Ley de colonización interior maura

BLOQUE 9: La crisis del Sistema de la Restauración y la caída de la Monarquía  (1902- 1931) 

9.1. Alfonso XIII y la crisis del sistema político de la Restauración: los partidos  dinásticos. Las fuerzas políticas de oposición: republicanos, nacionalistas,  socialistas y anarcosindicalistas. 

En 1902, Alfonso XIII, tras alcanzar la mayoría de edad, llega al trono para reinar hasta  1931, iniciándose así la segunda etapa de la Restauración. El miedo a aceptar los riesgos de  una verdadera participación democrática mantuvo el turno dinástico e impidió la  modernización del sistema político. De 1902 a 1923, España vive una situación de  permanente crisis política por la interacción de los siguientes factores: 

• La continua intervención del rey en la vida política. 

• La decadencia de los partidos dinásticos, como consecuencia de las luchas internas que  surgen tras la muerte de sus líderes históricos: Cánovas (1897) y Sagasta (1903). • El progresivo debilitamiento del caciquismo. El aumento de la sociedad urbana facilitó  que otros partidos (como socialistas y republicanos), obtuvieran representación  parlamentaria. 

• El clima de violencia social en las principales ciudades y entre el campesinado andaluz,  debido a las condiciones de pobreza de gran parte de la población y a la mayor fuerza  de las organizaciones obreras. El anticlericalismo será una de sus manifestaciones. 

• El crecimiento y radicalización del nacionalismo catalán, que consideraba insuficientes  las reformas descentralizadoras. 

• El protagonismo creciente del Ejército, que quería resarcirse del Desastre del 98  interviniendo en la guerra en Marruecos. 

La primera etapa del reinado estuvo marcada por el espíritu regeneracionista, con  intelectuales como Joaquín Costa (Oligrquía y caciquismo), en alza tras la Crisis del 98; se  trataba de revisar el sistema (acabar con el caciquismo, el fraude electoral,…)  modernizándolo para adaptarlo a la nueva realidad social y política. 

El asesinato de Cánovas dejó a Silvela, defensor de las tesis revisionistas, como líder  del partido conservador. Silvela formó varios gobiernos que intentaron acabar con la  corrupción del sistema, pero fracasó y abandonó la política en 1903, dejando paso a un  nuevo líder conservador, Maura. La primera crisis ocurríó en 1905, cuando una viñeta  antimilitar publicada en una revista satírica catalana (Cut-Cut) desató la ira de algunos  mandos del Ejército, que asaltaron e incendiaron sus instalaciones. Además, presiónó y  consiguió la aprobación de la Ley de Jurisdicciones (1906), que otorgaba a los tribunales  militares la jurisdicción sobre cualquier ofensa al Ejército y a la patria. Durante el gobierno  largo de Maura (1907-1909) se aprobaron medidas como la regulación del descanso  dominical y la creación del Instituto Nacional de Previsión (embrión del sistema de la  Seguridad Social). La medida que quizás mejor ilustra esta “revolución desde arriba” fue la  Ley de Reforma Electoral (1907) que hacía que votar fuera obligatorio. 

LA SEMANA TRÁGICA

El estallido de la Semana Trágica en Barcelona en 1909 puso fin al intento  reformista de Maura. En la ciudad se vivía un clima de tensión por las fricciones con los  militares, la intervención en Marruecos, el malestar ante el sistema de quintas, las  reivindicaciones anarquistas, el creciente anticlericalismo y el éxito de las consignas del  Partido Radical de Lerroux. Desde la Conferencia de Algeciras (1906), España ejercía un  protectorado sobre el Norte de Marruecos. En 1909 miembros de las cabilas rifeñas (tribus)  atacaron una línea de ferrocarril y mataron a trabajadores españoles, por lo que Maura  decidíó reforzar militarmente la zona. Aprovechó la ocasión para ensayar el Plan de  Movilización de Reservistas y ordenó la incorporación de estos al ejército con destino al  Protectorado de Marruecos. Ante esta situación los socialistas y republicanos promovieron una  acción conjunta contra la llamada de reservistas (de clase obrera porque los más pudientes  sustituían el servicio por el pago de un canon). Las protestas no fueron atendidas y cuando  las tropas embarcaban en Barcelona comenzaron los incidentes (18 Julio de 1909). La  organización Solidaridad Obrera llamó a la huelga general; la mala organización hizo que la 

huelga solo fuera seguida en Barcelona. La autoridad militar proclamó el estado de guerra y  la situación de violencia se generalizó (unido a las noticias procedentes de Marruecos  relativas al desastre del Barranco del Lobo): barricadas, vuelco de tranvías, quema de  conventos, enfrentamientos entre la policía y los huelguistas. Durante una semana se  prolongaron las luchas en las calles. Más de 100 muertos, 300 heridos, casi un centenar de  edificios destruidos, sobre todo conventos, y múltiples destrozos fue el balance de estos días.  La insurrección fue sofocada con una dura represión: detenciones irregulares y condenas a  muerte. La ejecución de Ferrer i Guardia, anarquista, pedagogo y fundador de la Escuela  Moderna, promovíó protestas dentro y fuera de España. El rey forzó la dimisión de Maura. 

En 1910 les tocó el turno de gobierno a los liberales, presididos por Canalejas, que llevó a cabo el último intento regeneracionista: respecto a la Iglesia aprobó la Ley del  Candado (1910), que limitaba el establecimiento de nuevas órdenes religiosas y negoció con  la santa Sede aumentar la libertad religiosa y acabar con el monopolio eclesiástico de la  educación. Suprimíó el impopular impuesto de consumos (tributo sobre determinados  artículos, algunos de primera necesidad) para aliviar la situación de las clases populares. Con  la Ley de Reclutamiento (1912) se establecía el servicio militar obligatorio en tiempo de  guerra y se suprimíó la redención en metálico. En Marruecos negoció con Francia un nuevo  tratado que fue la base del Protectorado Franco-español sobre Marruecos. Tramitó la Ley de  Mancomunidades con la que pretendía canalizar las reivindicaciones autonomistas catalanas.  Estas reformas se vieron interrumpidas por el asesinato de Canalejas en 1912. Tras su  muerte, y como consecuencia de las divisiones dentro de los dos grandes partidos, se  abríó un periodo de inestabilidad política, que tuvo su punto álgido en la crisis de 1917, y que  terminó desembocando en la dictadura de 1923. 

El proyecto republicano –sufragio universal, laicismo, extensión de la educación, etc.- mantuvo su influencia en sectores ilustrados de la clase media y en el mundo obrero. Sin  embargo, su peso político fue limitado debido a la división entre centralistas y federalistas. En  1896 estas facciones llegaron a un acuerdo, expresado en la Uníón Republicana. Los republicanos constituían el grupo opositor más importante. Representaba a intelectuales y a  las clases medias. A pesar de la creación de la Uníón Republicana, había importantes  diferencias en su seno: a) La corriente moderada y reformista, de Salmerón y Melquíades  Álvarez, que opta solo por la vía electoral y parlamentaria; b) el republicanismo radical de  Lerroux, con un discurso populista y anticlerical, que busca integrar las aspiraciones obreras,  con mucho peso en Cataluña. 

El movimiento obrero, dividido en dos tendencias: marxista y anarquista, atravesó una  fase de decadencia al principio de la Restauración, del que se recuperó algo gracias a la  legalización de las organizaciones obreras por la Ley de Asociaciones (1887). Durante este  periodo no hubo representantes de la clase obrera en las Cortes, a causa del falseamiento  electoral y el abstencionismo político del movimiento, que rechazó alianzas electorales con los  republicanos, a los que consideraban reformistas burgueses. Solo el 5% de la población  estaba afiliada y únicamente en las zonas más industrializadas superaba el 20%.  

El socialismo se organizó a través del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), creado en 1879 por Pablo Iglesias, y del sindicato Uníón General de Trabajadores (UGT).  Tras la Semana Trágica de Barcelona se vinculó al republicanismo, creándose la Conjunción  Republicano Socialista (1909) con lo que Pablo Iglesias logró acceder al Parlamento en  1910. La UGT mientras tanto fue creciendo gracias al sector minero y ferroviario (de los  41.000 afiliados en 1910, pasó a 129.000 en 1912). 

El anarquismo estaba dividido: la tendencia colectivista del campo andaluz y el  anarcosindicalismo de la Cataluña industrial. Algunos defendían el terrorismo como vía hacia  la revolución. El primer paso lo dio la Federación de Trabajadores de la Regíón Española, en  1881. En 1907 se creó Solidaridad Obrera, sindicato que defendíó la huelga como forma  revolucionaria más eficaz. La Confederación Nacional del Trabajo (CNT) fue creada en  1910 para defender la acción directa (lucha obrera por medio de huelga, sabotajes  industriales, ocupación de fábricas y tierras) como estrategia. 

Regionalismo y nacionalismo surgieron como oposiciones nuevas al sistema de la  Restauración, alcanzando un gran desarrollo en los años finales del Siglo XIX. Como han  señalado historiadores como Álvarez Junco o Fusi, las demandas regionalistas (la  reivindicación de la cultura y la lengua propia de una regíón) pasaron a ser nacionalistas (la  convicción de que esa cultura configuraba una nacíón que puede aspirar a la formación de su  propio Estado) especialmente tras el Desastre del 98. En ambos casos se pretendía un  modelo de Estado descentralizado, opuesto al centralista del sistema canovista. Por ello, sus  objetivos fueron la creación de instituciones propias, la autonomía administrativa y, en  algunos casos, la independencia. Destacaron:  

⮚ Nacionalismo catalán. En los años treinta se había iniciado el movimiento literario y  cultural (Renaixença). Pero el catalanismo político se inicia en la Restauración con el  republicano federal Almirall, que fundó el Centre Catalá (1882) demandando una  mayor autonomía. Entre 1891 y 1892 se crea la Uníó Catalanista que promovíó las  Bases de Manresa, que recogían el primer programa del catalanismo e incluía un  proyecto de Estatuto de Autonomía. En 1901 se formó el primer gran partido  catalanista, la Lliga Regionalista, liderada por Prat de la Riba y Cambó. Se trataba de  un partido conservador que aspiraba a una autonomía de Cataluña, apoyado por  sectores de las clases medias y altas y vinculado a la industria local. Durante las dos  primeras décadas del Siglo XX fue el principal partido catalán. La clase obrera se  organizó alrededor del Centre Nacionalista Republicà, partido nacionalista de izquierda. 

⮚ Nacionalismo vasco. No tuvo su origen en movimientos culturales. Nacíó más tarde  que el catalán pero evoluciónó rápidamente. Reivindicó los fueros perdidos; criticó la  industrialización, el capitalismo y la inmigración, porque fracturaban la sociedad  tradicional vasca; dentro de una línea de pensamiento católica y antiliberal. En 1895  Sabino Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV), con escaso apoyo, por su  radicalismo antiespañol e independentista. Tras la muerte de Sabino Arana, sufre un  enfrentamiento interno entre el sector radical independentista, defensor de las ideas  puras de Arana, y otro más moderado, que apuesta por la autonomía manteniendo los  principios de Arana. Este último grupo logró atraerse a la burguésía industrial, con lo  que se convirtió en la fuerza mayoritaria. 

⮚ Regionalismo gallego. Nacíó a partir del movimiento cultural Rexurdimento, con un  tímido planteamiento político. Manuel Murguía fundó la Asociación Regionalista Gallega.  Pero el regionalismo gallego tuvo menor implantación social y un desarrollo más lento  que el catalán y el vasco.  

⮚ Otros regionalismos, como el andaluz (en torno al Ateneo de Sevilla y a la figura de  Blas Infante) y el valenciano (Renaixença y Teodor Llorente), inician su andadura más  tarde y con un menor peso político y social. 

9.2. La intervención en Marruecos. Repercusiones de la Primera Guerra Mundial en  España. La crisis de 1917 y el trienio bolchevique. 

La segunda fase del reinado de Alfonso XIII (1914-1923) se inició con el estallido de la  Primera Guerra Mundial (1914-1918). El rey había encargado formar gobierno al  conservador Eduardo Dato. Un sector de los conservadores no aceptó este liderazgo y,  encabezados por Maura, formaron un partido alternativo, lo que dividíó a los conservadores.  Durante su mandato decretó la neutralidad de España tras el estallido de la Primera Guerra  Mundial. Este conflicto marcó un compás de espera en los problemas políticos internos. La  neutralidad estimuló la economía, ya que se incrementaron las exportaciones de productos  industriales y agrarios a los países en guerra, lo que favorecíó el crecimiento industrial y la  acumulación de capitales. Sin embargo, también tuvo consecuencias negativas: provocó  inflación (al aumentar la demanda exterior) que no fue compensada con un aumento de  salarios y, al terminar la Gran Guerra, cierre de fábricas y minas (al descender las  exportaciones), lo que provocó un aumento del paro y conflictos sociales. 

El estallido de la crisis se produjo en 1917, con la protesta generalizada contra el  Gobierno, en la que se vieron implicados los militares, los partidos al margen del turno  dinástico y las organizaciones obreras. Van a coincidir en el tiempo tres conflictos que podían  haber acabado con el sistema si hubiera existido una unidad de acción entre sus  protagonistas, pero sus intereses eran muy distintos: 

∙ Crisis militar. Se produjo un enfrentamiento entre el gobierno y el Ejército, que se  quejaba de la escasez de medios y de los bajos salarios. Los oficiales de baja y media  graduación habían creado, en la clandestinidad, las Juntas Militares de Defensa, que  reclamaban aumento salarial y se opónían a los ascensos por méritos de guerra (lo cual  beneficiaba a los militares africanistas), reivindicando la antigüedad como único criterio.  Publicaron un manifiesto, vagamente regeneracionista, que conténía un repertorio de  quejas. El apoyo de Alfonso XIII a sus pretensiones fue determinante y el nuevo gobierno  tuvo que reconocer a las Juntas Militares de Defensa como portavoces del Ejército. 

• Crisis política o parlamentaria. Las prácticas de corrupción política continuaban y en  Julio la oposición reclamó la reapertura de las Cortes, que habían sido cerradas por Dato,  ante la situación de crisis. Ante la negativa gubernamental, los dirigentes de la Lliga  Regionalista, los republicanos y los socialistas convocaron una Asamblea de  Parlamentarios en Barcelona, que reclamó la convocatoria de Cortes Constituyentes  para acabar con el caduco sistema político de la Restauración y definir una nueva  organización del Estado sobre la base de la descentralización. La Asamblea fue disuelta  por la Guardia Civil y el movimiento no tuvo continuidad. 

• Crisis social: la huelga general de 1917. Las centrales sindicales UGT y CNT habían  mantenido contactos para convocar una huelga general contra el régimen político y  contra el deterioro del nivel de vida de los trabajadores. Sólo tuvo éxito en Barcelona,  Zaragoza, Madrid, Bilbao y las cuencas mineras asturianas. La respuesta del Gobierno fue  enérgica: detuvo al comité de huelga y el Ejército aplastó el movimiento. Aunque la  huelga fracasó en sus objetivos, debilitó aún más al sistema político de la Restauración y  radicalizó a la oposición. 

Entre 1918 y 1923 se produjo la crisis final del sistema, Los Gobiernos que se  sucedieron fueron cortos, algunos de concentración. Empeoró la coyuntura económica, ganó  fuerza el sindicalismo, crecíó la conflictividad social y hubo más huelgas, sin que se  consiguiera contener la inflación y restablecer el orden social. En ese contexto, el Ejército 

tomó un protagonismo cada vez mayor en la vida política, convirtiéndose en el agente  represor de los episodios revolucionarios y presentándose como una solución de fuerza capaz  de salvar a la Monarquía. A partir de 1919 el problema de la crisis política se agravó por la  intensa conflictividad social: obreros y campesinos pedían reformas laborales y cambios en  la estructura de la propiedad que los patronos no estaban dispuestos a conceder. La violencia  de los obreros fue contestada con violencia patronal, especialmente en la ciudad de  Barcelona, donde la patronal creó el Sindicato Libre para actuar contra los líderes del  movimiento obrero. Fue la época del pistolerismo. Los sectores radicales del anarquismo  respondieron con acciones violentas. La violencia se extendíó también a otras ciudades, con 

atentados y asesinatos como el de Dato (por cenetistas) y el del líder anarquista Seguí (por  pistoleros a sueldo). 

LA GUERRA DE Marruecos

La política colonial marroquí influyó decisivamente en la vida española de la época: en  1909, el reclutamiento de reservistas provocó la Semana Trágica de Barcelona; y en 1921, el  Desastre de Annual aceleró el fin de la Restauración. Además la cuestión de Marruecos era de vital interés para los mandos del Ejército. 

Tras la Conferencia de Algeciras (1906), España obtuvo el reconocimiento de sus  derechos sobre el norte de Marruecos. En los primeros años de ocupación se habían  producido incidentes, como el ataque a Melilla y la derrota española del Barranco del Lobo  (1909). 

En 1912, Francia y España pactaron un nuevo reparto de Marruecos para hacer frente a  la resistencia de las tribus o cabilas rifeñas. El Protectorado español comprendía un enclave  en la costa atlántica (Ifni y Río de Oro) y el territorio de El Rif, una zona montañosa en el  norte, donde las cabilas opónían una fuerte resistencia al control español. 

Dado que Francia apenas tardó en hacer efectiva su ocupación, España se vio obligada  a hacer lo propio sin la preparación necesaria. El mantenimiento de este protectorado era  costoso y provocaba un fuerte descontento popular por los reclutamientos forzosos para una  guerra que solo interesaba a las compañías mineras y a un sector del Ejército que veía en ella  la oportunidad de recuperar el prestigio perdido tras el Desastre del 98. 

Las cabilas rebeldes seguían al líder Abd-el-Krim, organizador de una ofensiva de  guerrillas contra los españoles. En el verano de 1921, desde Melilla, el general Fernández  Silvestre inició una campaña con el objetivo de extender el control español alrededor de  Melilla, adentrándose en el corazón del Rif sin haber protegido suficientemente su retaguardia  ni haber asegurado los abastecimientos. La reacción de los rifeños no se hizo esperar: las  cabilas atacaron por sorpresa el puesto español de Annual, provocando una gran desbandada  entre las tropas españolas, que perdieron todo el territorio ocupado. El Desastre de Annual 

puso en evidencia la deficitaria organización del Ejército y, aunque la llegada de tropas de  refuerzo permitíó recuperar fácilmente las posiciones perdidas, tuvo consecuencias  importantes para la estabilidad del sistema político. 

La derrota y la tragedia, que el gobierno trató de ocultar, provocó una gran conmoción  pública: críticas al rey, desprestigio y división del Ejército y oposición del PSOE y los  republicanos a la presencia española en Marruecos. Las Cortes abrieron una comisión de  investigación dirigida por el general Picasso para determinar las responsabilidades del  Ejército, del Gobierno y del propio Alfonso XIII, pero el Expediente Picasso (que ponía en  evidencia enormes irregularidades, corrupción e ineficacia en el Ejército español destinado en  África) no llegó a hacerse público porque el Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de  Rivera, con el apoyo del rey, presentó un manifiesto al país proclamando el estado de guerra  en 1923. El rey se negó a destituir a los sublevados y el Gobierno dimitíó. Alfonso XIII  entregó el poder a Primo de Rivera que establecería una dictadura militar entre 1923 y 1929. 

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