La gran insurrección de Cuba

En 1878, tras la Paz de Zanjón, el pueblo cubano esperaba recibir una serie de reformas por parte de la Administración española que otorgasen los mismos derechos que a los españoles peninsulares como la libertad de comercio o el fin de la esclavitud.  Sin embargo, estas peticiones fueron denegadas debido a los intereses de los grandes propietarios, negreros y comerciantes peninsulares.

En 1879 se produjo una nueva insurrección por parte de los cubanos en la isla (Guerra Chiquita), en la que los mambises (insurrectos cubanos) fueron derrotados al año siguiente por falta de armamento e inferioridad ante el ejército español.

LA GUERRA EN ULTRAMAR Cuba, LA PERLA DE LAS ANTILLAS

El Partido Liberal de Sagasta estaba a favor introducir mejoras en la isla, aunque sólo consiguió lograr la abolición formal de la esclavitud (1888).

Además, siguiendo el modelo bipartidista de la península, se crearon dos partidos:

– el Partido Autonomista, formado principalmente por cubanos, el cual pedía autonomía para la isla junto con reformas políticas y económicas

– la Uníón Constitucional, partido formado por peninsulares instalados en la isla.

En 1891, se elevaron las tarifas arancelarias para productos importados no procedentes de la península (arancel Cánovas), lo que afectaba a la relación comercial entre Cuba y Estados Unidos, siendo este el principal comprador de producto de Cuba, pero dificultando la exportación de Estados Unidos a Cuba por los altos aranceles.  

La ineficacia para introducir nuevas reformas provocó la aparición de deseos de emancipación e independentismo. En 1893, José Martí creó el Partido Revolucionario Cubano con la intención de conseguir la independencia con el apoyo exterior de Estados Unidos.

Estados Unidos adquiría un gran porcentaje de las exportaciones cubanas de azúcar y tabaco pero un bajo porcentaje de importaciones ya que pertenecían a la península, situación ante la que protesto el presidente norteamericano William McKinley, que amenazó con cerrar el mercado estadounidense si el gobierno español no modificaba su política arancelaria.

Sin embargo, debido a la fuerte presión de los intereses españoles no se llevó a cabo ninguna concesión que los pudiese vulnerar.

LA GRAN INSURRECCIÓN

El Grito de Baire el 24 de Febrero de 1895 dió lugar a un levantamiento generalizado, dando comienzo a una rebelión que rápidamente se extendíó. Ante ello, Cánovas envió un ejército al mando de Martínez Campos para lograr la paz en la isla mediante una acción militar.

Sin embargo, Martínez Campos no consiguió controlar la rebelión y fue sustituido por el general Valeriano Weyler que decidíó iniciar una férrea represión.

Además, se dividíó a Cuba en distintos sectores mediante trochas para mantener a la población controlada evitando que aumentasen los insurrectos sobre todo en el mundo rural. Weyler trataba muy duramente a los rebeldes incluso llevado a cabo la pena, hecho que provocó que la prensa americana provocase la entrada de Estados Unidos en el conflicto consiguiendo la opinión pública.

Sin embargo, el plano militar no era favorable para los españoles ya que no estaban preparados a las condiciones de la isla por lo que se produjo una gran mortalidad de las tropas debido al mal aprovisionamiento, falta de pertrechos y las enfermedades tropicales.

En 1897, tras el asesinato de Cánovas y el fracaso por parte de Weyler, el nuevo gobierno liberal puso al mando al general Blanco que inició una estrategia de conciliación. Para ello, decretó una autonomía de Cuba, sufragio universal masculino, la igualdad de derechos entre insulares y peninsulares y la autonomía arancelaria. Sin embargo, debido a la tardanza de las medidas, los independentistas cubanos que ya contaban con el apoyo de Estados Unidos se negaron a aceptarlas.

Paralelamente, en 1896 se produjo una rebelión en Filipinas, con débil presencia de inmigrantes españoles y militar, y con un menor interés económico que en Cuba. Sin embargo la formación de la Liga Filipina en 1892 por José Rizal y la organización clandestina Katipunan protagonizaron la insurrección, la cual fue reprimida por el capitán general Camilo García Polavieja, que condenó a muerte a Rizal.

El nuevo gobierno liberal nombró en 1897 capitán general a Fernando Primo de Rivera, que promovíó una negociación indirecta con una pacificación momentánea en el archipiélago.

LA INTERVENCIÓN DE Estados Unidos

El interés de Estados Unidos por Cuba había llevado a hacer proposiciones a España de compra por la isla, las cuales siempre habían sido rechazadas.

Este interés se vió marcado cuando el presidente McKinley mostró su apoyo a los insurrectos cubanos, a los cuales apoyaba con armamento.

La ocasión para intervenir surgíó con el incidente del acorazado estadounidense Maine estalló en el puerto de La Habana en 1898. Estados Unidos culpó falsamente a España, enviándole un ultimátum en el cual se exigía la retirada de Cuba. El gobierno Español negó esa acusación y rechazó el ultimátum estadounidense, amenazando con declarar la guerra en caso de invasión de la isla, a pesar de ser conscientes de la inferioridad militar española. Esto dió lugar a la guerra hispano-norteamericana.

Una escuadra del almirante Cervera partíó hacia Cuba pero fue rápidamente derrotada en la batalla de Santiago. Estados Unidos derrotó igualmente a España en Filipinas en la batalla de Cavite. En Diciembre de 1898 se firmó la Paz de París, por la que España se comprometía a abandonar Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

LAS CONSECUENCIAS DEL DESASTRE DEL 98

La derrota y pérdida de colonias se conocieron en España como el desastre del 98. El desastre se convirtió en el símbolo de la primera gran crisis de la Restauración.

UNA CRISIS POLÍTICA Y MORAL

A pesar de la envergadura de la crisis, las repercusiones inmediatas fueron menor de lo esperado. La necesidad de hacer frente a las deuda producida por la guerra cubana promovíó una reforma de la Hacienda llevada a cabo por Fernández Villaverde para conseguir un incremento de la recaudación.

Tampoco se produjo una gran crisis política, ya que el sistema de la Restauración sobrevivíó, manteniendo el turno dinástico. Sin embargo, se intentaron implementar las ideas políticas del regeneracionismo, el cual era una corriente que trataba analizar objetiva y científicamente la caída de la nacíón. Esto se uníó al crecimiento de los movimientos nacionalistas, sobre todo en el País Vasco y Cataluña.

Por ello, la crisis del 98 fue una crisis moral e ideológica que tuvo un impacto psicológico en la población, que sumíó a la sociedad en un estado de desencanto y frustración por la destrucción del mito del Imperio español.

EL REGENERACIONISMO

El fracaso de la revolución de 1868 se consideró como la pérdida de una gran ocasión para modernizar el país. Este era el sentimiento de un grupo de intelectuales reunidos en la Institución Libre de Enseñanza (1876) creada cuando muchos catedráticos abandonaron la universidad por la no libertad de cátedra.

La institución estaba influida por el krausismo y con intelectuales como Francisco Giner de los Ríos, siendo impulsora de la reforma de la educación española.

Algunos de los intelectuales de esta institución consideraban la política y sociedad española, excesivamente influida por la doctrina católica, no favorecía ni la modernización de la cultura ni el desarrollo de la ciencia, idea que se conocía como regeneracionismo. El principal exponente fue el Aragónés Joaquín Costa, creador de instituciones como la Liga Nacional de Productores e inspirador del partido de la Uníón Nacional.

Los regeneracionistas defendían la necesidad de mejorar la situación del campo español y elevar el nivel educativo y cultural del país.

EL FIN DE UNA ÉPOCA

El desastre del 98 significó el fin del sistema de la Restauración, y se dió la aparición de nuevos políticos, intelectuales, científicos y empresarios que empezaron a actuar con el reinado de Alfonso XIII. Sin embargo, la política reformista anunciada por los nuevos gobiernos no llevó a cabo las reformas anunciadas, si no que se dejó al sistema funcionar con cambios ínfimos.

La derrota militar también tuvo consecuencias en el ejército, surgiendo un antimilitarismo en determinados sectores sociales. Esto provocó que parte de los militares se inclinaran hacia posturas más autoritarias, atribuyendo la derrota a la ineficacia y corrupción de los políticos. Esto culminó con el Golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923, que dió lugar a una dictadura de siete años.

EL REFORMISMO DINÁSTICO

EL FRACASO DEL PRIMER GOBIERNO REGENERACIONISTA

En 1899, la regente María Cristina confió en Francisco Silvela como nuevo líder conservador para formar gobierno, convocando y ganando las elecciones.

El nuevo gobierno inició una política reformista con proyectos de descentralización administrativa, además de una política presupuestaria para hacer frente a las deudas tras la guerra de Cuba. Las nuevas cargas fiscales impulsaron un boicot de los contribuyentes a la recaudación de tributos (cierre de cajas).

Los ministros más renovadores acabaron dimitiendo, y en 1901 la regente otorgó de nuevo el poder a los liberales. El espíritu regeneracionista duró apenas un año, y el turno de partidos volvíó a aparecer.

LAS REFORMAS DE MAURA Y CANALEJAS

En 1902, subíó al trono a sus 16 años Alfonso XIII. En 1903 murió Sagasta y alcanzó la jefatura del Partido Conservador Antonio Maura, mientras que en el Partido Liberal fue José Canalejas. Los nuevos políticos estuvieron influidos por el regeneracionismo, impulsando importantes proyectos de reforma desde el interior del sistema.

En 1904, Antonio Maura se convirtió en jefe de gobierno. Este defendía la necesidad de que el régimen  se reformase desde el gobierno para impedir que fuese transformado por una revolución popular.

Por ello, intentó constituir la base social de las “masas neutras” para asegurar un Estado fuerte, capaz de gobernar eficazmente y desbancando al sistema caciquil. Todo esto se llevó a cabo mediante la Ley Electoral 1907, que lo único que consiguió fue hacer más difícil el fraude electoral.

El gobierno promulgó la Ley de Colonización Interior para estimular la agricultura y creó el Instituto Nacional de Previsión dedicado a los seguros obreros. Sin embargo, la actitud intransigente ante el mantenimiento del orden público, especialmente tras la Semana Trágica en Barcelona 1909, provocó la caída del gobierno conservado

En 1910, José Canalejas formó un nuevo gobierno liberal, proponiendo la modernización política e intentando atraer a ciertos sectores populares.

Además, se profundizó en la separación de la Iglesia y el Estado junto con la Ley del Candado de 1910 que limitaba el establecimiento de nuevas órdenes religiosas.

También se procedíó a la sustitución del impuesto de consumos por un impuesto progresivo sobre la renta.

Se reformó la Ley del Reclutamiento, que pasaba a ser obligatorio en tiempos de guerra, suprimiendo la redención en metálico.

Además, hubo una serie de leyes para mejorar las condiciones laborales.

Canalejas fue sensible al problema de las autonomías regionales, por lo que se elaboró la Ley de Mancomunidades que aceptaba la posibilidad de la uníón de las diputaciones provinciales para hacerse cargo de la gestión de ciertos servicios públicos.

La muerte de Canalejas, asesinado por un anarquista en Madrid en 1912 provocó la interrupción de las reformas, aunque la Ley de Mancomunidades sería aprobada bajo el gobierno conservador de Eduardo Dato en 1914, con sólo la Mancomunidad de Cataluña.

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