Reinos cristianos en la Edad Media

2.4 Los primeros núcleos de resistencia cristiana. Principales etapas de la Reconquista. Modelos de repoblación

Los reinos cristianos aparecieron y se consolidaron entre los siglos VIII y X en las zonas que no habían llegado a conquistar los musulmanes (La Cordillera Cantábrica y los Pirineos) desde los cuales iniciaron la Reconquista. A la par que el fenómeno militar se dio un proceso repoblador, que en un inicio ocurríó de forma espontánea (presura o aprisio) y a partir del siglo XI tuvo que ser incentivado por los monarcas a través de privilegios (cartas puebla, fueros locales… ) órdenes militares y repartimientos. En la primera etapa de la Reconquista (siglos VIII-X) se da la inferioridad de los reinos cristianos. Asturias se adjudicó la primera victoria contra los musulmanes con Don Pelayo en la batalla de Covadonga (722), tras lo cual siguió avanzando por el valle del Duero, y en el 910 Alfonso III trasladó la capital a León. De este reino se independizó en 930 el Condado de Castilla, bajo el mando de Fernán González. El reino de Navarra, fundado por Íñigo Arista (824) alcanzó su apogeo con Sancho III el Mayor. Tras la muerte de éste (1035) nacíó el reino de Aragón, siendo su primer rey
Ramiro I. Los Condados Catalanes se independizaron de la Marca Hispánica carolingia bajo la dirección de Wifredo el Velloso y Borrel II (siglos IX-X). En la segunda etapa (XI-XII) los reinos cristianos realizaron avances por sobre los valles del Tajo y del Ebro (Conquista de Toledo (1085), Valencia, Zaragoza… ). En 1137 se unieron los condados catalanes y el reino de Aragón tras el matrimonio de Petronila de Aragón con Ramón Berenguer IV. En el Siglo XIII (hegemonía de los reinos cristianos) Castilla y León (unida definitivamente en 1230) líderó el avance sobre el valle del Guadalquivir y derrotó a los almohades en Navas de Tolosa (1212), mientras que Aragón logró tomar Valencia y las Islas Baleares (Jaime I el Conquistador). Al-Ándalus quedó reducido al reino de Granada, rendido a la Corona de Castilla en 1492. 

2.5 Los reinos cristianos de la Edad Media: organización política, régimen señorial y sociedad estamental

En las monarquías asturleonesas, Navarra y aragonesa la organización política se fue percibiendo como una cruenta disputa entre los estamentos privilegiados y la monarquía por mantener o aumentar su cuota de poder. A partir del Siglo XIII, el rey dejó de ser un jefe guerrero para convertirse en un primus inter pares, y en Castilla irá consolidando su figura, mientras que en Aragón deberá recurrir al pactismo para mantenerse en el poder. El organismo más importante de administración estatal era la Curia Real (consejo integrado por la nobleza y el clero). A partir del 1118 en León y el Siglo XIII en el resto de reinos, a la Curia se unen los burgueses en representación de las ciudades más importantes. Así nacieron las Cortes: un organismo de representación estamental cuyo cometido era asesorar al rey y votar los subsidios extraordinarios. Nos encontramos con una sociedad agraria, con una gran diversidad étnico religiosa (judíos, mudéjares) y un régimen señorial, con relaciones de dependencia personal: nacen los señoríos jurisdiccionales y los impuestos feudales. Se trataba de una sociedad estamental, fuertemente jerarquizada, dividida entre privilegiados (nobleza y clero) y no privilegiados (obligados a pagar impuestos). A partir del Siglo XII nacería un nuevo grupo social, la burguésía, que pese a pertenecer a los no privilegiados adquiríó cierta autonomía en el gobierno de las urbes y representación en las Cortes.

2.6 Organización política de la Corona de Castilla, de la Corona de Aragón y del Reino de Navarra al final de la Edad Media. 

A partir del Siglo XIII los reinos cristianos peninsulares experimentaron una serie de cambios en sus instituciones de gobierno. En líneas generales, destaca la disputa entre los estamentos privilegiados y la monarquía para mantener o aumentar su cuota de poder. En la organización política de los reinos nos encontramos, por un lado, con el Consejo real (órgano consultivo integrado por los nobles y el alto clero) y por otro, Las Cortes (órgano de representación estamental en el que también participaban los burgueses, y cuya importancia variaba dependiendo de cada reino). Esto se debe a que la Corona de Castilla y la Corona de Aragón tuvieron una organización política diferente: en Castilla, se trataba de una monarquía unitaria, en la que el poder del rey se sustentaba sobre la aceptación del origen divino de su autoridad y el escaso poder de las Cortes (que se limitaba a la aprobación de subsidios extraordinarios). El autoritarismo real fue creciendo gracias a la introducción del Derecho Romano, la alianza de la monarquía con la burguésía y la formación de una nobleza de servicio. Por el contrario, la Corona de Aragón era una confederación de estados (Aragón, Valencia, Cataluña y Mallorca) y el poder del rey estaba muy limitado, debido al origen pactista de la monarquía, y a través de las Cortes de cada reino, cuyas decisiones eran vinculantes. Finalmente, el Reino de Navarra durante los siglos XIV y XV se orientó más a Francia que a los reinos hispánicos. Al igual que en Aragón, triunfó la doctrina pactista, en la que las prerrogativas de las Cortes impidieron el fortalecimiento de la monarquía. 

3.1 Los Reyes Católicos: uníón dinástica e instituciones de gobierno

El matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando II de Aragón posibilitó la uníón de las dos coronas bajo una misma dinastía (los Trastámara) pero no la creación de un estado unido: en la Concordia de Segovia (1475) acordaron gobernar conjuntamente ambos reinos, pero manteniendo la independencia institucional de cada uno. Mientras que Fernando heredó la corona al morir su padre, Juan II, en 1479; Isabel tuvo que hacer frente a una guerra civil contra Juana la Beltraneja (la presunta hija ilegítima de su hermano Enrique IV), hasta que las capitulaciones de AlçaCovas la reconocieron como reina en 1479. Los RRCC emprendieron una serie de reformas tanto en Castilla como en Aragón. En Castilla, aumentaron el poder del Consejo Real de Castilla, crearon el Consejo de Órdenes Militares, la Cancillería fue sustituida por los secretarios reales… En las finanzas su percepción se hizo más eficaz, lo que les permitíó depender menos de las Cortes (que se convirtieron en asambleas dóciles limitadas a financiar empresas regias). Para la administración de la justicia se creó un sistema basado en corregidores y audiencias; y para la seguridad y orden interno, la Santa Hermandad. En Aragón, la creación del Consejo de Aragón, la Inquisición y el cargo de virrey, así como la pacificación del campo y la ciudad de Barcelona contribuyeron al fortalecimiento del poder real. Además, se resuelve el conflicto de los payeses remensas mediante la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486), que suprimíó los malos usos señoriales. 


5.2. Las Cortes de Cádiz. La Constitución de 1812.:


Durante la guerra de la Independencia, y a su amparo, asistimos a un intento de paso  del Antiguo al Nuevo Régimen con la convocatoria y posterior reuníón de las Cortes de Cádiz.  Éstas se convirtieron en representantes de la autoridad en medio del conflicto y en un contexto  de crisis de legitimidad monárquica cuando, tras las Abdicaciones de Bayona, se coronó a José  Bonaparte como rey de España. No se aceptó al nuevo rey por lo que, tras el levantamiento del  2 de Mayo de 1808, los españoles, agrupados en Juntas locales y provinciales, asumieron la  soberanía, auténtico hecho revolucionario porque se acaba con la soberanía real, y  encabezaron, además la, defensa del país frente a la ocupación francesa. El éxito en Bailén provocó que todas las juntas se agruparan en torno a la Junta  Suprema Central, quien se convertirá, de hecho, en depositaria de la soberanía. Se le encargó  la tarea de organizar la resistencia militar frente al invasor y definir el destino político de la  nacíón. En su seno surgieron posturas políticas diferentes: jovellanistas o reformadores,  absolutistas y liberales. A pesar de sus diferencias, todos coincidían en la necesidad de  cambiar, de alguna forma, el Antiguo Régimen por lo que se llegó al acuerdo de nombrar una  Comisión de Cortes para preparar su convocatoria y, una vez reunidas, en ella se discutiría el  futuro político de la nacíón. La Junta Suprema Central, desprestigiada tras los fracasos de su política militar (derrota frente a la Grande Armée) y aislada en Cádiz con el asedio de las tropas francesas, se  disolvíó y dio paso a un Consejo de Regencia que procedíó a hacer efectiva la convocatoria de  Cortes (en una sola Cámara y no por estamentos) para Enero de 1810. Tanto tiempo sin reunirse, desde tiempos de Carlos III, y la ocupación francesa  dificultaron su formación. Se decide que habrá un diputado por cada 50.000 habitantes  mayores de 25 años. Pero la imposibilidad de celebrar elecciones en muchos lugares de España  obligó a que en bastantes casos los diputados fueran sustituidos por otros de procedencia  similar, aunque residentes en Cádiz, ciudad liberal.  Los diputados electos se agruparon en las tres posturas políticas que ya se habían  definido: absolutistas o “ser-viles” (en su mayoría nobles y clérigos, partidarios del Antiguo  Régimen), en reformistas o “jovellanistas” (es decir, seguidores de las propuestas teóricas de  Gaspar Melchor de Jovellanos, que pretendía reformar pero sin romper las estructuras del  Antiguo Régimen), y en liberales (o defensores del Nuevo Régimen, basado en la soberanía  nacional y en la separación de poderes y, por tanto, revolucionarios). Serán estos últimos  quienes se impongan porque, entre otras cosas, el liberalismo era la ideología dominante en la  burguésía comercial y financiera y en una parte importante del ejército. Un análisis de la  procedencia social de los miembros de las Cortes ha demostrado que en su mayoría eran  eclesiásticos -un tercio-, abogados, funcionarios, intelectuales…, ninguno campesino y apenas  miembros de la alta nobleza y clero. La sesíón inicial de apertura se celebra el 24 de Septiembre de 1810 y se proclamaron  representantes de la nacíón (Muñoz Torrero) y, por tanto, de la soberanía nacional,  reconocieron a Fernando VII como rey y se impusieron la tarea de llevar a cabo la reforma de  España. Con la proclamación de la soberanía nacional quedaba establecido, de hecho y de  derecho, el principio revolucionario liberal más importante. A partir de ese momento, las  Cortes pasaron a constituirse en poder supremo de España. La revolución liberal se ponía en  marcha frente a las otras dos opciones: reformismo o absolutismo.  La labor de las Cortes de Cádiz debe ser dividida en un ámbito político (decretos que  destruyen estructuras del Antiguo Régimen y, sobre todo, la elaboración de la Constitución de  1812) y en un ámbito social y económico (erradicación de la sociedad estamental, libertad  económica…)  Entre los decretos aprobados hallamos: libertad de imprenta y supresión de la censura  de prensa (1810), supresión del régimen y de los derechos señoriales (1811), abolición de la  Inquisición (1813), eliminación de los gremios y libertad económica (1813), supresión de los  privilegios de la Mesta (1813), desamortización de los bienes de las Órdenes Militares y jesuitas  (1813), etc. . Pero la principal obra fue, sin duda, la Constitución de 1812 o la Pepa (llamada así  porque se promulgó el 19 de Marzo de 1812, día de San José, en conmemoración del aniversario  de la subida al trono en 1808 de Fernando VII). Fue una de las Constituciones más progresistas  de la época y en ella se proclamó la soberanía nacional y la clara división de poderes en el que  el ejecutivo lo ejercía el monarca (que elige a los ministros y tiene el veto suspensivo sobre las  leyes durante dos años), el legislativo las Cortes (unicamerales y cuyos miembros eran elegidos  por sufragio universal, indirecto y masculino) y el judicial los tribunales. En cuanto a las relaciones Iglesia-Estado, España se consideraba un Estado confesional católico (obligación de  mantener los gastos de culto) aunque con libertad de conciencia. La administración regional y local muestra un país centralizado, dividido en provincias  y con gobernadores nombrados por Madrid. En los ayuntamientos los alcaldes son elegidos  por los propios vecinos. Además, se produce una reorganización del ejército. Por otra parte, la Constitución establece una serie de derechos y libertades como la  igualdad de todos ante la ley (fuero único salvo para eclesiásticos y militares), la libertad de  imprenta, el derecho a la propiedad, la inviolabilidad del domicilio, el derecho a la educación,  las garantías penales y procesales, etc. Tuvo una primera vigencia desde 1812 hasta 1814. En este año, después de la Guerra y  con el retorno del rey Fernando VII por el Tratado de Valençay (Diciembre de 1813), el Consejo  de Regencia y las Cortes de Cádiz (que esperaban que el rey aceptara la nueva situación liberal  y jurara la Constitución en su regreso a Madrid) se vieron traicionados por la actitud del  monarca de querer reinar al modo absolutista: por el Real Decreto del 4 de Mayo de 1814 no  reconocíó los cambios ocurridos durante su exilio ni la labor legislativa de las Cortes. A partir  de ese momento el reinado de Fernando VII se convirtió en un inútil forcejeo por mantener el  extinto Antiguo Régimen frente a la pujanza de la revolución liberal y así, entre 1820 y 1823  (Trienio Liberal), la Pepa volvíó a estar vigente. En la Regencia de María Cristina de Borbón,  entre 1836 y 1837, después del Motín de los Sargentos de La Granja, volvíó a ser la Constitución  de España mientras se elaboraba una nueva, la de 1837. 


5.1. La Guerra de la Independencia: antecedentes y causas. Bandos en conflicto y  1. La Guerra de la Independencia: antecedentes y causas. Bandos en conflicto y  fases de la guerra.:
En España, el paso del Antiguo Régimen al sistema liberal comenzará con el estallido de  la Guerra de la Independencia. Internacionalmente, los acontecimientos que dinamitaron el  cambio fueron las Revoluciones Americana y Francesa, todavía en el Siglo XVIII. Al hilo de la  lucha contra el francés se pondrá en marcha la revolución liberal, que se prolongará durante  gran parte del Siglo XIX. A finales del Siglo XVIII el Despotismo Ilustrado, desde Carlos III, había intentado  subsanar los defectos del Antiguo Régimen, aunque sólo consiguió debilitar sus bases. La  llegada al trono de Carlos IV, en 1788, significó una continuación de esta política. Pero el  estallido de la Revolución francesa alteró todos los planteamientos previos y condujo el  reinado a una gran deriva. Así, primero se intentó minimizar sus efectos en el país (“cordón  sanitario”), luego se luchó contra Francia (Guerra contra la Convencíón, 1793-1795) y,  finalmente, se volvíó a retomar la antigua política de los Pactos de Familia, aunque ahora con  los revolucionarios: Tratados de San Ildefonso (1796, 1800). La figura de Godoy se fue  fortaleciendo mientras que comenzaba la división dentro de la familia real y los franceses  progresivamente se entrometían en los asuntos españoles. La derrota de Trafalgar (1805) sirvió  de aglutinante para el descontento popular y las intrigas en la corte gestaran una auténtica  oposición en torno al Príncipe de Asturias (el futuro Fernando VII) aunque se desarticulara  provisionalmente en el Proceso de El Escorial (1807). Será en este ambiente, junto a la crisis de subsistencias, hacendísticas…, cuando se firme el Tratado de Fontainebleau (1807), auténtico  detonante de los sucesos de 1808 y posteriores. Por este acuerdo se permitía el derecho de paso por España a las tropas francesas para  invadir Portugal, país que se había negado a acatar las órdenes del bloqueo continental contra  Inglaterra. Así pues, a principios de 1808 el ejército francés entra por Cataluña. Lejos de  dirigirse a tierras lusas, comienza a tomar las principales plazas y fortalezas de España. Godoy,  consciente ya de la traición de Napoleón, quiso entonces poner a la familia real a salvo  embarcándola rumbo a las colonias americanas, tal y como habían hecho los portugueses con  sus reyes, refugiados en Brasil. De camino a Sevilla, la corte hizo un alto en el Real Sitio de  Aranjuez donde el pueblo protagonizó el llamado Motín de Aranjuez (17-18 de Marzo de  1808), favorecido por el Príncipe de Asturias y sus partidarios para desembarazarse de Godoy  (a quien consideraban causante de todos los infortunios) y obligar a Carlos IV a abdicar en la  persona de su hijo, Fernando VII. Proclamado rey, Fernando VII volvíó a un Madrid ocupado por las tropas de Murat e  intentó ganar el apoyo de Napoleón. El 20 de Abril recibíó la orden del emperador francés de  reunirse con él en Bayona, adonde también debería ir Carlos IV para que actuara de árbitro en  el conflicto. En esta ciudad se producirán las abdicaciones de Bayona (5 de Mayo) por las que  Fernando devolvíó la corona a su padre y Carlos IV a Napoleón, para que éste, finalmente, se la cediera a su hermano José Bonaparte.  El ahora José I de España, aunque fue bien recibido por las autoridades legales y por la  Junta de Gobierno que Fernando dejó antes de su partida, no lo fue así por las clases populares  y por algunos sectores del ejército, quienes protagonizaron en Madrid el levantamiento del 2  de Mayo, rápidamente sofocado por los nuevos gobernantes. La noticia de estos hechos y su  brutal represión con los fusilamientos del 3 de Mayo se extendíó por toda España, incitando a  la lucha: había comenzado la Guerra de la Independencia, que tendrá una doble vertiente de  guerra y revolución. No fue sólo una guerra de liberación contra el extranjero francés, sino también una  Guerra Civil, puesto que enfrentó a una parte minoritaria de la población española, los llamados  afrancesados (viejos reformistas e ilustrados), que estaba a favor del nuevo rey José I y de las  reformas que traía (Estatuto de Bayona, por ejemplo), contra una mayoría de españoles que  luchaban por su legítimo rey, Fernando VII, aunque tuvieran ideologías dispares (absolutistas  y liberales). El conflicto bélico en sí se desarrolló en tres fases. La primera, o de los éxitos iniciales  españoles, abarca de Mayo a Noviembre de 1808, con episodios como el sitio de Zaragoza, que  resistíó heroicamente bajo el mando del general Palafox, o el de la batalla de Bailén. Aquí, el  ejército invasor comandado por el general Dupont fue vencido el 19 de Julio por uno español  improvisado bajo las órdenes del general Castaños (será la primera vez que un ejército  napoleónico fuera derrotado), lo que traerá serias consecuencias estratégicas y  propagandísticas. Desde el principio de la guerra, los españoles se agruparon en las llamadas Juntas de  Defensa locales y provinciales en contra de la ocupación. Tras la victoria en la Batalla de Bailén,  se reunieron en la Junta Suprema Central. Esto supondrá la toma de la soberanía nacional, por  parte del pueblo, al considerar que hay un vacío de poder ya que no reconocen a las nuevas  autoridades surgidas de los hechos de Bayona y estiman, además, que los franceses retienen  forzadamente al legítimo monarca, don Fernando. En la Junta Suprema se dieron cita las tres principales posturas políticas: los jovellanistas,  herederos de las ideas de Jovellanos, es decir, del reformismo ilustrado; los absolutistas,  melancólicos del Antiguo Régimen, y los liberales, defensores de las libertades individuales y  de la soberanía del pueblo. Su decisión de convocar Cortes, donde definir el futuro político de  la nacíón, será el comienzo de una revolución política porque, una vez reunidas en Cádiz, se  inclinará hacia el liberalismo y culminará con la elaboración en 1812 de la primera Constitución  española, la Pepa.  A partir del otoño de 1808 comienza una nueva etapa de la guerra. La de las victorias  francesas, que vino determinada por la reacción de Napoleón ante la derrota de Bailén. Desde  entonces, el Emperador se ocupó personalmente de conducirla con la Grande Armée. Logró la  caída de Burgos, victorias como la de Tudela sobre el propio Castaños, la toma de Madrid o el  segundo sitio de Zaragoza, donde entraron los franceses cuando no quedaba más que ruinas.  Sólo Cádiz, por su geografía, aguantó a la desesperada el asalto francés y por eso fue allí  donde, en 1810, se reunieron las Cortes. Su convocatoria efectiva la había hecho el Consejo de  Regencia, en quien había delegado su autoridad la auto disuelta Junta Central. La primera reuníón fue ya una declaración de intenciones: las Cortes eran depositarias de la soberanía  (liberalismo) y, por tanto, se tendría que acatar sus decisiones entre las que figuraban la  separación de poderes. A partir de entonces y hasta 1813 se dedicó a legislar, destacando la  elaboración de la primera Constitución española, la Pepa. A pesar de la situación de dominio francés, los españoles siguieron la lucha con ayuda  desde Portugal del ejército británico, comandado por el duque de Wellington, y empleando  una nueva táctica, la guerra de guerrillas: pequeñas incursiones de desgaste que se  convirtieron en la pesadilla de los franceses. En esta lucha sobresalen los Merino, Espoz y Mina  y El Empecinado.  La tercera y última etapa se inició en la primavera de 1812, cuando Napoleón se vio  obligado a retirar parte de sus efectivos en España para llevarlos al frente ruso. Los ejércitos  anglo-españoles aprovecharon esta circunstancia para intensificar la ofensiva, consiguiendo  grandes victorias sobre los franceses como la de Arapiles en 1812 o la de San Marcial en 1813. Napoleón firmó el Tratado de Valençay en 1813 por el que se pactaba la paz y devolvía  el trono de España a Fernando VII. Sin embargo, al llegar desde su exilio en Francia, Fernando  se encontró con una España muy distinta de la que había abandonado. Los seis años de guerra destrozaron la economía y provocaron profundos cambios en la sociedad de la época, ya que  durante la guerra y a su amparo, aprovechando la crisis de la autoridad, se intentó llevar a  cabo una profunda revolución burguesa para acabar con el Antiguo Régimen y dividíó a los  españoles en dos tendencias: los absolutistas y liberales. Sus luchas por el poder van a venir a  caracterizar los reinados de Fernando VII e Isabel II. 


3.2 El significado de 1492. La guerra de Granada y el descubrimiento de América

En 1492 ocurrieron acontecimientos muy relevantes para nuestra historia. En primer lugar, se dió la conquista del reino nazarí de Granada, y con ella, la culminación de la Reconquista y el fin de Al-Ándalus. Hasta 1487 se dio una campaña de guerrillas y golpes de mano, y más tarde se iniciaron los sitios y conquistas de plazas. En 1489 se cercó Granada, rendida a los Reyes Católicos el 2 de Enero de 1492 después de que el rey Boabdil firme, el 25 de Noviembre de 1491 las Capitulaciones de Granada (respeto a la religión islámica, reconocimiento de sus leyes y juicios… ) Por otro lado, en 1492 también se descubrirá América. El proyecto de Cristóbal Colón de llegar a las Indias por la Ruta Occidental fue rechazado por Portugal, y luego por Castilla, hasta que los RRCC, tras la caída de Granada, finalmente aceptaron. Así, en Abril se firmaron las Capitulaciones de Santa Fe, que nombraban a Colón almirante, virrey y gobernador de todos los territorios descubiertos, y le otorgaban un décimo de las riquezas obtenidas. El 3 de Agosto partieron de Palos tres carabelas, que llegarían a la isla de San Salvador (actual Bahamas) el 12 de Octubre de 1492. Colón realizaría tres nuevos viajes: 1493, 1498 y 1502. Tras el descubrimiento de América, surgieron disputas entre castellanos y portugueses. Estos últimos abogaban que según el Tratado de AlçaCovas (1479) las nuevas tierras les pertenecían. La rivalidad se resolvería con el Tratado de Tordesillas (1494) que establecía la línea divisoria a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde.

3.3 El Imperio de los Austrias. España bajo Carlos I. Política interior y conflictos europeos

Tras la muerte de Fernando el Católico (1516) sube al trono su nieto Carlos I, y con él una nueva dinastía: los Habsburgo o Austrias. Heredará un amplio patrimonio que le convertirá en el más poderoso soberano de la época, pero también le ocasionará dificultades de gobierno y un alto coste económico. En política interior tuvo que hacer frente de dos conflictos: en Castilla, la Rebelión de las Comunidades (1520-1521) en la que los comuneros exigían, entre otras cosas, la limitación del poder real y la desaparición de la nobleza extranjera; y en Valencia y Mallorca, la Revuelta de las Germánías (1519-1523) de carácter antiseñorial. La monarquía fue la vencedora de ambas revueltas y se reforzó ante las ciudades y las Cortes. En política exterior, Carlos I concibió un Imperio universal, la Universitas Christiana y la uníón de Europa, proyectos que fracasaron por la reforma protestante. Se enfrentó a Francia por el control de Italia en cuatro guerras (1521-1544) que acabaron con la supremacía hispana tras la incorporación del Milanesado al Imperio. Además, hizo frente a los turcos por el control del Mediterráneo, pese a lo cual el conflicto no se resolvíó hasta la batalla de Lepanto (1571, reinado de Felipe II). Pero el fracaso del proyecto imperial se centró en Alemania: el apoyo de Francia a las tropas protestantes obligó al rey a firmar la Paz de Augsburgo (1555) en la que se reconocían las dos religiones en el Imperio (cuius regio, eius religio)  

3.4 La Monarquía Hispánica de Felipe II. Gobierno y administración. Los problemas internos. Guerras y sublevaciones en Europa. 

Felipe II heredó de su padre la parte hispánica del Imperio, así como sus objetivos políticos fundamentales: lucha por la hegemonía en Europa, protección de los territorios de su patrimonio y defensa del catolicismo frente a musulmanes y herejes. Estos objetivos marcaron su política exterior: vencíó a los franceses en San Quintín (1557) y a los turcos en Lepanto (1571), pero fue derrotado por Inglaterra (1585, fracaso de la Armada Invencible) y provocó una sublevación en los Países Bajos por intereses políticos y religiosos (1568-1648). Todo esto supuso un alto coste económico, pero fue fructífero con la anexión de Portugal (1580). Felipe II sustituyó el concepto de Imperio universal de su padre por el de una Monarquía Hispánica, con centro y base en Castilla (en 1561 trasladó la capital a Madrid) y las Indias como principal fuente de financiación. En política interior llevó a cabo una castellanización de sus reinos, impulsó en España la Contrarreforma potenciando la Inquisición, y aumentó el autoritarismo político y religioso (Alpujarras 1568-1570, Revuelta Foral en Aragón 1590-1592). En el Gobierno siguió un sistema polisinodial basado en el Consejo. A diferencia de Carlos I, Felipe II dio preferencia a Juntas o Consultas creadas para cada ocasión y a las que acudía un Secretario de Despacho (origen de los futuros validos). A los consejos territoriales ya existentes (Castilla y Aragón) se les añadieron otros como el de las Indias, Italia, Flandes o Portugal. Las instituciones (Santa Hermandad, Hacienda… ) permanecieron, así como el sistema confederal, y en la administración de la justicia se implantó el modelo castellano en Aragón y en América. 

3.5 Exploración y colonización de América. Consecuencias de los descubrimientos en España, Europa y América

La conquista de América se inició en 1499 cuando los Reyes Católicos autorizaron las expediciones de carácter privado. Fue un proceso rápido debido a la superioridad armamentística y la falta de cohesión de los imperios precolombinos. Hernán Cortés conquistó el Imperio Azteca tras una sangrienta guerra (1519-1522) que le otorgó el control de la meseta central mexicana, mientras que Francisco Pizarro conquistó el Imperio Inca (1527-1533) que comprendía los actuales Ecuador, Perú y parte de Bolivia. Durante estos años se llevaron a cabo numerosas expediciones, entre las que destaca la primera vuelta al mundo (1519-1522) iniciada por Magallanes y terminada por Elcano. El descubrimiento de América conllevó poner en contacto razas, religiones, idiomas y costumbres diferentes, y la mezcla de razas dio lugar al mestizaje. Asimismo, supuso un estímulo de la actividad intelectual: Francisco de Vitoria puso las bases del derecho de gentes, hoy derecho internacional, mientras que la denuncia del maltrato de los colonizadores a los indios llevó a la creación de las Leyes de Burgos (1512) y las Leyes Nuevas (1542) para evitar esos abusos. En cuanto a las consecuencias económicas, surgíó una economía del mundo cada vez más integrada, con nuevos productos y piedras y metales preciosos provenientes de América. Estos últimos inundaron el mercado monetario de Europa, provocando un fenómeno conocido como la revolución de los precios.


3.6 Los Austrias del Siglo XVII: el gobierno de válidos. La crisis de 1640

En el Siglo XVII se da la pérdida de la hegemonía española bajo el gobierno de los llamados Austrias Menores (Felipe III, 1598-1621; Felipe IV, 1621-1665; y Carlos II, 1665-1700). Todos ellos contaron con el apoyo de un valido que les asesoraba en la toma de decisiones. El de Felipe III fue el Duque de Lerma, cuya medida más destacada fue la expulsión de los moriscos (1609), que afectaría gravemente a la economía agraria levantina. Felipe IV se apoyó en el Conde-Duque de Olivares, que puso en marcha una serie de reformas administrativas y fiscales, e impulsó la creación de la Uníón de Armas (1626), un ejército reclutado y mantenido por cada reino. Su política encontró especial oposición en Cataluña y Portugal. En la primera, explotó una rebelión de campesinos en 1640 (Corpus de Sangre o Guerra de los Segadores) que acabó con la proclamación de la República Catalana, aliada con la Francia de Luis XIII. No fue sofocada hasta 1652, cuando Don Juan José de Austria rindió Barcelona. En Portugal el duque de Braganza se proclamó rey como Juan IV. Esta insurrección se debíó al descontento luso por diversos motivos políticos y económicos, y concluyó con el Tratado de Lisboa (1668) que reconocía la independencia del reino portugués. Tras la destitución de Olivares (1643) se sucedieron los conflictos en la corona de Aragón, Valencia, Andalucía, Nápoles y Sicilia. Finalmente, debido a la incapacidad física y psíquica de Carlos II, durante su gobierno se sucedieron una serie de validos (Don Juan José de Austria, el Conde de Oropesa, el Duque de Medinaceli) que se centraron en la aplicación de medidas políticas y económicas. 

3.7 La Guerra de los Treinta Años y la pérdida de la hegemonía en Europa

En el Siglo XVII se da la pérdida de la hegemonía española bajo el gobierno de los llamados Austrias Menores (Felipe III, 1598-1621; Felipe IV, 1621-1665; y Carlos II, 1665-1700). Nos encontramos con una economía arruinada por las continuas guerras y rebeliones internas. Con Felipe III llegará una época de paz propiciada por el agotamiento de la Hacienda Real: la Paz Hispánica. Así, se firmará con Francia la Paz de Vervins (1598), con Inglaterra el Tratado de Londres (1604), y con Holanda la Tregua de los Doce Años (1609). Sin embargo, con Felipe IV España entrará en la Guerra de los Treinta Años al mandar tropas a la Bohemia para socorrer a sus parientes austriacos, lo que supondrá el fin definitivo de nuestra hegemonía. En la guerra se enfrentaron por un lado, los Habsburgo, (defensores de una Europa unida por la fe y por el emperador) contra la católica Francia y los países protestantes del Norte (defensores de una Europa dividida en Estados independientes). Vencerán estos últimos y el Tratado de Westfalia (1648) supondrá la derrota de todos los intereses españoles (reconocimiento de la independencia de Holanda (Tratado de Münster), pluralismo religioso, consolidación de la hegemonía francesa). La guerra continuará contra Francia por la rebelión catalana hasta la Paz de los Pirineos (1659) que supuso la pérdida del Rosellón y la Cerdeña. Con Carlos II se certificará la decadencia: independencia de Portugal (1668) y pérdida del Franco Condado, Flandes y Luxemburgo a manos de Francia (paces de Aquisgrán (1668), Nimega (1678) y Tratado de Ratisbona (1684)) 

3.8 Principales factores de la crisis demográfica del Siglo XVII y sus consecuencias

La crisis española se encuentra dentro de una general que afecta a prácticamente a todos los países europeos del Siglo XVII. Entre las causas del hundimiento económico podemos señalar las alteraciones monetarias (moneda de vellón), el incremento de la deuda pública, el desarrollo de una pesada burocracia, y las calamidades (malas cosechas, epidemias). En consecuencia, se dio un descenso demográfico (de ocho a siete millones de habitantes) debido a guerras, epidemias, emigración a América… . En la agricultura el campesino se empobrece por la caída de la población lanar y agrícola; mientras que en la industria se produce un colapso artesanal que afecta especialmente a los textiles castellanos, con causas tanto económicas (rigidez gremial, retraso científico y técnico) como políticas (tratados de paz con cláusulas comerciales, invasión de productos extranjeros). Se da además un debilitamiento comercial (comercio interior casi inexistente, comercio con América en manos holandesas, francesas e inglesas) y la ruina de las finanzas reales, lo que obliga a aumentar los impuestos, especialmente en Castilla. Los arbitristas (Saavedra Fajardo) denunciaron estos problemas, y durante el reinado de Carlos II (gobierno del Duque de Medinaceli) se adoptó una política mercantilista y proteccionista que condujo a la recuperación económica.

3.9 Crisis y decadencia de la Monarquía Hispánica: el reinado de Carlos II y el problema sucesorio

Tras la muerte de Felipe IV en 1665 asciende al trono su hijo Carlos II. Debido a la corta edad del monarca, y más tarde a sus discapacidades físicas y psíquicas, se sucederán en su gobierno una larga serie de válidos: su madre (Mariana de Austria) y la Junta de Gobierno, el padre Nithard, Valenzuela, Don Juan José de Austria, el Duque de Medinaceli, el Conde de Oropesa… etc. Todo esto provocará una gran sensación de desgobierno y confusión. En este ambiente aparecerán dos fenómenos en política interior: el neofeudalismo (cuando la alta nobleza controle a la monarquía) y el neoforalismo (con un renacer de los fueros y privilegios de los reinos frente a la corona). A la crisis política y social se le añade una desastrosa situación económica, especialmente en Castilla. En política exterior, la debilidad de la Monarquía se manifestará en el reconocimiento de la independencia de Portugal (1668) y la pérdida del Franco Condado, Flandes y Luxemburgo a manos de Francia (paces de Aquisgrán (1668), Nimega (1678) y Tratado de Ratisbona (1684)). La muerte sin descendencia de Carlos II (1700) dará lugar a la Guerra de Sucesión (1701-1713/14) en la que se enfrentarán los dos candidatos al trono: el escogido por el monarca, Felipe de Borbón (nieto del rey francés Luis XIV) y el Archiduque don Carlos (segundo hijo del emperador Leopoldo I de Austria). 


4.1 La Guerra de Sucesión Española y el Sistema de Utrecht. Los Pactos de Familia

La muerte sin descendencia de Carlos II (1700) dará lugar a la Guerra de Sucesión (1701-1713/14) en la que se enfrentarán los dos candidatos al trono: el escogido por el monarca, Felipe de Borbón (nieto del rey francés Luis XIV) y el Archiduque don Carlos (segundo hijo del emperador Leopoldo I de Austria). Será un conflicto tanto interno -centralismo (Felipe de Borbón) contra foralismo (Archiduque Carlos) – como externo (Francia e Inglaterra se disputarán la hegemonía de Europa). Los bandos serán: por un lado, los Borbones con el apoyo castellano, y por otro, una liga anti borbónica formada por Gran Bretaña, Holanda, los Habsburgo y la Corona de Aragón. La guerra fue favorable a los austracistas en España hasta la batalla de Almansa (1707), y en Europa hasta 1711, cuando Inglaterra cambió de bando por la coronación del archiduque como emperador de Austria. La paz vendrá con el Sistema de Utrecht, compuesto por tratados bilaterales – paces de Utrecht (1713) y de Rastatt (1714)- que supondrá la consolidación de Inglaterra como nueva potencia Europea ;el fin de la hegemonía francesa; la coronación de Felipe V de Borbón como rey de España; y un cambio radical en la política exterior española: Inglaterra pasa a ser la mayor enemiga y Francia una gran aliada, a través de los Pactos de Familia (alianzas entre los Borbones franceses e hispanos). Los dos primeros (1733 y 1743) se firmaron durante el reinado de Felipe V y condujeron a la recuperación del reino de Nápoles-Sicilia y el ducado de Parma. El tercero (1761, reinado de Carlos III) involucró a España en la Guerra de los Siete Años y la independencia de los EEUU. 

4.2 La nueva Monarquía Borbónica. Los Decretos de Nueva Planta. Modelo de Estado y alcance de las reformas

Con Felipe V llega a España el absolutismo a la manera francesa (identificación del rey y Estado). Se reorganizará así política y administrativamente el nuevo Estado para hacerlo fuerte, centralista y unificado. Las reformas administrativas se centrarán en la anulación del régimen foral de la Corona de Aragón, a través de los Decretos de Nueva Planta (1707 en Aragón y Valencia, 1715 en Mallorca y 1716 en Cataluña), lo que da lugar a la unificación jurídica e institucional en la monarquía, al anularse las antiguas leyes e instituciones aragonesas e implantarse en toda España las castellanas. Sólo permanecieron los fueros vascos y navarros por fidelidad a Felipe V. Asimismo, los Consejos se vieron sustituidos por cinco Secretarías, y solo se mantuvo el Consejo de Castilla (máximo órgano político). Las Cortes de Castilla se convirtieron en Generales del Reino (salvo de Navarra) aunque apenas tuvieron contenido. El territorio quedó dividido en intendencias (actuales provincias) y los virreyes fueron sustituidos por Capitanes Generales. Además, se establecíó un mayor control de la Iglesia a través de una política regalista (Concordato de 1753), y el reformismo llegó al Ejército, a la Armada y la cultura. Debido a la situación ruinosa de la Hacienda, Felipe V obligó contribuir a los territorios de la Corona de Aragón a la manera castellana, mientras que Fernando VI intentó cobrar en cada provincia castellana a la forma catalana (Catastro del Marqués de la Ensenada) Por su parte Carlos III se vio obligado a emitir deuda pública: vales reales.

4.3 La España del Siglo XVIII. Expansión y transformaciones económicas: agricultura, industria y comercio con América. Causas del despegue económico de Cataluña. 

Desde finales del Siglo XVII y durante todo el Siglo XVIII se inicia una fase de crecimiento de la población española. La agricultura era la principal actividad económica, y pese a que crecíó la productividad y aumentaron los precios agrarios, sólo unos pocos (propietarios y arrendatarios) se beneficiaron. El motín de Esquilache (1766) fue una advertencia de la mala situación del campesinado, a partir del cual Carlos III emprendíó una serie de reformas que resultaron no ser eficaces :el problema quedaría pendiente para los siglos XIX y XX. La industria apenas daba ocupación al 14% de la población, y aunque se vio incentivada, su carácter gremial limitaba la libertad, la innovación y la competencia, y la manufactura era muy escasa. En cuanto al comercio, el interior era poco significativo, y el exterior deficitario (se exportaban materias primas y se importaban productos manufacturados). América era nuestra principal fuente de ingresos y por ello se adoptaron ciertas medidas (liberalización del comercio, creación de compañías comerciales y monopolísticas) que hicieron crecer el comercio americano. En concreto, Cataluña será la regíón más avanzada económicamente, debido a que la situación favorable del campesino aumentó su capacidad de consumo, lo que benefició a la producción industrial catalana. La política proteccionista de la corona hacia las indianas y la liberalización del comercio con América favorecieron igualmente a Cataluña, que caminaba hacia la revolución industrial. 

4.4 Ideas fundamentales de la Ilustración. El despotismo ilustrado: Carlos III

La Ilustración fue la corriente de pensamiento que se difundíó por Europa en el Siglo XVIII y que constituyó, en el caso de España, la base intelectual del reformismo borbónico. Se caracterizó por el empleo de la razón y la crítica, el fomento de la economía nacional, el desarrollo del conocimiento científico y la educación, y la difusión, entre el mayor número de individuos posibles, del progreso y la felicidad. Pretendíó reformar el sistema social, económico y político del Antiguo Régimen, pero lo que consiguió fue, a la larga, acabar con él. Se conoce como despotismo ilustrado a la concepción teórica y la práctica gubernamental que adoptó la monarquía absoluta en casi toda Europa en el Siglo XVIII como consecuencia de las ideas de la Ilustración. Su lema “todo para el pueblo, pero sin el pueblo” resume su concepción de soberanía absoluta del monarca, y cómo este, a través de un buen gobierno, debía buscar la felicidad (bienestar material) de sus súbditos. Carlos III es el mejor representante de esta manera de gobernar en España, y destacó por su alto grado de reformismo. En política exterior su reinado estuvo marcado por su amistad con Francia (III Pacto de Familia, 1761) y su enemistad con Inglaterra (Guerra de los Siete Años, independencia de EEUU). En política interior, el Motín de Esquilache (1766) supuso un antes y un después en su gobierno: política regalista y expulsión de los jesuitas (1767), reformas económicas, educación primaria, infraestructuras municipales…

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