Pueblos prerromanos colonizaciones históricas

Sociedad y economía en el Paleolítico y Neolítico. La pintura rupestre.Las sociedades paleolíticas compartieron un mismo modo de vida; los hombres y las mujeres vivían en pequeñas comunidades dedicadas a la caza (con herramientas de piedra tallada) y la recolección y se desplazaban en busca de recursos naturales. Las primeras expresiones artísticas surgen a finales del Paleolítico, destacando las pinturas rupestres del Cantábrico. Estas se elaboraron mientras la Península Ibérica aún se encontraba inmersa en el último período glacial. Las pinturas de la zona francocantábrica (las cuevas de Altamira, Cantabria) adquieren más valor por su excelente conservación y por la calidad técnica, el interés estético, la sensibilidad y la capacidad para captar formas, detalles y movimientos.

El Neolítico estuvo marcado por la domesticación de plantas y animales. Se conoce como revolución neolítica porque supuso un gran cambio en los modos de vida: surgieron las primeras sociedades sedentarias y novedades técnicas como la cerámica y los útiles de piedra pulida. Vivían en aldeas y enterraban a sus muertos en necrópolis. De principios del Neolítico son las pinturas rupestres levantinas, las cuales aparecen en abrigos rocosos, prácticamente al aire libre, lo que demuestra una mejora de las condiciones climáticas. Prefieren la monocromía, incluyen al ser humano y generan escenas en las que las personas interactúan (momentos de caza, danzas…). Los mejores ejemplos se encuentran en El Cogul (Lleida) y los Toros (Teruel).

Los pueblos prerromanos. Las colonizaciones históricas: fenicios y griegos. Tartesos. A lo largo del primer milenio a.C. Las sociedades que vivían en la Península recibieron la influencia de algunos pueblos indoeuropeos venidos de Europa central a través de los Pirineos, atraídos por la riqueza del territorio. Por su parte, fenicios y los griegos trajeron consigo desde el Mediterráneo oriental el uso de la moneda, la escritura, la cremación y la metalurgia del hierro. El objetivo de ambos era el comercio con los pueblos indígenas. Entre los siglos X y VI, en el bajo Guadalquivir se desarrolló una cultura conocida como Tartesos, que se expandíó por todo el suroeste peninsular. Aparecen citados en varias fuentes: por los hebreos en la Biblia, por los fenicios, griegos y romanos. Todos hablan de una tierra fértil y rica en minerales. Estas diversas influencias configuraron dos grandes áreas culturales y lingüísticas en la Península: el área ibera y el área celta.
En la primera (sur y este de la Península) habitaban los iberos, descendientes de indígenas prehistóricos. Su economía se basaba en la agricultura y la ganadería, tenían una cultura avanzada (escritura, moneda) y una estructura social y política complejas (ciudades-estado, tanto monárquicas como republicanas). También se dedicaron a la minería y a las labores artesanales. En el área celta (norte y centro) estaban los celtas y los celtíberos. A diferencia de los iberos, los celtas se organizaban en tribus lideradas por caudillos.

Conquista y romanización.Principales aportaciones


La conquista romana comenzó en el siglo III a.C. Tras la segunda guerra púnica y se prolonga a lo largo de etapas de conquista y consolidación, en las cuales hubo problemas internos y resistencia de los pueblos indígenas, hasta el año 19 a.C., año en el cual consiguen dominar estos pueblos excepto a los vascones, los cuales nunca acabaron de someterse del todo al poder romano.
Tras esto, Hispania se convirtió en una provincia del Imperio romano y comenzó el proceso de romanización, mediante el cual los pueblos de la Península adoptaron la organización política, social y económica, las costumbres, la lengua y la religión. Esto se consiguió mediante la imposición del latín, la reorganización política del territorio, la creación de la red urbana, la propiedad privada y la esclavitud y el auge del comercio. Otro gran sustento del éxito de la romanización fue el derecho romano, un sistema legislativo complejo que permitíó organizar la vida pública y privada (aún hoy es el fundamento de la legislación civil y comercial de la mayoría de los países occidentales). La expresión artística romana fue la arquitectura. Basada en los modelos, la estética y los órdenes griegos. La evolución del arco y las cubiertas abovedadas permitíó a los arquitectos diseñas puentes y acueductos, y espacios más diáfanos. Los espacios de ocio fueron fundamentales dentro de la arquitectura romana (circos, teatros y anfiteatros). También pertenecen al legado romano la escultura y el mosaico.

El reino visigodo: origen y organización política. Los concilios


En el año 409 irrumpieron en la Península tres pueblos germánicos: los suevos, los vándalos y los alanos. Los romanos firmaron un pacto con los visigodos según el cual les cedían tierras en el sur de Francia y de la Península a cambio de expulsar a dichos pueblos. Tras la caída del Imperio romano los visigodos tomaron el poder estableciendo la capital en Toledo. La monarquía logró consolidarse durante el reinado de Leovigildo, quien conquistó el reino suevo de Galicia, estabilizó la frontera con los francos y llevo a cabo expediciones de castigo contra cántabros y vascos. Se caracterizó también por la voluntad de imponer como religión de Estado el cristianismo arriano. Tras su muerte su hijo abandonó el arrianismo e institucionalizó el catolicismo como religión del reino. Después de las reformas de Recaredo, el territorio peninsular se dividíó en obispados. Los obispos se reunían periódicamente en concilios, asambleas eclesiásticas en las que se dictaban tanto normas morales como directrices políticas que eran comunicadas a los fieles a través de las parroquias. A partir del IV Concilio de Toledo se institucionalizó la participación de la nobleza palatina en estas asambleas y se acentúa su carácter de cámara legislativa, civil y religiosa.

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