Guerra y Revolución Liberal
1. La decadencia del Imperio del despotismo ilustrado: Carlos IV
Carlos IV intentó continuar la política reformista moderada y autoritaria de su padre. Su reinado marcó el inicio de la crisis del Antiguo Régimen y, con ello, el fin de la sociedad estamental y de la monarquía absoluta.
1.1. Las características del reinado
El reinado de Carlos IV presentó una serie de rasgos propios:
- El gobierno de un valido: Al principio, Carlos IV mantuvo el equipo político de su padre y confió en los gobernantes heredados. Pronto se decantó por la figura de un valido, Manuel Godoy, que fue el principal ejecutor de la política de la monarquía. A finales del siglo XVIII, el sistema de validos se había quedado anticuado y debilitó extraordinariamente el poder y la imagen de los gobernantes y de los propios reyes ante sus súbditos y ante las potencias extranjeras.
- La influencia de la Revolución Francesa: Iniciado en 1789, el proceso revolucionario influyó en los ilustrados y en la política española. La revolución dividió a los partidarios de la Ilustración: algunos moderaron sus ideas, aterrados por las noticias provenientes de Francia; otros, cansados de la lentitud de las reformas, se radicalizaron y vieron en Francia un ejemplo que debía imitarse.
- La creciente dependencia de Francia: Tras la guerra contra la Francia revolucionaria, la monarquía española retomó la alianza con Francia frente al Reino Unido. Este acercamiento fue promovido por Godoy y se tradujo en una serie de tratados que aislaban a España del resto de Europa. Los resultados fueron negativos para España, ya que los británicos la sometieron a un bloqueo marítimo que perjudicó el comercio y las comunicaciones con América. Estos fracasos aumentaron la impopularidad de Godoy, cada vez más dependiente del Gobierno francés, ahora en manos de Napoleón Bonaparte. Este decidió emplear España como puente para someter a Portugal; para ello, introdujo tropas en lugares estratégicos de la Península.
- Los graves problemas de la Hacienda estatal: Las deudas heredadas del reinado de Carlos III y las guerras contra los británicos pusieron a la Corona al borde de la bancarrota. Para financiar la deuda pública, se emitió una mayor cantidad de vales reales, lo que hizo caer su valor en picado. Godoy se vio obligado a buscar financiación. Para ello, el Estado se apropió de bienes de la Iglesia y los vendió. El importe resultante se empleó para hacer frente al pago de las deudas. Esta medida dio origen a la desamortización. Pese a todo, la situación de la Hacienda estatal siguió siendo crítica.
Una oposición política creciente: La política de Godoy suscitó una oposición cada vez más organizada. A la izquierda se encontraban los enemigos del absolutismo, partidarios de una constitución o ley fundamental que limitara el poder del rey. Este grupo organizó algunas conspiraciones. A la derecha se hallaban los defensores de una mayor participación de la aristocracia en el poder, de la moderación de los ataques contra el clero y de la salida de Godoy del Gobierno. Este grupo era mucho más numeroso, ya que reunía a aristócratas, clero e ilustrados marginados por el monarca; además, fue liderado por el heredero y príncipe de Asturias (futuro Fernando VII), quien difundió todo tipo de rumores contra los reyes y su valido e incluso urdió varias conspiraciones.
1.2. El motín de Aranjuez
La conspiración de marzo de 1808 marcó el fin del reinado de Carlos IV. Godoy, receloso de las intenciones de Napoleón, planeó trasladar a los reyes a Andalucía. Cuando este proyecto se difundió, estalló un motín en Aranjuez, localidad en la que residían el monarca y el valido. Godoy fue encarcelado y a Carlos IV se le obligó a abdicar en su hijo Fernando. El nuevo rey confirmó su alianza con las tropas napoleónicas que entraban en Madrid. El que un monarca legítimo fuera derrocado por una revuelta popular era un hecho sin precedentes, ya que ponía de manifiesto el grado de descomposición política al que había llegado la Corona española. Ante esta situación, Napoleón decidió instaurar una monarquía satélite de Francia, poniendo al frente de ella a algún miembro de su propia familia. Este plan se encontró con una inesperada oposición armada y dio lugar a la Guerra de la Independencia.
2. La crisis de 1808: La Guerra de la Independencia
El estallido de la guerra fue provocado por las maniobras de Napoleón, quien atrajo a Carlos IV y a Fernando VII, junto con Godoy, a Bayona. Allí, Napoleón logró que ambos monarcas renunciaran a la Corona española y se la ofreció a su hermano José Bonaparte para que implantara en el país las necesarias reformas y reforzara la alianza con Francia. Carlos IV y Fernando VII renunciaron sin demasiadas complicaciones. Mientras, en Madrid se registraban constantes incidentes entre la población y las tropas francesas. Esta situación desembocó en un motín popular el 2 de mayo de 1808: a la noticia de la salida de la familia real siguió el rumor de una posible traición francesa, indicando que los soldados de Napoleón no venían a apoyar a Fernando VII. En esta sublevación, las clases populares madrileñas combatieron espontáneamente a los franceses en la Puerta del Sol.
2.1. El carácter de la guerra
La Guerra de la Independencia fue un proceso complejo que presentó varias facetas:
- Un conflicto internacional: Fue un episodio de un conflicto internacional más amplio, iniciado por la Francia revolucionaria en 1792. La guerra no afectó únicamente a España y a Francia, sino también a Portugal. En el conflicto participó también el Reino Unido, el gran enemigo de Francia y, en ese momento, aliado de España contra Napoleón. Las tropas británicas, bajo el mando de figuras como el duque de Wellington, desembarcaron en la Península y utilizaron Portugal como base de operaciones para combatir a los franceses.
- Una guerra civil: También tuvo lugar una guerra civil, ya que las tropas de Napoleón no entraron en la Península únicamente como invasores, sino que contaron con colaboradores españoles. Traían consigo las ideas surgidas de la Revolución Francesa: los conceptos de nación, libertad, igualdad ante la ley, reformismo social y económico, y modernización ilustrada. Estas ideas encontraron eco en España, principalmente entre las élites intelectuales, políticas y sociales que colaboraron con los franceses. A los colaboracionistas más activos se les llamó afrancesados, y hubo entre ellos un gran número de ilustrados. Muchos españoles, sin embargo, se opusieron ferozmente a la ocupación francesa, conformando el bando patriota.
- Una crisis política: La ausencia del monarca legítimo provocó un vacío de poder y, consecuentemente, una grave crisis política. Como buena parte de la Administración española colaboraba con el Ejército francés, se improvisó un poder político alternativo que actuaba en nombre del rey, aunque en realidad, lo ejercían sus súbditos a través de las Juntas.
2.2. Las etapas de la guerra
La guerra se puede dividir en varias etapas:
- Mayo-octubre de 1808: El ejército francés fue incapaz de dominar la Península Ibérica en esta fase inicial. Numerosas ciudades se rebelaron y fueron sitiadas. Las tropas francesas que invadían Andalucía fueron derrotadas en la batalla de Bailén por un improvisado ejército español, lo que supuso la primera derrota importante del ejército napoleónico en campo abierto.
- Octubre de 1808-julio de 1812: A pesar de la hegemonía militar francesa, con la llegada del propio Napoleón y la Grande Armée, existieron importantes focos de insurrección que las tropas de Napoleón no pudieron controlar. No pudo tomar Lisboa ni Cádiz, que se convirtieron en los dos principales focos de resistencia. Durante esta etapa se incrementó la actividad de las guerrillas.
- Julio de 1812-1814: En esta fase, coincidiendo con la campaña de Napoleón en Rusia, tuvo lugar una gran ofensiva de los aliados (españoles, portugueses y británicos) que culminó con la expulsión y derrota de las tropas francesas. Victorias clave como Arapiles, Vitoria y San Marcial marcaron el fin de la ocupación.
Las guerrillas
Estaban formadas por cuadrillas improvisadas de oficiales y soldados huidos del ejército regular, bandoleros, aventureros e incluso clérigos. Hostigaban a las tropas francesas y boicoteaban sus líneas de comunicación, atacando con rapidez y por sorpresa. Los guerrilleros obtenían el apoyo de la población civil y minaban la moral y los recursos de las tropas francesas de forma constante. La actuación de las guerrillas obligó a Napoleón a dedicar muchos más hombres y medios a la campaña peninsular de los que inicialmente había previsto.
3. La revolución política: Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
3.1. El modelo político de José Bonaparte
El régimen establecido en España por José I Bonaparte, hermano de Napoleón, tuvo las siguientes características:
- Se rodeó de ilustrados y afrancesados españoles para dar a su reinado una legitimidad de la que carecía. Convocó una asamblea de notables españoles en Bayona con el fin de aprobar una nueva ley fundamental, el llamado Estatuto de Bayona. Esta carta otorgada representaba un reformismo moderado. Con esta ley se creaba un régimen autoritario basado en un poder casi absoluto del rey, aunque se reconocían algunos derechos individuales y libertades económicas; también proclamaba el catolicismo como la religión única y oficial del reino. Establecía unas Cortes en las que estaban representados los tres estamentos.
- Intentó desligarse en cierto modo de Napoleón, creando un régimen autónomo. No lo logró debido a la dependencia militar y económica que tenía con respecto a Francia. Emprendió una serie de reformas que perpetuaban en parte el espíritu del despotismo ilustrado borbónico.
Las reformas de José I
Llevó a cabo la abolición de los derechos señoriales y de la Inquisición, la supresión de las órdenes religiosas masculinas y de las órdenes militares, la desaparición de la mayoría de los Consejos y la división del país en prefecturas al estilo francés. También continuó con la desamortización. Estas medidas, en su mayoría, fueron abolidas por Fernando VII al finalizar la guerra.
3.2. El modelo político nacional: de las Juntas a las Cortes
Paralelamente al conflicto militar y al gobierno de José I, en la España no ocupada se produjo una auténtica revolución política, pues surgieron una serie de instituciones nuevas que decían actuar en nombre del rey ausente, pero cuya única legitimidad procedía del pueblo español, que las creó y apoyó. Entre esas instituciones, las más importantes fueron las Juntas, organismos de ámbito local y provincial compuestos por ilustrados, militares, clérigos y otras personalidades elegidas por los ciudadanos. La necesidad de coordinarse política y militarmente obligó a formar Juntas Supremas Provinciales y, finalmente, una Junta Suprema Central en Aranjuez (septiembre de 1808), que posteriormente se estableció en Sevilla y finalmente en Cádiz. Esta Junta Central traspasó sus poderes a una Regencia, que convocó Cortes.
En las Cortes de Cádiz, reunidas desde 1810, se distinguieron tres grandes grupos ideológicos:
- Izquierda (liberales): Partidarios de emprender cambios radicales y de dotar a las Cortes de toda la soberanía. Defendían la soberanía nacional, la división de poderes y una constitución escrita. Fueron los auténticos triunfadores, ya que impusieron sus tesis fundamentales.
- Centro (jovellanistas): Liderados por seguidores de Jovellanos, abogaban por establecer un compromiso entre la Nación y el Rey a través de unas Cortes estamentales, buscando un equilibrio entre la tradición y la reforma, inspirados en el modelo británico. A la larga, su criterio moderado influiría en futuras etapas políticas.
- Derecha (absolutistas): Enemigos de las reformas y partidarios del sistema tradicional, en el que la soberanía del Rey emanaba de Dios. Defendían el mantenimiento del Antiguo Régimen y la monarquía absoluta.
La Constitución de 1812
Las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de medidas que desmantelaban gran parte de los fundamentos políticos, sociales y económicos del Antiguo Régimen. Entre las reformas políticas, la más importante fue la aprobación de la Constitución de 1812, promulgada el 19 de marzo y conocida popularmente como “La Pepa”. Constituyó la primera ley fundamental aprobada por un Parlamento nacional en la historia de España y estaba inspirada en la Constitución de la Revolución Francesa de 1791. Sus principios fundamentales fueron:
- Soberanía nacional: Se proclamaba que la soberanía residía esencialmente en la Nación, representada por las Cortes.
- División de poderes: El poder legislativo residía en las Cortes unicamerales junto con el Rey (este tenía capacidad de iniciativa y veto suspensivo); el poder ejecutivo, en el Rey y sus ministros; y el poder judicial, en los tribunales de justicia. Se establecía una monarquía parlamentaria (o constitucional/limitada), donde el poder del monarca estaba limitado y se reconocía la superioridad del poder legislativo.
- Reconocimiento de derechos individuales: Se garantizaban derechos individuales como la libertad personal, la propiedad, la igualdad jurídica y fiscal ante la ley, la inviolabilidad del domicilio, las garantías penales y procesales, y la libertad de imprenta (para textos no religiosos).
- Confesionalidad del Estado: Se proclamaba el catolicismo como la religión oficial y única de la Nación española, prohibiéndose el ejercicio de cualquier otra.
- Sistema electoral: Se adoptaba un sistema de sufragio universal masculino indirecto en varios grados para la elección de diputados a Cortes. Era muy amplio para la época, aunque excluía a las mujeres y a otros grupos.
- Democratización de la vida municipal: Las corporaciones municipales (ayuntamientos) serían renovadas anualmente y sus miembros (alcaldes y regidores) elegidos por sufragio universal masculino indirecto. Además, se creaba la Milicia Nacional, un cuerpo armado de ciudadanos civiles, independiente del ejército, encargado de defender la Nación y la Constitución.
Las medidas sociales y económicas de las Cortes
Además de la Constitución, las Cortes de Cádiz adoptaron una serie de medidas sociales y económicas trascendentales:
- La supresión del régimen señorial: Se abolieron los señoríos jurisdiccionales, desapareciendo así los derechos feudales y la dependencia personal de los campesinos. Sin embargo, la propiedad de la tierra de los señoríos territoriales se convirtió en propiedad privada de los señores, lo que frustró las expectativas de muchos campesinos.
- Una nueva desamortización: Se aplicó a las propiedades de los afrancesados confiscadas, a las de las órdenes militares disueltas, a las de los conventos y monasterios destruidos o suprimidos durante la guerra, y a la mitad de las tierras comunales de los municipios. El producto de su venta en pública subasta se destinaría a amortizar la deuda pública.
- La supresión de la Inquisición, de las aduanas internas (que dificultaban el comercio interior) y de los gremios (lo que abría paso a la libertad de industria, trabajo y comercio).
4. La época de Fernando VII: entre el absolutismo y el liberalismo
4.1. La primera restauración absolutista
Fernando VII, en 1814, procedente de Francia, fue aclamado por el pueblo en varias localidades españolas como símbolo de la paz, la normalidad y la legitimidad restablecidas después de la guerra. El monarca recibió también presiones por parte de altos oficiales del ejército, de la Iglesia y de políticos conservadores (expresadas en el llamado “Manifiesto de los Persas”) para anular la Constitución de 1812 y disolver las Cortes, reunidas entonces en Madrid. De esta manera, el rey dio un golpe de Estado el 4 de mayo de 1814 al promulgar en Valencia un decreto que anulaba todas las reformas aprobadas en las Cortes de Cádiz y la propia Constitución. Al decreto siguió la detención de los principales políticos liberales y la disolución de las Cortes por la fuerza. Fernando VII entró en Madrid aclamado por sus súbditos como rey absoluto. El rey procedió a restablecer las instituciones de 1808, volviendo al absolutismo.