La Guerra de Independencia y las Cortes de Cádiz

La Guerra de Independencia: antecedentes y causas. Bandos en conflicto y fases de la guerra.

El reinado de Carlos IV fue condicionado por el estallido de la Revolución francesa (1789) y el ascenso de Napoleón Bonaparte. Por ello, España adoptó una política de prevención para evitar la expansión de las ideas liberales, con Manuel Godoy, un oficial de la guardia real de clase baja, como primer ministro. Su ascenso se debió a su relación íntima con la reina María Luisa de Parma lo que originó el descontento de las clases altas. En el inicio de su mandato (1792-1795), mantuvo cierta hostilidad hacia la Francia revolucionaria que acabó con la derrota española en la Guerra del Rosellón y la Paz de Basilea (1795). El cambio de la política española se dio con el giro conservador del movimiento revolucionario en Francia y el ascenso al poder de Napoleón Bonaparte, firmando varios pactos de alianza (1796-1808). Napoleón obligó a España a firmar el Tratado de Fontainebleau (1807), por el cual se permitía la entrada y el acuartelamiento de las tropas francesas para conquistar únicamente Portugal, que quedaría bajo protección española. Sin embargo, en la práctica, era una ocupación del país comprendida demasiado tarde por Godoy, quien decidiría trasladar a la familia real. Fue entonces cuando el descontento hacia el gobierno de Godoy dio lugar a un complot organizado por el partido fernandino (partidarios del príncipe Fernando VII ante los problemas económicos propios del reinado de Carlos IV), conocido como Motín de Aranjuez. Acabó con el cese de Godoy y la abdicación del rey en su hijo. Napoleón intervino en la disputa sucesoria como mediador y reunió a padre e hijo en Francia. Napoleón forzó a Fernando VII a devolverle el trono a su padre, quien también fue obligado a entregárselo a Napoleón, en las conocidas abdicaciones de Bayona. Este se lo cedió, a su vez, a su hermano José I, quien se convirtió en rey de España. Al mismo tiempo estalló un levantamiento popular en Madrid el 2 de mayo de 1808. Aunque su epicentro fue el Palacio Real debido al rumor de la salida del único hijo varón de la familia real en el país, se extendió a toda la ciudad de Madrid y también a otras localidades. El vacío de poder dio lugar a la creación de organismos locales para hacer frente a la guerra, que se integrarían posteriormente en la Junta Suprema Central. Comenzó así la Guerra de la Independencia española (1808-1814), que, ante todo, fue una guerra de resistencia popular ante la invasión francesa. No obstante, abrió el paso a las ideas liberales porque por primera vez los burgueses y las clases populares dirigían los altos cargos, a partir del vacío de poder. Se enfrentaron así a los partidarios de la tradición absolutista contra aquellos que reclamaban un nuevo régimen representativo y de libertades que pusiese fin a la monarquía absoluta durante todo el siglo XIX. Se distinguieron tres bandos: los afrancesados, que apoyaron el régimen liberal introducido con el reinado de José I, los liberales, quienes defendían las ideas revolucionarias y un modelo representativo propio, y los absolutistas, partidarios de la monarquía absoluta y el Antiguo Régimen. La primera fase de la guerra (1808) se caracterizó por el dominio francés frente a la desorganización española. Sin embargo, los franceses fueron derrotados por las fuerzas españolas cuando se dirigían hacia el sur, al mando del general Castaños en la batalla de Bailén (julio de 1808). Por otra parte, las fuerzas británicas acudieron a ayudar a Portugal, liberando Lisboa. Ante esta situación, José I abandonó Madrid temiendo ser apresado por los españoles. En la segunda fase (noviembre 1808-1812) Napoleón decidió intervenir personalmente al frente de la Grande Armée, derrotando a las fuerzas españolas, que se refugiaron en Cádiz, y entrando en Madrid. Se inició una etapa caracterizada por el asedio de ciudades y las guerras de guerrillas, siendo un conflicto de hostigamiento. No obstante, en 1811, Rusia rompió su paz con Napoleón, lo que obligó al Emperador a salir de España. Para ello, tuvo que dividir su Ejército entre España y Rusia, lo que fue aprovechado por los británicos para llevar más militares a España. En la última fase (1812-1813), las fuerzas anglo-portuguesas y españolas, al mando del Duque de Wellington, empujaron a los franceses, los cuales fueron derrotados en Arapiles y San Marcial. Dichas derrotas coincidieron con la derrota napoleónica en Rusia. Una nueva derrota en Vitoria obligó a Napoleón a firmar el Tratado de Valençay (1813) donde le devolvió el trono a Fernando VII, que no regresó hasta 1814.

Las Cortes de Cádiz. La Constitución de 1812.

Con la Guerra de la Independencia se inició en España la revolución liberal. El vacío de poder creado por los sucesos de Bayona (la retención de los reyes y la abdicación de Napoleón) originó juntas locales y provinciales de defensa contra los franceses, ejerciéndose por primera vez la soberanía nacional. Dichas organizaciones se unieron en la Junta Suprema Central que se refugió en Cádiz tras la ocupación francesa. Ante la ausencia de Fernando VII, se creó un Consejo de Regencia que defendía su legitimidad al trono y al cual fueron traspasados los poderes desde la Junta Suprema Central mediante la convocatoria de las Cortes a petición de los liberales, cuya apertura se produjo el 24 de septiembre de 1810. Debido a la mayoría liberal, las Cortes acabaron siendo de carácter nacional y representativo de todos los españoles, incluidos aquellos que residían en América, con una votación individual posterior a una deliberación conjunta, donde los diputados eran elegidos por sufragio (votación). Se distinguieron tres grupos ideológicos: los realistas, partidarios de mantener el régimen absolutista, los liberales moderados, renovadores o jovellanistas, que deseaban reformas graduales y limitadas, defensores de la soberanía compartida y un pacto entre el rey y las Cortes; y los liberales, exaltados o doceañistas, partidarios del modelo revolucionario francés con el fin de recortar los poderes del rey y establecer la soberanía nacional. Las primeras medidas adoptadas por las Cortes iban encaminadas a acabar con el régimen absolutista y con sus fundamentos jurídicos. Por ello, las Cortes reconocieron a Fernando VII como legítimo rey de España, pero se limitaban sus poderes y se determinó la soberanía nacional, establecieron la división de poderes dejando a las Cortes el poder legislativo, al rey el poder ejecutivo y el judicial a tribunales independientes; abolieron el tribunal de la Inquisición y las instituciones feudales y del régimen señorial, suprimieron los estamentos y los privilegios con la igualdad jurídica así como los gremios y la Mesta (asociación de ganaderos con relevantes privilegios), y concedieron a los propietarios libertad económica sobre sus tierras. Para plasmar los cambios, las Cortes decidieron elaborar la primera Constitución española, aprobada el 19 de marzo de 1812. Fue obra del compromiso entre jovellanistas y doceañistas, junto con algunas concesiones de los realistas. Entre sus principios fundamentales destacaron el principio de soberanía nacional, conde la autoridad suprema residía en los españoles representados en las Cortes, el establecimiento de la monarquía limitada por la división de poderes (legislativo en manos del rey y las Cortes, ejecutivo en el rey, y el judicial en los tribunales de justicia), el decreto de las Cortes de carácter unicameral, convocadas para elaborar leyes, firmar tratados y refrendar la sucesión a la corona, donde los diputados eran elegidos por sufragio universal masculino indirecto (se debía ser mayor de 25 años y disponer de rentas). Asimismo, se proclamó la igualdad jurídica de todos los ciudadanos ante la ley, estableciendo para ello un fuero único y aboliendo los privilegios feudales; se reconocieron varios derechos individuales, se estableció una Milicia Nacional para garantizar el orden constitucional y se impuso la religión católica como oficial y única legal en público. No obstante, dichas medidas apenas llegaron a aplicarse por la guerra, además de ser derogadas en 1814 por Fernando VII. A pesar de ello, se convirtió en un referente del liberalismo y de posteriores constituciones.

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