Tras el Tratado de Valençay (diciembre de 1813), Fernando VII regresó a España. Sin embargo, el rey no aceptó el tratado ni las reformas legislativas llevadas a cabo en Cádiz. Su llegada coincidió con la publicación del Manifiesto de los Persas. La estancia de Fernando VII en Valencia preparó el golpe de Estado por el que restauró el poder absoluto del monarca y abolió toda la legislación de las Cortes de Cádiz. Era una operación de amnesia colectiva amparada por la depuración y la persecución de quienes habían participado en la obra revolucionaria.
El Sexenio Absolutista (1814-1820)
Restauración del Absolutismo
Esta etapa, iniciada en mayo de 1814, se produjo en un contexto internacional favorable al absolutismo. La política aplicada por Fernando VII consistió en la vuelta al pasado: se restauró la Inquisición, los antiguos consejos, la Mesta, los gremios, el régimen señorial, las instituciones feudales y se estableció la devolución de los bienes desamortizados, entre otras medidas.
Represión y Exilio
La represión significó la cárcel, el destierro o la pena de muerte para numerosos intelectuales vinculados a la revolución liberal. Resultado de esta situación fue el primer exilio de la España contemporánea, que afectó tanto a afrancesados como a liberales. Los primeros fueron considerados traidores; los segundos, un peligro revolucionario para la monarquía. Su destino fue Reino Unido y Francia, desde donde los exiliados promovían continuas conspiraciones para establecer un sistema constitucional.
Crisis Económica y Social
España debía afrontar una guerra abierta por la independencia en las colonias americanas. Además, los continuos y caprichosos cambios de gobiernos provocaron una gran inestabilidad. A todo esto se sumó la quiebra de la Hacienda. El retorno al pasado incluyó la vuelta al viejo sistema fiscal, derogando la Constitución de 1812, pero el estado de ruina obligó pronto a adoptar medidas propias de los liberales. Esta deuda se debía a la guerra de América. Martín de Garay intentó poner solución en 1817 mediante una reforma fiscal basada en un sistema de contribución única y proporcional a los ingresos, a la que se opusieron los privilegiados: nobleza, clero y órdenes militares, por lo que fracasó el proyecto. La monarquía absoluta se encontraba en un callejón sin salida.
Pronunciamientos Militares
Se inició una serie de pronunciamientos militares entre 1814 y 1820 por parte del sector liberal. Pronunciamientos como el de Espoz y Mina (1814), Porlier (1815), Richart (1816), entre otros, que fracasaron por ser facciones minoritarias del ejército. El 1 de enero de 1820 se sublevó el ejército acantonado en Las Cabezas de San Juan (Sevilla), dirigido por el teniente coronel Rafael del Riego, que parecía que también iba a fracasar, pero la revolución se extendió por Andalucía y en otras ciudades españolas, por lo que Fernando VII tuvo que jurar el 7 de marzo la Constitución de 1812, comenzando así el Trienio Liberal o Constitucional (1820-1823).
El Trienio Liberal (1820-1823)
Inicio y Primeras Reformas
El primer gobierno liberal estuvo formado por Agustín Argüelles, ministro de Gobernación, y José Canga Argüelles, de Hacienda. Las medidas adoptadas se dirigieron a construir un sistema de libertades políticas:
- Libertad de los presos políticos.
- Supresión definitiva de la Inquisición.
- Vuelta a sus cargos de las autoridades constitucionales en ayuntamientos y diputaciones provinciales.
- Convocatoria de elecciones a Cortes.
- Creación de la Milicia Nacional (cuerpo de voluntarios para la defensa del sistema constitucional).
Fue un período de reformas políticas y económicas con dos formas de expresión fundamentales: la prensa, con 700 títulos, fue el instrumento de la pluralidad ideológica y la libertad de expresión; y las sociedades patrióticas, clubes abiertos en los que se debatían todos los temas de actualidad política y social vinculada a la monarquía.
División del Liberalismo
Paralelamente, surgía el fenómeno juntero que dio lugar a un doble poder: el del gobierno, un liberalismo institucional, y el de las juntas, un liberalismo popular. Esto dividió el movimiento liberal en:
- Liberales moderados, como el de Martínez de la Rosa, partidarios de un senado aristocrático, de dar mayor poder al rey y controlar la prensa exaltada.
- Liberales exaltados, como Romero Alpuente, que pretendían la vuelta a la Constitución de 1812 y planteaban reformas radicales.
Los problemas entre ambos condicionaron la actuación política. El poder político comenzó con los moderados en el gobierno, que suprimieron las sociedades patrióticas. Además, pretendían reformar en sentido conservador la Constitución de 1812 mediante el sufragio censitario y la creación de una segunda cámara; esto fracasó debido a la oposición de los exaltados. Restauraron la ley de supresión de órdenes monacales y reformas regulares, la abolición de los gremios, la desamortización de los bienes de la Iglesia y la supresión de las vinculaciones y mayorazgos de la nobleza. Pero además, estuvieron en crisis constante debido a las conspiraciones protagonizadas por los exaltados, las intrigas del rey y la acción de la guerrilla realista.
Fin del Trienio
El intento de golpe de Estado protagonizado por la Guardia Real en 1822 cambió el signo de esta etapa: los liberales exaltados en el poder. Luis XVIII, rey de Francia, envió un ejército, los Cien Mil Hijos de San Luis, que invadió España en 1823 y ocupó el territorio nacional con el apoyo de las tropas realistas españolas.
La Década Ominosa (1823-1833)
Represión y Estabilidad Relativa
Fernando VII regresó como monarca absoluto con una feroz represión contra los liberales en 1823, comenzando la Década Ominosa (1823-1833), donde se persiguió a los partidarios de las ideas liberales, como el ajusticiamiento de Mariana Pineda en 1831. Además, continuó el problema económico en Hacienda, por lo que el rey buscó apoyo en la burguesía en 1825. Esto incrementó la desconfianza de los realistas, ya que el rey no había restablecido la Inquisición y no actuaba de forma contundente contra los liberales.
El Problema Sucesorio y el Origen del Carlismo
En Cataluña (1827) se levantaron partidas realistas (los Malcontents) reclamando mayor poder a los ultraconservadores y defendían el retorno a las costumbres y fueros tradicionales. Este sector se agrupó alrededor de Carlos María Isidro, hermano del rey y su previsible sucesor, ya que Fernando VII no tenía descendencia.
En 1830 nace su hija Isabel, lo que crea un conflicto en cuanto a la sucesión del trono. La Ley Sálica impedía el acceso al trono a las mujeres, pero Fernando VII la derogó mediante Pragmática Sanción. Los carlistas (sector ultraconservador) presionaron al monarca para que repusiera la Ley Sálica, que beneficiaba a Carlos María Isidro. María Cristina, esposa del rey, buscó el apoyo en los sectores liberales. Fue nombrada regente durante la enfermedad del rey bajo un gobierno de carácter reformista. Decretó una amnistía que supuso la vuelta de cien mil exiliados liberales y se preparó para enfrentarse a los carlistas.
El Legado de Fernando VII: Hacia la Primera Guerra Carlista
En 1833, Fernando VII moría, reafirmando en su testamento a su hija de tres años de edad como heredera del trono y nombrando gobernadora a la reina María Cristina hasta la mayoría de edad de Isabel. Ese mismo día, Don Carlos se proclamó rey, iniciándose un levantamiento absolutista en el norte de España y poco después en Cataluña. Comenzaba así la Primera Guerra Carlista.