Causas del franquismo

El 1 de Abril de 1939 finaliza la Guerra Civil con la victoria de las tropas nacionales frente a las republicanas, dando comienzo una nueva etapa política, la Dictadura de Franco, un régimen personalista, autoritario y militar que detentará el poder hasta el fallecimiento del dictador. El Estado franquista sustenta su legitimación en el triunfo en la contienda civil, hecho que permitíó a Franco afianzar su liderazgo con diferentes cargos: Generalísimo de los tres ejércitos; jefe del Estado, del Gobierno y del Partido Único; lo que supuso una concentración de poderes. El “Caudillo” lidera un sistema antidemocrático que responde a los intereses de las élites sociales y económicas que habían apoyado el levantamiento y que acabarán formando las diferentes “familias” que lo sustentarán, asimismo excluye cualquier atisbo de oposición política no dudando en ejercer para ello la violencia. En la búsqueda de la uniformidad política y administrativa del nuevo estado totalitario, se practicó una política centralista suprimíéndose los estatutos de autonomía y/o nombrando desde el ejecutivo a gobernadores militares y civiles, capitanes generales, alcaldes… Por lo que se puede afirmar que tenía un acusado carácter nacionalista (se persiguieron los nacionalismos periféricos y se ensalzó el “españolismo”). El Franquismo, y su perdurabilidad, se entiende si analizamos los tres grandes pilares que le dieron robustez: el Ejército, ostentando los militares puestos relevantes en la Administración y el Gobierno, a la vez que garantizaba el orden público; la Iglesia católica, instrumento de legitimación y encargada de la educación, así como del control religioso-moral, dando lugar a lo que se denominó el “nacionalcatolicismo”; y el partido único, la Falange (FET y de las JONS), luego integrada en el Movimiento, que tenía encomendado el control de los medios de comunicación y dotar al régimen de sus bases ideológicas y cuadros de mando. Además, para articular el aparato productivo se crearon los Sindicatos Verticales de afiliación obligatoria. El proceso de institucionalización de la dictadura, que carecíó de un texto constitucional, discurríó mediante la promulgación de una serie de Leyes Fundamentales desde 1938 a 1967, que aparecían según las necesidades políticas del régimen para asegurar su permanencia y continuidad. Así por ejemplo, el Fuero del Trabajo (1938) prohibíó el derecho a la huelga y los sindicatos obreros; la Ley Constitutiva de las Cortes (1942) creó una cámara meramente consultiva y sin capacidad legislativa; el Fuero de los Españoles (1945) pretendíó aparentar la concesión de ciertas libertades políticas; la Ley de Sucesión (1947) definíó a España como un reino y prevéía a la monarquía como sucesora del franquismo; la Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958) garantizó la integridad del Movimiento como partido único; en último lugar, la Ley Orgánica del Estado (1967) completó el entramado institucional. Esta legislación puso las bases del estado corporativo y creó los cauces de participación a través de unos supuestos órganos naturales de asociación: la familia, el municipio y el sindicato, modelo definido por la propaganda franquista como democracia orgánica. Con la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial el franquismo se alejó del fascismo, presentándose como un régimen católico, conservador y anticomunista, aunque mantuvo sus aspectos esenciales. La condena internacional en la ONU supuso una gran presión, pero la Guerra Fría y el acercamiento a EEUU provocaron la aceptación internacional al régimen a partir de los años 50 y el paso de la autarquía al desarrollismo. En 1973 comenzó la crisis del final del Franquismo, con la crisis económica provocada por el incremento de los precios del petróleo, el asesinato de Carrero Blanco, el crecimiento de la oposición, etc. Tras la muerte de Francisco Franco en 1975 se iniciará la Transición hacia la democracia que tendrá su punto álgido con la aprobación de la Constitución en 1978.


TRANSFORMACIONES Económicas DE 19559-73


La España de la Dictadura Franquista tras el fracaso del modelo autárquico y el fin del aislamiento internacional con la firma de acuerdos con Estados Unidos y la Santa Sede, conocíó entre 1959 y 1973 un intenso periodo de crecimiento económico denominado “desarrollismo” que a su vez estimuló profundos cambios sociales en un país totalmente anquilosado desde 1939. La reorientación de la política económica se inicia con la formación de un nuevo gobierno en 1957, en el que entran los “tecnócratas” vinculados al Opus Dei. Su proyecto más ambicioso fue el Plan de Estabilización de 1959, que puso fin a la autarquía y al intervencionismo estatal, iniciando la liberalización económica. A corto plazo se produjo un fuerte receso económico, con resultados traumáticos para los trabajadores (paro, bajada de salarios…). El nuevo impulso vendrá dado por los Planes de Desarrollo (1964-73), por el que las empresas privadas recibían ventajas y ayudas si se adaptaban a los objetivos marcados por el Estado. Uno de los instrumentos utilizados fueron los polos de desarrollo, doce en total, para promocionar la instalación de nuevas industrias en zonas deprimidas y así generar empleo. En conjunto, el aumento de la economía entre 1960 y 1973 fue acelerado y constante, duplicándose la renta per cápita. La modernización fue liderada por el sector secundario, en especial, los sectores químico, metalúrgico y del automóvil transformaron España en un país industrial. Además, el turismo europeo crecíó de manera espectacular y se asistíó a un proceso de terciarización económica. No obstante, el llamado “milagro español” presentó graves carencias: grandes desequilibrios regionales, con zonas altamente industrializadas frente a otras atrasadas, agrarias y despobladas; no solventó el déficit comercial; no fue capaz de dar empleabilidad a la mano de obra rural y no aumentó el gasto público para atender las necesidades de esta población creciente, lo que llevó a que los servicios públicos fueran claramente insuficientes (educación, sanidad, vivienda). En suma, los españoles alcanzaron un mayor nivel de vida debido a las medidas liberalizadoras del gobierno pero, sobre todo, gracias a la bonanza económica europea, que absorbíó el excedente de mano de obra, permitíó la inversión de capitales y aportó divisas y turistas. A su vez, esta expansión de la economía provocó una honda transformación de la sociedad. Así, entre los cambios demográficos sobresale el aumento exponencial de la población, dando lugar al llamado “baby boom” de los años 60. Por su parte, las migraciones siguieron una doble dirección: el éxodo rural hacia las ciudades (zonas industriales y focos turísticos), de manera que en 1970 dos terceras partes de la población vivía en núcleos urbanos; y la masiva salida hacia el extranjero (1,5millones), principalmente a Alemania, Francia y Suiza. Igualmente, cambió la estructura social caracterizada ahora por el predominio de las clases medias urbanas y la aparición de la familia nuclear. Estos factores junto con el aumento del empleo, los salarios, el turismo y la llegada de los retornados convirtieron a los españoles en una sociedad de consumo: mejoró la alimentación y la dotación de los hogares (tv, electrodomésticos…); aumentó la construcción de viviendas; se generalizó el uso del automóvil (SEAT 600), etc. Asimismo, contribuyeron a modificar las costumbres, las relaciones sociales, los gustos musicales, la moda, el alejamiento de un sector de las prácticas religiosas y la incorporación de la mujer al mundo laboral. Finalmente, todo este progreso social y cultural debilitó los cimientos del régimen, pues propició el nacimiento de los movimientos vecinales y de la oposición política, sindical y estudiantil. En definitiva, el período 1959-1973 estuvo marcado por un gran desarrollo económico, inserto en un marco general de expansión europea y mundial. Ese contexto exterior favorable permitíó abundantes inversiones extranjeras, una masiva llegada de turistas y la eliminación del paro mediante la emigración a Europa pero no soluciónó los importantes problemas estructurales del país ni la falta de libertades.


CRISIS FINAL 73La Dictadura Franquista, impuesta tras el final de la Guerra Civil por el bando ganador, fue transformándose para mantenerse en el poder, sin cambiar sus pilares fundamentales. A una primera etapa de autarquía y aislamiento internacional tras el final de la 2ª Guerra Mundial, le siguió una segunda etapa de reconocimiento internacional, tras la firma de acuerdos con Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría y de crecimiento económico denominado “desarrollismo”. El crecimiento económico puso de manifiesto los problemas estructurales, el desfase con respecto a Europa y la falta de libertades. Los momentos finales del franquismo, evidentes a partir de 1973, son años de agitación social, política y económica. En 1973 estalla una crisis económica internacional vinculada a la subida de los precios del petróleo efectuada por la OPEP, cuyo efecto inmediato fue: a) El incremento del déficit de la balanza comercial, al aumentar los gastos dedicados a la importación de crudo; b) El estancamiento del turismo y la reducción de la remesas monetarias de los emigrantes; c) El aumento del paro, especialmente en la industria y la construcción, y la elevación del déficit público al ampliarse los gastos sociales de cobertura del desempleo; etc. En el mismo año, y como consecuencia de su decaimiento físico, Franco formó un nuevo gobierno presidido por el almirante Luis Carrero Blanco, por primera vez se diferenciaban los cargos de jefe de Estado y presidente del gobierno. Seis meses después, el 20 de Diciembre, un atentado de ETA acababa con su vida asestando un golpe durísimo al mismo corazón del régimen, ya que, a parte del “Caudillo”, Carrero Blanco era el único capaz de mantener unidas a las diferentes “familias” ideológicas. El nuevo presidente del gobierno, Carlos Arias Navarro, anunció su intención de emprender una cierta liberalización en el denominado “espíritu del 12 de Febrero”, hecho que provocó la división del grupo franquista en dos bandos rivales: los aperturistas (partidarios de una tímida reforma desde dentro) y el búnker denominación popular dada al sector más inmovilista e intransigente. En el verano de 1974 dos acontecimientos aumentaron la incertidumbre: el anciano dictador fue hospitalizado y su estado de salud no permitía augurarle ya una larga vida; y por iniciativa, entre otros, del Partido Comunista, se constituyó la Junta Democrática, cuyo objetivo era sentar las bases para el establecimiento de un verdadero sistema democrático. Por su parte, el PSOE impulsó la Plataforma de Convergencia Democrática, junto con la Democracia Cristiana, la UGT y el PNV. Además, la protesta obrera y estudiantil resurgíó considerablemente, incluso se sintió en las propias filas del ejército a través de la Uníón Militar Democrática (UMD), y en el seno de la Iglesia tras el Concilio Vaticano II. Ante la escalada de atentados (ETA, FRAP y GRAPO) el gobierno hizo una demostración de fuerza promulgando una nueva Ley Antiterrorista (Agosto de 1975), en virtud de la cual Franco firmó en Septiembre cinco penas de muerte, a pesar de las peticiones de clemencia y las protestas internacionales. La coyuntura política internacional tampoco fue favorable al Estado franquista: tras la “Revolución de los Claveles” en Portugal y la caída de la “Dictadura de los Coroneles” en Grecia, el franquismo era un anacronismo en Europa. Además, aprovechando la debilidad de Franco, en Octubre de 1975, Hassan II, rey de Marruecos, impulsa la Marcha Verde sobre el Sáhara español. A la cabeza de la Marcha van civiles marroquíes, teóricamente desarmados, con banderas marroquíes y norteamericanas (prueba del apoyo de Estados Unidos). El Gobierno español, eludiendo sus compromisos favorables a la autodeterminación del territorio, lo abandonó atropelladamente y permitíó su partición entre Marruecos y Mauritania. Finalmente, el 20 de Noviembre de 1975, Franco moría finalizando con él su dictadura (1939-75). Tanto él como sus partidarios estaban convencidos de que todo quedaba “atado y bien atado”, y de que el nuevo rey, Juan Carlos I, continuaría con el franquismo. Los años venideros demostrarían que la Dictadura franquista era inviable más allá de la muerte de su fundador y que el nuevo rey, designado por Franco como su sucesor, iniciaría un nuevo camino: la transición hacia la democracia.

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