Diferencias entre la desamortización de Mendizabal y la de Madoz

FASES DEL PROCESO


La desamortización ya había empezado a ser aplicada en el siglo XVIII. Se ha calculado que, desde que se pusieron en venta los primeros bienes de los jesuitas, expulsados de España por Carlos III, pasaron a manos de propietarios particulares 19900000 hectáreas que habían sido de propiedad colectiva, a sea, el 39 por 100 de la superficie del país.
Este dilatado proceso de ventas no fue continuo, sino resultado de varias desamortizaciones: la de Godoy, ministro de Carlos IV (1798), la de las Cortes de Cádiz (1811-1813), la del Trienio Liberal (1820-1823), la de Mendizábal (1836-1851), y la de Pascual Madoz (1855-1924).

Antecedentes



– Durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, se dan los primeros pasos. Se incluye la desamortización de Godoy. En ella se desamortizaron bienes de la Compañía de Jesús, de hospitales, hospicios, Casas de Misericordia.
– José I realizó también una pequeña desamortización que no implicó la supresión de la propiedad, sino la confiscación de sus rentas para el avituallamiento y gastos de guerra de las tropas francesas, de forma que se devolvieron en 1814.
– Durante el Trienio Liberal se llevaron a cabo otras desamortizaciones poco ambiciosas que fueron deshechas tras la caída del régimen liberal.

1º la desamortización eclesiástica de Mendizábal. Afectó a los bienes del clero regular (órdenes religiosas). En contrapartida, la Iglesia recibió compensaciones importantes y el Estado se encargó del mantenimiento del clero.
2º la desamortización civil de Madoz. Afectó a los bienes pertenecientes al Estado, a los ayuntamientos y otras instituciones.

LA DESAMORTIZACION GENERAL DE MADOZ


En 1855, el ministro de Hacienda del progresista Espartero, Pascual Madoz, también progresista y amigo de Mendizábal, sacó a ala luz su Ley de Desamortización General. Se ha llamado civil pero también afectó al clero. Se llamaba general porque se ponían en venta todos los bienes de propiedad colectiva: las de los eclesiásticos que no habían sido vendidas en la etapa anterior y la de los pueblos: Bienes de propios y comunes. Se expropian también propiedades de Órdenes Militares, cofradías, obras pías, santuarios, de la beneficencia y de la instrucción pública. La finalidad era obtener medios económicos para el Estado.
Las ventas fue una copias de la de Mendizábal, sin embargo, había dos diferencias claras. Una se refería al destino del dinero obtenido: fue dedicado a la industrialización del país, a la expansión del ferrocarril. La otra diferencia estaba en la propiedad de dicho dinero: el Estado no era el propietario, sino los ayuntamientos. Aquel percibiría el importe de las ventas en nombre de estos y transformaría en lo que hoy podría ser bonos del Estado, lo cual significaba que éste se convertía en custodio de los fondos de los ayuntamientos, utilizándolos para el bien de todos. En este proceso, la burguesía con dinero fue de nuevo la gran beneficiaria.
Alcanzó un mayor volumen de ventas. El Estado ingresó unos 8000 millones de reales que sirvieron para cubrir el déficit presupuestario del Estado, amortizar la Deuda Pública y realizar obras públicas, reservándose 30 millones anuales para la reedificación y reparación de iglesias.


 

LA DESAMORTIZACIÓN DE MENDIZÁBAL

Juan Álvarez Mendizábal (1790-1853) era un banquero y hombre de negocios, bien relacionado con los medios financieros de Londres, que accede a la jefatura del gobierno en un momento crítico y decisivo para la causa isabelina y la revolución liberal. Posteriormente ocuparía los ministerios de Estado, Hacienda, Guerra y Marina. En 1835, llegó desde Londres para presidir el gobierno, lo que le preocupaba era garantizar la continuidad en el trono de Isabel II, esto era la del nuevo Estado Liberal. Para ello era necesario ganar la guerra carlista. En ese momento actúa como regente durante la minoría de edad de Isabel II su madre María Cristina de Nápoles, quien se mostró reticente a firmar los decretos alegando problemas de conciencia religiosa, así como la presión del alto clero de la Corte.
Para poder fortalecer la credibilidad del Estado ante futuras peticiones de créditos a instituciones extranjeras, era preciso eliminar, o por lo menos disminuir, la deuda pública. Ante la mala situación de la Hacienda, Mendizábal juzgó que había que recurrir a nuevas fuentes de financiación, y estas no eran otras que los bienes eclesiásticos. Su estancia en Inglaterra le sirvió para familiarizarse con los mecanismos de la nueva economía capitalista, importando a España una ideología que entonces se estaba desarrollando en el proceso de destrucción del Antiguo Régimen y los primeros pasos de una revolución liberal.
Anteriormente se suprimió la Inquisición (1834) definitivamente y la Compañía de Jesús (1835), se suprimen los conventos y monasterios con menos de doce profesos. Se dedican sus bienes a pagar la deuda pública. En 1835 Mendizábal suprime las órdenes religiosas porque considera desproporcionados sus bienes a los medios que tenía la nación, por la conveniencia pública de poner sus tierras en circulación para aumentar los recursos del Estado y abrir nuevas fuentes de riqueza.
El decreto desamortizador puso en venta todos los bienes del clero regular; frailes y monjas. De esta forma quedaron en manos del Estado, y se subastaron a partir de una tasación oficial, tierras, casas, monasterios y conventos con todos sus enseres, incluidas las obras de arte y los libros. Se podría pagar con títulos de deuda o en metálico. La deuda se había devaluado muchísimo, sus poseedores estaban deseando deshacerse de ella y el Estado consigue así eliminarla. Al año siguiente, 1837, otra ley amplió la acción, al sacar a la venta los bienes del clero secular, catedrales e iglesias en general, además de suprimir el diezmo, aunque la ejecución de ésta última se llevó a cabo unos años más tarde, durante la regencia de Espartero, a cuya caída descienden as ventas, que son escasas durante la Década Moderada y se reanudan durante el Bienio Progresista.
Mendizábal pretendía lograr varios objetivos a la vez: ganar la guerra carlista; eliminar la deuda pública, al ofrecer a los compradores de bienes la posibilidad de que pagaran con títulos emitidos por el Estado; poder solicitar nuevos préstamos, al gozar ahora Hacienda de credibilidad, y cambiar la estructura de la propiedad eclesiástica, que de ser amortizada y colectiva pasaría a ser libre e individual. La Iglesia sería reformada y trasformada en una institución del Nuevo Régimen, comprometiéndose el Estado a mantener a los clérigos y a subvencionar el correspondiente culto. La Iglesia excomulga a expropiadores y compradores, por lo que tuvo que rebajarse el precio, ya que la gente no se decidía a comprar.
Como la división de los lotes se encomendó a comisiones municipales, estas se aprovecharon de su poder para hacer manipulaciones y configurar grandes lotes inasequibles a los pequeños propietarios. Los pequeños labradores no pudieron entrar en las pujas y las tierras fueron compradas por nobles y burgueses adinerados.

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