Uniformes españoles de la guerra de sucesion

Tema 5: los primeros Borbones (1700-1788)


A principios del siglo XVIII, la dinastía francesa de los Borbones ocupó el trono español. Estos reyes siguieron el ejemplo de Francia y se alejaron del sistema de gobierno que heredaron de los reyes católicos, reforzaron el poder central y sentaron las bases para la configuración de un Estado Unitario.
Internacionalmente, España dejo de ser la primera potencia de Europa y se convirtió en una potencia de segundo orden, supeditada a los intereses franceses. A finales del siglo, la crisis económica y social, junto a la influencia de la revolución francesa, provocaron la quiebra del antiguo régimen.

1.EL CAMBIO DE DINASTIA: LA GUERRA DE SUCESION:


A finales del siglo XVII, con la desaparición del predominio español en Europa, 2 potencias se disputaban el papel hegemónico: Francia y el imperio austriaco. En este contexto España se convirtió en objeto de disputa internacional.

1.1Las causas de las guerra:


A la muerte de Carlos II le surgieron dos pretendientes a la corona española: el archiduque Carlos de Austria y el príncipe Felipe de Anjou.
Ambos eran descendientes de la familia de los Austrias españoles.
Carlos II declaró heredero del trono español, antes de su muerte, al príncipe francés Felipe de Anjou. Creía que sería posible mantener la integridad del reino y acabar con el peligro de guerra con la poderosa Francia. Esta elección tenía dos limitaciones: las coronas de España y Francia no deberían unirse en una misma persona y se debía mantener la integridad de los territorios españoles.
Nadie, salvo Austria, se opuso a la designación de Felipe de Anjou con el rey de España con el titulo de Felipe V.

Pero pronto las potencias europeas recelaron del enorme poder que suponía el hecho de que la monarquía francesa y la hispánica estuvieran gobernadas por miembros de la misma familia, la de los Borbones. Con el fin de enfrentarse a esta posibilidad, en 1701 se constituyó la Gran Alianza de La Haya formada por Austria, Gran Bretaña, Países Bajos y Dinamarca. Más tarde se unieron a ella Portugal, Prusia y Saboya. En 1702 los miembros de la Gran Alianza declararon la guerra a Francia, iniciándose la guerra de sucesión española. En 1703 el archiduque Carlos de Austria fue proclamado en Viena rey de España con el titulo de Carlos II.

1.3Las consecuencias del conflicto

Los acuerdos que pusieron fin a la guerra de sucesión conllevaron al establecimiento de un nuevo mapa político europeo.
Los borbones de Francia y de España renunciaron a la posibilidad de una unión.
Los grandes beneficiarios fueron Austria y Gran Bretaña.
Austria adquirió la mayor parte de los territorios europeos de la monarquía hispánica. Gran Bretaña logró algunas adquisiciones territoriales y sobre todo la entrada en el mercado de la América española.
La gran derrotada fue España que tuvo que ceder casi todas sus posesiones en Europa, como Gibraltar y Menorca y entregar el control del comercio americano.
Todos estos hechos marcaron el indudable declive de la antaño primera potencia continental.
España quedó reducida a los límites actuales, con la excepción del imperio americano. En el orden interno se implanto un absolutismo centralista y uniforme, lo que conllevo la abolición de la mayoría de los fueros de los antiguos reinos hispánicos.

2.LA NUEVA ORDENACION DEL ESTADO:


La nueva dinastía borbónica, liberada de las obligaciones de sus antecesores centro sus esfuerzos en la renovación interior y en restaurar el prestigio perdido. Para ellos llevo a cabo una profunda reforma del Estado, aplicando nuevas formas de gobernar.

2.1 los decretos de Nueva Planta

El fin de la guerra supuso el triunfo del absolutismo de carácter centralista y uniformador. España había entrado en el siglo de las Luces tras una guerra civil y se iniciaba una nueva etapa en la que vencedores y vendidos debían emprender la tarea de reconstruir la monarquía hispánica. En los reinos que había resultados derrotados en la guerra de sucesión (Aragón, Cataluña, valencia, Mallorca) se estableció una nueva organización de la monarquía. La abolición de los fueros en cada uno de ellos fue seguida de sus instituciones y de la implantación de una monarquía absoluta muy centralizada, que seguía la tendencia marcada por Luis XIV en Francia.
Se consideraba que la mejor manera de gobernar los reinos era con unas mismas leyes y con unas instituciones parecidas que fuesen dependientes de la corona.
Esta nueva forma de gobierno se articuló mediante los llamados Decretos de Nueva Planta.
En 1707 se promulgó el primer Decreto de Nueva Planta que abolía los fueros de Aragón y Valencia.
El segundo decreto se promulgó en 1715 para el reino de Mallorca. En 1716 se publicó el tercer decreto destinado al principado de Cataluña, que elimino sus instituciones de gobierno tradicionales. Solo vascos y navarros mantuvieron sus prerrogativas históricas como premio a su fidelidad a Felipe V.
La organización de las zonas sometidas a los Decretos de Nueva Planta siguió el modelo de las instituciones castellanas, con algunas influencias francesas.
Los virreyes fueron sustituidos por los capitanes generales, que desempeñaban funciones militares y gubernativas. Las audiencias se encargaban de los asuntos judiciales y de asesorar a los capitanes generales.
Los intendentes se crearon para fiscalizar la administración del territorio que se les había designado.
En todos estos territorios se implantó un sistema de contribución única, basado en la recaudación de una cantidad fija para cada reino. Estos nuevos tipos impositivos, como la contribución en como Aragón, el equivalente en Valencia y la talla en Mallorca y el catastro en Cataluña, contribuyeron en la modernización de la economía al dotarla de una cierta estabilidad.
Las tendencias uniformadoras se aplicaron también mediante la obligación del uso del castellano en la nueva administración.

2.2 La centralización y la reforma administrativa:


La idea de un absolutismo ilustrado triunfó en casi todas las monarquías europeas. Los Borbones españoles no fueron una excepción a esta tendencia política. La monarquía ilustrada se vio reflejada a partir del reinado de Fernando VI y culminó con el de Carlos III. Para los políticos ilustrados, el Estado debía ser el promotor de los cambios que se necesitaban para restaurar el poder de España.
La primera característica es la de una gran centralización política y una homogeneización de las instituciones en toda la Corona.

Los órganos de gobierno:


Una serie de secretarías, se encargaron de los asuntos de gobierno. Al frente de cada una de ellas figuraba un responsable directamente nombrado por el rey. La reunión de estos responsables de las secretarías constituía el gabinete.
A partir de estas secretarías se comenzó a gastar una incipiente y creciente burocracia.
La tarea Legislativa pasó a las instituciones directamente vinculadas al rey en detrimento de las Cortes. Estas perdieron su poder y sus reuniones fueron escasas, solo se convocaban para las peticiones del rey o para jurar a los herederos.
A partir de los Decretos de Nueva Planta se generalizó la implantación de los capitanes generales y de las audiencias.
Para el gobierno municipal se creó el cargo de corregidor, nombraba entre las élites urbanas a los regidores que le ayudaban en el gobierno local. Tampoco la iglesia escapó a los deseos de control por parte de la monarquía. Los reyes intentaron disminuir el poder temporal de la Iglesia como forma de fortalecer la iniciativa de los monarcas. Esta política se plasmó en el llamado regalismo o imposición de la autoridad real sobre los asuntos religiosos a partir de Carlos III.

La reforma fiscal:


Se tendió a la centralización de la recaudación de los impuestos. Solo las provincias vascas y el reino de Navarra siguieron disfrutando de autonomía fiscal.

La carga impositiva se distribuía en función de las propiedades rústicas o de las urbanas que tuviesen los súbditos, aunque los eclesiásticos, la nobleza y los altos funcionarios gozaban de privilegios. Hubo nuevas fuentes de ingresos como la lotería.

El gran proyecto fiscal de los ilustrados fue la llamada única contribución un sistema que debería basarse en una estadística segura de la propiedad de cada localidad. Este trabajo comenzó en 1749 bajo la dirección del marqués de la Ensenada.
El principal capítulo pendiente durante todo el siglo seguía siendo la alcabala, el impuesto indirecto que gravaba todas las transacciones comerciales y que soportaban las clases bajas.
A finales del reinado de Carlos III aumentaron los compromisos militares y las complicaciones exteriores, el Estado comenzó la emisión de vales reales, unos títulos de deuda considerada la primera forma de papel moneda en la historia de España. Para su control y gestión se creó el Banco de San Carlos, primer banco vinculado al Estado.
El nuevo sistema impositivo se aplicó en primer lugar en los territorios de la corona de Aragón; los intentos por establecer un sistema similar en Castilla fracasaron por la resistencia de la nobleza. Igualmente se frustó el intento de unificar las monedas de cada uno de los antiguos reinos.

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