Falseamiento electoral y caciquismo

(TEMA 4.4º)5. EL FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA.Para que el sistema funcionase, los dos partidos debían alternarse pacíficamente en el poder. Este turno de partidos se cumplíó escrupulosamente hasta finales del Siglo XIX, cuando la crisis de 1898 puso en jaque al sistema./La alternancia regular en el poder entre estas dos grandes opciones dinásticas (turno pacífico) aseguraba la estabilidad institucional./Teóricamente la alternancia en el poder debía producirse según los resultados electorales; una vez conocidos éstos, la corona daría la tarea de formar gobierno al candidato vencedor./La realidad era bien distinta, ya que el turno era algo preconcebido (algo que también se realizaba en otros países de Europa) y respondía a la idea de concordia y de transacción (transigir) entre los sectores políticos que detentaban el poder, con la finalidad de preservar las instituciones básicas del Estado, sobre todo la monarquía, y, al mismo tiempo, sus propios intereses, de las alteraciones revolucionarias. La adulteración del voto se consiguió mediante el restablecimiento del sufragio censitario, un trato más favorable a los distritos rurales que a los urbanos, y por la manipulación electoral.
El triunfo del partido que convocaba elecciones se conseguía por el  
falseamiento de los resultados.
5.1. El falseamiento electoral y caciquismo.
El sistema del turno pacífico pudo mantenerse durante más de veinte años gracias a la corrupción electoral y a la utilización de la influencia y poder económico de determinados individuos sobre la sociedad, los caciques.
En la práctica política, cuando el partido en el gobierno sufría un proceso de desgaste político, perdía la confianza de las Cortes, por crisis, por un intento de salirse del sistema u otras circunstancias, y previo pacto de los líderes políticos, el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno. Entonces, el nuevo jefe de gabinete convocaba elecciones con el objetivo de conseguir el número de diputados suficiente para formar una mayoría parlamentaria que le permitiese gobernar. En este momento se ponía en marcha todo un mecanismo para asegurar el triunfo electoral.
Se seguían los siguientes pasos:1. El Rey nombraba un nuevo jefe de Gobierno y le otorgaba el decreto de disolución de Cortes2. El nuevo gobierno convocaba unas elecciones completamente adulteradas. El Ministerio de Gobernación «fabricaba» los resultados electorales mediante la asignación previa de escaños en cada circunscripción electoral (encasillado)
y enviaba esa lista a los gobernadores civiles o directamente a los propios caciques. Los candidatos que no eran de la circunscripción misma se llamaban «cuneros».3. Los gobernadores civiles de cada provincia eran informados por el ministro de Gobernación de los resultados que «debían» salir en sus provincias, siguiendo el encasillado. Éstos, a su vez, transmitían la lista de los candidatos «ministeriales» a los alcaldes y caciques y todo el aparato administrativo se ponía a su servicio para garantizar su elección, modificando o fabricando los resultados electorales.4. Los caciques, siguiendo las instrucciones del gobernador civil, amañaban las elecciones, consiguiendo así los resultados esperados. El turno en el poder estaba así garantizado porque el sistema electoral invertía los términos propios del sistema parlamentario. La adulteración del voto constituyó una práctica habitual en todas las elecciones sobre todo tras el restablecimiento del sufragio universal con un trato más favorable a los distritos rurales frente a los urbanos y, sobre todo, por la manipulación y las trampas electorales.

Caciquismo


El caciquismo fue un fenómeno que se dio en toda España, aunque alcanzó su máximo desarrollo en Andalucía, Galicia y Castilla. No es un fenómeno exclusivo de éste periodo, sino que surge con el régimen liberal y con la aparición de las elecciones y va a perdurar hasta fechas recientes. Por ello, no es extraño que en la actualidad aparezca la acusación de caciquismo a políticos locales de unos y otros partidos. Durante el reinado de Isabel II ya existíó el caciquismo, lo mismo que durante la República y en el franquismo. Los caciques eran personas notables, sobre todo del medio rural, a menudo ricos propietarios que daban trabajo a jornaleros y que tenían una gran influencia en la vida local, tanto en lo social como en lo político y económico. También podían ser abogados, profesionales de prestigio o funcionarios de la Administración, que controlaban los ayuntamientos, hacían informes y certificados personales, dirigían el sorteo de las quintas, propónían el reparto de las contribuciones y podían resolver o complicar los trámites burocráticos y administrativos. Con su influencia, los caciques orientaban la dirección del voto, agradeciendo con sus «favores» la fidelidad electoral y discriminando a los que no respetaban sus intereses.

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