El Emirato Independiente (756-929)
En el año 750 se desencadenó en Oriente Medio la Revolución Abasí, encabezada por grupos persas que expulsaron al califa de Damasco y asesinaron a los miembros de su familia, los Omeyas. El nuevo califa, Abul Abás, inició la nueva dinastía abasí, que trasladó la capital a Bagdad. Un miembro de los Omeyas logró escapar con vida, Abd al-Rahmán I (756-788), refugiándose en Al Ándalus, donde se hizo con el poder y se proclamó emir independiente. Esta etapa se caracterizó por la independencia política, pero no religiosa, pues en el ámbito religioso se reconocía la supremacía del califa abasí de Bagdad. Abd al-Rahmán I fijó su capital en Córdoba, organizó un ejército profesional, aumentó la burocracia, mejoró la recaudación de parias (pagos de los reinos cristianos del norte al emir) y frenó los ataques de los reinos cristianos y las revueltas internas. También inició la arabización de Al Ándalus, lo que provocó conflictos con los mozárabes. No obstante, en su conjunto, el Emirato Independiente se caracterizó por una gran inestabilidad debido a las rebeliones internas y el avance cristiano.
El Califato de Córdoba (929-1031)
Abd al-Rahmán III (912-961) dio el paso definitivo hacia la independencia total de Al Ándalus en el año 929 al proclamarse califa, cargo que unía el poder político y el religioso. Este periodo representa el momento culminante del poder político musulmán en la península ibérica y una época de gran esplendor:
- Económico: Auge comercial y tributario (cobro de parias).
- Cultural: Esplendor durante el reinado de Alhakén II.
- Político-Militar: Se reforzó el ejército con mercenarios, se realizaron incursiones contra los reinos cristianos y se preparó la expansión por el norte de África, lo que inició un periodo de estabilidad interna.
Hisham II, hijo de Alhakén II, fue dominado por el hayib Almanzor, quien inició una dictadura personal. Esta fue aceptada gracias a su ortodoxia musulmana y las exitosas razias (incursiones militares) contra los territorios cristianos. A la muerte de Almanzor (1002), el poder califal decayó, desencadenándose una guerra civil (fitna) que culminó en 1031 con la aparición de los primeros reinos de taifas.
Desde comienzos del siglo XI, algunos territorios habían comenzado a independizarse debido a la debilidad del califato. Finalmente, en el año 1031, una rebelión en Córdoba depuso al último califa, Hisham III, y con él desapareció la unidad política de Al Ándalus.
Los Primeros Reinos de Taifas (1031-1090)
Este periodo se caracterizó por:
- La descomposición política (fitna): La desaparición del Califato de Córdoba provocó la fragmentación de Al Ándalus en numerosos reinos independientes, los reinos de taifas (hasta 27 en algunos momentos). Esta división sumió al mundo musulmán peninsular en un estado de debilidad, lo que facilitó la conquista de Toledo por los cristianos en el año 1085.
- Dependencia económica: La supervivencia de estos pequeños reinos dependía con frecuencia del pago de parias a los reinos cristianos del norte, un tributo pagado a cambio de protección y reconocimiento de vasallaje.
- Esplendor cultural y económico paradójico: A pesar de la debilidad política, este periodo no se tradujo necesariamente en crisis económica (pues las taifas controlaban territorios prósperos) ni en decadencia cultural, ya que muchas cortes de taifas realizaron una importante labor de mecenazgo.
La Unificación Almorávide (1090-1145)
Tras la pérdida de Toledo en 1085, los reyes de algunas taifas (como Sevilla, Granada y Badajoz) pidieron ayuda a los almorávides. Estos eran una agrupación de tribus bereberes dedicadas a la ganadería que habían creado un vasto imperio en el norte de África, caracterizados por su rigor religioso.
La intervención almorávide logró contener temporalmente el avance cristiano hacia el sur, con victorias importantes en batallas como Sagrajas (Badajoz, 1086) y Uclés (1108).
Sin embargo, el dominio almorávide fue efímero por varias razones:
- La pérdida de territorios estratégicos como Zaragoza y la incapacidad de recuperar otros clave como Toledo.
- Su fanatismo religioso (eran ultraortodoxos) provocó el descontento entre la población andalusí, acostumbrada a una interpretación más laxa del islam.
- La irrupción de un nuevo poder en el norte de África: los almohades.
Hacia 1145, el poder almorávide se desintegró, dando lugar a los segundos reinos de taifas.
La Unificación Almohade (1145-1232)
Los almohades, otro movimiento de reforma religiosa surgido entre tribus bereberes del Magreb, constituyeron un vasto imperio. Cruzaron el Estrecho de Gibraltar con el objetivo, entre otros, de destruir los últimos reductos del poder almorávide y unificar nuevamente Al Ándalus bajo su dominio, lo que consiguieron hacia 1172. Lograron importantes victorias militares contra los cristianos, como la de Alarcos (1195).
Instalaron su capital en Sevilla, donde impulsaron la construcción de edificios emblemáticos como la mezquita mayor (cuyo alminar es la actual Giralda) y la Torre del Oro.
No obstante, su intento reunificador también fracasó. El momento clave fue la decisiva derrota ante una coalición de reinos cristianos en la batalla de las Navas de Tolosa (1212). El hundimiento del poder almohade llevó nuevamente a la fragmentación política de Al Ándalus (fitna).
Los Terceros Reinos de Taifas y el Reino Nazarí de Granada
Los nuevos reinos de taifas, conocidos como los terceros reinos de taifas, surgidos tras la caída almohade, no consiguieron detener el imparable avance de la Reconquista cristiana. De entre ellos, solo logró pervivir el Reino Nazarí de Granada, fundado por Muhammad I. Este se comprometió a prestar vasallaje a Fernando III, rey de Castilla y León, lo que le permitió subsistir durante más de dos siglos como último reducto musulmán en la península.