Reinado de Alfonso XII: el sistema canovista y la constitución de 1876

1. LAS BASES DE LA RESTAURACIÓN

Tras el Golpe de Estado dado por el general Pavía el 3 de Enero de 1874, el general Serrano encabezó el gobierno provisional y dedicó sus esfuerzos a finalizar la guerra carlista.

Dentro del sistema liberal en el que nos encontramos, las corrientes políticas son los conservadores y los progresistas. Cánovas, líder del partido liberal-conservador, era partidario de la vuelta de la monarquía española. Por esa razón, redactó el ‘’Manifiesto de Sandhurt’’ a la nacíón, en el que afirmaban que la única solución residía en el establecimiento de la monarquía tradicional con Alfonso XII como rey.
A pesar de que Cánovas no era partidario de los ejércitos ni de nuevos pronunciamientos, estuvo a favor del pronunciamiento de Martínez Campos el 29 de Diciembre de 1874, quien proclamó a Alfonso XII como rey de España.

Ya con Alfonso XII en el trono, Cánovas necesitaba el apoyo de los ciudadanos de ideologías monárquicas para conseguir la uníón y, con ello, sentar unas bases sólidas para conseguir una monarquía fuerte. Cánovas sentó sus bases en las Cortes y en el Rey, pero primero debía unir a todos los monárquicos.

Las primeras medidas para conseguir estos apoyos fueron acercar posturas con la Iglesia (que dio la espalda al carlismo) y conseguir un ejército afín al sistema. Para evitar futuros levantamientos militares, se nombró al rey como jefe del ejército. Otra medida fue la eliminación de periódicos que se opónían al régimen. Por último, el gobierno central renovó los cargos provinciales y de los ayuntamientos.

Por tanto, este régimen contaba con el apoyo de la Iglesia, de la oligarquía y de los altos oficiales del ejército.

La nueva Constitución fue creada gracias a la convocatoria de Cortes Constituyentes, respetando la legalidad vigente. Estas fueron elegidas por sufragio universal y a su vez, fueron manipuladas, dado que el 90% de los diputados formaban parte del partido de Cánovas.

Se elaboró la Constitución de 1876, la cual se mantuvo vigente hasta 1923. Constaba de 89 artículos, entre los cuales destacan la proclamación de una soberanía nacional que recae sobre el rey y las Cortes, el sufragio censitario (hasta el 1890), la elección de los miembros del senado por el rey, el establecimiento de un estado confesional con libertad de culto, la carencia de una división de poderes (el poder ejecutivo y legislativo recaían sobre el rey y las Cortes) y una serie de amplios derechos ya establecidos en la Constitución de 1869.

No obstante, más tarde se elaboraron ciertas leyes que regularían estos derechos expuestos en la constitución, como por ejemplo la libertad de prensa.

Este nuevo sistema ficticio se caracterizaba principalmente por el turnismo. Los ideales de Cánovas sosténían que el control del país debía recaer sobre la figura compartida del rey y de las Cortes, junto con la existencia de dos partidos afines al sistema y al modelo de gobierno inglés.

Debido a esto, el turnismo se basaba en un sistema por el cual los partidos rotaban entre sí a la hora de gobernar dada las manipulaciones electorales. Esto se debe al sufragio censitario (solo 5% son electores).

Se configuran, por tanto, dos grandes partidos representados por miembros de la oligarquía:

– Liberal-Conservador, dirigido por Cánovas y compuesto por diputados de la alta burguésía terrateniente, alto funcionariado militar o civil y nobleza del sur de la Península.

– Liberal-Progresista, dirigido por Sagasta y formado por progresistas demócratas. Integrantes a favor de la constitución de 1869.

Esto crea un sistema estable y, a la vez, con contrastes debido a las diferentes ideologías de los partidos.

La Restauración
Moderada (1875-1902)

Cánovas pretende llevar a cabo una administración legislativa y legal. La primera constatación de esto fue la abolición de los fueros vascos para acabar con las bases del carlismo y poder llevar a cabo una política centralista.

El centralismo, con eje en Madrid, se hizo evidente en la reorganización de las diputaciones provinciales y los ayuntamientos.

A lo largo de este período, surgieron movimientos obreros que provocarán diversos cambios.

El primero de ellos fue la aparición del PSOE, un partido político dirigido por obreros de ideología socialista. En 1888, se crea la UGT, una asociación obrera derivada del PSOE que hace frente a la demanda laboral y a los temas económicos.

Además, los ataques anarquistas no cesaron, hecho que generó cierto interés entre el campesinado debido a la abolición de la propiedad privada y a la destrucción del sistema.

Otro de los cambios tuvo lugar en la Iglesia, donde existía un debate acerca de la enseñanza y donde se acepta el matrimonio civil en 1886.

Todo esto provoca la existencia de una división social en tres corrientes. Una de ellas está a favor del tradicionalismo que tienen representación en los partidos del turnismo. Otra, a favor de los nacionalismos y del republicanismo sin representación. En la última corriente encontramos al proletariado con partidos políticos como el PSOE y organizaciones como el CNT.

El turnismo era la fórmula política que daba a ambos partidos la posibilidad de alternarse en el Gobierno, capitalista y centralista cuyas bases residían en la soberanía del rey y de las Cortes.

El poder local recae sobre los caciques, personas influyentes en el interior de las localidades y hasta provincias. Eran pertenecientes a la burguésía y afines al sistema. A veces, eran elegidos por el gobierno central. Son los responsables de actuar como intermediarios entre el Estado y la vida local y del ‘’Pucherazo’’ electoral, es decir, de la manipulación de votos.

En 1885 muere Alfonso XII, con lo que se creó una situación de inestabilidad ante la continuidad del régimen. Por ello, Cánovas y Sagasta llegaron a un acuerdo donde se establece que, a pesar de la muerte del rey, el sistema no va a cambiar (Pacto de el Pardo).

Comenzó así el período de la regencia de María Cristina de Habsburgo, reina regente del hijo póstumo de Alfonso XII.

Todos los testimonios señalán una especial confianza con Sagasta, haciendo evolucionar el régimen hacia la democratización. Entre las medidas se encuentran la ley de libertad de reuníón y expresión, ley de prensa (1883), libertad sindical (1887), sufragio universal masculino (1890), etc.

En cuestiones económicas, la desigualdad era creciente debido a que los partidos burgueses tienen leyes que les benefician a ellos. El 75% de los trabajadores se dedicaban a trabajos agrarios. La agricultura es un sector muy atrasado y basado en el latifundismo y proteccionismo. La industria, por otro lado, estaba sectorizada, teniendo puntos importantes en Cataluña, País Vasco y las minas andaluzas.


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