Unión Dinástica y Guerra de Sucesión de España

Unión Dinástica

El primer episodio de esta unión dinástica se encuentra en el Compromiso de Caspe (1412) a la muerte de un humano sin descendencia en 1410 se abre un período de interregno que fue resuelto anteponiendo la Corona a Tgura del rey. Nueve compromisarios candidatos de Aragón, Valencia y Cataluña eligieron al sucesor entre los candidatos. El elegido fue el infante de Castilla Fernando de Antequera-Fernando.

El segundo episodio fue el matrimonio en secreto (1469) de su nieto y heredero a la Corona de Aragón, Fernando, con su prima Isabel de Trastámara, en ese momento heredera de la Corona de Castilla por designación de su hermano, el rey Enrique IV, un año antes. Este enlace no autorizado por Enrique supuso que rehabilitar a su propia hija Isabel y que a su muerte, en 14/4, Comenzar una guerra civil en Castilla para Dinámica cual de las dos Isabel se hacia con e oUoJ! No fue hasta 1479 cuando ambos serios reyes definitivamente en sus respectivas coronas: Isabel por la pacificación definitiva de la frontera castellano-portuguesa con la firma del Tratado de Alcaçovas -su sobrina se había casado con Alfonso V de Portugal-, y Femando por la muerte de su padre Juan ll Comenzaron así que reinados en los que se producen la unidad de las políticas exteriores y defensivas, además de la participación conjunta en el gobierno de sus territorios bajo el lema de Tanto monta, pero no una unidad territorial puesto que cada uno de los territorios conservaron su identidad histórica, sus instituciones políticas, jurídicas judiciales, económicas, etc.

Guerra de Sucesión

Las causas de la guerra de sucesión se remontan a la sucesión ultramarinos a Felipe V de Borbón, duque de Anjou. El nuevo monarca había recibido sus derechos a través del matrimonio de Luis XIV, rey de Francia, con la infanta María Teresa, hija de Felipe IV, tal como había sido concertado en el Tratado de los Pirineos. Sin embargo, la soberanía de Felipe V sería contestada por una coalición internacional opuesta a la formación de un poderoso bloque borbónico y constituido por Inglaterra, Austria y las Provincias Unidas -Gran Alianza de La Haya, 1701-, potencias a las que se uniría el Reino de Portugal en 1703.

De este modo se iniciará la llamada guerra de Sucesión de España, que concluirá en el plano internacional con el Tratado de Utrecht -marzo de 1713, febrero de 1714- y en el plano interior con la superación de las últimas resistencias -caída de Barcelona, ​​septiembre de 1714; capitulación de Mallorca e Ibiza, julio de 1715. Así permanecería consolidada la nueva dinastía de los Borbones que, salvo durante algunos períodos en los siglos XIX y XX, continuará ostentando la titularidad de la Corona española hasta nuestros días.

Felipe V hizo su entrada en Madrid en febrero de 1701 sin ninguna oposición. Ese mismo año marchó a Barcelona, ​​celebrando Cortes en el Reino de Aragón y en el Principado de Cataluña, en cualquier caso que otorguen muchos privilegios de nobleza y accedió a las solicitudes que fueron formuladas por los diversos estados, que reconocieron como soberano. Sin embargo, al año siguiente hubo de marchar a Italia porque las tropas imperiales habían roto ya las hostilidades atacando Milán, mientras que una escuadra anglo-holandesa desembarcaba en la bahía de Cádiz y luego atacaba la flota española recibidos de América en la ría de Vigo -octubre de 1702-.

La evolución bélica -que se podría resumir con una primera parte del predominio de las armas del archiduque Carlos hasta 1706 y una recuperación del ejército borbónico en el frente peninsular desde 1707 con la victoria en Almansa y en 1710 con las de Brihuega y Villaviciosa de Tajuña- pasó a un segundo plano cuando el archiduque sucedió a su hermano en el Imperio, mientras que el partido se retiró a Inglaterra de la coalición. El Tratado de Utrecht ponía fin al conflicto internacional, aunque el reconocimiento de Felipe V implicaba tumbas contrapartidas para España: la pérdida de sus pertenencias europeas -Milán, Nápoles, Sicilia Cerdeña, más los Países Bajos meridionales-, así como la cesión a Inglaterra de la isla de Menorca recuperada en 1782 y en 1802- de la plaza de Gibraltar -que todavía hoy permanece bajo soberanía inglesa- la concesión de una serie de privilegios comerciales en América, como eran el «asiento de negros» o el monopolio para la introducción de esclavos y la autorización «navío de permiso anual» a lo que sumaba implantación británica en Acadia y Terranova con la expulsión de los pescadores españoles.

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