Transformación de las ciudades medievales

La ciudad se convirtió en un centro de producción de objetos manufacturados. Los artesanos del mismo oficio se agrupaban en calles que recibían el nombre de su actividad: curtidores, plateros… El trabajo artesanal se realizaba en pequeños talleres, donde el propietario era el maestro artesano, disponía de sus herramientas, habitaba una casa que era a la vez taller y vivienda, y que se abría al exterior para poner sus productos y poder venderlos. Los artesanos de cada ciudad se organizaban en gremios por oficios, para protegerse de la competencia de los artesanos de otros lugares y supervisar la producción. Dentro existía una organización jerárquica muy rígida, en primer lugar debía ser aprendiz, tras unos años oficial, finalmente maestro artesano, que podía tener su propio taller. El gremio se ocupaba de mantener el cumplimiento de una serie de normas: nadie podía realizar su oficio en una ciudad sin su permiso, todos los artesanos debían trabajar las mismas horas y utilizar el mismo tipo de herramientas, controlaban la cantidad y calidad de los artículos que se producían y fijaban su precio.

Función esencial de los núcleos urbanos

Albergar el mercado al que acudían los campesinos para intercambiar productos agrícolas. El aumento de la seguridad en los caminos facilitó el traslado de las mercancías y la aparición de nuevas rutas. Muchas señalaron unos días especiales para hacer mercado y decretaron leyes que protegían a los mercaderes. Se crearon las ferias, mercados extraordinarios que reunían a gentes de toda la comarca. El comercio marítimo adquirió mayor importancia con la mayor capacidad y velocidad de los barcos. La primera gran ruta marítima unía el Mediterráneo occidental con el oriental, desde Venecia, Génova, Marsella, Barcelona, Valencia, Oriente Próximo y el Imperio Bizantino. Importaban productos de lujo, y exportaban tejidos, armas y herramientas. En el Atlántico y el Báltico, desde Lisboa y los puertos castellanos del Cantábrico hasta los del mar Báltico, transportaban lanas, vinos, pieles, maderas y trigo, convergiendo en las ciudades de los países bajos.

Transformación social

El crecimiento de las ciudades transformó la sociedad feudal. Nuevas urbes acogieron a multitud de personas dedicadas al trabajo artesanal y al comercio, no dependían de ningún señor feudal. Estimuló la formación de un nuevo grupo social, la burguesía. La riqueza de la burguesía era el dinero que cobraban por su trabajo, venta de sus productos o beneficios que generaban sus negocios. Según su riqueza, se distinguían alta burguesía, grandes comerciantes y banqueros, y pequeña burguesía, maestros artesanos y pequeños comerciantes. Vivían en las ciudades grupos sociales, integrados por grandes humildes: oficiales, aprendices de los gremios, criados, gente sin oficio y mendigos. Solían asentarse minorías religiosas como los judíos, vivían en barrios separados, las aljamas o juderías se cerraban por la noche.

Organización política y cultural

En las ciudades se eligieron magistrados, que velaban por las finanzas, orden y justicia, dirigidos por un alcalde. El ayuntamiento era el edificio donde se reunían y el lugar donde se guardaba el sello, escudo de armas, archivo de documentos y tesoro de la ciudad. Con el tiempo, el gobierno fue quedando en manos de las familias más ricas, constituyeron un grupo privilegiado, el patricio urbano. En los siglos X y XI, en Europa occidental, leer y escribir era tarea reservada a clérigos, funcionarios reales y ricos mercaderes. Los cleros monásticos eran los principales lugares de cultura. Cuando avanzó la mejora de las condiciones económicas y el desarrollo de la vida urbana, se propició un mayor interés por la cultura entre nobles y burgueses, lo que potenció las escuelas.

Fortalecimiento del poder real

En los siglos XII y XIII, la monarquía ejercía un escaso poder sobre el territorio de su reino. Los reyes no podían imponerse a los señores feudales al no disponer de suficientes recursos económicos para mantener el ejército o la administración del reino. En el siglo XII, los monarcas aprovecharon el crecimiento económico y el auge de la burguesía para intentar imponer su autoridad sobre la nobleza feudal y garantizar la unidad y estabilidad del territorio de su corona. Los burgueses necesitaban una libertad personal y seguridad para desarrollar su actividad comercial por caminos, mares y ciudades. Aspiraban a dictar sus propias leyes, elegir a sus jueces, tener su propio gobierno local. Para ganarse el apoyo de la burguesía, los reyes ofrecieron cartas de privilegios, se reconocía la condición de libres a sus habitantes y el derecho a establecer su propio gobierno, les ofrecieron monopolios comerciales, permisos para abrir mercados, garantías para circular por todo el reino. Los burgueses facilitaron a los monarcas recursos económicos para defender y administrar el reino, e imponerse a los señores feudales.

Consolidación del poder real

En las reuniones del consejo o corte real, formado por los representantes de la nobleza y el clero, la monarquía impuso la presencia de los representantes de la burguesía, primero en ocasiones extraordinarias y más adelante de forma regular. Al convocarlos, el rey pretendía reconocer la importancia de este estamento, pedirles dinero, los subsidios. Estas reuniones del rey con los tres estamentos recibían el nombre de cortes o parlamentos.

Conflictos y crisis

El empeño de algunas monarquías por afianzar su poder y un reino con fronteras claras originó conflictos. El conflicto más grave, la Guerra de los Cien Años, enfrentó a Francia e Inglaterra entre 1337 y 1453, se inició por un problema sucesorio. El conflicto finalizó con la victoria de Carlos VII de Francia, siendo el primer enfrentamiento medieval entre estados. A principios del siglo XIV se produjo en Europa una crisis agraria debida a una sucesión de malas cosechas. La consecuencia fue la disminución de la producción de trigo y la expansión del hambre por todo el continente. A este problema se unieron los daños provocados por las frecuentes guerras entre señores feudales o monarcas. El periodo más duro se inició en el año 1347, cuando la peste negra asoló Europa.

Impacto en la sociedad

El descenso de la población empezó a escasear la mano de obra y muchas tierras de cultivo quedaron abandonadas. Muchos señores vieron cómo caían sus ingresos y sus rentas. Para compensar, aumentaron los impuestos, endurecieron las condiciones de la servidumbre mediante la imposición de los llamados malos usos. La falta de alimentos, subida de precios y empeoramiento de las condiciones de vida aumentaron las tensiones sociales en el campo. La crisis llegó a las ciudades, con una mortalidad más elevada, la escasez y el encarecimiento de los alimentos, el descenso de la actividad artesanal y la reducción del comercio, arruinando a muchos artesanos y comerciantes y extendiendo la pobreza entre las clases populares. Ante el aumento de la miseria, los grupos más desfavorecidos exigieron mejoras y también un mayor acceso a los cargos municipales, monopolizados por el partido urbano. Las revueltas se extendieron por numerosas ciudades europeas y a menudo comportaron asaltos a los barrios judíos. Todas estas revueltas fueron fuertemente reprimidas por los nobles feudales, la alta burguesía urbana y la autoridad real.

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