Historia de España: De los Pueblos Prerromanos a la Monarquía Borbónica

Los Pueblos Prerromanos y las Colonizaciones de los Pueblos del Mediterráneo

En la Península Ibérica durante el primer milenio a.C., coexistieron dos grupos prerromanos: los íberos, de influencia fenicia y griega en el sur, este y noreste, y los celtas, que llegaron al noroeste, centro y oeste introduciendo el hierro y construyendo verracos. Notables tribus íberas incluyen los indigetes y basetanos, mientras que los celtas se destacaron entre los galaicos y lusitanos. Fenicios y griegos establecieron colonias costeras como Gadir y Tartessos, contribuyendo con la escritura y la moneda. Tras la primera guerra púnica, los cartagineses expandieron su dominio en la península, controlando colonias fenicias y fundando Alicante, posteriormente rebautizada por los romanos como Lucentum.

La Hispania Romana

Durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.), los romanos conquistaron la Península Ibérica en tres etapas: la primera (218-197 a.C.) ocupó el este y sur, la segunda (155-133 a.C.) abarcó el centro y oeste, y la tercera (29-19 a.C.) incluyó las Guerras Cántabras en el norte, completando la conquista bajo Augusto. Posteriormente, Octavio Augusto dividió la península en tres provincias: Tarraconensis, Lusitania y Baética. La romanización incluyó la asimilación cultural, legal y lingüística, destacando la influencia del emperador Caracalla en el siglo III. España experimentó intensa romanización con notables obras públicas como el acueducto de Segovia y Mérida, así como una red de calzadas.

La Monarquía Visigoda

Los visigodos, huyendo de la presión de los hunos, migraron hacia Hispania en el año 415, inicialmente aliados de los romanos. Después de establecerse en las Galias y fundar el reino de Tolosa, fueron derrotados por los francos en 507, lo que los llevó a establecerse en Hispania con Toledo como capital. En el año 589, el Concilio de Toledo marcó el inicio del reino visigodo unificado con una monarquía hereditaria y, más tarde, electiva. La nobleza visigoda, los gardingos y comités administrativos junto con el duque lideraban las provincias. La conversión al catolicismo se formalizó en el III Concilio de Toledo en 589, bajo el reinado de Recaredo. Los Concilios visigodos abordaban asuntos político-religiosos, siendo los generales liderados por el rey y el arzobispo más antiguo. En el IV Concilio, se estableció oficialmente la naturaleza electiva de la monarquía, mientras que en el XVII Concilio se implementaron medidas represivas contra la comunidad judía.

Al Ándalus: Evolución Política

En 711, la conquista islámica de la Península Ibérica comenzó con la derrota del rey visigodo Don Rodrigo en la Batalla de Guadalete. Para 716, los árabes controlaban la mayor parte de la península, formando Al-Ándalus, donde árabes y bereberes generaron tensiones. Hasta 756, Al-Ándalus fue un emirato bajo el califato Omeya de Damasco. Ese año, Abderramán I estableció un emirato independiente en Córdoba. En 929, Abderramán III proclamó el califato, asegurando independencia política y religiosa. A partir de 1002, tras la muerte de Almanzor, Al-Ándalus se fragmentó en reinos llamados las Taifas. Durante la Reconquista, los reinos cristianos avanzaron, tomando Toledo en 1085. En 1212, la Batalla de las Navas de Tolosa debilitó a Al-Ándalus. Los Segundos Reinos de Taifas surgieron tras la caída de los Almohades, pero cayeron ante el avance cristiano. El último reino islámico, el Nazarí de Granada, cayó en 1492 ante los Reyes Católicos.

Al-Ándalus: Economía, Sociedad y Cultura. El Legado Judío en la Península Ibérica

En Al-Ándalus, la economía prosperaba con la agricultura de aceitunas, uvas y cereales, usando sistemas de riego avanzados. La artesanía y el comercio con monedas fuertes como el dirham y dinar contribuían al desarrollo económico. En la sociedad, existían diversas clases sociales, desde árabes nobles hasta comerciantes y artesanos bereberes y muladíes, así como esclavos, incluyendo eunucos eslavos que ganaron poder en los siglos X y XI. El gobierno estaba encabezado por líderes como el emir o califa, con roles como el hachib y visires. Los cadíes eran jueces y los walíes gobernaban provincias. Culturalmente, Al-Ándalus fue un centro de traducción de textos literarios y científicos de diversas culturas. Se destacaron avances en matemáticas y medicina, y se introdujo el sistema de numeración indio en Europa. La convivencia de personas de diferentes religiones garantizaba cierta libertad religiosa, y en los siglos X y XI, hubo un renacimiento cultural entre los sefardíes que influyó en la Europa medieval.

La Baja Edad Media en las Coronas de Castilla y de Aragón y en el Reino de Navarra

Los reinos ibéricos comparten estructura política con monarquía, Cortes y municipios. Castilla refuerza el poder real con medidas como el Ordenamiento de Alcalá y las Cortes del Real Olmedo, centralizando instituciones. Destacan merindades y concejos en administración territorial y local. En contraste, la Corona de Aragón es una confederación feudal y pactista, debilitando el poder real. Cada reino tiene leyes e instituciones propias, como el Consejo Real, Cortes, Generalitat en Cataluña y Justicia Mayor en Aragón. En Navarra, persiste el enfoque pactista con el Consejo Real, Cortes, Cámara de los Comptos y Diputación de los Tres Estados. En la sociedad hispana, la feudalización con la autorización de señoríos territoriales limita el poder real a tierras de realengo desde el siglo XII.

Los Reyes Católicos: Unión Dinástica e Instituciones de Gobierno. La Guerra de Granada

En 1468, Enrique IV y Doña Isabel acordaron el Pacto de los Toros de Guisando, designando a Isabel como heredera a cambio de casarse con Alfonso V de Portugal. Pero el compromiso entre Isabel y Fernando de Aragón en 1469 nombró a Juana la Beltraneja como heredera de Castilla. La guerra civil entre Juana y su tía Isabel se resolvió con la renuncia de Juana en el Tratado de Alcaçovas. Isabel y Fernando gobernaron juntos desde 1475, centralizando el poder en Castilla, limitando la nobleza y fortaleciendo la administración local. Establecieron Consejos especializados, la Inquisición persiguió falsos conversos y culminaron la Reconquista en 1492 con la conquista de Granada.

Los Austrias del Siglo XVI. Política Interior y Exterior

Carlos I, al asumir el poder en 1517, heredó tierras y enfrentó conflictos internos y levantamientos como la rebelión de las comunidades y la revuelta de las Germanías en 1520. Felipe II, hijo de Carlos I, reinó de 1556 a 1598 con políticas de centralización y absolutismo, enfrentando la rebelión de los moriscos y problemas en Aragón. En política exterior, Carlos I se enfrentó a Francia y participó en la Liga Santa contra los turcos, mientras que Felipe II centró su política en la defensa del catolicismo y la hegemonía española en Europa. La derrota de la Armada Invencible en 1588 marcó la decadencia española, a pesar de la anexión de Portugal en 1581. Su reinado representó la máxima expansión de la monarquía hispánica.

Los Austrias del Siglo XVII. Política Interior y Exterior

En el siglo XVII, los monarcas españoles delegaron el gobierno en validos, como el Duque de Lerma y Duque de Uceda, acelerando la decadencia. El Conde Duque de Olivares, valido de Felipe IV, provocó rebeliones en Cataluña y Portugal al intentar unificar España. En Cataluña, el «Corpus de Sangre» desencadenó la guerra civil y la sublevación. En Portugal, el Duque de Braganza proclamó la independencia en 1668. En política exterior, durante el reinado de Felipe III se mantuvo la «Pax Hispánica», pero la defensa de la hegemonía Habsburgo llevó a la Guerra de los Treinta Años y enfrentamientos con los Países Bajos. La Paz de Westfalia en 1648 reconoció la independencia de los Países Bajos y la hegemonía francesa. La guerra franco-española culminó en la Paz de los Pirineos en 1659, consolidando la supremacía francesa. La «Guerra de las Devoluciones» resultó en acuerdos en 1668 y 1678, permitiendo a Francia expandirse. El reinado de Carlos II marcó el fin de la dinastía Habsburgo en España.

La Guerra de Sucesión. La Paz de Utrecht. Los Pactos de Familia

Carlos II nombró a Felipe de Anjou sucesor, iniciando la dinastía de los Borbones en 1701. La guerra civil a favor del Archiduque Carlos fue vencida por Felipe V. En 1713, el Tratado de Utrecht confirmó a Felipe V como rey, cediendo territorios a Países Bajos, Saboya e Inglaterra. En el Tratado de Rastadt (1714), Felipe V renunció a Flandes, Nápoles, Cerdeña y Milán al Imperio austriaco. En el siglo XVIII, los Pactos de Familia marcaron la política exterior. En el Primer Pacto (1734), Felipe V respaldó a Francia en la Guerra de Sucesión de Polonia, obteniendo reconocimiento para el infante Carlos en Nápoles y Sicilia. En el Segundo Pacto (1743), España intervino en la Guerra de Sucesión de Austria, logrando que el infante Felipe fuera Duque de Parma. En el Tercer Pacto (1761), Carlos III participó en la Guerra de los Siete Años a favor de Francia contra Inglaterra.

Sociedad, Economía y Cultura del Siglo XVIII

En el siglo XVIII, la economía española se vio limitada por la falta de competencia y la resistencia al cambio. Se realizaron intentos agrícolas e industriales con el reparto de tierras y las Reales Fábricas. Se liberalizó el comercio con la abolición del monopolio de la Casa de Contratación. Cataluña experimentó un auge económico por la agricultura orientada al mercado, el crecimiento textil y el comercio exterior. La Ilustración influyó en las reformas de Carlos III, promoviendo la razón y la educación. El despotismo ilustrado liderado por Carlos III buscó reformar sin alterar el Antiguo Régimen. La oposición se hizo evidente en el motín de Esquilache en 1766 por reformas urbanísticas impopulares y la mala gestión ante los cambios económicos.

La Nueva Monarquía Borbónica. Los Decretos de Nueva Planta. Modelo de Estado y Alcance de las Reformas

Durante el inicio de la dinastía de los Borbones, Felipe V implementó medidas centralizadoras, como los Decretos de Nueva Planta, que eliminaron fueros e instituciones regionales, unificaron impuestos y establecieron la ley sálica. La depresión de Felipe V llevó a breves abdicaciones, sucedido por Fernando VI, quien modernizó la marina y firmó el Concordato con la Santa Sede. En América, se establecieron virreinatos, destacando la división de Perú en Nueva Granada, Río de la Plata y Perú, con intendencias dirigidas por intendentes. Misioneros franciscanos y jesuitas desempeñaron roles importantes en la propagación del cristianismo en California, México y Paraguay.

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