Diferencias anarquismo y socialismo

Evolución del movimiento obrero

Los orígenes del movimiento obrero en España hay que situarlos en el Sexenio Democrático. En esta etapa España es un país que se inserta a destiempo en la coyuntura revolucionaria (según Pierre Vilar): va por delante, siendo una de las pocas etapas de la historia en la que España abre la brecha.
Ello ocurre entre 1870 1872.  Estos años llevan un nombre: Federación Regional Española (FRE), que es la filial de la I Internacional en España (AIT: Asociaciones Internacional de
Trabajadores, con una estructura federal en la que los diversos estados son regiones en su seno. La Internacional surge en Londres). La FRE es una de las federaciones territoriales más activas y dinámicas, que abre tempranamente una serie de horizontes.
Desde el punto de vista historiográfico, de esta etapa poseemos un gran número de documentación, siendo una de las más trabajadas. El mérito de esto fue un proyecto de investigación de finales del Franquismo realizado por Carlos Eco Serrano junto con una profesora catalana, María Teresa Martínez de Sas, Colección de documentos para el estudio de los movimientos obreros en la España Contemporánea, colección compuesta por varios volúmenes, que fue un vaciado  de la Biblioteca Arus de Barcelona. Entre estos fondos estaba todo lo relativo a la FRE. En torno a esta hay también varios libros y artículos, y destacan dos
hispanistas con trabajos fundamentales: Michelle Ralle y Jean Louis Guereña.  Otro personaje clave es Pedro Ribas, porque ha puesto sobre la mesa una asignatura pendiente, diciendo que aún queda publicar una interesante correspondencia sobre el problema de España entre Marx, Engels y Lafargue.  Los expertos señalan que esta es una época fundamental en la historia del movimiento obrero en España por tres hechos: la organización, por primera vez
del movimiento obrero en España; al poco de lograr este objetivo, su división; y la decantación, en el caso de España, del movimiento obrero por la vertiente del anarquismo.
En España, y fuera de ella, dentro de la I Internacional, hay un debate interno entre dos secciones: los autoritarios, políticos o marxistas; y los anti  autoritarios, apolíticos o anarquistas. Estas dos facciones están de acuerdo en muchos aspectos, como por ejemplo que el sistema político liberal es una farsa superestructural al servicio del capitalismo; pero discrepan en la estrategia a seguir para corregir ese aspecto. Los autoritarios son partidarios de que el movimiento obrero tenga sus propios instrumentos, un partido obrero que defienda sus intereses en el sistema; y los anarquistas no quieren contaminarse ni colaborar con ese corrupto sistema político. Este debate sale a flote fuera de España en dos Congresos: el de La Haya, en Holanda, en el verano de 1872, de donde saldrán victoriosos los autoritarios, el socialismo marxista; y los perdedores celebraran otro congreso en la ciudad de Suiza de Saint Imier, donde esa minoría se decantará a favor del anarquismo. 
En España ocurre lo mismo pero al revés: los dos núcleos fundamentales del movimiento obrero son Barcelona y Madrid, y el núcleo más importante está en Barcelona, liderado por Farga Pellicer, el más conocido de una serie de internacionalistas que trabajan en Barcelona y que apoyan el anarquismo de Bakunin; y en Madrid hay una minoría agrupada en torno a Fanelli, un propagandista enviado por Bakunin, que sigue su programa.


Además, en la FRE existe otro grupo que son autoritarios, asentados minoritariamente en

Madrid, que serán expulsados por los anti autoritarios de la federación madrileña, fundando en el verano de 1872 la Nueva Federación, cuyo organismo de expresión es La emancipación, el primer seminario del socialismo marxista en España. Una vez que se funda esa nueva federación (en España ya se había extinguido el movimiento obrero) y esa realidad se consagra en el Congreso de Córdoba, donde los internacionalistas españoles se adhieren
sin reservas a los acuerdos anti autoritarios de Saint Imier, para lograr la destrucción de todo poder político como primer deber del proletariado. La peculiaridad de España es que esos socialistas marxistas, llamados el Grupo de los 9, liderado por Pablo Iglesias, van a aguantar como pueden su situación hasta que en 1873 sufren el cierre de su órgano de expresión, La emancipación, y en enero de 1874 se produce el golpe militar del general Pavía, que hace que el Grupo de los 9 pase a la clandestinidad hasta la liberalización de Sagasta a mediados de los años 80, saliendo a la luz de nuevo con la ley de asociación de junio de 1887.
Santiago Castillo posee un artículo (Un parto difícil) referente al primer partido obrero de la historia de España, el Partido Socialista Obrero Español, que va a nacer, simbólicamente, en 1879, en plena Restauración, y con anterioridad a la Ley de Asociación y al nombramiento de Sagasta como ministro, con lo cual, el ambiente hacia él va a ser hostil. Ese nacimiento simbólico se reviso bibliográficamente en 1979, cuando se cumple el primer centenario de su nacimiento. Revistas como Sistema, Estudios de Historia Social… dedicaron número especiales con motivo de este hecho. También se realizaron trabajos monográficos por parte de autores como Santiago Castillo, Fuentes Quintana, Ángel Hernández…
Las dificultades hacia la creación de ese partido provienen de la envoltura, como ya se ha dicho, del propio régimen de la Restauración; y de la propia situación interna del socialismo español:
En 1972 el movimiento obrero se divide entre anarquistas y socialistas. Los socialistas marxistas, asentados en Madrid, crean la Nueva Federación, que será clausurada en 1973, dejando a esos socialista sin una sede y sin un medio de expresión, quedando únicamente voluntad política, una enorme fuerza interior para fundar un partido político
que defienda sus intereses. Para ello, se refugian en una sociedad de socorros mutuos, que muchas veces actuaban como tapaderas de otras organizaciones. Esa sociedad de socorro mutuo recibirá el nombre de AGAI (Asociación General del Arte de Imprimir). Oficialmente, es una asociación de impresores, una sociedad de socorro mutuo cerrada, de oficio y profesión. Esas sociedades son legales, porque se supone que son inocuas y que ayudan al gobierno a
conservar su propia estabilidad. 

El presidente de la AGAI era Pablo Iglesias, y su historia será muy expresiva del momento histórico, porque está plagada de multas, condenas, sanciones… ya que el gobierno la persiguió constantemente. Todo ello permitirá a Pablo Iglesias adquirir una gran experiencia como sindicalista.

La fundación del partido es enormemente difícil, y para ello los socialistas deben recurrir a la clandestinidad. Se escoge el 2 de mayo de 1879 como fecha oficial para llevar a cabo su fundación.



Dicha fundación no solamente va a ser un parto difícil (como decía Castillo), sino que también va a ser un parto precoz y atípico. Precoz porque en 1879, en toda Europa. Solo existía un partido obrero, el PSD alemán y, fuera de Europa, en Estados Unidos, el Partido Socialista de los Trabajadores de Daniel de Leon, fundado en 1877.  El Partido Laborista británico no se funda hasta 1893, el Partido Socialista francés es de 1881 y el italiano de 1892; con lo cual, España va un paso por delante del resto de países europeos.  Y es atípico porque no existe ningún intelectual que siente las bases teóricas del partido socialista, como ocurre en el resto de Europa. La situación va a ser diferente para el caso español. 
El 2 de mayo de 1879 se celebra una comida de hermandad en una fonda de Madrid que reúne a 25 personas, los fundadores del llamado, inicialmente, Partido Demócrata Socialista Obrero (PSDO), que posteriormente será el PSOE. Entre esos 25 comensales encontramos a Vicente Vera (un doctor en Ciencias, que abandonará rápidamente el partido), 16 tipógrafos (entre ellos, Pablo Iglesias), 4 estudiantes de Medicina (entre ellos Jaime Vera, hermano de Vicente Vera), 2 plateros, 1 marmolista y 1 zapatero. En el caso español, la fundación de este partido se produce desde abajo, desde el mundo obrero. 

Por tanto, es un partido de clase e intereses cuyo objetivo será la defensa de los intereses de la clase obrera. Pero también es un partido de ideas, existiendo un problema en este aspecto: a día de hoy se está de acuerdo en que el pensamiento y la cultura política del socialismo español aportó muy poco al socialismo internacional. Es una cultura política descafeinada, tanto en este primer momento del socialismo, como en el s. XX, con toda una serie de personajes destacados tras él. Ello parece que se relaciona con la recepción e introducción del marxismo en España, que se hace de forma extraña. Sobre esta introducción destacan numerosos trabajos y, especialmente, dos tesis doctorales: la de Eusebio Fernández, Marxismo y positivismo en el socialismo español; y la de Pedro Ribas, La introducción del marxismo en España. Ambas son de los años 80. Además, en este sentido destaca también un trabajo de Pedro Ribas, Aproximación a la historia del marxismo español (1869 1939), de
los años 90.
En las tesis de Pedro Ribas se analiza la introducción del marxismo en España desde la perspectiva de la escasa aportación teórica del socialismo español en el aspecto internacional. Estudia el triple condicionante que configura la inserción del marxismo en España, y su perfil especifico. Esos tres condicionantes del marxismo en nuestro país son:




– Los receptores, Pablo Iglesias y demás miembros del partido, que son obreros cualificados y del mundo de la imprenta, pero no son intelectuales, su formación es limitada. Pero, los receptores del s. XX sí que son intelectuales, por lo que no se entiende el porqué del escaso
desarrollo teórico del socialismo. Al socialismo español no le han faltado intelectuales, lo que no ha tenido han sido teóricos.  En la primera generación, además de Pablo Iglesias, el líder del movimiento; aparece también José Mesa (tipógrafo y periodista aficionado, director de La emancipación) y García Quejido (que realizó algunos artículos, aunque no era periodista como tal). Es decir, que esta  primera generación está formada por tipógrafos, que conocen de forma limitada la doctrina socialista, sin conocimientos de alemán para leer a Karl Marx, y cuyas lecturas de este estarán realizadas a través de las interpretaciones francesas.

La excepción de este grupo será Jaime Vera, el principal teórico del socialismo en la historia de España.

– Los transmisores: el marxismo se recibe de cualquiera menos de Karl Marx en España. Las tesis que se conocen no provienen del pensamiento originario marxista sino, como ya se ha dicho, de las interpretaciones realizadas por teóricos franceses. Y ello lo demuestra  Pedro Ribas analizando numerosos trabajos existentes en este sentido. Básicamente, analiza la producción bibliográfica y la prensa socialista. Los resultados son interiores, porque en la producción bibliográfica, en los últimos años del s. XIX, apenas se editan obras o artículos elaborados por el propio Karl Marx; y a inicios del s. XX únicamente aparecen tres ediciones del Manifiesto Comunista. Por tanto, Marx no se conoce por  sus obras. En la prensa socialista aparecen, en los primeros puestos de edición, 2 franceses: Guesde (el Pablo Iglesias francés) y Lafargue (yerno de Marx). Destaca también en esta prensa Javiès. Ellos son los más citados en todos los artículos, mientras que Marx aparece en el sexto lugar como el más citado, y cuando se hace referencia a él, no se hace de su pensamiento e ideología, sino que se le cita con elogios, como el líder de la revolución obrera.

– El medio cultural: el ambiente filosófico de la España de ese momento no resulta interesante, lo que funciona es un ambiente positivista de importación, que encaja bien con el marxismo. Pero no existe una corriente filosófica autóctona fuerte.
Estos tres condicionantes, por tanto, nos explican la debilidad teórica del socialismo español y su peculiaridad y heterodóxica comprensión del pensamiento marxista.

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