El Movimiento Obrero en España: De la Revolución Industrial a la Restauración

Situación Laboral durante la Revolución Industrial

La llegada de la Revolución Industrial a España trajo consigo una serie de problemas para la clase obrera, incluyendo:

  • Bajos salarios: Los obreros recibían salarios insuficientes, lo que, sumado a las continuas subidas de precios, provocaba un escaso poder adquisitivo.
  • Largas jornadas laborales: Las jornadas laborales eran excesivamente largas, llegando a alcanzar las 15 horas diarias, en condiciones pésimas que incluían riesgos de accidentes, mala alimentación y falta de sanidad e higiene.
  • Condiciones de vida insalubres: Los obreros se veían obligados a vivir en barrios marginales con condiciones de vida insalubres.
  • Ausencia de legislación protectora: La falta de una legislación que protegiera a los obreros los dejaba en una situación de vulnerabilidad.

Antecedentes e Inicio del Movimiento Obrero

El movimiento obrero en España surgió como respuesta a las pésimas condiciones laborales y económicas que trajo consigo la Revolución Industrial. Sus objetivos iniciales fueron:

  • Mejorar las condiciones laborales, incluyendo salarios, jornadas laborales, trabajo infantil y de la mujer.
  • Conseguir el derecho a asociarse.

Más tarde, el movimiento obrero también se enfocaría en defender su condición de clase y luchar por cambios legislativos.

Primeras Organizaciones Obreras

Durante las regencias y el reinado de Isabel II surgieron las primeras sociedades de ayuda mutua o cajas de resistencia, donde los obreros aportaban fondos para protegerse en caso de paro, enfermedad o despido. La primera asociación de este tipo fue la de Tejedores de Barcelona, fundada en 1840. También aparecieron los primeros conflictos luditas y grupos de socialistas utópicos inspirados por Fourier y Cabet.

El Movimiento Obrero durante el Sexenio Democrático y la Restauración

Con el Sexenio Democrático se reconoció el derecho de asociación, pero las asociaciones obreras fueron nuevamente prohibidas tras la participación obrera en el movimiento cantonalista. Durante la Restauración, tras unos primeros años de clandestinidad, se consolidaron las dos asociaciones más importantes del movimiento obrero: el Anarquismo y el Socialismo.

El Anarquismo

Las ideas anarquistas llegaron a España en 1868 con Guiseppe Fanelli, colaborador de Bakunin. La Federación de la Región Española de Anselmo Lorenzo aglutinó asociaciones obreras de Madrid y Barcelona y se incorporó a la AIT. Tras la Comuna de París en 1871, se produjo la escisión entre anarquistas y socialistas y la ilegalización de la AIT. En 1881 se refunda la FTRE como Federación de Trabajadores de la Región de España, que se disuelve en 1888.

El anarquismo en España se caracterizó por tendencias violentas, como la «Mano Negra» en Andalucía y los atentados anarquistas en Cataluña. Esta política violenta de «propaganda por el hecho» y «acción directa» generó una dura represión. En 1910 surgió el primer sindicato anarquista como tal, la CNT, bajo la inspiración de Anselmo Lorenzo.

El Socialismo

En 1871, Paul Lafargue, yerno de Marx, fundó asociaciones obreras en Madrid, País Vasco y Asturias. A partir del grupo de tipógrafos, Pablo Iglesias fundó clandestinamente el PSOE en 1879. El PSOE se organizó como un partido de masas, descentralizado y con disciplina interna. Su programa fijaba como objetivos la abolición de clases, la emancipación del trabajo, la propiedad colectiva y la conquista del poder por los trabajadores.

En 1888 se fundó el sindicato UGT, independiente pero subordinado al PSOE. El PSOE y la UGT crecieron con rapidez y obtuvieron sus primeros representantes políticos a principios del siglo XX. Su participación en las críticas a la guerra de Cuba fue especialmente significativa.

El Sindicalismo Católico

El sindicalismo católico surgió como respuesta al marxismo dentro de la Iglesia. Se basaba en la doctrina social de la Iglesia de León XIII, que defendía la cooperación entre patronos y obreros y denunciaba los excesos del capitalismo. El sindicalismo católico se centró en actividades relacionadas con la enseñanza y la asistencia social, creando mutuas, cooperativas y sindicatos agrícolas. Tuvo mayor protagonismo en el campo, especialmente en el Levante.

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