disminuyó la producción agrícola, lo que provocó escasez, alza de precios y hambre; y obligó a distribuir

cartillas de racionamiento.

Las medidas liberalizadoras del gobierno tecnócrata en 1959 posibilitó la transformación del sistema productivo. El Plan de

Estabilización ponía fin a la autarquía e iniciaba el desarrollismo. Poniéndose en práctica medidas para controlar la inflación:

reducción de los créditos, supresión de regulaciones y subvenciones, ajustar los gastos del Estado a los ingresos, y reducir las

importaciones al devaluarse la peseta. La política económica se concretó en los Planes de Desarrollo, tres entre 1962 y 1975,

coordinados por la Comisaría del Plan de Desarrollo dirigida por López Rodó
. El eje de la actividad económica se desplazó de la

agricultura a la industria. Se mecanizó el campo, y el exceso de mano de obra se desvió hacia la industria, iniciando un gran éxodo

Rural


. La mitad de la producción industrial se concentró en Cataluña, País Vasco y Madrid. Experimentó gran desarrollo la

producción de bienes de consumo (automóviles – SEAT 600), química, siderúrgica y alimentaria. La balanza comercial se

compensó con las divisas procedentes de los emigrantes, el turismo y la entrada de capital del exterior.

Los planes de desarrollo no fueron determinantes del crecimiento económico. España aprovechó el ciclo económico favorable

aumentando la exportación de productos y de mano de obra excedente; además logró un acuerdo preferencial con la CEE (1970).

El crecimiento económico tuvo deficiencias
: dependencia del exterior, desequilibrios regionales, inexistencia de una reforma

fiscal, y control del poder económico. Disminuyó desde 1967, hasta la llegada de la crisis mundial (1973). El desarrollo económico

trajo cambios sociales, transformando los hábitos y mentalidades. Produjo un aumento de la población, como consecuencia de un

incremento de la natalidad (baby boom, 1956‐67) y un descenso de la mortalidad; que unido al desigual reparto de la riqueza

intensificaron el proceso migratorio, el interior (País Vasco, Cataluña, Valencia y Madrid); y exterior (Europa y América). La

emigración fue una válvula de escape para el régimen; creó el Instituto de Emigración (1957), y aprobó la Ley de Ordenación del

Emigrante; aceleró el proceso urbanizador, y la desrruralización aceleró la modernización de la agricultura.

El tránsito a una economía industrial y de servicios provocó cambios sociales
: aumento de las clases medias, disminución de los

jornaleros agrarios y aumento de los obreros industriales y de servicios. Irrumpió el consumismo, y nuevas aficiones para el ocio:

deporte, radio, televisión, etc. La sanidad mejoró con la Ley de Bases de la Seguridad Social (1963); la educación era un objetivo

prioritario, aumentó la escolarización, y en 1970 se promulgó la Ley General de Educación
; mientras la Iglesia se transformaba y

el papel de la mujer varió y se incorporó al trabajo.

15.3. Elementos de cambio en la etapa final del franquismo. La oposición al régimen. Evolución de

Mentalidades. La cultura


La etapa final del franquismo, (1969‐1975), se caracterizó por un deterioro del régimen paralelo al biológico que

experimentaba Franco (77 años y enfermo de Parkinson).

En julio de 1969, el príncipe Juan Carlos había sido proclamado sucesor en la jefatura del Estado a título de rey, jurando

lealtad a la Ley de Principios del Movimiento Nacional
. El caso Matesa (1969), sacado a la luz por ministros independientes y

falangistas, llevó a la formación de un nuevo gabinete más tecnócrata (octubre 1969), con Carrero Blanco como vicepresidente, y

con dos objetivos: mantener la unidad de las fuerzas franquistas e impedir el crecimiento de la oposición.

A partir de aquí, se produjo una pugna entre inmovilistas y aperturistas
. En julio de 1973, Franco renunció a sus funciones de

jefe del Gobierno a favor de Carrero Blanco. Gobierno “duro”, con Carlos Arias Navarro como ministro de Gobernación y

Torcuato Fernández Miranda como vicepresidente; tenía como objetivo sofocar las reformas y aplastar la oposición.

El 20 de diciembre de 1973 Carrero Blanco muere víctima de un atentado de ETA
. El régimen salió airoso de la crisis, gracias

a la habilidad del presidente en funciones Fernández Miranda y a la ausencia de disturbios graves.

Carlos Arias Navarro fue

nombrado jefe de Gobierno, representante de la línea dura, en su gobierno sólo había tres militares y desaparecieron los

miembros del Opus Dei. El nuevo gobierno inició su andadura con promesas aperturistas, pero las huelgas, protestas obreras y la

creciente oposición, llevaron al régimen a obligar a Arias Navarro a frenar sus promesas de apertura.

Ante los síntomas de descomposición del régimen, el gobierno empeoró la represión aprobando un decreto‐ley que preveía la

pena de muerte para delitos terroristas, como ocurriría el 27 de septiembre de 1975 con la ejecución de dos activistas de ETA y

tres del FRAP, provocando una crisis por la retirada de embajadores. En las relaciones exteriores no se logró firmar un nuevo

concordato. La CEE negó el ingreso de España, aunque logró un Acuerdo Preferencial (1970).

El proceso descolonizador siguió con la independencia Guinea Ecuatorial (1968) y cesión de Ifni a Marruecos (1969). En

octubre de 1975, Marruecos realiza la “marcha verde” sobre el Sáhara y Arias Navarro cedió la colonia a Marruecos .

En los últimos años se consolidó una oposición seguida desde:


1. La Iglesia que desde el Concilio Vaticano II comenzó una separación del régimen, y una actitud crítica liderada por el

cardenal Enrique Tarancón
.

2. La oposición social, desde el mundo obrero (CCOO); la Universidad (FLP) y el movimiento ciudadano

3. La oposición política, desde el exilio (Congreso del Movimiento Europeo‐Múnich 1962‐“contubernio comunista”),

destacan el PCE y el renovado PSOE que lideraron la Junta Democrática (1974) y la Plataforma de Convergencia

Democrática (1975) respectivamente.

4. El Ejército influido por Portugal (Revolución de los claveles); y el terrorismo de ETA, FRAP y GRAPO

A finales de los sesenta, una crisis social afectó a la mentalidad occidental. Se inicia un movimiento de protesta, a fin de lograr

una mayor libertad. En España, llegó sobre todo a la Universidad
; se reflejó en las tendencias antinatalistas fruto de la

liberalización de las costumbres. Los jóvenes cuestionaron el papel de la las mujeres y reivindicaron su autonomía personal y

profesional. El Concilio Vaticano II, generó un movimiento de opinión en el mundo católico, produciéndose una intensa

secularización. La cultura reflejaba los cambios de la sociedad. Se aprobó la Ley General de Educación (1970), y creció el número

de estudiantes. Los jóvenes encontraron en la sociedad de consumo una industria cultural y de ocio semejante a la europea y

americana; con unos rasgos estéticos (pelo largo y barba) y la cultura pop como vías de expresión y de contestación juvenil. La

represión fue contestada por cantautores (Lluís Llach o Raimon). El cine aportó su crítica (García Berlanga, Bardem). Surgieron

revistas de entretenimiento (Mortadelo y Filemón) y críticas (La Codorníz). En las artes plásticas domina la abstracción (Tapies o

Chillida). En literatura destacan Blas de Otero y Gabriel Celaya.

En noviembre de 1975 muere Franco, dando fin a una larga dictadura personal, dejando un país en los prolegómenos de una

crisis económica y expectante ante la actuación del nuevo Jefe de Estado.

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