La Monarquía Hispánica: Auge y Crisis de los Austrias

El Cambio Dinástico y la Guerra de Sucesión

A principios del siglo XVIII, la muerte de Carlos II de Habsburgo sin descendencia provocó una disputa por la Corona de España. Felipe de Borbón, duque de Anjou y nieto de Luis XIV de Francia, fue elegido heredero, desencadenando la Guerra de Sucesión. Mientras Felipe V fue aceptado en las Cortes de Castilla, Austria apoyó al archiduque Carlos, desencadenando un conflicto que involucró a grandes potencias europeias.

La guerra tuvo el apoyo de Francia para Felipe V y de la Alianza de la Haya (Austria, Inglaterra, Holanda) para el archiduque Carlos. La unión dinástica amenazaba el equilibrio europeo e intereses comerciales. España se dividió: la Corona de Castilla apoyó a Felipe V y la Corona de Aragón favoreció al archiduque Carlos. A pesar de algunas victorias iniciales de las tropas borbónicas, la conquista de Gibraltar por los ingleses y la llegada del archiduque Carlos a Barcelona complicaron el conflicto. La Batalla de Almansa favoreció a las tropas franco-españolas. Carlos se convirtió en emperador en 1711, debilitando la alianza austracista.

Las operaciones bélicas disminuyeron después de 1712, y los tratados de Utrecht y Rastadt reconocieron a Felipe V como rey de España. Los términos incluyeron la renuncia a los derechos a la Corona de Francia, mientras que Inglaterra obtuvo Gibraltar y Menorca, y Carlos se quedó con territorios en Europa. La guerra dejó marcas en España, siendo más que una disputa sucesoria, una guerra civil entre concepciones centralistas y foralistas. En 1714, la conquista de Barcelona puso fin al conflicto, moldeando el destino de las potencias europeas y marcando la historia de España del siglo XVIII.

Los Decretos de Nueva Planta y sus Efectos

Felipe V, al ascender al trono español, instauró reformas políticas y administrativas inspiradas en el modelo francés de Luis XIV, buscando centralizar el poder y unificar la legislación e instituciones. Aunque la unión de los reinos se basaba en la dinastía, regiones como Castilla, Navarra, los Señoríos Vascos y la Corona de Aragón conservaron sus particularidades.

Los Decretos de Nueva Planta eliminaron los privilegios forales de Aragón, a pesar de las promesas de respeto. Durante la Guerra de Sucesión, el apoyo aragonés al candidato austríaco llevó a imponer las leyes de Castilla como modelo común. Con la recuperación de territorios, se abolieron gradualmente los privilegios forales de Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña, eliminando las instituciones políticas locales y estableciendo nuevas basadas en modelos castellanos.

Se reformó el sistema fiscal con la Contribución, un nuevo impuesto basado en cuotas provinciales. Felipe V introdujo cambios en la sucesión y la administración, reduciendo Consejos, fortaleciendo Secretarías de Despacho, incrementando Capitanes Generales y transformando reinos en provincias, además de disminuir el papel de las Cortes. La Ley Sálica de 1713 excluyó a las mujeres de la sucesión.

Aunque se buscaba uniformizar, persistieron particularismos como los privilegios de Navarra y las provincias vascas, la autoridad de señores particulares y la complejidad administrativa desigual en provincias, intendencias y alcaldías. A pesar del mencionado centralismo borbónico, subsistieron diversas prácticas políticas e institucionales.

La Monarquía Hispánica bajo los Austrias

La Nueva Monarquía de los Reyes Católicos

Los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, consolidaron la Monarquía Hispánica tras su unión en 1469. Este periodo fue crucial para la expansión territorial, destacándose la conquista de Granada, la anexión de Navarra y la consolidación del dominio en Nápoles. La creación de los tercios de infantería fortaleció el proceso, y se empleó una política de alianzas matrimoniales para aislar a Francia.

En el ámbito religioso, promovieron la unificación mediante la expulsión de judíos, la creación de la Inquisición y el control de la Iglesia. En Castilla, se reorganizó la administración, creando la Santa Hermandad y designando virreyes. Se estableció un sistema judicial y relaciones diplomáticas con otros poderes europeos. En Aragón, las reformas fueron menos profundas. Con los Reyes Católicos, se configuró el primer estado moderno europeo, marcado por una monarquía autoritaria y la disminución de la relevancia de las Cortes a favor de los Consejos.

La Configuración del Imperio Español en el siglo XVI

En 1516, Carlos I estableció la dinastía Habsburgo en España, heredando una vasta amalgama de territorios. A pesar de la diversidad, buscó unificarlos bajo la idea de una monarquía universal y la defensa del catolicismo. Enfrentó revueltas en Castilla y la Corona de Aragón, siendo la Guerra de las Comunidades y la revuelta de las Germanías las más destacadas. A nivel internacional, tuvo conflictos con Francia, guerras en Italia, enfrentamientos en el Mediterráneo y Europa Oriental contra el Imperio Otomano, y defendió el catolicismo frente a la Reforma protestante, continuando la colonización de América.

En 1555, Carlos I abdicó, cediendo a Felipe la Corona de España y Flandes, y el imperio a su hermano Fernando. La política de Felipe II (1556-1598) continuó la de su padre, enfrentando problemas como la persecución de los moriscos y conflictos con Aragón por la centralización. Defensor de la Contrarreforma, lideró guerras destacadas, pero su reinado se vio marcado por el desastre de la Armada Invencible y la rebelión en Flandes. Su reinado consolidó la Monarquía Hispánica como una potencia hegemónica en el siglo XVI.

La Crisis del Siglo XVII

Durante los reinados de los Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) en España, se enfrentaron a las primeras derrotas militares, agotamiento demográfico y económico, y el surgimiento de los «validos». A pesar del crecimiento demográfico y económico en el siglo XVI, el cambio de siglo marcó el comienzo de una crisis importante debido a epidemias de peste, expulsiones de moriscos en 1609 y problemas en el sector textil castellano. Cataluña y Valencia tuvieron cierta recuperación en el XVII, pero la Corona de Castilla no se recuperó hasta la década de 1680. La sociedad mantuvo una estructura estamental, con la nobleza y el clero privilegiados, mientras que la mayoría sufrió la crisis.

Se generó malestar por los altos costos de la guerra, y se descubrieron conspiraciones en varias regiones. En 1598, Felipe III inició la tradición de los «validos», y desde 1621, Felipe IV designó a Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, como valido, gobernando en un estado casi en guerra permanente. Aunque Olivares propuso reformas administrativas para centralizar el gobierno, enfrentó resistencia y la crisis persistió. La década de 1640 marcó una crisis general en la Monarquía Hispánica, con rebeliones en Cataluña y Portugal proclamando su independencia en 1640. El poder militar español decayó, y la Guerra de los 30 Años concluyó con la Paz de Westfalia en 1648, reconociendo la independencia de Holanda. La dinastía de los Austrias llegó a su fin en 1700 con la muerte sin descendencia de Carlos II, desencadenando una guerra internacional y la desaparición de la hegemonía de la Monarquía Hispánica en 1714.

Economía y Sociedad en la Galicia de los Austrias

En la época de los Austrias, Galicia mantenía una posición estratégicamente importante en la ruta marítima hacia los Países Bajos. Aunque su sociedad y economía eran principalmente agrícolas en los siglos XVI y XVII, experimentaron ciertos cambios, como la introducción del maíz proveniente de América en el siglo XVII. Este nuevo cultivo, conocido como el ciclo del maíz, transformó la agricultura gallega al aumentar los rendimientos y cambiar los sistemas de rotación, contribuyendo a la evolución de la ganadería extensiva hacia sistemas estabulados.

En las zonas costeras, las actividades pesqueras, especialmente la captura de sardinas, ganaron importancia. Las actividades pesqueras estaban organizadas en gremios de mareantes, con influencia social y poder económico en puertos como Pontevedra y La Coruña. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XVII, el sector pesquero enfrentó dificultades debido a la presión fiscal, la demanda de marineros para la armada, la guerra con Portugal y el aumento del precio de la sal.

La sociedad gallega de la Edad Moderna era estamental, con características específicas derivadas de su marcado carácter rural. Se destacaba el sistema de cesión del dominio útil de la tierra, principalmente mediante el foro, aunque a partir del siglo XVI se abandonaron los foros a perpetuidad. La alta nobleza gallega, como los Andrade, Lemos, Sarmiento y Monterrei, a menudo participaba en empresas políticas y militares de los Austrias, mientras que la nobleza de título perdía poder. La lucha por recuperar el voto en Cortes, eliminado en 1476 y recuperado en 1623, fue una de las principales preocupaciones de la Junta del Reino y las oligarquías gallegas.

Conquista y Colonización de América

Tras el descubrimiento de América en 1492, se inició una fase de exploración y conquista liderada por particulares con el permiso real. La rápida conquista se atribuyó a la superioridad militar española, la debilidad interna de los imperios indígenas y la actitud pacífica de algunos indígenas. Las fases de conquista abarcaron desde 1492 hasta la década de 1600, explorando las Antillas, la costa venezolana, la expedición de Magallanes y la primera vuelta al mundo. Los territorios americanos se incorporaron a la Corona de Castilla en 1518, estableciendo instituciones en España y América.

La explotación económica en las colonias se centró en la mano de obra barata mediante la encomienda y la mita, a pesar de los intentos legislativos para proteger a los indígenas. La economía colonial se basó en un monopolio comercial con Sevilla y el golfo de México, facilitando el envío de productos desde Europa y el retorno de productos coloniales, especialmente metales preciosos.

La conquista tuvo efectos negativos en la población indígena, con masacres, enfermedades y explotación, resultando en una disminución de la población y cambios en la sociedad. La influencia de América en el Viejo Mundo se consolidó con la introducción de nuevos productos y el aumento del comercio. En el siglo XVI y la primera mitad del XVII, Europa experimentó una inflación llamada Revolución de los Precios, afectando especialmente a España por el aumento de la masa monetaria debido a las importaciones de oro y plata. Este período culminó con el creciente descontento en las colonias, marcando el camino hacia las independencias territoriales en las primeras décadas del siglo XIX.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *