Regencia de María Cristina de Habsburgo

12.6. La Regencia de María Cristina de Habsburgo y el turno de partidos. La oposición al sistema. Regionalismo y nacionalismo.

La Regencia de María Cristina de Habsburgo:  En Noviembre de 1885 murió Alfonso XII. Quedó como regente su esposa, María Cristina de Habsburgo (1885-1902). La necesidad de garantizar la estabilidad del régimen de la regencia, llevó a los dos líderes, Cánovas y Sagasta, a establecer un acuerdo, el Pacto de El Pardo.
Compromiso de apoyo a la regencia, a facilitar el relevo del “turno de partidos” en el Gobierno cuando éste perdiera prestigio ante la opinión pública, y a respetar la legislación aprobada por el anterior gobierno.. Ambos partidos cumplieron el acuerdo y facilitaron una alternativa regular y pacífica, pero el pacto  contribuyó a agudizar la corrupción política y a falsear la voluntad popular.
el turno de partidos Entre 1885 y 1890 gobernó el Partido Liberal, durante el llamado “Parlamento Largo”, el único de la Restauración que duró casi hasta el límite fijado en la Constitución. Sagasta, con un programa político bastante reformista,  restablecíó la libertad de cátedra y se amplió la libertad de expresión. También se restablecíó la libertad de asociación, facilitando así la expansión del movimiento obrero. Pero la reforma más importante fue la nueva ley electoral que establecíó en 1890, ahora de forma definitiva, el sufragio universal masculino, aunque continuó la manipulación electoral. Las primeras elecciones por sufragio universal, en 1890, dieron la victoria al gobierno conservador, sin que variara lo más mínimo el fraude. A su corta etapa de gobierno correspondíó la adopción de las medidas económicas encaminadas a modificar el sistema monetario y la adopción de una política proteccionista a través de la ley del arancel de 1891.
Todo ello en pleno auge del movimiento obrero, y con el despertar del nacionalismo en Cataluña, Valencia y el País Vasco como telón de fondo.
En Diciembre de 1892 los liberales formaron gobierno y volvieron a ganar «sus» elecciones, aunque con la sorpresa del acceso a las Cortes de un grupo republicano significativo, que incluso ganó en Madrid. Lo más destacado fue el proyecto de reforma para la administración y gobierno de Cuba, pero tropezó con la oposición cerrada de los intereses indianos. Precisamente ya se estaba gestando la insurrección cubana, que estalló en Febrero de 1895.  En Marzo de 1895, ante la gravedad de la situación, Cánovas fue llamado a formar gobierno.
La trayectoria de este gobierno estuvo marcada por la guerra de Cuba y por los intentos fallidos, primero mediante la negociación y luego a través de las armas, de dominar la isla. La guerra de desgaste que se prolongó a lo largo de 1896 y 1897. En España, comenzaron las protestas y peligraba el consenso liberal-conservador, cuando Cánovas murió asesinado el
8 de Agosto de 1897por Angiolillo, para vengar las ejecuciones de anarquistas en 1896

En Agosto de 1897, Sagasta, que formó el nuevo gobierno

Se intentó un nuevo proyecto de autonomía para Cuba, aún parecía posible la paz. Fue en ese momento cuando los Estados Unidos decidieron intervenir. Se aprovechó el estallido del acorazado estadounidense Maine, como pretexto para iniciar la  Guerra Hispano-Norteamericana, que llevó al desastre del 98.
Esto supuso un nuevo cambio político, pero el asesinato de Cánovas había propiciado la división de su partido y de todo el sistema canovista. 
En Marzo de 1899 formó gobierno conservador Francisco Silvela, que se rodéó de políticos partidarios de aplicar reformas, en la línea del regeneracionismo. Pero las divisiones internas del gabinete y el intento de aplicar un recorte de gastos y una reforma fiscal acabaron pronto con el proyecto, en parte por la oposición de los grupos oligárquicos, que amenazaron con una huelga de impuestos.
En Marzo de 1901 Sagasta volvía a formar gobierno y en Mayo de 1902 Alfonso XIII al cumplir la mayoría de edad era proclamado rey. Los gobiernos no cambiaban porque tuvieran o no el apoyo de las Cortes, sino por un mecanismo bien distinto. Cuando un partido experimentaba el desgaste de su gestión, se sugería a la Corona el nombramiento de un nuevo gobierno. El nuevo presidente era siempre el líder del partido hasta entonces en la oposición, y recibía junto con su nombramiento el decreto de disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones, en función de los acuerdos que se pactaban con la oposición. Entonces actuaba su recién nombrado ministro de Gobernación, que “fabricaba” los resultados electorales desde el llamado encasillado del Ministerio, adjudicando escaños a partidarios o adversarios. A continuación se procedía a manipular las elecciones a través de la extensa red de “caciques” y autoridades repartida por todo el país.
Dado el analfabetismo generalizado y el férreo control que los caciques ejercían sobre los pueblos, conseguir el resultado pactado era bien sencillo, y de esta forma se obténía, invariablemente, una holgada mayoría para el partido gobernante, que podía actuar así sin dificultad.

LA OPOSICIÓN AL SISTEMA

Tras la Restauración, el movimiento obrero pasó a la clandestinidad. Escindido ya claramente en dos corrientes diferentes, socialista y anarquista. 
El anarquismo se reorganizó muy lentamente, desde 1881 pudo actuar legalmente con la fundación de la Federación de Trabajadores de la Regíón Española, con gran influencia en Cataluña, Aragón, Valencia y Andalucía, se inclinaron por un activismo predominantemente sindical y reivindicativo.
Sin embargo, una minoría de radicales optó por la acción directa, es decir, la huelga violenta o el atentado. El final de siglo, se caracterizó por una oleada de atentados.
Y la respuesta contundente de las autoridades  de acción-represión. 
Los socialistas madrileños se reorganizaron en torno al núcleo de los tipógrafos, sector numeroso en Madrid. Fueron ellos quienes, junto a algunos intelectuales y otros artesanos fundaron en Mayo de 1879 el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
En 1888, cuando ya había agrupaciones socialistas en las principales ciudades del país, se fundó en Barcelona la Uníón General de Trabajadores (UGT), un sindicato socialista.

Pablo Iglesias era su líder indiscutible

En 1890 se celebró por vez primera el 1º de Mayo, siguiendo la consigna de la II Internacional. En las elecciones municipales de 1891 el PSOE obtuvo cuatro concejales en las grandes ciudades. Su oposición a la guerra de Cuba en 1898, aumentó su popularidad.
 El republicanismo, durante la Restauración, experimentó un fuerte retroceso.
A la represión y se uníó la propia división interna. En estas condiciones, los republicanos se limitaron a reunir grupos de “notables”, formados por comités que casi siempre limitaban su actuación a la época de las elecciones y que invariablemente obténían un puñado de escaños, asegurando así a sus líderes la supervivencia política. Ya no tenían el respaldo del movimiento obrero, ni de las burguésías periféricas, que se inclinaban hacia los nacientes partidos regionalistas y nacionalistas. Aun así, lograron mejorar sus resultados electorales gracias a la implantación del sufragio universal. Con una veintena de diputados en la mayoría de las legislaturas, con algunas victorias sonadas en las elecciones municipales, como en 1892, cuando lograron triunfar en Madrid y en otras ocho capitales de provincia.

Regionalismo y nacionalismo

Hasta la Restauración, la reivindicación foralista o nacionalista se había canalizado a través del republicanismo federal, si era progresista, y del carlismo, cuando era conservadora. Debilitadas ambas corrientes, surgieron entonces movimientos que reivindicaban los derechos históricos catalanes, vascos, valencianos, gallegos y andaluces. El movimiento regionalista fue más fuerte y surgíó antes en Cataluña y el País Vasco, al existir allí una diferenciación lingüística que cimentó el sentimiento nacional, y una burguésía desarrollada en la que arraigó la ideología nacionalista. Si bien en España tuvo caracteres propios, fue un fenómeno común a toda Europa, que en la misma época experimentaba el auge de un nacionalismo a veces imperialista.
En Cataluña el primer nacionalismo surgíó en torno a intelectuales como Valentí Almirall o Prat de la Riba.
En 1892 los grupos liderados por ambos se fusionaron en la Uníó Catalanista, cuyo programa fundacional, las Bases de Manresa, constituyó el documento básico del nuevo nacionalismo catalán. Movimiento esencialmente burgués, no planteaba la secesión ni una actitud de lucha contra el Estado español, sino una propuesta de sistema federal en el que las regiones obtuvieran un régimen de autogobierno con instituciones propias. El movimiento se expandíó a lo largo de los años noventa y tomó importante auge en instituciones catalanas.
El movimiento vasco surgíó en fechas más tardías. En 1895 Sabino Arana fundaba el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en torno a un grupo de reivindicación foral vizcaíno. Aunque en un principio sus planteamientos fueron muy radicales, proponiendo la secesión frente al Estado español, poco a poco fue suavizando su postura al tiempo que ganaba adeptos en Vizcaya, renunciaba al separatismo y conectaba con el ideario cristiano para fundamentar una opción nacionalista más bien conservadora. Pronto arraigó fácilmente en unas clases medias que veían con temor el crecimiento del socialismo entre la clase obrera vasca. Arana, líder indiscutible del movimiento, cuidó también de desmarcarlo del carlismo, del que rechazaba su ideología reaccionaria. Más débiles, ante la falta de una burguésía fuerte que los impulsara, los nacionalismos gallego, valenciano y andaluz, que tenían ya defensores en algunos intelectuales a finales del siglo, sólo se desarrollarán en los comienzos del Siglo XX.
El carlismo, en 1879,  se reorganizó como un movimiento católico y efectuaron una política muy agresiva. A partir de 1890 el marqués de Cerralbo estuvo al frente del carlismo, reconstruyéndolo como un moderno partido de masas, esta formación conseguíó algunos diputados en la última década.

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