Turno dinástico definición

7.1.2. La alternancia en el poder y el bipartidismo. Manipulación electoral y caciquismo

El sistema político de la Restauración se basaba en la existencia de dos grandes partidos, conservador y liberal.
Ambos defendían la Monarquía, la Constitución, la propiedad privada y un Estado liberal, unitario y centralista. Eran partidos de minorías, de notables. La extracción social de sus fuerzas se nutría de las élites económicas y de la clase media acomodada. Los conservadores se mostraban más proclives al inmovilismo político y a la defensa de la Iglesia y del orden social, mientras los liberales estaban más inclinados a un reformismo de carácter más progresista y laico. El Partido Liberal-Conservador, liderado por Antonio Cánovas del Castillo, aglutinó a los sectores conservadores y tradicionales de la sociedad, herederos de los moderados. El Partido Liberal-Fusionista, liderado por Práxedes Mateo Sagasta, reuníó a progresistas, unionistas y antiguos republicanos moderados, que participaron en el Sexenio Democrático, y, que esperaban, sin hacer peligrar el orden social, poner en práctica, dentro del sistema de la Restauración algunos de los logros del Sexenio (sufragio universal masculino, ampliación de los derechos y libertades individuales). El sistema político de la Restauración era un sistema oligárquico en el que los resultados electorales no obedecían a la voluntad de los ciudadanos, sino a los intereses políticos-sociales que representaban el Partido Conservador y el Partido Liberal. Para el ejercicio del gobierno se contemplaba el turno pacífico o alternancia entre los dos partidos. El turno quedaba garantizado porque el sistema electoral invertía los términos de un sistema parlamentario, en el que el partido mayoritario en las elecciones recibe del monarca el encargo de gobernar. En la Restauración, cuando el partido en el gobierno sufría un desgaste político, el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno. Entonces, se convocaban elecciones para que el nuevo Gobierno construyera su mayoría parlamentaria. El instrumento para hacer efectivo el turno de partidos era el falseamiento electoral, basado en el encasillado, el fraude electoral y el caciquismo. El control del proceso electoral lo ejercían el ministro de laGobernación y los caciques locales. El ministro elaboraba la lista de los candidatos que deberían ser elegidos en cada circunscripción electoral (encasillado). Los gobernadores civiles transmitían la lista de estos candidatos a los alcaldes y caciques para que garantizaran su elección, por medio de un conjunto de trampas electorales: el pucherazo. Los caciques eran individuos que controlaban una circunscripción electoral.


El caciquismo era más evidente en las zonas rurales, donde los caciques controlaban los Ayuntamientos (certificados, sorteo de las quintas, reparto de las contribuciones) y la economía (puestos de trabajo). Estas prácticas se apoyaban en la abstención de gran parte de la población, cuya apatía electoral se explica por la no representatividad de las elecciones. La participación electoral no súperó el 20% en el período de la Restauración, a pesar de restablecerse el Sufragio Universal (1890).

7.1.3. Los gobiernos del turno dinástico durante la Regencia de María Cristina de Habsburgo


El nuevo gobierno liberal, el “Gobierno largo” (1885-90) de Sagasta, llevó a cabo una serie de reformas para incorporar al sistema algunos derechos de la Revolución del 68. Ley del Jurado (1888); leyes de libertad de cátedra y de imprenta; el Código Civil (1889). En 1888, se abolíó la esclavitud y, en 1890, se restablecíó el Sufragio Universal masculino. Se amplío el censo electoral de 800.000 personas a 5.000.000 con derecho a voto. Pero el caciquismo electoral impidió que el Sufragio Universal democratizara el sistema político. Frente a la “cuestión social”, los liberales, legalizaron las asociaciones obreras (Ley de Asociaciones, 1887) e iniciaron un tímido proceso de reformismo social. En 1883, ya se había creado la Comisión de Reformas Sociales, para informar sobre la condición obrera. Se promulgó una muy limitada legislación social y laboral (regulación de los trabajos peligrosos para los niños, creación de asilos para inválidos de trabajo, construcción de barriadas para obreros). La vuelta de los conservadores al poder, en 1890, supuso el reforzamiento de la política económica proteccionista (Ley de Aranceles de 1891) que satisfizo los intereses de los industriales catalanes y vascos y de los grandes propietarios agrarios castellanos. Sagasta y los liberales volvieron a gobernar entre 1892 y 1895. En Febrero de 1895, estalló una nueva guerra por la independencia en Cuba. En Marzo de 1895, se formó un nuevo Gobierno conservador presidido por Cánovas, que fue asesinado en 1897. Esto aceleró el turno dinástico y fue un Gobierno Sagasta el que tuvo que hacer frente a la guerra con los EEUU y al Desastre del 98).


3) El movimiento obrero durante la Restauración


Al inicio de la Restauración, se produjo una dura represión contra las organizaciones obreras. El Gobierno liberal de 1881 fue más permisivo y las asociaciones obreras fueron saliendo de la clandestinidad hasta su legalización en 1887. Por la industrialización, aunque fuera sólo en algunas regiones, crecíó la importancia de la clase obrera. Las corrientes anarquistas. En 1881, se creó la Federación de Trabajadores de la Regíón Española. Su mayor implantación se dio en Andalucía y Cataluña. Parte de los anarquistas optaron por la»acción directa» atentando contra los pilares del capitalismo: el Estado, la burguésía y la Iglesia. Era la propaganda por la acción, para desatar una revolución espontánea de las masas. Entre1893-97, se produjeron atentados contra políticos importantes de la Restauración y las bombas en el Liceo de Barcelona y en la procesión del Corpus. Los atentados fueron seguidos de una gran represión (en los procesos de Montjuïc (1897), fueron condenados y ejecutados cinco anarquistas. Como venganza por esta represión, el anarquista italiano Angiolillo asesinó a Cánovas. Los atentados dividieron al anarquismo entre los partidarios de la acción directa individual y los de una acción colectiva por medio de sindicatos. Esta tendencia, el anarcosindicalismo, con más fuerza en Cataluña, triunfará a principios del s-XX (CNT (1910)). Defendía la huelga general revolucionaria para acabar con la sociedad burguesa e instaurar la sociedad libertaria. Los marxistas fundaron el Partido Socialista Obrero Español (PSOE, 1879), liderado por Pablo Iglesias. EL PSOE se afilió a la II Internacional. Aunque participó en la vida política, no colaboró con los republicanos, por lo que no tuvo representación en Cortes hasta 1910. En 1888, en Barcelona, los socialistas crearon la Uníón General de Trabajadores (UGT), que respondía al modelo de sindicato de masas, que defendíó la negociación colectiva entre obreros y patronos y el recurso a la huelga. Partido y sindicato tuvieron en Madrid, Vizcaya y Asturias sus zonas de mayor influencia.


7.3.2. Las consecuencias del 98. El regeneracionismo


La derrota de 1898 sumíó a la sociedad y a la clase política española en un estado de desencanto y frustración. Significó la destrucción del mito del Imperio español, en un momento en que las potencias europeas estaban construyendo sus imperios coloniales, y la relegación de España a un papel secundario en el contexto internacional. La prensa extranjera presentó a España como una nacíón moribunda, con un ejército ineficaz, un sistema político corrupto y unos políticos incompetentes. Y esa visión cuajó en una parte de la opinión pública española. Pero, a pesar de la envergadura del «desastre» y de su significado simbólico, sus repercusiones inmediatas, en lo político y en lo económico, fueron menores de lo esperado. El sistema de la Restauración pervivíó. Los políticos conservadores y liberales se adaptaron a la retórica de la «regeneración», y el turno dinástico se mantuvo. Tampoco hubo crisis económica a pesar de la pérdida de los mercados coloniales protegidos y de la deuda causada por la guerra. En los primeros años del s-XX, se produjo una inflación baja, una reducción de la Deuda Pública y una considerable inversión proveniente de capitales repatriados de las antiguas colonias. La crisis del 98 fue fundamentalmente una crisis moral e ideológica. La crisis favorecíó la aparición de movimientos regeneracionistas que criticaron el sistema de la Restauración y plantearon la necesidad de una modernización de la política española. Estos movimientos contaron con el apoyo de las clases medias (destaca la acción organizativa de Basilio Paraíso) y cuyos ideales los planteó Joaquín Costa (Oligarquía y caciquismo), que propugnaba la necesidad de modernizar la economía y alfabetizar a la población («escuela y despensa»). El «desastre» cohesiónó a un grupo de intelectuales, conocido como la Generación del 98, caracterizada por una crítica
mordaz al atraso peninsular, planteando una profunda reflexión sobre el sentido de España y su papel en la Historia. Los movimientos nacionalistas conocieron una gran expansión en el País Vasco y Cataluña, donde la burguésía industrial fue consciente de la incapacidad de los partidos dinásticos para desarrollar una política renovadora y orientó su apoyo hacia las formaciones nacionalistas, que reivindicaban la autonomía y prometían una política nueva y modernizadora de la estructura del Estado y de la economía. La derrota militar supuso también un importante cambio en la mentalidad de los militares, que se inclinaron en buena parte hacia posturas más autoritarias, impulsadas por la ola de antimilitarismo que siguió «desastre». Esto comportó el retorno de la injerencia del ejército en la vida política española, convencido de que la derrota fue culpa de los políticos y del parlamentarismo.

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