El sistema canovista y la crisis de 1898

Características y funcionamiento del sistema canovista

El restablecimiento de la monarquía y las primeras medidas del régimen

Tras el golpe del general Pavia y la disolución de las cortes en enero de 1874, se estableció un gobierno provisional. En teoría seguía vigente la república, pero en la práctica fue una dictadura militar del general Serrano, que concentró todo su esfuerzo en sofocar los últimos focos cantonalistas. A finales de año, la posición de Serrano era ya frágil, al mismo tiempo que crecía el apoyo a la causa alfonsina entre las clases medias, los hombres de negocios y en el seno del ejército. El 1 de diciembre, el príncipe Alfonso, de 17 años de edad, firmaba el manifiesto de Sandhurst, que garantizaba una monarquía dialogante, constitucional y democrática, y su voluntad de aceptar buena parte de los avances políticos realizados en el sexenio. Pero los generales monárquicos Martínez Campos y Jovellar se le adelantaron y se pronunciaron el 29 de diciembre en Sagunto a favor de la monarquía. Para ello, Cánovas nombró nuevos gobernadores y alcaldes, instauró la censura y decretó el cierre de periódicos republicanos. En los 2 años siguientes, el ejército pasó a la ofensiva, lo que permitió poner fin a los dos conflictos bélicos iniciados en el periodo anterior. En marzo de 1876 se firmó la rendición de los carlistas (manifiesto de Somorrostro). En febrero de 1878 terminaba la guerra de Cuba con la paz de Zanjón.

La constitución de 1876

La constitución del 76 es un texto flexible, con el objetivo de permitir gobernar de manera estable a los partidos que acepten el sistema. Sin embargo, su inspiración es doctrinaria y conservadora. La declaración de derechos y deberes es amplia, y recoge casi todas las conquistas de 1869. Respecto a los poderes del estado, la constitución vuelve al principio de soberanía compartida, al establecer que la potestad de hacer las leyes reside en las cortes con el rey. La corona puede vetar una ley por una legislatura. Las cortes son bicamerales, con una cámara alta compuesta por tres tipos de senadores: por derecho propio, por designación real y elegidos por las corporaciones y los mayores contribuyentes. El poder legislativo lo ejerce la corona a través de los ministros, que responden ante las cámaras. El rey elige libremente al jefe del gobierno y no es responsable ante las cortes. Y la cuestión religiosa se resuelve mediante el reconocimiento de la confesionalidad católica del país y la garantía del sostenimiento del culto y del clero.

Los fundamentos políticos del sistema canovista

Antonio Cánovas fue la figura clave de la restauración. Su primer objetivo fue asentar firmemente la monarquía, por encima incluso de la constitución. En segundo lugar, el sistema debía acoger todos los partidos burgueses, con la sola condición de aceptar la monarquía y la alternancia en el gobierno. Este último aspecto preocupaba especialmente a Cánovas. El ejército debía volver a los cuarteles y cumplir su misión constitucional. El modelo ideal de parlamentarismo era, para Cánovas, el británico. Se basaba en la existencia de dos grandes partidos que aceptaran turnarse en el poder, con el fin de evitar la atomización parlamentaria y garantizar las mayorías.

El falseamiento del sistema: caciquismo y corrupción electoral

El funcionamiento constitucional fue adulterado conscientemente por sus propios defensores ya desde las primeras elecciones. A continuación se procedía a manipular las elecciones a través de la extensa red de ‘caciques’ y autoridades repartida por todo el país. El régimen de la restauración fue muy conservador, tanto en el terreno de la política como, sobre todo, en materia social y económica. La corona había sido restablecida por los políticos conservadores, los hombres de negocios y los mandos militares. Todos ellos compartían unos intereses y una visión comunes: la defensa del orden social y de la propiedad, la monarquía como garantía de estabilidad, la identificación de la república con la anarquía y la subversión, y la de la unidad de la patria con el mantenimiento de las colonias. Por eso, aunque esas clases no participaron de hecho en la vida política, el nuevo régimen tuvo, al principio, un amplio respaldo.

La práctica política hasta 1885

Hasta 1881 gobernó el partido conservador dirigido por Cánovas. Su programa se basaba en la defensa del orden social, de la monarquía y de la propiedad. Por eso, tras aprobarse la constitución se mantuvo y acentuó la política represiva: censura, cierre de periódicos y restricciones a la libertad de cátedra, que provocaron la dimisión de muchos profesores. La ley electoral de 1878 estableció un sufragio muy restringido, que redujo el censo electoral a un 5% de la población. En mayo de 1880 se fundó el partido fusionista, que pronto pasó a llamarse partido liberal. Se formó a partir del viejo partido progresista y bajo el liderazgo de Sagasta. En enero de 1881 Cánovas dimitió y dejó paso al primer gobierno del partido liberal. Sagasta tomó medidas para terminar con las restricciones de la libertad de expresión: limitó las denuncias por delitos de imprenta, devolvió sus cátedras a los profesores represaliados y permitió que las asociaciones obreras y republicanas volvieran a actuar con libertad.

La regencia de M. Cristina y la evolución política hasta 1895

En noviembre de 1885 murió Alfonso XII. Quedó como regente su segunda esposa, M. Cristina de Habsburgo (1885-1902). La necesidad de garantizar la estabilidad del régimen durante una larga regencia llevó a los 2 líderes, Cánovas y Sagasta, a establecer un acuerdo que ha pasado a la historia como el pacto de El Pardo. Entre 1885-1890 gobernó el partido liberal, durante el llamado ‘parlamento largo’, el único de la restauración que duró casi hasta el límite fijado en la constitución. Pero la reforma más importante se produjo en 1890, mediante la nueva ley electoral que estableció, ahora de forma definitiva, el sufragio universal masculino, si bien sus efectos fueron amortiguados, en esos años, por la manipulación electoral.

La oposición al sistema. Nacimiento de los nacionalismos periféricos.

El republicanismo

Durante la restauración, el movimiento republicano experimentó un fuerte retroceso. En estas condiciones, los republicanos se limitaron a reunir grupos de notables, formados por comités que casi siempre limitaban su actuación a la época de las elecciones y que invariablemente obtenían un puñado de escaños, asegurando así a sus líderes la supervivencia política. Sus posibilidades de éxito eran en realidad muy pequeñas. Ya no tenían el respaldo del movimiento obrero. Tampoco tenían el apoyo de la burguesía periférica, que se inclinaba hacia los nacientes partidos regionalistas y nacionalistas.

Nacionalismo y regionalismo

En Cataluña, el primer nacionalismo surgió en torno a intelectuales como Valenti Almirall o Prat de la Riba. En 1892, los grupos liderados por ambos se fusionaron en la Unió Catalanista, cuyo programa fundacional, las bases de Manresa, constituyó el documento básico del nuevo nacionalismo catalán. Movimiento esencialmente burgués, no planteaba la secesión ni una actitud de lucha contra el estado español, sino una propuesta de sistema federal en el que las regiones obtuvieran un régimen de autogobierno con instituciones propias. El movimiento se expandió a lo largo de los años noventa y tomó importante auge en instituciones catalanas. El movimiento vasco surgió en fechas más tardías. En 1895, Sabino Arana fundaba el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en torno a un grupo de reivindicación foral vizcaíno. Aunque en un principio sus planteamientos fueron muy radicales, proponiendo la secesión frente al estado español, poco a poco fue suavizando su postura al tiempo que ganaba adeptos en Vizcaya, renunciaba al separatismo y conectaba con el ideario cristiano para fundamentar una opción nacionalista más bien conservadora.

Guerra colonial y crisis de 1898

La insurrección cubana

En febrero de 1895 se produjo un levantamiento independentista en Cuba, que se convirtió rápidamente en insurrección de toda la isla contra la metrópoli. A la frustración acumulada se unió el respaldo norteamericano a los insurgentes. Pero en 1891 la crisis económica llevó al gobierno de Cánovas a aprobar una ley de aranceles que prohibía a los cubanos el libre comercio con EEUU. La guerra cubana atravesó varias fases: inicialmente el gobierno liberal intentó una política de negociación y envió a Martínez Campos a la isla. Además, en 1896 la situación militar se agravó, al sumarse una segunda insurrección colonial, esta vez en Filipinas. Comenzó así una feroz guerra de desgaste caracterizada por la superioridad militar española y el dominio del terreno por los guerrilleros cubanos, que recibían armamento y suministros norteamericanos.

La insurrección estadounidense y el desastre de 1898

Fue en ese momento cuando los Estados Unidos decidieron intervenir. El incidente que propició el estallido de la misma fue la explosión del acorazado estadounidense Maine, anclado en la bahía de La Habana, el 15 de febrero del 98 que causó 254 muertos. En esas condiciones, el gobierno de Washington propuso la compra de la isla por 300 millones de dólares y ante la previsible negativa española, lanzó un ultimátum que amenazaba con la guerra si en 3 días España no renunciaba expresamente a la soberanía. La guerra comenzó en Filipinas y el desarrollo de las operaciones fue rápido y contundente. La superioridad material y técnica norteamericana era enorme y sus bases estaban mucho más próximas a los objetivos. El 12 de agosto España tuvo que pedir armisticio. Por el tratado de París, España renunciaba definitivamente a Cuba, cedía a EEUU las islas Filipinas, a cambio de 20 millones de dólares, y Puerto Rico así como la isla de Guam en las Marianas.

Las consecuencias del desastre

Las pérdidas de las colonias no fue un hecho aislado. Están, en primer lugar, las pérdidas humanas. Se calcula que las guerras de 1895-98 costaron en conjunto unas 120.000 muertes. La mayoría de las bajas se debieron a enfermedades infecciosas. Los prejuicios psicológicos y morales fueron también importantes: los supervivientes retornaban heridos, pésimamente atendidos, desnutridos o mutilados. Las pérdidas materiales no fueron excesivas en la metrópoli. La crisis política resultó inevitable. Pero quizá lo más grave fue el desprestigio militar, derivado de la dureza de la derrota, a pesar de la capacidad demostrada aisladamente por algunos generales y del valor de las tropas.

El regeneracionismo y el fin de la regencia

Tras la derrota, a los dirigentes políticos y a los intelectuales les sorprendió la pasividad con que la opinión pública reaccionó a la pérdida del imperio colonial, solo alterada por el dolor y las protestas ante las pérdidas humanas. Entre quienes analizaron las causas de esa situación destacó una serie de intelectuales, los llamados regeneracionistas, el más conocido de los cuales fue Joaquín Costa. En marzo de 1899 formó gobierno conservador Francisco Silvela, que se rodeó de políticos partidarios de aplicar reformas, en la línea del regeneracionismo. En marzo de 1901 Sagasta volvía a formar gobierno. En mayo de 1902 Alfonso XIII era proclamado rey al cumplir la mayoría de edad.

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