La Guerra Civil Española: Contexto, Desarrollo y Consecuencias
La conspiración militar comienza desde el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936. Para evitarlo, el gobierno traslada a los altos mandos fuera de Madrid. Ese mismo año, el ejército de Marruecos se subleva y el general F. Franco asume el liderazgo del golpe. El golpe fracasa en las zonas republicanas (entre ellas, el norte de España, salvo Galicia, Madrid y Valencia) y triunfa en las zonas nacionalistas (el resto de España). Dada la separación en la península, el golpe pasa a ser una guerra civil prolongada. El bando republicano significaba 14 millones de habitantes, pero se encontraban separados entre anarquistas, republicanos, socialistas y comunistas. El bando sublevado constaba de 8 millones de habitantes, estaba apoyado por las empresas, la iglesia y los católicos, además de recibir apoyo internacional de parte de Italia y Alemania nazi; además, al nacer del ejército, contaba con militares entrenados.
La guerra se dividió en diversas fases:
- Primera fase: El objetivo de Franco era conquistar Madrid avanzando desde el norte. El 7 de noviembre empezó la conquista de Madrid; los franquistas llegaron a Ciudad Universitaria, pero no lograron tomar el centro. Los alemanes e italianos apoyaron a los franquistas con numerosos bombardeos aéreos. La resistencia republicana contaba con apoyo soviético y defendió la capital bajo el lema de “No pasarán”. En febrero de 1937, los franquistas intentan aislar Madrid con la batalla del Jarama, pero no logran separar Valencia de Madrid. En marzo del mismo año, realizan una ofensiva en Guadalajara, pero los republicanos la detienen.
- Segunda fase: La zona norte republicana estaba aislada, donde tenía una industria clave. En abril de 1937, la Legión Cóndor alemana destruyó gran parte de la ciudad. En julio, los republicanos realizan una ofensiva para aliviar el norte, pero fracasa. En octubre, el norte republicano cae.
- Tercera fase: Va desde octubre de 1937 hasta noviembre de 1938 y recoge la caída de Teruel, el avance franquista por Aragón y finaliza con la Batalla del Ebro, donde los republicanos logran avanzar 30 km, pero tras una contraofensiva franquista, estos retroceden nuevamente.
- Cuarta fase: Recoge el final de la guerra tras la caída de Barcelona y el exilio de los republicanos hacia Francia, lo que significa el final de la guerra el 1 de abril de 1939.
Las consecuencias de la guerra fueron enormes, con aproximadamente 500,000 muertos y 400,000 exiliados. En cuanto a las consecuencias económicas, encontramos la vuelta a la economía agraria tras la destrucción de la industria textil, la pérdida de las reservas de oro del Banco de España, la gran deuda por la ayuda alemana e italiana, un hundimiento de la renta nacional y un hambre generalizada. Por el lado político, significó el final de la Segunda República, la represión de los opositores, la iglesia retoma poder y, debido a la represión franquista, España se sumerge en un aislamiento internacional.
Existen tres grandes interpretaciones sobre la guerra:
- Punto de vista progresista: La guerra fue resultado del atraso español y un ataque de los sectores conservadores.
- Visión revisionista: Fue una guerra entre extremismos impulsada por el irrespeto de la legalidad de parte de los republicanos.
- Neutralistas: La guerra fue provocada por ambos bandos y la mayoría de los españoles fueron arrastrados por una minoría radical.
Durante la Guerra Civil española, ambos bandos (Republicano y Nacional) desarrollaron estructuras políticas y económicas diferentes que influyeron directamente en el curso del conflicto. En la zona republicana, la sublevación militar provocó la descomposición del Estado. Tras el fracaso del gobierno de Casares Quiroga, que no logró frenar la rebelión, le sucedieron Martínez Barrios, Giral y finalmente Largo Caballero. Giral entregó armas a las organizaciones obreras, lo que dio lugar a un proceso revolucionario con violencia descontrolada. La falta de autoridad favoreció la aparición de comités revolucionarios, especialmente dominados por anarquistas, y se desató una oleada de represión hacia sectores considerados enemigos (clero, empresarios, políticos conservadores).
Con el avance de las tropas franquistas y la política de no intervención internacional, se formó un gobierno de coalición presidido por Largo Caballero en septiembre de 1936, incluyendo comunistas, socialistas y más tarde anarquistas. Se intentó reconstruir el ejército republicano y restablecer el orden, aunque las tensiones internas dificultaron la estabilidad. Cataluña y el País Vasco actuaron con amplia autonomía, creando sus propios ejércitos y gestionando sus economías. Las divisiones ideológicas culminaron en los enfrentamientos de mayo de 1937 en Barcelona, lo que provocó la caída de Largo Caballero y la llegada de Juan Negrín. Este último reforzó el ejército, eliminó los elementos más revolucionarios y trató de buscar apoyo internacional con los “Trece Puntos” en 1938, sin éxito. Finalmente, el coronel Casado dio un golpe de Estado contra Negrín, intentando negociar una paz que Franco no aceptó.
En marzo de 1939, el ejército nacional ocupó Madrid y terminó la guerra. En la zona nacional, desde el inicio se impuso un régimen autoritario y militarizado. Se declaró el estado de guerra, se prohibieron los partidos y sindicatos, y se frenaron las reformas sociales. Se inició una fuerte represión, con ejecuciones masivas para imponer el miedo y eliminar opositores. En julio de 1936, murió José Sanjurjo, inicialmente designado líder del golpe, y se creó la Junta de Defensa Nacional en Burgos con Miguel Cabanellas al frente. En septiembre, Franco fue nombrado jefe del Estado y Generalísimo. A partir de entonces, concentró en su figura todos los poderes. En abril de 1937, decretó la unificación de todos los grupos políticos afines en un único partido, la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. En enero de 1938, formó su primer gobierno, instaurando un sistema dictatorial centralizado.
En el plano internacional, la Guerra Civil se convirtió en un conflicto con gran repercusión debido a la polarización mundial entre democracias y fascismos. Las democracias occidentales impulsaron el Comité de No Intervención (1936), apoyado por 27 países, aunque en la práctica solo afectó a la República. Alemania, Italia y Portugal ayudaron al bando nacional: Hitler envió la Legión Cóndor, Mussolini tropas y material bélico, y Portugal facilitó armas. La República solo recibió apoyo de la URSS —pagado con el oro del Banco de España— y de las Brigadas Internacionales, que reunieron a unos 40,000 voluntarios antifascistas, retirados en 1938 por presiones internacionales. EE. UU. no firmó el acuerdo, pero aprobó una ley que impedía la venta de armas a la República, mientras empresas como Texaco, Ford o General Motors suministraron recursos al bando franquista. Esta desigualdad internacional fue clave en el desenlace del conflicto.
Tras la Guerra Civil (1936-1939), se instauró en España una dictadura militar liderada por el general Francisco Franco. Este régimen autoritario se caracterizó por el poder concentrado en manos de Franco, quien ejercía simultáneamente como Jefe del Estado, del Gobierno, del Ejército y del partido único, conocido desde 1943 como el Movimiento Nacional. Esta dictadura se fue institucionalizando poco a poco mediante un conjunto de leyes denominadas Leyes Fundamentales del Reino, que sirvieron para dar un barniz jurídico al régimen.
Institucionalización del régimen
Entre las principales Leyes Fundamentales se encuentran:
- Ley de la Administración Central del Estado (1938): otorgaba a Franco el poder exclusivo para legislar.
- Fuero del Trabajo (1938): regulaba el ámbito laboral prohibiendo las huelgas y los sindicatos libres.
- Ley de Cortes (1942): establecía una cámara consultiva, sin capacidad legislativa real.
- Fuero de los Españoles (1945): reconocía teóricamente ciertos derechos, aún sin estar garantizados.
- Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947): declaraba que España sería una monarquía.
- Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958): recopilaba los valores ideológicos del régimen.
- Ley Orgánica del Estado (1967): separa Jefatura del Estado y Gobierno, aunque ambas ocupadas por Franco.
Estas leyes consolidaron un sistema autoritario, centralizado y sin oposición política, sustentado en la represión, la censura, el nacionalcatolicismo y el culto a la figura del Caudillo.
Relaciones internacionales del franquismo
La política exterior franquista evolucionó a lo largo del tiempo, condicionada por el contexto internacional:
- Alineación con el Eje (1939-1943): Durante la Segunda Guerra Mundial, Franco mostró simpatía por las potencias del Eje (Alemania e Italia). Aunque mantuvo una posición de neutralidad inicialmente, luego adoptó la «no beligerancia». En 1941, envió la División Azul para luchar junto a los nazis contra la URSS. Sin embargo, en 1943, al ver que el Eje iba a perder la guerra, volvió a una postura neutral.
- Aislamiento internacional (1945-1950): Finalizada la guerra, las potencias vencedoras condenaron el régimen franquista por su carácter fascista. En la Conferencia de Potsdam y en la ONU se pidió la retirada de embajadores. España quedó aislada diplomáticamente, salvo por sus relaciones con el Vaticano, Portugal y Argentina. Para mejorar su imagen, Franco suavizó algunos símbolos fascistas y promovió el Fuero de los Españoles y un indulto para presos políticos.
- Reconocimiento internacional (1950-1975): Con el inicio de la Guerra Fría, el carácter anticomunista del régimen lo volvió útil para Estados Unidos. En 1953, se firmaron acuerdos militares con EE. UU., que permitieron instalar bases norteamericanas en territorio español a cambio de ayuda económica y legitimidad internacional. En 1955, España ingresó en la ONU, marcando el final del aislamiento. También se firmó un Concordato con el Vaticano, consolidando los privilegios de la Iglesia católica.
Etapas políticas del franquismo
- Primer franquismo (1939-1959): Fue una etapa de fuerte control totalitario, marcada por la represión, la autarquía económica y la influencia de los falangistas. A partir de 1943, tras la derrota del Eje, el régimen comenzó a dar más protagonismo a sectores católicos y se redujeron ciertos elementos fascistas, aunque sin alterar el carácter dictatorial del sistema.
- Etapa del desarrollismo (1959-1973): En 1957, ante las tensiones internas y la crisis económica, Franco reformó el gobierno y dio paso a los tecnócratas, muchos vinculados al Opus Dei. Estos promovieron una apertura económica y diseñaron el Plan de Estabilización de 1959, que impulsó el crecimiento. Paralelamente, se aprobaron reformas como la Ley de Prensa (1966) y la Ley de Libertad Religiosa (1967), que, aunque superficiales, reflejaban una cierta modernización. En esta etapa, Franco designó a Juan Carlos de Borbón como su sucesor.
- Crisis final del franquismo (1973-1975): Esta etapa comenzó con el nombramiento de Carrero Blanco como presidente del Gobierno. Dentro del régimen surgieron dos bandos: los aperturistas, que querían una transición controlada hacia la democracia, y los inmovilistas, que se oponían a cualquier cambio. El asesinato de Carrero Blanco por ETA en 1973 debilitó aún más al régimen. En 1975, con Franco gravemente enfermo, se ejecutaron cinco condenas a muerte pese a las protestas internacionales. Ese mismo año estalló la crisis del Sáhara, que finalizó con la retirada española tras la Marcha Verde de Marruecos. Finalmente, Franco murió el 20 de noviembre de 1975 y le sucedió Juan Carlos I, quien, contra todo pronóstico, inició una transición democrática desde dentro del propio sistema franquista.
Durante los cuarenta años del franquismo, la oposición política fue duramente reprimida. El régimen utilizó herramientas legales como la Ley de Responsabilidades Políticas (1939) y la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo (1940) para justificar arrestos, juicios militares y ejecuciones. Estas leyes permitían castigar incluso a quienes no apoyaron la sublevación del 36. Se calcula que hubo unas 100,000 ejecuciones por procedimientos sumarísimos, y casi 300,000 encarcelados en la posguerra. Además, unos 100,000 españoles fueron enviados a campos nazis, como Mauthausen, donde fueron exterminados. A esta represión se sumaron purgas profesionales y económicas. El exilio afectó a más de 300,000 personas, quienes huyeron tras la guerra civil. Muchos acabaron marginados, y aunque intentaron organizar la oposición desde el exterior, su eficacia fue limitada por las divisiones internas heredadas de la guerra. El gobierno republicano en el exilio no logró coordinar una resistencia efectiva, lo que dio paso a fenómenos como el maquis, guerrilla antifranquista que tuvo su auge entre 1946 y 1947, coincidiendo con el aislamiento internacional del régimen. En los años 50, la oposición sufrió un fuerte letargo, pero hacia 1956, el PCE cambió de táctica y propuso una política de reconciliación nacional, con nuevos líderes como Santiago Carrillo. En los años 60, la protesta se generalizó: el movimiento obrero, impulsado por Comisiones Obreras (ligadas al PCE), creció gracias a estrategias como el “entrismo” en los sindicatos franquistas. El movimiento estudiantil se reorganizó con hechos clave como la Capuchinada (1966), que supuso el fin del SEU. Algunos profesores universitarios como Aranguren, Tierno Galván y García Calvo fueron expulsados por su activismo.
A nivel internacional, el llamado Contubernio de Múnich (1962) agrupó a 118 opositores del interior y del exilio (excepto comunistas), y exigió democracia en España. La respuesta del régimen fue una ola de represión, que culminó en la ejecución del comunista Julián Grimau en 1963. Por otro lado, el nacionalismo vasco resurgió con la creación de ETA en 1959, que adoptó la vía armada en 1964. Su primer atentado mortal fue en 1968. Ese mismo año, el juicio de Burgos contra 16 miembros de ETA generó una fuerte presión internacional que logró evitar las penas de muerte. La Iglesia también mostró signos de oposición, especialmente tras el Concilio Vaticano II. En 1960, 339 sacerdotes vascos protestaron contra la represión, y en 1963, el abad de Montserrat, Monseñor Escarré, fue exiliado tras criticar el régimen en Le Monde. En el ámbito cultural, la posguerra supuso un “páramo cultural” por el exilio de intelectuales y la fuerte censura. El régimen exaltaba valores como el nacionalismo, el catolicismo y el imperialismo. A pesar de ello, surgieron obras críticas como La familia de Pascual Duarte (Cela, 1942), Los hijos de la ira (Dámaso Alonso, 1944) o Historia de una escalera (Buero Vallejo, 1949). La poesía social tomó fuerza con Blas de Otero o Gabriel Celaya. En los años 50 y 60, autores como Carmen Martín Gaite, Rafael Sánchez Ferlosio o cineastas como Berlanga y Bardem iniciaron una renovación cultural. Sin embargo, el régimen mantenía alejada a la intelectualidad, promoviendo una cultura de evasión basada en el folklore y el entretenimiento banal.
Durante la guerra de independencia surge una revolución política importante sumado a un vacío de poder por la abdicación de Fernando VII, lo que lleva a un proceso revolucionario político y liberal. Por ello, aparece una organización de poder en las zonas recuperadas que se divide en: juntas locales que asumen el poder en nombre de Fernando VII, juntas provinciales que agrupaban las locales, la Junta Central Suprema presidida por Floridablanca que se formaría en 1808 y en 1810 se establecería en Cádiz un consejo de regencia que absorbería los poderes de la Junta Central y convocaría unas Cortes Generales. Las Cortes Generales de Cádiz, o mejor conocidas como Cortes de Cádiz, se convocarían en 1810 como resultado de un sufragio universal masculino y recogían una amplia variedad de grupos sociales como las clases medias, el clero y la nobleza. En esta no existirían partidos, pero predominarían las tendencias reformistas o liberales. El ambiente que generaría en Cádiz sería liberal y cosmopolita. Estas Cortes tomarían diversas medidas socioeconómicas como la abolición del régimen señorial que convertiría las tierras en propiedades privadas; en 1813, se realizaría una desamortización de los bienes municipales; otras medidas serían la eliminación del mayorazgo, supresión de gremios, aplicación de una libertad de imprenta con excepciones religiosas y una mayor intervención del estado en la iglesia que supondría el fin de la Inquisición y la expropiación de bienes de las órdenes militares. Las Cortes redactarían una constitución en 1812 denominada “La Pepa”, esta sería la Primera Constitución Española y estaría inspirada en la francesa de 1789. Esta Constitución recogería diversos principios considerados básicos, entre ellos: soberanía nacional (el poder reside en la nación), una Monarquía Constitucional hereditaria y el reconocimiento de derechos individuales como la igualdad de poder, libertad de prensa, inviolabilidad del domicilio y el derecho a la educación; esta Constitución también recoge una división clara de poderes que se organizaría en Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Además de todo esto, encontramos también, confesionalidad religiosa (catolicismo como única religión oficial), un ejército permanente, administraciones locales divididas entre ayuntamientos y provinciales y la declaración de un sufragio universal masculino. A pesar de la constitución, ni esta, ni las Cortes se aplicarían plenamente debido a la guerra en curso y la vuelta al poder de Fernando VII que las derogaría en 1814. A pesar de esto, la constitución del 12 se convertiría en un símbolo del liberalismo español.
Los Austrias del Siglo XVI: Política Interior y Exterior
Carlos I de Habsburgo (1516-1556) fue el primer rey extranjero y común para Castilla, Aragón y Navarra. Le sucederá su hijo Felipe II (1556-1598) en todos sus territorios, salvo el Imperio. En el ámbito interior, Carlos I vio marcado su reinado por la sublevación de las Comunidades en Castilla (1520-1522) y de las Germanías en Aragón (1519-1523). Las reivindicaciones iban desde solicitar que las Cortes tuviesen más atribuciones, cuestiones fiscales, así como movimientos de contenido social y gremiales contra los señores feudales. Ambas sublevaciones fueron derrotadas. Por su parte, Felipe II, en el ámbito de política interior, tuvo que hacer frente a las Alteraciones de Aragón, protagonizadas por el secretario Antonio Pérez y el asesinato de Juan de Escobedo, lo que supondría que las Cortes aragonesas (Tarazona 1592) tuvieron que aceptar una reducción de las atribuciones forales, instaurando Felipe II un virrey castellano. Por su parte, los moriscos de las Alpujarras también se rebelaron contra la prohibición del uso de sus tradiciones. Juan de Austria sofocó la rebelión.
En cuanto a la política exterior, el eje de Carlos I fue conseguir una monarquía universal-cristiana y el de Felipe II mantener la enorme herencia recibida e incrementarla, como hizo incorporando Portugal (1580). Fija la capital en Madrid (1561). Carlos I tuvo tres ejes principales: Francia, los turcos y los problemas religiosos. Las guerras con Francia (1521-1544) reflejan la rivalidad entre Francisco I por dominar Italia. Túnez (1535) y la pérdida de Argel (1541) protagonizan la lucha con los turcos. La reforma protestante de Lutero en Alemania provocó que Carlos se enfrentara a la Liga de Esmalcalda (1531), mientras el pontífice Pablo III convocó un Concilio en Trento. En Mühlberg (1547), el Emperador tomó ventaja, pero con el apoyo francés y la Paz de Augsburgo, tuvo que reconocer la existencia de dos religiones en el Imperio. Felipe II y su política confesional le llevará a enfrentarse a Francia (San Quintín 1557 y Cateau-Cambresis 1559), a los turcos en el Mediterráneo (Lepanto 1556) y a Inglaterra con el envío de la Armada Invencible en 1588.
Los Austrias del Siglo XVII: Política Interior y Exterior
Los reyes del siglo XVII, llamados “Austrias menores”, delegan las decisiones de gobierno en sus validos. Destacan el duque de Lerma con Felipe III, que decretó la expulsión de los moriscos (1609-1614). El conde-duque de Olivares con Felipe IV, impulsor de la Unión de Armas (1625), una medida que chocó con los fueros y privilegios de la Corona de Aragón. Después, la regencia de Mariana de Austria y el jesuita Nithard, y con Carlos II, Juan José de Austria. Un año clave fue el de 1640, cuando Olivares trasladó las hostilidades de la guerra con Francia a los Pirineos. Se produjo el denominado corpus de sangre con el asesinato del virrey. Este mismo año se inicia una rebelión en Portugal que se independizará. Además, se producen intentos de rebelión en otros territorios como en Andalucía, en Nápoles y Sicilia.
La política exterior de Felipe III estuvo presidida por la pacificación, pero en 1618 estalló la Guerra de los Treinta Años. España se posicionó al lado del Emperador. Durante los primeros años, los Habsburgo llevaron la iniciativa con las victorias del año 1625 (la rendición de Breda, derrota inglesa en Cádiz, recuperación de Bahía). La victoria de Nördlingen en 1634 provocó la intervención francesa que, a la larga, supuso la derrota española (las Dunas y Rocroi). La paz de Westfalia en 1648 reconocía la independencia de las Provincias Unidas. El definitivo acuerdo llegó con la paz de los Pirineos (1659). La muerte de Felipe IV (1665) dejó la corona en manos de su hijo Carlos II, menor de edad, por lo que se inició la regencia de su madre Mariana de Austria. Se acentuó la inestabilidad política, pero el problema más importante fue, sin duda, el sucesorio. Hacia 1697, cuando ya se intuía la muerte del rey sin descendencia, se barajaron los posibles sucesores como Felipe de Borbón, José Fernando de Baviera y Carlos de Austria, Habsburgo. Esta controversia dio lugar a una guerra de Sucesión Española que será una guerra civil y una guerra europea.
Al-Andalus: Evolución Política
En el 711, los musulmanes al mando de Tariq cruzan el estrecho de Gibraltar y vencen al rey Don Rodrigo en la batalla de Guadalete. Conquistan la península Ibérica muy rápidamente, debido a la crisis interna de la monarquía visigoda, la yihad o guerra santa y las capitulaciones que los conquistadores firman con la nobleza visigoda. En el 722 son derrotados en Covadonga y en 732 en Poitiers. El nuevo territorio, llamado Al-Andalus, pasa a formar parte del horizonte musulmán hasta 1492. A lo largo de estos 8 siglos, la evolución política marcará diferentes etapas: el emirato dependiente del califato de Damasco (711-756), el emirato independiente de Bagdad (756-929) con Abd-al-Rahman I y el califato de Córdoba (929-1031), fundado por Abd-al-Rahmán III, la época de mayor esplendor de Al-Andalus. En 1031, una guerra civil marca el fin del Califato que se desintegra en numerosos reinos de Taifas. Comienza la decadencia de Al-Andalus en favor del norte cristiano, cuyo avance se hace imparable (Toledo 1085, Zaragoza 1118). Esto provoca el establecimiento de imperios extranjeros en Al-Andalus, los almorávides y los almohades, que logran frenar momentáneamente el avance cristiano en Sagrajas (1086) y Alarcos (1095). En 1212, los cristianos organizan un frente unido en la batalla de las Navas de Tolosa que reduce el territorio musulmán al reino nazarí de Granada (1238-1492).
Al-Andalus: Economía, Sociedad y Cultura. El Legado Judío
La economía en Al-Andalus era fundamentalmente agrícola: los musulmanes van a introducir nuevas técnicas y nuevos cultivos (arroz, cítricos), impulsan el regadío e introducen la noria y las acequias. En ganadería, se desarrolló la cría del caballo y el ovino. La producción artesanal se centraba en la industria textil y armamentística. Tuvieron un gran desarrollo en el comercio, interior en los zocos de las ciudades y exterior con África y Asia. La sociedad andalusí muestra una diversidad étnica y religiosa. Junto con los musulmanes (árabes, bereberes, sirios y muladíes) vivían los no musulmanes (mozárabes, judíos). Esta distribución se puede distinguir en su estructura social: la aristocracia, formada por musulmanes poseedores de las tierras; la clase media, musulmanes que se dedicaban al comercio y miembros del ejército; y, por último, las clases populares, artesanos, campesinos y, por último, los esclavos. Al-Andalus fue el foco cultural de la Edad Media, ya que es una zona de contacto entre el mundo islámico y la Europa cristiana. Se desarrollaron disciplinas científicas como las matemáticas, medicina o astronomía. La literatura con El collar de la paloma, en filosofía destacan Averroes y Maimónides. Los judíos sefardíes aportaron el desarrollo de la ciencia, en el campo médico y en las rutas comerciales y bancarias. Al mismo tiempo, Alfonso X creó la Escuela de Traductores de Toledo, donde musulmanes, judíos y cristianos convivieron y tradujeron libros y obras de la época griega y romana.