Curia feudal

La sociedad estamental


La Edad Media fue una época donde la sociedad se caracterizó por la gran desigualdad de clases. Solamente había un grupo reducido de personas que eran libres; el resto se encontraba sometido y no podía abandonar la tierra donde había nacido, sistema que se conocíó como servidumbre.

Las clases sociales eran tres:

El Primer grupo o la Nobleza


La constituía el rey y sus vasallos. Tenía a su cargo las tareas guerreras. Era una clase privilegiada dueña de las tierras, esto se notaba por la frase: “no hay tierra sin señor, ni señor sin tierra”. Sus obligaciones consistían en pelear para mantener la paz y la justicia, o sea defender a los débiles y desamparados considerados inferiores, no dignos de su clase. La mayor o menor importancia de los feudos, contribuyo a establecer una jerarquía entre los señores.

Esta pirámide la iniciaba el rey de una gran regíón o el emperador si lo había, hasta el último señor dueño de un pequeño feudo

A esta clase social se pertenecía por nacimiento y la señal distintiva era el linaje; la descendencia de ilustres antepasados. La nobleza era una clase privilegiada que no pagaba impuestos y que era juzgada sólo por iguales; es decir otros nobles. No bastaba con haber nacido noble, era necesario llevar una vida de ideales nobles, naciendo de esta manera el ideal de caballería.

El segundo grupo o Clero


Además de las funciones religiosas tuvo un papel trascendental en la sociedad y la cultura, debido a que sus miembros recibían una instrucción superior que les capacitaba para dirigir la sociedad. Un aspecto interesante de la constitución clerical del medioevo es que, si bien a menudo se conformaba con nobles, no excluía que humildes campesinos pudieran ordenarse sacerdotes. El clero intervénía en todos los acontecimientos esenciales de la existencia, tales son: nacimiento, matrimonio y la muerte, que hoy se anotan en el Registro Civil, institución que entonces no existía. Los obispos tenían el derecho de juzgar a los miembros del clero, sus tribunales se llamaban oficialidades.
Estos jueces hacían una investigación y luego juzgaban. Por esta razón la mayoría de los laicos querían ser tratados como parte del clero, para así, ser tratados con este sistema judicial.

El tercer grupo o población campesina


Era la base de la pirámide social. Sus integrantes -salvo unos pocos que habían permanecido libres- dependían de algún señor, ya fuera por nacimiento o por herencia. El campesino o siervo no era dueño de su persona, pues formaba parte de la gleba o tierra, y no podía abandonarla sin el convencimiento del señor. Tal vez su mayor ventaja era la de no poder ser arrancado de la hacienda, pues estaba unido a ella prácticamente como arrendatario perpetuo. En los alrededores del castillo vivía la otra parte de este tercer grupo. En pequeñas chozas, los siervos y villanos vivían. Estos últimos eran dueños de predios tan pequeños que no les permitía convertirse en vasallos. Además de trabajar los pobres sus tierras, laboraban en los campos del señor del castillo, a quien debían entregarle parte de sus cosechas. Los siervos eran los descendientes de los antiguos esclavos y aunque libres, no tenían ningún bien que ofrecer a su señor, por lo que tenían que cumplir cualquier misión o trabajo que se le encomendase en el castillo. A cambio recibían el derecho a labrar un campo, de cuyo producto deberían entregar una parte al señor.

Dentro de la sociedad feudal existía una gran desigualdad. Estas clases eran llamadas estamentos, puesto que la movilidad social entre las clases que conocemos hoy, era bastante, más reducida. Lo usual era que si una persona, por ejemplo, nacía campesino, moría siéndolo y sus hijos heredaban la misma condición.

Durante este periodo no existíó realmente una maquinaria de gobierno unitaria en las distintas entidades políticas, aunque la poco sólida confederación de tribus permitíó la formación de reinos. El desarrollo político y económico era fundamentalmente local y el comercio regular desaparecíó casi por completo, aunque la economía monetaria nunca dejó de existir de forma absoluta. En la culminación de un proceso iniciado durante el Imperio romano, los campesinos comenzaron a ligarse a la tierra y a depender de los grandes propietarios para obtener su protección y una rudimentaria administración de justicia, en lo que constituyó el germen del régimen señorial. Los principales vínculos entre la aristocracia guerrera fueron los lazos de parentesco aunque también empezaron a surgir las relaciones feudales. Se ha considerado que estos vínculos (que relacionaron la tierra con prestaciones militares y otros servicios) tienen su origen en la antigua relación romana entre patrón y cliente o en la institución germánica denominada comitatus (grupo de compañeros guerreros). Todos estos sistemas de relación impidieron que se produjera una consolidación política efectiva.

Cuando había amenaza de guerras o el peligro de una invasión, el campesino acudía al castillo en demanda de protección. La concedía el señor, pero con la condición de que la tierra por proteger le fuera entregada como propia con juramento de fidelidad, tras lo cual una ceremonia llamada investidura, el señor le devolvía la finca a su vasallo para que la cultivase ya no como propia, sino a modo de arrendatario a perpetuidad, conforme a ciertas condiciones consignadas por escrito, por lo que se llamó:

Contrato feudal

En igual forma los señores que asumían la defensa de unos cuantos vasallos recurrían al barón vecino, dueño de un fortín (fortificación militar de baja altura, cuadrada por lo general, o angulada, construida de modo carácterístico en piedra o madera y utilizada como puesto estratégico para una pequeña guarnición o como puesto de observación); los barones pedían apoyo a un vizconde; los vizcondes a los condes; éstos a los marqueses y a los duques, con lo cual se formó una superposición de señores y vasallos, llamada escala o pirámide feudal, del cual el orden se encuentra establecido en el punto anterior.

En la organización feudal se pudo ser al mismo tiempo señor y vasallo: el barón, señor de muchos castellanos, rendían a su vez homenaje al conde, su protector. Llamábase grandes vasallos a los señores que sólo rendían vasallaje al rey, al Papa y al Emperador.

Para un señor feudal los vasallos de sus súbditos eran sus subvasallos, pero prácticamente no le correspondía autoridad alguna sobre ellos, pues sólo recibían órdenes de su inmediato señor.

El territorio colocado bajo la autoridad de un señor se llamaba señorío.
En su afán de asegurar la defensa de los territorios, los reyes colmaron la medida de las concesiones a los señores feudales, otorgándoles los derechos de soberanía, es decir, las atribuciones propias de los gobiernos soberanos, como ser: levantar impuestos, acuñar monedas, reclutar ejércitos, ejercer la justicia, declarar la justicia y ajustar la paz. En virtud de esa concesión, los señores feudales se consideraron desde entonces como monarcas autónomos en sus feudos.

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