La evolución política en la Península Ibérica durante la Edad Media

Evolution política. Conquista, emirato y califato de Córdoba: Gracias a la guerra santa, los árabes musulmanes iniciaron la expansión por el Oriente Medio y el norte de África, aprovechándose de la crisis del reino visigodo. Las tropas musulmanas (árabes y bereberes) iniciaron la conquista de la península ibérica. El grupo dirigido por el bereber Tariq y Musa derrotaron en la batalla de Guadalete al último rey visigodo, Rodrigo, que perdió la vida en el combate. En apenas tres años, los musulmanes conquistaron la mayor parte de las tierras hispánicas, excepto las regiones montañosas de la zona cántabra. Los musulmanes se dirigieron al norte de la península y no lograron controlar las zonas al norte como Covadonga (722). También penetraron en suelo franco, pero sufrieron un duro golpe ante el ejército de los francos en las proximidades de Poitiers, lo que supuso el fin de la expansión árabe musulmana en Europa (732). Algunos nobles visigodos decidieron pactar con los invasores, como Teodomiro, lo que explica la rapidez de la conquista. Tras la invasión musulmana, la mayor parte de la península ibérica se convirtió en una nueva provincia del califato islámico, Al-Andalus. Al frente de este territorio se colocó el emir, perteneciente a la dinastía Omeya, tratándose de un emirato dependiente (711-756). A mediados del s. VIII, la dinastía fue víctima de la revolución Abasí, adueñándose del califato. Un miembro de la familia logró escapar, refugiándose en Al-Andalus y se proclamó emir independiente (756-929), tratándose de Abdarramán I. Él fijó su capital en la ciudad de Córdoba e inició la tarea de crear un estado independiente que se extendió hasta 929, cuando Abdarramán III decidió proclamarse califa, teniendo poder político y religioso. Construyó una ciudad-palacio de Medinat al-Zahra, convertido en centro político de Al-Andalus. En las últimas décadas del s. X, siendo califa Hisham II, Almanzor se hizo con el poder ejecutivo y ejerció el cargo de primer ministro. Basó su poder en el ejército y organizó terroríficas campañas contra los cristianos. Su muerte en 1002 inició el proceso de descomposición política que llevó al fin del califato (1031) y la proclamación de los reinos taifas.

La crisis del s. XI. Reinos taifas e imperios norteafricanos: la muerte de Almanzor en 1002 abrió una etapa de fragmentación y en menos de 30 años nueve califas se sucedieron en el trono, finalmente el califato de Córdoba desaparece (1031), surgiendo pequeños reinos taifas. De forma paulatina, fueron independizándose del poder central de Córdoba. En un principio, el califato se fragmentó en numerosos reinos, los más débiles desaparecieron. Estos pequeños reinos se mostraban sumisos hacia los cristianos, que les pagaban unos impuestos, mientras tanto el avance de la reconquista cristiana culminó con la conquista de Toledo en 1085. Este año fue un duro golpe, cuya reacción fue llamar al otro lado del estrecho de Gibraltar al imperio Almorávide. En el año 1086, acabaron con los taifas, unificaron el poder político en Al-Andalus y lograron contener a los cristianos en la batalla de Sagrajas. Su poder fue efímero y la fragmentación trajo los conocidos como segundos reinos taifas. De nuevo, Al-Andalus estuvo a merced de los cristianos, más tarde llegarán a la península los almohades, nuevo imperio formado por bereberes. Unificaron nuevamente Al-Andalus e hicieron frente a los cristianos con éxito, como el obtenido en Alarcos (1195). Sin embargo, la reunificación fue un fracaso en las Navas de Tolosa (1212), que llevó de nuevo a los terceros reinos taifas, que no resistieron el avance cristiano. En la España musulmana quedó reducida al reino Nazarí de Granada, que conquistaron los Reyes Católicos en 1492.



La organización económica y social de la península ibérica durante la Edad Media: Al-Andalus: La España musulmana supuso importantes cambios económicos. En la agricultura, difundieron cultivos como el arroz, el algodón o el azafrán. En la ganadería, el descenso de la cabaña porcina se compensó con el ganado ovino o equino. En la minería, sobresalió el plomo, cobre, cinabrio y oro. La producción de manufacturas se desarrolló, destacando los brocados cordobeses. La cerámica, las armas, la fabricación del papel y del vidrio tuvieron presencia en las ciudades de Al-Andalus. El comercio, por la acuñación de dos tipos de monedas, el dinar de oro y el dirhem de plata, también se mantuvo un intenso comercio exterior que exportaba productos agrícolas, minerales y tejidos, e importaba especias, productos de lujo, oro y esclavos. La mayor parte de la población vivía en el medio rural, mientras que las ciudades mantenían gran importancia, creando nuevas como Almería y Madrid. En la cúspide de la sociedad andalusí estaba la aristocracia, integrada por familias árabes que poseían grandes territorios. La clase media estaba formada por artesanos y modestos labriegos. La clase inferior estaba compuesta por mujeres y esclavos.

Legado cultural en la península ibérica durante la Edad Media: Al-Andalus: Al-Andalus mantuvo contacto con el resto del mundo musulmán, lo que permitió participar en textos literarios, filosóficos y científicos tanto del mundo griego, persa e indio. La creación literaria alcanzó un gran desarrollo, Ibn Hazem es uno de los poetas más conocidos por su obra «El collar de la paloma». En filosofía, destacó Ibn Rusd, conocido por los comentarios a la obra de Aristóteles. La cultura andalusí destacó sobre todo en lo científico, ya que fue la vía por la cual se difundió el sistema de numeración de origen indio, que sustituyó al romano. Sobresalió en las matemáticas y la medicina Albucasis, autor de la enciclopedia médica y quirúrgica. Además, emires y califas actuaron como mecenas. Al-Hakam II creó la biblioteca de Córdoba y surgieron las madrasas (universidades).

La mezquita y el palacio en el arte hispano-musulmán: La arquitectura aportó elementos típicos del mundo islámico, como los arcos de herradura y ojivales, cubiertas y ornamentación basados en motivos geométricos, vegetales y epigráficos, por ejemplo, la «mezquita de Córdoba». Esta mezquita se construyó a mediados del s. VIII en tiempos del emir Abdarramán y más tarde se harían sucesivas ampliaciones. Muy importante fue asimismo la ciudad palacio de Madinat al-Zahra en tiempos de Abdarramán II, que trajeron material de diversos lugares de África, de donde procedía el mármol. Medinat-al-Zahra albergaba palacios, jardines y viviendas de los servidores del palacio. Ejemplos del arte musulmán fuera de Córdoba fueron la mezquita de Bib al-Mardom, posteriormente la iglesia del Cristo de la Luz, la Giralda en Sevilla y el palacio granadino.

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