La Guerra Civil (1936-1939)


14.6. La Guerra Civil: La dimensión política e internacional del conflicto. Las consecuencias de la guerra

La Guerra Civil (1936-1939) obligó a las grandes potencias a adoptar posiciones individuales. Los gobiernos conservadores de Gran Bretaña promovieron una política de apaciguamiento hacia los fascismos. Francia, se apoyó de manera individual a la Guerra y el Estado francés cerró las fronteras. Estados Unidos permanecíó neutral pero vendíó a Franco gasolina. Finalmente todas las democracias acordaron la no injerencia diplomática y militar en los asuntos españoles y prohibieron las exportaciones de armamento a España. Se creó un comité, por iniciativa francesa, para controlar el cumplimiento del pacto, pero fracasó, pues reforzó el fascismo y alentó la Segunda Guerra Mundial. La Segunda República esperaba que la neutralidad de las potencias cambiara cuando se hizo la conferencia de Múnich en la que los gobiernos británico y francés aceptaron la invasión alemana de Checoslovaquia.

Italia y  Alemania apoyaron a Franco por diferentes motivos: la puesta a punto de sus ejércitos de cara a la Guerra Mundial; la ideología que compartían con los sublevados y y la posibilidad de conseguir un nuevo aliado (Franco), que podía ser útil en el futuro. Los alemanes e italianos enviaron a España unidades militares como CTV italiana (40.000 hombres) o la legión cóndor alemana (6000 hombres). Los italianos facilitaron a Franco una cobertura naval para pasar el Estrecho mientras que Alemania les proporciónó cobertura área y material bélico de primera categoría. Estas ayudas fueron a crédito y se convirtieron en semigratuitas. Franco también tuvo el apoyo de Portugal, que envió a los Viriatos, pero también el de los fascistas irlandeses, que organizaron la Legión de San Patricio, y el del papado. El Gobierno republicano español contó con el apoyo de la Uníón soviética a partir de Septiembre de 1936 con armamento, bastante anticuado excepto los carros de combate, pagado con el oro del banco de España y con una escasa ayuda de México, presidido por Lázaro Cárdenas quien proporciónó municiones y acogíó a exiliados al término de la guerra. Además, la URSS impulsó el reclutamiento de las Brigadas Internacionales creadas por la 3ª internacional y los movimientos de solidaridad antifascista y envió a España el primer embajador soviético. Los republicanos también contaron con el apoyo de la Brigada Garibaldi. La causa republicana atrajo de una manera espectacular las simpatías de toda la izquierda mundial y de la mayoría de los intelectuales.Entre Julio y Septiembre de 1936, el Estado republicano fue incapaz de controlar su propio territorio e intentó constituir un Gobierno de conciliación con los rebeldes liderado por Martínez Barrio. Al fracasar, el Gobierno de Giral armó a las milicias obreras. Se puso en marcha una revolución espontánea en la que la UGT y CNT que tuvo una la represión. Hacer la guerra y la revolución simultáneamente se convirtió en el programa de la CNT, la FAI, el POUM y algunos sectores de la UGT. El esfuerzo de los distintos gobiernos republicanos se encaminó a la reconstrucción del Estado y de un ejército popular disciplinado. Los defensores de la reconstrucción eran partidarios de ganar la guerra y dejar la revolución para más tarde; entre ellos se encontraban los partidos republicanos, la mayoría del PSOE, el Partido Socialista Unificado de Cataluña y el PCE. Entre Septiembre de 1936 y Mayo de 1937, se establecíó un gobierno de coalición entre los partidos obreros y los sindicatos, al mando de Largo Caballero, presidente y ministro de la guerra. Este Gobierno llevó a cabo la legalización de las incautaciones, la integración de las milicias en el Ejército y la institución de los tribunales populares de justicia para contener la represión indiscriminada. El Gobierno se retiró a Valencia ante lo que se percibía como la caída de Madrid, que hizo descender su popularidad y adquiríó gran prestigio la Junta de Defensa de Madrid y los comunistas. En el gobierno se produjeron rivalidades: entre el PSOE, PCE, PSUC y los partidos republicanos que querían restaurar la legalidad y la disciplina frente a la UGT, CNT y POUM que querían avanzar en la revolución;el ala moderada del PSOE (Prieto y Negrín) quienes acusaban a Largo Caballero de los fracasos militares y por último, entre el gobierno de la República que quería dirigir militar y económicamente la guerra y los poderes locales de las ciudades que se resistían. Estos enfrentamientos estallaron a causa de la pugna por el control de los servicios públicos de Barcelona (en manos de la CNT). Los ministros anarquistas tuvieron que acudir a Barcelona, el POUM fue juzgado y condenado, la Generalitat de Cataluña perdíó sus atribuciones en materia de orden público y Largo Caballero dimitíó. Negrín se convirtió en el presidente de gobierno entre Mayo de 1937 y Febrero de 1939. El gobierno se trasladó a Barcelona y contó con la oposición de Prieto (quien dimite como ministro de la guerra para dejar paso a Negrín) y de Azaña. Solo algunos socialistas y el PCE le apoyaron. El jefe de Gobierno plasmó su programa en un documento, los trece puntos donde expónía las bases para un fin negociado de la guerra. La esperada intervención internacional no llegaba y los continuos reveses militares fomentaron el derrotismo. Entre Febrero y Abril de 1939 se gestó el Golpe de Estado del coronel Casado. El Gobierno salíó de España, pero Negrín regresó y propuso nuevas medidas de resistencia. Sin embargo, se encontró con una avanzada trampa conspiratoria militar, liderada por el coronel Casado, que había entablado negociaciones y contactos con Franco, pero también civil, ya que en la operación participaron políticos como Besteiro y los anarquistas como Mera. Negrín y los dirigentes del PCE tuvieron que huir, lo cual supuso la rendición final sin lucha.


En el bando rebelde, entre Julio y Septiembre de 1936 no existía un proyecto político, salvo el de crear un poder militar que anulara la legislación y liderara la represión sistemática. Se creó la Junta de Defensa Nacional de Burgos, presidida por el general Cabanellas, aunque controlada por Mola. Junto con el Ejército se encontraban los requetés y las milicias falangistas. Entre Septiembre y Noviembre de 1936, Franco fue nombrado Generalísimo y jefe del Gobierno del Estado español. El 1 de Octubre de 1936, el general Franco tomó posesión de sus cargos en Burgos y creó la Junta Técnica del Estado, formada por siete comisiones que se asemejaban a los ministerios. La Junta tuvo su sede en Burgos, mientras que Franco se establecíó en Salamanca. La sublevación fue llamada cruzada por la Iglesia, la cual apoyó a Franco y lo calificó de caudillo. Entre Noviembre de 1936 y Abril de 1937, cuando se percibía que la guerra iba a ser larga, Franco reconocíó la necesidad de articular un Estado más coherente, de corte fascista. Para ello utilizó a los carlistas de Comunión Tradicionalista, dirigida por Fal Conde (exiliado a Portugal) y a Falange Española de las JONS, liderada por José Antonio Primo de Rivera (fusilado por los republicanos). Franco en Abril de 1937 decretó la unificación de falangistas y carlistas en la FET de la JONS, a lo que se opuso el falangista Hedilla que fue detenido. Entre Abril de 1937 y Abril de 1939 Franco toma el cargo de Jefe del Estado y creó su primer Gobierno que se constituyó en Febrero de 1938, que estaba formado por las familias políticas: Serrano Súñer (fascista independiente), ministro de la gobernación, militares como Martínez Anido, Falangistas como Fernández Cuesta, Carlistas como el conde de Rodezno y Alfonsinos como Saiz Rodríguez. La tarea principal del nuevo Gobierno fue la elaboración de una legislación. Además, se aprobó el Fuero de Trabajo y se crearon las magistraturas de de trabajo y los sindicatos verticales

La guerra tuvo un balance trágico para España, las pérdidas demográficas ascendían a un millón: Unas 300.000 personas murieron en los campos de batalla y cerca de 200.000 fueron fusilados en total de ambos bandos. Además, 300.000 personas murieron por las malas condiciones de su reclusión. A estos hay que sumar los muertos por enfermedades y desnutrición y el descenso de la natalidad. Muchas personas huyeron de España temporal o definitivamente en dirección a Francia y México, y en menor grado a África del Norte y a la Uníón Soviética. El exilio fue demoledor para la vida cultural española, ya que muchos escritores, artistas, científicos… abandonaron el país. La represión fue durísima, contando con los fusilados, los presos e internados en campos de concentración franquistas, los condenados a trabajos forzados en obras faraónicas, los que permanecieron escondidos (topos) los que padecieron exilio interior, los depurados, los que fueron expulsados de la Administración y de determinadas profesiones y los que formaron guerrillas y se refugiaron en los montes (los maquis). Se produjeron innumerables pérdidas económicas que no se recuperaron hasta dos décadas después. Sin embargo, hubo grupos que se beneficiaron de la nueva situación, como los terratenientes, el Ejército y la Iglesia. Además, surgíó la figura del excombatiente que fue compensado por su colaboración en la guerra.

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