Estructura económica y social de Venezuela 1830 y 1936

Bloque 10. La Segunda República. La Guerra Civil en un contexto de Crisis Internacional (1931-1939)
10.1. La proclamación de la Segunda República. La Constitución de 1931. El bienio reformista (1931-1933).

El 14 de Abril de 1931 se proclamó la Segunda República, tras una victoria aplastante de los republicanos en las elecciones municipales –en las ciudades y regiones industriales y mineras-, y la abdicación y abandono de España por Alfonso XIII. El comité revolucionario creado en el Pacto de San Sebastián se convirtió en gobierno provisional, presidido por Alcalá Zamora e integrado por representantes de un amplio espectro político. Su misión principal era la convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes, celebradas el 28 de Junio, en las cuales la izquierda alcanzó una clara mayoría (destacaron el PSOE, el Partido Radical Socialista 
-Marcelino Domingo-, y el Partido Radical de Lerroux)
. Desde sus comienzos, la República tuvo que afrontar problemas y resistencias: la declaración de la República catalana por Francesc Macià, la hostilidad de la alta jerarquía eclesiástica y el vandalismo anticlerical –no fomentado por el gobierno-. Las Cortes se encargaron de elaborar la Constitución de 1931, de carácter democrático avanzado. Carácterísticas: se definía a España como “una república democrática y de trabajadores de toda clase que se organiza en régimen de libertad y justicia”, incluía la más amplia declaración de derechos y libertades (destaca el voto femenino y el derecho a la educación), estricta separación de poderes (el legislativo recaía en unas Cortes Unicamerales, elegidas por sufragio universal; el ejecutivo recaía en el Gobierno, que debía contar con la aprobación de las Cortes; y dentro del poder judicial se introdujo el jurado popular); el Presidente de la República era de elección indirecta (nombraba/destituía al Presidente del gobierno); el Estado se declaraba laico (libertad de culto y supresión de la subvención al clero); el Estado era único, pero admitía posibles autonomías regionales. La Constitución reflejaba las ideas de la mayoría existente en las Cortes pero no contaba con el consenso de todas las fuerzas políticas. El primer gobierno constitucional (Bienio reformista), presidido por Manuel Azaña (de Acción Republicana, y Presidente Alcalá Zamora)
Fue de coalición republicano -socialista y se mantuvo desde Diciembre de 1931 a Noviembre de 1933. Emprendíó un amplio programa de reformas, iniciadas en la etapa anterior, en un contexto económico desfavorable. Los efectos de la crisis económica del 29 se empezaron a sentir, a pesar del carácter cerrado de la economía española (las inversiones extranjeras se redujeron, se interrumpieron las emigraciones, el paro alcanzó cifras desconocidas, etc.). Entre las acciones reformistas destacaron: la reforma religiosa (el objetivo era modernizar el país –prohibición de ejercer la enseñanza o Ley del Divorcio-, visto como ataque frontal por la Iglesia); reforma educativa y cultural (la escuela primaria fue declarada obligatoria y gratuita, se trató de elevar el nivel de la cultura popular); reforma del modelo territorial de Estado (aprobación del Estatuto de Cataluña); reforma militar (pretendía modernizar el ejército, someterlo a la autoridad civil y asegurar su lealtad, se creó la Guardia de Asalto –para mantener el orden público-); reformas sociales (mejoras en la legislación laboral); política de obras públicas; y reforma agraria (buscaba acabar con el latifundismo de bajo rendimiento y redistribuir la tierra) que, sin embargo, tuvo una escasa aplicación por la lentitud del procedimiento y la dificultad para indemnizar a los propietarios.
La radicalización popular y la oposición conservadora (derecha política, Iglesia y un sector del ejército) obstaculizaron la labor reformadora del gobierno. Los anarquistas (principalmente el grupo extremista de Buenaventura Durruti)
Y también el minoritario PCE, consideraron las reformas lentas e insuficientes, por lo cual organizaron movilizaciones populares, cuyo culmen fue la sublevación campesina en Casas Viejas –la respuesta desproporcionada por parte de la Guardia de Asalto desacreditó al gobierno-. Desde algunos sectores del ejército se prepararon conspiraciones que cristalizaron en la sublevación del general Sanjurjo en el verano de 1932, siendo sofocada con facilidad. La derecha se reorganizó, destacando la tendencia posibilista de la CEDA –coalición liderada por Gil Robles en torno a la defensa del catolicismo y el conservadurismo-, y la derecha monárquica representada por los carlistas (Comunión Tradicionalista) y Renovación Español a –

Calvo Sotelo

. Los minoritarios grupos de inspiración fascista se unieron en Falange Española (posteriormente uníón de las JONS), dirigida por José Antonio Primo de Rivera.
Los sucesos de Casas Viejas, las maniobras políticas del Partido Radical para expulsar a los socialistas del gobierno, la crisis económica, etc., provocaron que el presidente Alcalá Zamora terminara forzando la dimisión de Azaña. Ante la imposibilidad de formar un nuevo ejecutivo estable que contara con el apoyo parlamentario suficiente, disolvíó las Cortes y convocó elecciones.

10.2. El gobierno radical cedista (1933-1935). La Revolución de Asturias. El Frente Popular, las elecciones de 1936 y el nuevo gobierno.
Las elecciones se desarrollaron en un clima de confrontación. Triunfó la derecha, unida en una gran coalición cuya organización principal era la CEDA, seguida del Partido Radical de Lerroux.
 La derrota de los partidos de izquierda se debíó al desgaste del gobierno anterior, la abstención propugnada por los anarquistas, y la división entre republicanos y socialistas, que se presentaron por separado. La respuesta anarquista a la victoria de la derecha, supuso la insurrección más violenta llevada a cabo hasta el momento. Así da comienzo un nuevo periodo (Noviembre de 1933 -Febrero de 1936), muy inestable, conocido como Bienio radical-cedista. Los dos primeros gobiernos estuvieron presididos e integrados casi totalmente por miembros del Partido Radical (ante el temor de una mayor agitación social)
, aunque apoyados y presionados en el Parlamento por la CEDA. Esto trajo como consecuencia una revisión de las reformas del bienio anterior: paralización de la reforma agraria y del proceso autonómico, rectificación de la política religiosa, revisión de la reforma educativa y Ley de Amnistía para los participantes en la Sanjurjada. Estas medidas provocaron una fuerte conflictividad social y una radicalización en la izquierda (en el PSOE se impusieron las posturas revolucionarias de Largo Caballero frente a las más moderadas de Indalecio Prieto)
. En Octubre de 1934 la CEDA exigíó su entrada en el gobierno. Esto fue la señal para que se formara un comité revolucionario socialista (no habrá apoyo de los anarquistas), que ante el miedo a un supuesto riesgo de l fascismo, comenzó una insurrección con la convocatoria de una huelga general revolucionaria en las principales ciudades. La incidencia fue escasa, salvo en Madrid, Vizcaya, Barcelona y Asturias. El ejército sofocó con facilidad los focos huelguistas a excepción del asturiano donde se llevó a cabo una revolución socialista –apoyo de anarquistas y comunistas- (colectivización de los medios de producción, represión de los opositores…). La rebelión fue sofocada (tropas dirigidas por Franco, Jefe del Estado Mayor) tras una lucha encarnizada–varios miles de muertos-, a lo que le siguió una dura y arbitraria represión con torturas, encarcelamientos y condenas a muerte. La revolución determinó la evolución posterior del bienio dando lugar a una derechización del gobierno –ahora mayoría de la CEDA- que aceleró la rectificación de las reformas, y una polarización y radicalización de las posiciones políticas (Calvo Sotelo fundó el Bloque Nacional –propónía una monarquía tradicional basada en una autoridad fuerte, con participación del ejército-, los grupos de izquierda tendieron a concentrar su fuerzas). Las disensiones en el seno del ejecutivo eran frecuentes pero la crisis definitiva se produjo a finales de 1935 por el hundimiento del Partido Radical tras el escándalo del estraperlo, y la acusación de corrupción económica contra varios gobiernos radicales. Los sucesivos gobiernos de derecha fueron breves por falta de apoyo parlamentario y el Presidente convocó nuevas elecciones para el 16 de Febrero de 1936. Para las nuevas elecciones las fuerzas de la izquierda, desde los republicanos de Azaña hasta los comunistas, formaron el Frente Popular (mayor división de los grupos de derecha), obteniendo una mayoría absoluta con el 59% de los escaños. 
Azaña se convirtió de nuevo en jefe de un gobierno, esta vez, compuesto fundamentalmente por republicanos de izquierda, adoptando las siguientes medidas: amnistía para los represaliados en 1934, restauración plena del Estatuto de Autonomía de Cataluña, y reanudación de las reformas, especialmente la agraria (se expropiaron y repartieron muchas más tierras que entre 1932 y 1934). Por último, el Congreso destituyó a Alcalá Zamora, y eligió como presidente de la República a Azaña.
Éste pretendíó que los socialistas entraran en el gobierno para fortalecerlo, pero el grupo parlamentario se negó –no quería un gobierno de coalición-, y finalmente eligió a Casares Quiroga (ORGA). Durante la primavera de 1936 se vivíó un clima de radicalización social y política (similar al del resto de Europa). Los obreros y los campesinos protagonizaban un movimiento constante de agitación social y acción revolucionaria (huelgas, ocupación de tierras, etc.). Los pistoleros falangistas realizaban actos violentos y asesinatos para crear un clima de alarma social, a lo que muchos militantes obreros, respondían con represalias. El miedo a un Golpe de Estado estaba presente en el gobierno y se decidíó alejar a los militares sospechosos de los centros de poder (Goded fue destinado a Baleares, Franco a Canarias y Mola a Pamplona). Sin embargo, estas medidas no sirvieron para frenar la rebelión militar, cuyos preparativos estaban listos a finales de Junio de 1936. En este contexto, el 12 de Julio se produce el asesinato de José Castillo, socialista y teniente de la Guardia de Asalto, a lo que compañeros suyos respondieron con el de Calvo Sotelo – parlamentario destacado de la extrema derecha-. El doble crimen provocó un fuerte impacto en la opinión pública y sirvió a los conspiradores para justificar la sublevación militar que daría origen a la Guerra Civil.


10.3. La Guerra Civil: la sublevación militar y el estallido de la guerra. La dimensión internacional del conflicto.
Desde la victoria del Frente Popular, un grupo de generales monárquicos y conservadores en colaboración con sectores civiles de la derecha (carlistas, monárquicos, Falange y algunos sectores de la CEDA) organizaron un Golpe de Estado. El coordinador de la conspiración fue el general Emilio Mola, que desde Pamplona –donde fue enviado por la República-, negoció con los carlistas el apoyo al golpe. El 17 de Julio de 1936, la insurrección militar se inició en Melilla, Ceuta y Tetuán. El general Franco, tras asegurar el triunfo del golpe en el archipiélago canario, se trasladó a Marruecos, y se puso al mando de las tropas sublevadas en África. Entre el 18/19 secundaron la rebelión otros cuarteles de la península y de las islas. El fallecimiento de Sanjurjo en accidente, quien debía presidir el Directorio Militar tras el golpe, puso al General Mola al frente de los sublevados. La pasividad inicial del gobierno republicano –presidido por Casares Quiroga-, contribuyó a que la insurrección fuera tomando fuerza. El golpe triunfó esencialmente en dos franjas: una al sur, en Andalucía occidental, con extensión hacia Marruecos y Canarias; y otra al norte, desde Galicia hasta Navarra, pero sin la cornisa cantábrica (Asturias, Cantabria, País Vasco). La sublevación había sido casi exclusivamente militar, con escasa participación civil y sin respaldo popular, excepto en Navarra y Castilla -León. Pero, lo que estaba previsto como un golpe militar rápido se convertir á en una larga guerra civil que asoló el país. Al inicio del enfrentamiento, el territorio quedó dividido en dos zonas: • La zona nacional (los sublevados) formada por dos áreas peninsulares separadas, las islas y ambos lados del Estrecho de Gibraltar, contaba con las reservas de cereal y ganado de Castilla y Galicia, las minas de León y de Riotinto en Huelva. La mayor parte del ejército, sobre todo sus oficiales, estuvo al lado de los sublevados, junto a los requetés carlistas y las milicias falangistas. Además, controlaba al ejército más preparado y disciplinado, el ejército de África, que incluía la Legión –dirigida por Juan Yagüe-, y los Regulares –ya habían intervenido en Asturias para sofocar la revolución de 1934-. • La zona republicana formada por un territorio continuo al este y sur y la zona norte aislada del resto, contaba con las grandes ciudades y zonas industriales más importantes. También dispónía de las reservas de oro del Banco de España, y los sectores vinculados a la seguridad y el ejército que se habían mantenido fieles eran: la Guardia de Asalto, la Guardia Civil, unidades militares aisladas, la mayor parte de la flota y la aviación. Sin embargo, el ejecutivo republicano perdíó durante bastantes meses el control de la iniciativa militar, las unidades del ejército quedaron prácticamente desarticuladas ya que la mayor parte de los oficiales se habían sublevado. La respuesta militar de los republicanos se hizo –durante bastante tiempo- mediante unidades de milicianos respaldadas por algunos militares profesionales como José Miaja y Vicente Rojo –el militar más destacado del bando republicano-. La Armada, sin muchos de sus oficiales, se mostró ineficaz. La Guerra Civil española es uno de los conflictos del Siglo XX con más repercusión, pues se considera el preámbulo de la Segunda Guerra Mundial. La intervención extranjera tendría una importancia determinante en el desarrollo del conflicto. Las potencias fascistas: Italia, Alemania y Portugal, decidieron desde un primer momento ayudar a los sublevados por razones ideológicas y estratégicas. La Alemania de Hitler ofrecíó la ayuda más determinante en el campo militar (participación directa de la Legión Cóndor), material bélico moderno y ayuda económica. La Italia de Mussolini proporciónó una ayuda más numerosa en cuanto a efectivos (armas, hombres –Cuerpo de Tropas Voluntarias-) pero de menor importancia estratégica. El Estado Novo portugués envió voluntarios, proporciónó ayuda diplomática y controló la frontera. Por último, el Vaticano justificó moralmente la sublevación y alentó a la población católica mundial a apoyar la Cruzada. La causa republicana, a pesar de atraer las simpatías de la izquierda mundial y de la mayoría de los intelectuales independientes, no contó con la ayuda de las democracias –Gran Bretaña, Francia y EE.UU.-, temerosas de una nueva guerra optaron por la no intervención. Las únicas potencias que proporcionaron ayuda fueron la URSS (armas -aviones y tanques, aunque algo anticuados-, alimentos y técnicos militares) y México (ayuda diplomática y acogíó a numerosos exiliados). También hay que destacar la ayuda de las Brigadas Internacionales (unos 40.000 voluntarios de más de 50 países, en su mayoría comunistas), clave en la defensa de Madrid, pero que tuvieron que retirarse a finales de 1938 por imposición de la Sociedad de Naciones (SDN: organismo internacional, precursor de la ONU, creado tras la I Guerra Mundial).

10.4. Fases militares de la Guerra Civil. La evolución política y económica en las dos zonas. Consecuencias económicas y sociales de la guerra. Los costes humanos.
La guerra duró casi tres años y su evolución estuvo determinada por la iniciativa de los militares sublevados.

Se pueden distinguir tres grandes fases:


1ª. Julio 1936-Marzo 1937, el avance de los golpistas fue rápido. El ejército de África, bajo el mando del general Franco, pudo cruzar el estrecho de Gibraltar, gracias a la ayuda de la aviación alemana e italiana. El general Queipo de Llano ocupó el sudoeste de Andalucía, mientras Mola se apoderaba del Norte, aunque sin conseguir dominar la franja cantábrica. Más tarde, la conquista de Badajoz permitíó unir las dos zonas bajo su control. El objetivo prioritario era tomar Madrid, pero antes Franco decidíó liberar el Alcázar de Toledo. Este hecho permitíó al gobierno republicano preparar la defensa de la ciudad, las victorias republicanas de Jarama y Guadalajara (Febrero y Marzo del 37) impidieron su rendición. Se iniciaba así una guerra de desgaste. La 2º fase Abril 1937-Noviembre 1938:
los sublevados ocuparon la zona industrial de Asturias a Vizcaya, producíéndose el bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor. Los republicanos iniciaron la ofensiva del Bajo Aragón, recuperando Teruel. En la primavera de 1938 las tropas de Franco llegaron al Mediterráneo, dividiendo la República en dos zonas incomunicadas entre sí, Cataluña al norte, Madrid y Levante, al sur. Ante esta situación, la República lanzó su última ofensiva de importancia en el frente del Ebro, para volver a unir sus territorios y prolongar la resistencia. Esta batalla fue la más sangrienta de toda la guerra, y supuso la derrota casi definitiva del ejército republicano. La última fase Diciembre 1938-Marzo 1939: ante la debilidad republicana, la ofensiva franquista en Cataluña fue rápida. Barcelona cayó a finales de Enero de 1939 y el gobierno republicano se exilió en Francia. Madrid era ya el último objetivo de importancia, donde el coronel Casado, apoyado por gran parte de socialistas y anarquistas, se rebeló contra la República e intentó negociar la paz. Los enfrentamientos internos facilitaron que las tropas nacionales entraran en la capital sin dificultad. El 1 de Abril se declaraba oficialmente terminada la contienda. La evolución de la zona republicana estuvo marcada por un inicial desconcierto, hasta que el gobierno de Giral –desde el 19 de Julio-, ordenó la distribución de armas entre los obreros. El estado republicano quedó desarticulado y serían las organizaciones obreras las que ejercerían realmente el poder a través de comités o consejos. Las derrotas sufridas pronto evidenciaron la necesidad de reorganizar y fortalecer el Estado. En Septiembre se constituyó un nuevo gobierno presidido por el socialista Largo Caballero, con presencia de todas las fuerzas de izquierda. Desde Valencia el gobierno intentó someter al control del Estado los órganos de poder revolucionario, la mayor dificultad se encontraba en Cataluña. Esta situación provocó tal desgaste que Largo Caballero se vio obligado a dimitir. Con el nuevo gabinete, liderado por el socialista Negrín –y el apoyo fundamental de los comunistas-, se dio máxima prioridad a la guerra. Sin embargo, ante el desarrollo de las operaciones militares y la opción de una paz negociada, el republicanismo quedó dividido hasta su desaparición. La gestión económica también fue algo caótica al comenzar la guerra, en algunas zonas los comités obreros se encargaron de colectivizar las empresas privadas. Los sucesivos gobiernos aceleraron la reforma agraria, provocando problemas de abastecimiento en algunas ciudades. Para poder financiar los costes de la guerra, la República recurríó a la emisión de deuda pública y al depósito en Moscú de las reservas de oro del Banco de España. En la España en poder de los sublevados, se creó una Junta de Defensa Nacional, con sede en Burgos, presidida por el general Cabanellas. Ante la ausencia de un proyecto político propio, las primeras medidas decretadas por la Junta estuvieron dirigidas a acabar con las huellas de la República, acompañadas además de una brutal represión. A partir del 1 de Octubre de 1936 se inicia una nueva etapa, se pasó a un poder concentrado y unipersonal en manos de Franco, quien consciente de la importancia de controlar a las fuerzas políticas que apoyaban la sublevación –CEDA, monárquicos, carlistas, Falange-, promulgó el Decreto de Unificación, quedando fusionadas todas en Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional (FET de las JONS). De este modo se fue institucionalizando el nuevo régimen, que inicialmente será personalista –todo el poder en manos de Franco- y nacionalsindicalista –inspiración fascista y católica-. Durante el conflicto, los sublevados dispusieron de la mayor parte de las tierras de cultivo, pero sus carencias industriales explican su interés por ocupar los recursos mineros y siderúrgicos. Su control de la producción fue estricto, contando con la colaboración de los propietarios rurales, la banca y los grandes financieros. Financieramente, recibieron ayuda de los regíMenes fascistas de Italia y Alemania. El número total de víctimas mortales durante la guerra pudo haber superado las 500.000, entre los fallecidos en los frentes, y los muertos como resultado de la represión en las retaguardias de ambos bandos. Otra consecuencia demográfica fue el exilio, cerca de 500.000 huyeron de la represión franquista (con destino a Francia, México y Argentina). La contienda también se cobró un alto precio en destrucciones materiales. La producción agraria disminuyó en algo más del 20%; y la industrial, en más del 30%. También fueron importantes las pérdidas del patrimonio cultural. La guerra trajo consigo la recuperación de la hegemonía socioeconómica por parte de la oligarquía terrateniente, industrial y financiera. Además, todos los logros democráticos y reivindicaciones obreras fueron suprimidos.


Bloque 11. La Dictadura Franquista (1939-1975)


11.1. La creación del Estado franquista. Grupos ideológicos y apoyos sociales. Etapas y principales carácterísticas de cada una de ellas. El contexto internacional: del aislamiento al reconocimiento exterior.
Tras la Guerra Civil, eran rasgos del nuevo Estado: un Estado autoritario (con Franco como Caudillo), anticomunista, militarista, antiparlamentario, antiliberal, nacionalista y católico.
 Sus objetivos: la defensa de la “unidad de la Patria”, el tradicionalismo y el uso de elementos fascistas. Con la victoria de las democracias occidentales en la II Guerra Mundial, el régimen se desvinculó del fascismo definíéndose como una democracia orgánica mediante unas Leyes Fundamentales (semejantes a una Constitución) que simulaban un Estado de Derecho. El nuevo Estado se presentaba como una “monarquía católica y representativa” cuyo Jefe del Estado, con carácter vitalicio, seria Franco quien podía nombrar a su sucesor. Se diferencian tres etapas:

• La posguerra y el asentamiento del régimen (1939-1959):


 En política interior hay una dura represión contra los vencidos (Ley de Responsabilidades Políticas, 1939) y se sentaron las bases del nuevo Estado. En el exterior varias fases: el acercamiento a Alemania e Italia durante la guerra (promovida por Ramón Serrano Suñer; el cuñadísimo), el rechazo internacional tras su fin (la Resolución de la ONU de 1946 recomendaba vetar la entrada de España en organismos internacionales y retirar embajadores) y el progresivo reconocimiento internacional con la guerra fría a partir de 1950 (la ONU revocará el bloqueo). Así, en 1953 se firma el Concordato con el Vaticano y un tratado con Estados Unidos (bases militares); en 1955 se ingresaba en la ONU. Económicamente, fueron años difíciles debido a la Guerra Civil, la II Guerra Mundial y el aislamiento internacional de España (autarquía económica).

• El desarrollismo económico (1959-1973):


 En política interior, se consolidó el Estado franquista (Ley Orgánica del Estado, 1967) y se suavizó la represión (Ley de Prensa e Imprenta de 1966 o la Ley de Libertad Religiosa, 1967). En el exterior, se continuó la política de apertura y de integración al solicitar el ingreso en la Comunidad Económica Europea en 1962 (actual UE). En lo económico, se produjo un gran crecimiento (desarrollismo económico).

• La crisis del régimen (1973-1975):


 En política interior, el inmovilismo, la salud de Franco y la creciente oposición política crearon un clima de inestabilidad que anunciaba el fin del régimen con la muerte del Caudillo. En el exterior, el Estado franquista era una realidad anacrónica (última dictadura tras el fin de las de Portugal y Grecia, 1974). En lo económico, el desarrollismo se paro con la crisis internacional del petróleo de 1973 y se inició una recesión económica.
Los grupos ideológicos (franquistas, monárquicos, falangistas y católicos), eran un amplio abanico ideológico y su alianza se basaba más en los rechazos comunes que en las aspiraciones. Todos perseguían la confesionalidad católica del Estado; un poder nacionalista, fuerte y centralizado; y un orden social rígido basado en la defensa de la familia y
de la propiedad privada. 

Franquistas:

 Franco nunca tuvo un proyecto político concreto, pero su tradicionalismo le hacía rechazar toda forma de pensamiento liberal o democrático. Los monárquicos se dividían en carlistas o tradicionalistas (integrados en FET y de las JONS tras el Decreto de Unificación de 1937) y los partidarios de la restauración de Juan de Borbón (hijo de Alfonso XIII). Los falangistas próximos al fascismo europeo, pero la muerte de su fundador (José Antonio Primo de Rivera) y su fusión con los tradicionalistas de Franco, les hizo perder parte de su identidad. Buscaban un régimen totalitario de partido único, el Movimiento Nacional. Tras la victoria de las democracias occidentales en la II Guerra Mundial, Franco se alejo de los ideales falangistas y, aunque siguieron ocupando cargos importantes, perdieron influencia en el régimen, a favor de los católicos, quienes daban una mejor imagen en el exterior. En los católicos destacarán: la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (creada en 1909 para difundir el catolicismo) que controlaban las carteras de Asuntos Exteriores (imagen del régimen) y de Educación, y el Opus Dei (fundado por Josemaría Escrivá de Balaguer en 1928), era una asociación de fieles católicos que buscaba la santificación personal mediante la vida ordinaria. En la España franquista ejercieron altos cargos (tecnócratas) por su elevada cualificación.
Sobre los apoyos sociales, el franquismo tenía el apoyo de amplios sectores, bien por su defensa de los valores más tradicionales de la sociedad, bien por su autoridad y el restablecimiento del orden público. Destacarán la oligarquía económica, el ejército y el clero y, con el desarrollismo, medianos propietarios y las clases medias urbanas.

Política económica: de la autarquía al desarrollismo. Transformaciones sociales: causas y evolución


La economía de la España franquista evoluciono desde una economía estancada de base agraria a una industrial. Se distinguen las siguientes etapas:
a) 

La autarquía de la posguerra:

La Guerra Civil dejo un país arruinado, a lo que se une la dificultad de abastecerse en el exterior (primero por el conflicto mundial y, después, por el bloqueo internacional). El modelo usado por el franquismo para salir de la penuria (época del hambre) fue la autarquía, una política económica basada en un disparatado optimismo oficial, la autosuficiencia y la intervención del Estado (Servicio Nacional del Trigo, Instituto Nacional de Industria…). Pero, la escasez, el racionamiento y los precios fijados por el Estado propiciaron la aparición de prácticas fraudulentas (mercado negro) y la corrupción generalizada.
b) 

Los años 50, el fin de la autarquía:

 Finalizado el aislamiento internacional y, ante el fracaso del modelo autárquico, la economía española se fue liberalizando y abríéndose al exterior. En 1952 se puso fin al racionamiento de alimentos y se permitíó la importación de bienes de equipo, gracias al apoyo económico norteamericano. En 1954 se súperó la renta por habitante de 1935. Pero, este desarrollo generó problemas: las importaciones aumentaron a un ritmo muy superior al de las exportaciones, y el déficit comercial casi agota las reservas de divisas; la inflación propició protestas sociales. La necesidad de reformas estructurales en la economía era evidente. Por lo que el grupo de tecnócratas del Opus Dei, que entraron en el gobierno en 1957, diseñaron una nueva política económica.
c) 

El desarrollismo (1959-1973):

 Con los tecnócratas en los ministerios económicos (Hacienda y Comercio) se creó el Plan de Estabilización de 1959, elaborado bajo las indicaciones del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Su objetivo era liberalizar la economía y abrirla al exterior. Para ello, se recortó el gasto público, se congelaron los salarios, se restringíó el crédito, se devaluó la moneda y se liberalizaron las inversiones extranjeras. Las consecuencias inmediatas fueron traumáticas (descenso de los salarios, del consumo y la inversión, quiebra de empresas no rentables y aumento del paro), pero en 1961 España inició un acelerado crecimiento económico, pasando en una década de ser un país agrario a un país industrializado (situándose casi al nivel de la Europa occidental). El régimen uso la industrialización como propaganda del “milagro económico español”. El desarrollismo se caracterizó por un fuerte crecimiento industrial y del turismo, una modernización de la agricultura y la llegada masiva de inversiones extranjeras. Pero este crecimiento presentaba dificultades: grandes desequilibrios regionales, poca participación del mercado laboral nacional (provocando el aumento de la emigración) y una balanza comercial muy deficitaria. Por ello, el gobierno puso en práctica, desde 1963, los Planes de Desarrollo, que seguían el modelo francés de planificación indicativa (mediante Polos de desarrollo y Polígonos industriales); aunque no lograrán los objetivos previstos. A partir de 1973, la crisis del petróleo acabó con esta fase de desarrollo y se entró en una fuerte depresión.
Sobre las transformaciones sociales, la sociedad de los años 40 y 50 no experimentó grandes cambios con respecto a la generación de la Guerra Civil. A pesar de que el tamaño de las grandes ciudades iba aumentando, seguía dominando la población rural (en los años 40 hubo un retorno al medio rural). Era una sociedad muy polarizada con una débil clase media. El franquismo extendíó en esta generación una mentalidad tradicional, basada en valores religiosos y con una moral muy estricta. Era una sociedad basada en la discriminación entre vencedores y vencidos, militares y civiles, hombres y mujeres, etc.
Será en el desarrollismo cuando se transforme radicalmente la sociedad española. Entre 1959 y 1973, contexto económico y la adopción de políticas natalistas, provocaron un crecimiento demográfico sin precedentes (baby boom). Se intensificaron los movimientos migratorios interiores (éxodo rural hacia los núcleos urbanos e industriales: Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia…), y exteriores (más de 1,5 millones de emigrantes hacia la CEE: Francia, Suiza, RFA). En los años 60 la sociedad española se hizo urbana por el éxodo rural, disminuyendo la población activa agraria y aumentando la clase media urbana que promovíó una nueva sociedad de consumo (electrodomésticos, automóvil). Además, el contacto con Europa (turismo, emigrantes) permitíó conocer una mentalidad más abierta y democrática, nuevos gustos y costumbres. Esa nueva mentalidad se resumía en un afán de libertad moral, cultural y política, que empujaba con fuerza hacia la democracia.


La oposición a la dictadura: principales grupos y evolución en el tiempo. La crisis del franquismo desde 1973 a la muerte de Franco.
En los años 40, la oposición fue muy débil por la dura represión (de 30 a 50 mil fusilamientos y más de 250 mil presos en 1939). Además, estaba dividida entre la del exilio y la interior. En el exilio, las organizaciones y partidos republicanos trataron de reorganizarse (formando un gobierno republicano en el exilio). En el interior destacaron los maquis: un movimiento de resistencia guerrillero en las zonas montañosas integrado por anarquistas, socialistas y comunistas que serán reprimidos por la Guardia Civil y el ejército. Los partidos y organizaciones de la oposición entraron en crisis: El PSOE y la UGT mantuvieron sus direcciones en el exilio pero en el interior casi desaparecieron; los anarquistas perdieron influencia en el movimiento obrero y solo el PCE logro reorganizarse en la clandestinidad, aunque su dirección estaba en el exilio. Otro foco de oposición estaba en el intento de recuperar el trono de Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII, que tras ofrecer su participación en el levantamiento, rechazada por Franco, en 1945 publicó el Manifiesto de Lausana pidiendo la dimisión de Franco y la restauración de la monarquía. Años después se acercaría al régimen acordando con Franco la tutela de su hijo, el príncipe Juan Carlos, durante sus estudios en España.
En los años 50 se empezó a desarrollar la oposición dentro del país, con protestas espontáneas y poco coordinadas para provocar un alzamiento contra el régimen (huelgas en 1951, 1956 y 1958 por subidas de precios o la revuelta universitaria de 1956 en Madrid). Pero será en los años 60-70, cuando se consolide una importante oposición, debido a los cambios de la sociedad española que aspiraba a las libertades que había en Europa, el aumento de la conflictividad laboral, la agitación universitaria, la oposición de parte de la Iglesia con el espíritu renovador del Concilio Vaticano II y la proliferación de partidos políticos ilegales: el PCE de Santiago Carrillo; el PSOE de Felipe González revitalizado tras el Congreso de Suresnes en 1974; nuevos partidos de extrema izquierda como el Partido del Trabajo de España (PTE) de filiación maoísta o el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP) que derivo al terrorismo; minoritarios partidos moderados como Izquierda Democrática; y la revitalización de los partidos nacionalistas vascos y catalanes, junto a otros nuevos como Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) de Jordi Pujol y ETA (Euskadita Askatasuna; Euskadi y Libertad) que fue aumentando su protagonismo con sus acciones terroristas y el apoyo social vasco tras la represión en el Juicio de Burgos de 1970. A pesar de la dura represión política y policial (Tribunal de Orden Público o la Brigada Político-Social), la oposición siguió creciendo y, aunque no pudo derribar a Franco en vida, su régimen no sobreviviría mucho tiempo tras su muerte.
En Junio de 1973 Franco, obligado por su avanzada edad, nombro presidente del gobierno al almirante Carrero Blanco para garantizar la continuidad del régimen tras la designación en 1969 como sucesor a Juan Carlos (Ley de Sucesión en la Jefatura de Estado, 1947). Pero, Carrero Blanco sería asesinado por ETA dando un duro golpe al franquismo pues era el único capaz de mantener unidas las “familias” ideológicas del franquismo. El nuevo presidente, Carlos Arias Navarro, y su propuesta de regular el derecho de asociación política abrirá una división entre aperturistas (como Pío Cabanillas partidarios de una reforma desde dentro) y el búnker (inmovilistas que defendía la continuidad del régimen), a lo que se sumarán en 1974 la hospitalización del dictador y la constitución de la Junta Democrática, liderada por el PCE, para unir las fuerzas antifranquistas. Además, el clima de inestabilidad política fue en aumento y a la creciente protesta ciudadana le seguía una represión desproporcionada. Esta represión también trató de sofocar la escalada terrorista (FRAP y ETA) con la aprobación de la Ley Antiterrorista (1975). Por otro lado, con la subida de los precios del petróleo a partir de 1973, la economía española entraba en una grave depresión, con el retorno de emigrantes y el aumento del paro y la inflación.
El escenario internacional, enfrentado al régimen tras la ejecución de cinco sentencias de muerte por terrorismo en Septiembre de 1975, también aumentó la inestabilidad tras la desaparición de las últimas dictaduras europeas (Grecia y Portugal, 1974) y la cuestión del Sáhara (invasión marroquí del Sáhará español en la Marcha Verde de Noviembre de 1975 promovida por el rey Hassan II y finalizada en el Acuerdo de Madrid, en el que España se retiraba sin convocar el referéndum pactado con la población saharaui para que decidiera su futuro político; por lo que el Sáhara era dividido entre Marruecos y Mauritania). El 20 de Noviembre de 1975 fallecía Franco iniciándose una operación política de gran calado, arriesgada y difícil: la transición desde la dictadura a la democracia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *