Consecuencias de las guerras napoleónicas y difusión de las ideas liberales

11.- LA Construcción Y Consolidación DEL ESIAPQ LIBERAL

11.1 EL REINADO DE Isabel II. LA Oposición AL LIBERALISMO: CARLlSMO Y Guerra Civil. LA Cuestión FORAL. CONSTITUCCION Y Evolución DEL ESTADO LIBERAL

Los primeros pasos del régimen liberal en España, durante la minoría de edad de Isabel II (1833-43), coinciden con la guerra civil, Primera Guerra Carlista o Guerra de los Siete Años (1833-40) entre las fuerzas gubernamentales y los partidarios absolutistas de Carlos María Isidro, tío de la reina.

Las causas de este largo conflicto fueron las siguientes:

– la cuestión sucesoria en torno a la legitimidad de Isabel de ocupar el trono. A los partidarios de Isabel y de su madre, la reina María Cristina, se les conocíó como «isabelinos» o «cristianos». En el otro bando estaban los carlistas, que reivindicaban a Carlos, hermano de Fernando VII, como rey de España, según la Ley Sálica, que no consideraban derogada. Tras la muerte de Carlos, sus descendientes siguieron encabezando esta facción: su hijo Carlos VI para los carlistas, el Conde de Montemolín y su nieto Carlos Vil. El pleito dinástico pervivíó hasta avanzado el Siglo XX.

– El enfrentamiento ideológico, pues los carlistas eran enemigos acérrimos del liberalismo. El carlismo constituyó «la extrema derecha» ideológica del Siglo XIX: como rezaba su divisa «Dios, Patria y Rey», defendían el tradicionalismo, el Antiguo Régimen y la Monarquía de origen divino. Reivindicaban el mantenimiento de los fueros y privilegios tradicionales, es decir, el foralismo, según el cual las regiones debían mantener sus instituciones de gobierno autónomas, su sistema propio de justicia y la exención fiscal y de quintas para el servicio militar. La cuestión foral será un tema recurrente a lo largo del siglo y tuvo especial importancia en la Tercera Guerra Carlista.

El bando carlista obtuvo el respaldo de diversos sectores de la sociedad española y en el exterior de Austria, Prusia, Rusia, Nápoles y los Estados Pontificios.

El grupo isabelino fue apoyado por las grandes ciudades, por la burguésía comercial, industrial o financiera, por los trabajadores de las ciudades, las altas jerarquías eclesiásticas, la alta nobleza y la mayor parte ejército.
En el ámbito internacional contó con el respaldo de Francia, Portugal y el Reino Unido, que firmaron 1a Cuádruple Alianza en 1834, junto al régimen isabelino para apoyar a los regíMenes liberales en España y Portugal.

Primera Guerra Carlista (1833-40) se desarrolló en cuatro etapas:

La formación del foco de insurrección vasco
Navarro (1833-35). Los carlistas intentaron provocar una insurrección general, al no conseguirlo, se inició la Guerra Civil. El ejército reprimíó los núcleos carlistas, excepto en el País Vasco y Navarra, donde el Coronel Zumalacárregui creó un verdadero ejército a partir de las cuadrillas formadas. Estas tropas no pudieron ocupar las capitales vascas, lo cual restó credibilidad y apoyos al movimiento. Además la muerte de Zumalacárregui privó al bando carlista de su estratega más capacitado.

Las expediciones nacionales carlistas (1836-37) fuera de los núcleos que controlaban (País Vasco, Navarra y el Maestrazgo): Expedición Gómez en 1836 y la Expedición Real en 1837, no tuvieron éxito, fracasando de nuevo el proyecto de tomar Bilbao, gracias a 1a victoria en el puente de Luchana en 1836 del general isabelino Espartero.

La iniciativa isabelina y el Convenio de Vergara (1837-39): la firma de éste convenio en Guipúzcoa en Agosto de 1839 fue sellada simbólicamente con el abrazo entre Maroto, general carlista, y Espartero. El acuerdo puso fin a la guerra en Navarra y el País Vasco e implicó la admisión de los militares carlistas en el ejército respetando su graduación. El gobierno se comprometíó además a remitir la cuestión foral a las Cortes para su discusión. Carlos María Isidro, contrario al pacto, se exilio a Francia.

El final de la guerra en el Maestrazgo (1839-40): el general Cabrera y sus tropas se negaron a acatar el Convenio y siguieron luchando hasta que Espartero les vencíó, marchándose del país los últimos carlistas.

La Segunda Guerra Carlista (1848-49), también llamada Guerra Deis Matiners («madrugadores»), se desarrolló en Cataluña al mando del general Cabrera. El pretexto fue el fracaso de la planeada boda entre Isabel II y Carlos VI, según los carlistas. Hubo otras sublevaciones sin más consecuencias. Él carlismo se revitalizó militarmente después del derrocamiento de Isabel II, tras la Revolución de 1868.

La Tercera Guerra Carlista (1S72-7S) comenzó con el enfrentamiento por el nuevo rey Amadeo de Saboyá y continuó después por la I República. Se desarrolló en Cataluña, Navarra y el País Vasco, también hubo expediciones hacía el interior, como el célebre y cruel saqueo de Cuenca en 1874^

La restauración de los Borbones en 1875 supuso el declive del carlismo, ya que la derecha monárquica se aglutinó en torno a los descendientes de Isabel II. Las consecuencias más destacadas de estas guerras fueron:

La derrota del tradicionalismo carlista.

El prestigio de los militares liberales que facilitó su intervención en política, por ejemplo Espartero y Narváez.

El pesado lastre económico ocasionado por las guerras provocó la necesidad del Estado de captar recursos, lo que explica en parte las desamortizaciones de 1836 y 1855.

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