Qué tratado puso fin al pacto de familia entre españa y francia

10.5. Evolución de la política exterior en Europa

El cambio de dinastía supone un giro total en la política exterior española. Tras la paz de Utrecht, España perdió sus territorios europeos (Países Bajos e Italia), lo que hizo que su centro de interés se desplazara al Atlántico. También se produjo un acercamiento a Francia, la eterna enemiga, tanto porque en ambos países reinaba la misma dinastía como por el hecho de que tenían como rival a Gran Bretaña que buscaba su expansión colonial a costa de Francia y España. Esta alianza se plasmó en los Pactos de Familia que se firmaron en 1733, 1743 y 1761 respectivamente, por los cuales España participo en el conflicto entre Gran Bretaña y sus colonias americanas en apoyo de estas últimas. El estallido de la Rev. Francesa supone un paréntesis en la alianza con Francia pues España participa en las Guerras de Coalición 1793-95 (coalición de diferentes países de Europa para acabar con la Francia Revolucionaria y devolver el trono a los Borbones)

. Tras la paz de Basilea España vuelve a su antigua política de alianza con Francia, ahora bajo el control de Napoleón Bonaparte (Primer tratado de San Ildefonso, 1796 y 2º Tratado de San Ildefonso, 1800) y en contra de Gran Bretaña. La consecuencia fue el desastre de Trafalgar (1805) y la destrucción de la flota franco española a manos británicas, lo que puso fin al resto del poderío marítimo español y tuvo dos importancias consecuencias: por un lado España no puede controlar el monopolio comercial americano, iniciando Gran Bretaña el contrabando a gran escala; por otro, Napoleón, sin flota, no puede aspirar a derrotar a Gran Bretaña en el mar y emprende el Bloqueo Continental. Para llevar a cabo esa política decide intervenir en España y firma en 1807 el tratado de Fontainebleau por el cual España se adhiere al bloqueo y permite la entrada de las tropas francesas en España para la ocupación de Portugal aliada de Gran Bretaña.

10.6. La política borbónica en América

(No entra en selectividad)
La nueva dinastía borbónica impuso cambios administrativos en América, con el fin de controlar con más eficacia a las colonias para obtener de ellas un mejor rendimiento económico.
El Consejo de Indias fue perdiendo competencias a favor de las correspondientes secretarias igual que la Casa de contratación que se disolvió en 1790. A los dos virreinatos existentes, Nueva España y Perú se añadieron otros dos, segregados del de Perú: Nueva Granada y el Río de la Plata.
Se creó un ejército regular americano y se establecieron intendencias, con las mismas atribuciones que las peninsulares.
También se adoptaron medidas económicas a lo largo del siglo:
En un primer momento se crearon compañías comerciales al estilo de las británicas y holandesas, como la Compañía Guipuzcoana de Caracas.
En 1735 se suprimió el tradicional sistema de flotas y galeones (las mercancías con destino a América se embarcaban todas juntas una vez al año en flotas escoltadas por galeones de guerra) por el sistema de registros, en el que los particulares podían cargar sus mercancías en barcos autorizados (registros) que partían cuando querían desde Cádiz. Los decretos de 1765 y 1778 autorizaron el libre comercio directo, suprimiendo el monopolio de Cádiz, esto fue un gran estímulo para la industria y el comercio, en especial para Cataluña.
Aunque el comercio con América aumentó como resultado de estas medidas, el mercado era excesivo para la industria peninsular, por lo que la mayoría de las manufacturas enviadas a América eran extranjeras y el volumen de contrabando era superior al comercio legal.

10.7. La Ilustración en España

Esta corriente del pensamiento llega a España de la mano de Carlos III a mediados del XVIII con la protección del estado. Carlos III, anteriormente rey de Nápoles, intenta introducir las nuevas ideas en España pero se va a encontrar con la resistencia de buena parte de la sociedad. La universidad española estaba en manos de gentes muy apegadas a la antigua enseñanza de teología y derecho canónico que rechazan los intentos de introducir nuevas disciplinas más acordes con las necesidades de la sociedad (medicina, derecho natural, ciencias, etc.). Por ello se crean nuevos centros de estudios como Academias Reales (Historia, Artes, Lengua), colegios, museos (Prado) y centros de investigación (Jardín Botánico, Observatorio Astronómico, en el Paseo del Prado de Madrid). Gracias a este impulso se publican tratados sobre todas las disciplinas, también de escritores europeos. La Inquisición, anterior freno en el desarrollo de la ciencia y el pensamiento en general, por temor a la entrada en España de ideas heréticas, pierde influencia, aunque no desaparece.
Los escritores y pensadores españoles, en líneas generales, siguen las ideas de los pensadores franceses en cuanto que consideran la razón la única luz que puede traer el progreso, critican las instituciones del antiguo régimen, y defienden el liberalismo en todos los órdenes de la vida (economía, política, pensamiento, educación…); en materia religiosa van del escepticismo a la crítica, lo que les trajo problema con la Inquisición, cuando, tras la Rev. Francesa, con Carlos IV, se vuelve a posiciones más conservadoras, y se mira con sospecha todo lo ilustrado.
Economistas como Jovellanos (Informe sobre la Ley Agraria, un estudio crítico sobre los antiguos usos de la tenencia de la tierra) o Cabarrús, ensayistas como José Cadalso (Cartas Marruecas,), Olavide o Feijoo, poetas y dramaturgos como Nicolás Fernández Moratín son buenos ejemplos de la Ilustración española

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